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Revista Ideele N°300. Octubre-Noviembre 2021. Imagen: Andina.peEl extremo centro, el de la política supeditada a la administración, sigue intacto en el Perú de José Pedro Castillo Terrones. El signo ideológico del Gobierno ya no se define por políticas públicas específicas que puedan inclinar al régimen hacia un lado u otro, sino por el uso de ciertas palabras clave o conceptos discursivos que reiteren la lealtad hacia ideas o personas que refuercen imaginarios de cambio o continuidad sin mayor sustancia política. En ese sentido, el 95% de peleas públicas entre Gobierno, partido de Gobierno y Congreso vienen por cosas que Castillo o Cerrón dijeron (no hicieron), mientras que la maquinaria burocrática del Estado sigue haciendo más o menos lo mismo que hacía durante el tiempo de Sagasti, Vizcarra, PPK, Ollanta, Alan o Toledo. Esto descuadra a izquierdas y derechas por igual; que de un lado hablan de ‘ollantización’, ‘traición’ o ‘caviarización’ y del otro de ‘estatismo’, ‘comunismo’ o ‘terrorismo’, al no tener nada más de qué hablar.
Esta limitación nos ha impedido tener un debate ideológico serio y realista sobre políticas públicas, reduciéndose todo a cuestiones discursivas o estéticas que, si bien sirven a efectos de generar titulares, no tienen mayores efectos con respecto a las acciones materiales concretas que el Estado realiza en su quehacer diario. Por ello, considero que valdría la pena reseñar algunos aspectos relacionados a la construcción del actual modelo económico peruano.
1. Al menos desde fines de los años 90’s, los mismos organismos internacionales que promovieron el paquete de reformas estructurales del Consenso de Washington vieron con estupefacción cómo sus propuestas sobre reducción del tamaño del Estado podían ir de la mano con altos índices de corrupción en países de América Latina y Europa del Este; con lo que empezaron a promover reformas ‘de segunda y tercera generación’ que incluían nuevos dispositivos de fortalecimiento del Estado a nivel organizativo, fiscal y de gestión.
2. Lamentablemente, el debate sobre este ‘Post-Consenso de Washington’ al parecer nunca llegó al Perú, ya que buena parte de sus élites políticas y económicas siguen hablando de ‘libre mercado’ o ‘socialismo’ a secas, como si el mundo se hubiera detenido en 1990. La derecha externa al Estado cree que todos los problemas de la humanidad se pueden resolver privatizando y desregulando cuando ya casi no queda nada por privatizar o desregular (siendo este último concepto sumamente discutible, además); mientras que la izquierda no orgánica al Gobierno olvida que el tiempo no es neutral y que muchas de las cosas que se prometieron en campaña simplemente no pueden implementarse sin desmontar un sistema de reformas de más de 30 años que nos metería en una espiral de millonarios juicios y arbitrajes sin fin frente a tribunales nacionales e internacionales.
3. El Perú ‘neoliberal’ que busca ingresar a la OCDE registra una recaudación tributaria / PBI de 16.6%, notoriamente por debajo del promedio de América Latina (22.9%) y muy por debajo del promedio global OCDE (33.8%). Nótese que estamos hablando de la misma OCDE ‘neoliberal’ que hace unos meses logró que más de 130 países se pongan de acuerdo en la recaudación de un impuesto mínimo global a las grandes corporaciones mientras que varios ilustres ‘progresistas’ limeños se limitan a repetir ‘el impuesto es robo’ sin mayor distinción con el libertarianismo más rancio y básico. No obstante, bajo la línea opuesta, el partido de Gobierno critica al Ministro de Economía de su propio Gobierno por proponer una reforma tributaria escalonada que apunte a que quienes ganen más paguen más simplemente porque se recibirá asesoría técnica del FMI, y eso está mal porque ‘no es de izquierda’ que un organismo ‘hegemónico’ te ayude a implementar políticas económicas ‘de izquierda’.
4. Aplíquese esto al resto de políticas con las que Castillo ha tratado de diferenciarse de sus predecesores, ya sea la renegociación de Camisea, la Segunda Reforma Agraria o el restablecimiento de relaciones con Venezuela y notarán la misma dinámica y el mismo entrampamiento.
Sin duda puede haber cosas muy discutibles en la reforma tributaria propuesta por Pedro Francke, pero en lugar de discutir la sustancia de la misma nos amparamos en principismos discursivos que no llevan a ningún lado y que impiden un debate más programático (y honesto) sobre aquello que queremos o no como país.
En resumen, no nos importa si el gato caza ratones o no; lo único que nos interesa es que sea rojo, azul o verde.
Anthony tiene toda la razón, ya que mi impresión (así como de muchos amigos y colegas) es similar a la que sienten a los que suben a un barco que no sabe a donde va e ignora quien es el capitán del Barco. En síntesis: un Barco a la deriva !!!