Raúl Wiener: “La izquierda no logra imaginar un Perú a largo plazo”

Segunda parte de esta entrevista en la que Raúl Wiener  profundiza sus recuerdos y juicios acerca de la izquierda.

¿Qué opinas de la alianza de Susana Villarán y Perú Posible?
Susana tiene su proyecto político hace tiempo; no es el mío. Pero creo que ella ha cumplido al ganar la municipalidad y mantenerse en el cargo. Con todos sus errores es una propuesta alternativa a la de la derecha. No hay otra carta para oponerse a Castañeda. Me hace recordar la época de Barrantes.

Tú estuviste entre los que se enfrentó a Barrantes.
Sí, solo que ahora he madurado. Barrantes fue mi primer profesor de marxismo y fui su amigo, hasta que empezaron los problemas en la izquierda. Hubo errores de su parte y excesos de la mía.

Has dicho que hay que comerse el sapo.
En este caso me tengo que comer el sapo de Diálogo Vecinal, y el de Pilar Freitas. Un sapazo.

Pero, ¿cuál es el límite? Porque no hay que comerse todos los sapos.
No, no hay que comerse todos los sapos. Supongan que Susana hubiera aceptado que el candidato fuera Sheput. Ése no me lo hubiera comido.En este caso lo que importa es quién dirige la alianza. Lo de Freitas es bien delicado. Ella es una persona con muy pocos escrúpulos, muy arribista. No sé si es una gran corrupta. Pero hubiera sido insólita como defensora del pueblo. El primero que denunció lo de la Fundación Canevaro fui yo.

Haciendo un esfuerzo de abstracción, ¿cuál crees que es el gran mal de la izquierda?
Yo creo que la izquierda no logra imaginar un Perú a largo plazo. No logra entender la relación que hay entre el presente y Velasco, entre el presente y Fujimori, que fueron los dos hitos del pasado. Entonces trabaja políticamente dentro del juego planteado por las reglas de la democracia, y es ahistórica en el juego. No logra encontrar de dónde viene y adónde va, y por eso imaginó que era dueña de las masas, de distritos enteros. Sus dirigentesjamás imaginaron que esos distritos girarían hacia el fujimorismo. Me acuerdo que una vez Javier Diez Canseco estaba en Puno antes de las elecciones del 90, y me llama para decirme: ‘Esto del Chino es verdad. Tenemos que pararlo. Saca en Amauta- el periódico del PUM – un titular en su contra’. Y yo le contesté: ‘¿Pararlo con Amauta?’ Eso era imposible. La cosa había ocurrido al margen de nosotros.

Parece que la izquierda no aprende de sus errores. Para ti, ¿cuál sería la manera de evitar estas rupturas o peleas cada vez que se acerca una elección, como ha ocurrido en el Frente Amplio?
La izquierda necesita tomar una decisión audaz, dar un salto, así como una vez nos lo planteamos los que formamos el PUM: plantear un acuerdo para romper la rutina y no producir lo mismo siempre. El Frente Amplio se diferencia de la Izquierda Unida, que también era una coordinadora de 6 partidos, en que no tiene un candidato que pueda ganar, que no tiene un grupo parlamentario significativo con líderes capaces de llenar el ojo de la gente, y que no tiene ideas programáticas. No tiene lo bueno que sí tenía la IU; solo tiene lo malo. Creo que la izquierda está entrampada. Es como cuando el enamorado le dice a la chica para salir y se quedan en eso. Ahí hay algo que empezó y no va para ninguna parte.

Has planteado que se debe formar un partido de izquierda.
Es que ahora hay una confusión: El Frente Amplio, ¿se llama así por los 6 partidos que lo integran? Por ejemplo, el uruguayo es un frente amplio, pero el de la izquierda peruana es un frente de la izquierda. Si no se plantea su propia unificación para participar en ese frente, va a quedar subordinado a cualquiera.Yaocurrió que Tierra y Libertad había asegurado que entregaba su inscripción a la izquierda y no actuó de esa manera. A lo único a lo que esa estructura conduce es a que se formen frentes amplios en los distritos y se den mini luchas parecidas a las grandes.

Ahora que la izquierda está abocada a luchar por los problemas de las minorías, ¿no se habrá olvidado de las mayorías?
El reto de la izquierda era hacer que ese 31% que hizo ganar a Humalano se desmoralice, no se destruya, y que se amplíe en la siguiente campaña electoral. No se puede ignorar que ese porcentaje votó hacia la izquierda, no por la izquierda. ¿Qué hemos hecho después de eso para que hoy el Perú sea tan de derecha? Hay algo que no funciona. Algo debería de aprender de Humala para quien era imprescindible ganar, y no pensaba que estaba en una etapa “de construcción”.

Entre otros motivos, esto ocurre porque en el fondo no cree que se puedan hacer grandes cambios estando en el gobierno.
Pero te lo tienes que plantear. La izquierda era superior a Humala en cuanto a capacidad intelectual, técnica, organizativa, y lo único que hicieron sus líderes fue perfilarse para ser el escogido. Antes de la primera vuelta los de Ciudadanos por el Cambio competían entre sí.

Pero entonces, ¿cuál crees que es la solución?
Si yo lo supiera no llevaría tantos años alejado de la militancia. Militancia es la que tuve en el PUM. Después me di cuenta que no le podía vender fantasía a mis compañeros, y me dediqué a opinar sobre la realidad.

Pero te sigues considerando un político. No puedes contra ese pasado que te marca desde muy joven. ¿Cómo fue tu historia?
Yo empiezo en el MIR Voz Rebelde, en 1967. Allí viví el golpe de Velasco y el comienzo del gobierno militar.En 1971 estuve en un pequeño grupo con mi hermano que estaba en la Universidad Católica y me pide que los apoye. Formamos la Unión Comunista, en medio de la polémica entre trotskistas y maoístas. Después pasamos por un quiebre ideológico cuando Velasco rompe nuestro esquema guevarista. Nos dimos cuenta de que la idea del foco y la guerrilla había muerto. Entonces surgen las variantes obreristas ycampesinistas.

¿Cuál es tu posición ahora con respecto al gobierno de Velasco?
Es bien distinta a la de entonces. Yo pensaba que era un gobierno reformista al que había que sobrepasar, que las masas tenían que empujarlo y radicalizar esos procesos. Lo veía como un adversario, un obstáculo. Ahora no. Creo que ha sido el gobierno más progresista que ha tenido el Perú en su historia. Después he conocido a algunos generales y mi opinión sobre ellos cambió muchísimo. Mi alianza con Ollanta no se explicaría si no fuera porque cambié mi punto de vista sobre el gobierno militar.

Luego pasas al troskismo.
La peculiaridad es que a mí nadie me captó: yo decidí militar en la izquierda. De la misma manera, dejé de ser trotskista cuando me pareció.Mi pase al trotskismo fue en el año 1974. Un año antes hubo una primera ola de huelgas, y empezamos a imaginar que el movimiento obrero iba a cuadrar a Velasco, al que veíamos casi como un Kerensky. Me parecía que los trotskistas eran mucho más inteligentes para entender lo que estaba pasando en el mundo y en el país. Aprendí mucho leyendo a Trotsky, pero nunca más me sentiré identificado es con el movimiento trotskista como tal, que es muy sectario, pretende tener la razón aunque se quede solo. He vivido la esterilidad de eso y me ha hecho perder años políticos de mi vida.

¿En ese periodo conoces a Favre?
Favre vino en el año 1975, después del golpe de Morales Bermúdez. Hubo una conferencia trotskista latinoamericana en Lima, y él acompañaba al dirigente Pierre Lambert; era casi como su hijo, además de su traductor. Un tipo extraordinariamente inteligente, con un dominio del francés impresionante. Después, en 1977 lo volví a ver en París. Como representantes del POMR, viajamos con Jorge Villarán y Ricardo Napurí a un debate con la Cuarta Internacional. Había dos planteamientos: el latinoamericano proponía crear el Frente Único Antiimperialista, y los franceses querían imponer un Frente Único de Clases.

Después Morales Bermúdez convoca una asamblea constituyente.
Un año antes de ello yo creía que la salida política era justamente una asamblea constituyente, pero cuando Morales Bermúdez la convoca, se me ocurre que ésa no era la que queríamos y nos oponemos. Por supuesto que quedamos aislados. Los líderes de izquierda que participaron crecieron y yo quedé como un dirigente intermedio. He formado parte de todos los burós imaginables, pero nuncallegué a ser cuadro público. Y eso tiene que ver con cuánto uno se equivoca.

Esa polémica nos recuerda otras dentro de la izquierda como la del PUM, entre libios y zorros.Tú eras libio.
Ese debate nace en Amauta donde fui jefe de redacción. Fue una discusión con el grupo de izquierda mejor formado, que era el de Sinesio López. Ellos empezaron a irse hacia el centro- izquierda. Nadie les salía al frente hasta que un grupo de trogloditas – como nos decía Sinesio – entramos a la discusión. Esa polémica estuvo atravesada por nuestra vieja ortodoxia. Los libios parecían los más ortodoxos, eran los marxistas leninistas; y los zorros los que querían quitarse esa etiqueta de encima. Después yo me la quité y no pasó nada. El eje de la discusión tenía que ver con los primeros tiempos de Alan García, que hacía imaginar a los zorros que podría establecerse una alianza entre la izquierda y el APRA. Nosotros estábamos en contra.

Hubo mucho acaloramiento entre ambos grupos.
Sí, yo le quitaría ese apasionamiento.

Se discutió también sobre la lucha armada.
La discusión se refería a cómo valorar el proceso de la insurgencia armada: si nos debíamos aliaral Estado contra los subversivos, o si había una tercera vía. El tema del brazo armado se mete por la ventana cuando una delegación de PUM que había estado El Salvador llega al Perú, y presentan al Comité Central la idea de que se debe tener un brazo político y otro armado. Entonces la discusión se centra en eso. Ellos decían que no se podía actuar solo políticamente en la coyuntura que vivíamos porque podíamos ser exterminados. Se armó un escándalo cuandoSantiago Pedraglio dijo que en una guerra participaba todo el pueblo y no un aparato o brazo armado. Y de repente los libios del Comité Central aparecimos defendiendo esa posición que no era parte del primer debate. Se anunció públicamente que el PUM se iba a la guerra, y llegamos a una esquizofrenia que llevó a la ruptura. Se rompió el partido.

Después cae el Muro de Berlín y todo pierde sentido. Los libios también se dividen.
Al final yo me sentí incómodo. No quería otra larguísima lucha interna y me retiré.

Has manifestado públicamente tu admiración por Malpica. ¿Ésta viene de la época del MIR?
No, viene de mi infancia. Al costado de mi casa vivía la familia Bondy, y los Salazar Bondy se reunían allí con Bravo Bresani, Sofocleto y Malpica. Mi padre tenía proximidad con los social progresistas, a pesar de quenunca votó por ellos. Élera belaundista; incluso mi mamá fue activista del grupo de Matilde Pérez Palacios. Carlos Malpica fue enamorado de mi prima mayor, y en su casa cerca al Ministerio de Salud, se reunían también y mi papá a veces me llevaba.

¿En ese momento ya había escrito Los dueños del Perú?
Sí, claro.Recuerdo que en el año 1967 logró 17%, una votación muy alta para la izquierda. Un año después se produjo el golpe militar, y el proyecto electoral de la izquierda se pasmó. Yo llegué a ser como su discípulo.En el año 1979 entré al Centro Nacional de Productividad a concluir un trabajo que él había empezado. Y después vino la época de El Observador en la que fue nuestro aliado incondicional.

Sobre tu trabajo periodístico, ¿tenías experiencia previa a El Observador?
Yo he sido periodista desde que estaba en el colegio. Me gustaba escribir. Creía que tenía futuro literario, leía mucha literatura. Estudié ingeniería para que mi mamá se sintiera orgullosa, pero no tenía ninguna vocación. Al ingresar a la UNI me convertí en un desadaptado. Después conocí a Willy Zamalloa que me llevó a los cineclubes. En el segundo año de la UNI me metí a la política universitaria. Entonces tomé la decisión de pasarme a San Marcos, a sociología. Cuando estaba en la cola para postular, llené el formulario, puseperiodismo, e ingresé a la Escuela de Periodismo de San Marcos. Pero como estaba metido en política fuera de la universidad no pasé a tiempo a la facultad. Es que me captaron al Comité Central cuando tenía 19 años,y viajaba mucho. Entonces tuve que postular de nuevo, y esa vez lo hice a Economía donde concilié los números con las letras. Pero la prioridad de mi vida siempre fue la política. Si el partido me decía que tenía que morir en la batalla, yo me iba a la batalla. Reivindicar esos sueños ahora es bien difícil.

Pero, ¿cómo encajabas en El Observador que era, más bien, un diario moderado?
En 1981, Luis Jaime Cisneros llama a César Humberto Cabrera – el de Yanacocha – , que es mi amigo y al que le debo mucho. Él tenía una página de economía en La Prensa expropiada, y cuando lo llaman él me propone. Antes de eso yo había hecho periódicos de izquierda, de esos a mimeógrafo.Llegué y me hice cargo de la jefatura de la parte económica, que eran 3 páginas. Decidí hacer algo polémico e incluí los debates sobre alternativas económicas, escogí un especialista por tema.Tenía un equipo con varios asistentes, porque en ese periódico había personal hasta por gusto. Terminé en la oficina deManuel Moreyra, que era el asesor económico del periódico. Él dijo que no necesitaba ese espacio y me pasó ahí.

¿Cómo fue trabajar cerca aMoreyra?
Hice mi primer gran amigo de derecha estando todavía muy marcado por mi experiencia trotskista previa. Descubrí que Moreyra era un hombre inteligentísimo, bueno, nacionalista. Cuando nacionalizaron la banca en México, estaba muy entusiasmado, y se puso feliz porque yo estaba haciendo un debate marxista en un periódico lleno de columnistas apristas y apristones.

¿Y no tuviste problemas por ser de izquierda?
Un día estábamos en una comida y el gerente, José Estremadoyro, le dijo a León Rupp que habían detectado que había una persona vinculada a la izquierda que dirigía la sección de economía. Y León Rupp dijo: ‘Perfecto, está bien que un izquierdista maneje esa página porque los apristas no saben nada de economía. Además yo estoy muy bien con los sindicatos. Le he dado un local a la CGTP’.Los empresarios en ese momento eran proteccionistas frente al liberalismo moderado que representaba Ulloa, y la línea nuestra también.

Pero El Observador tuvo una corta vida. Duró menos de un año.
Pero después, durante dos años, salió El Observador de los trabajadores. A fines del año 81 se cerró el banco de León Rupp, éste escapó del Perú y el periódico empezó a tambalearse, pero siguió saliendo. Un año después nos anunciaron el cierre,y los trabajadores decidimos seguir sacándolo. Conformamos el sindicato y después la comisión organizadora de una cooperativa. Me volví el líder de esa iniciativa. Ocurrió una extraña alianza entre la izquierda y el APRA.

¿Por qué fracasó el proyecto?
Porque fue una locura. Yo tenía 30 años y nunca había sido gerente de nada. Y me volví gerente general. Tomamos un súper periódico, con una enorme cantidad de personal, con unas máquinas modernísimas. Fue muy difícil convencer a los de la planta,que eran de la empresa Vulcano, que se integren a la cooperativa. Se querían quedar con la impresora y vender servicios. Los izquierdistas no querían imprimir para los apristas, pero logré convencerlos. Hicimos una serie de movidas para sobrevivir. Fue una experiencia llena de momentos hermosos e intensos.

Y terribles también. Willy Retto y Jorge Luis Mendívil, dos periodistas de El Observador, murieron en Uchuraccay.
Viajé apenas nos enteramos. Después hubo una gran marcha en Lima, y yo terminé polemizando con mi propio periódico – que en ese momento dirigía Pablo Truel – porque el titular de la primera página fue: ‘Extremistas se aprovecharon de la marcha’.

¿Qué te pareció el tratamiento de ese punto en el Informe de la Comisión de la Verdad?
En diciembre del 2002 hubo una serie de reuniones entre los familiares de Uchuraccay y la Comisión de la Verdad, y les aseguraron que el informe iba a expresar lo que ellos querían decir. El 26 de enero sacaron un comunicado en el que decían que no fueron ocho sino doscientos y tantos muertos, y pusieron los nombres de todos.

Te sentiste molesto.
Me sentí traicionado como mucha gente de prensa porque ese día habían muerto solo ocho periodistas. Después murió el resto, pero fue en otras circunstancias. Entre esos doscientos estaban los que mataron a los periodistas, y eso me parecía horrible. Yo no pienso que porque fueran campesinos estaban más allá del bien y el mal. Puedo comprender sus miedos y conflictos, pero no puedo obviar cómo ocurrió. Sentí que la CVR había decidido entenderse con Vargas Llosa y hacerle algunas concesiones.

¿Qué fue lo que Vargas Llosa no dijo?
Lo importante era acusar al gobierno de implementar un tipo de política de ‘tierra arrasada’. El general Noel le advirtió a Belaunde que se se produciría si el ejército entraba en la zona. Las comunidades iquichanas estaban enfrentadas yUchuraccayera aliada de los militares. Entre otras cosas, habían acordado expulsar a la prensa del campo. Cuando los periodistas inician su marcha, el comando político militar sabía a dónde estaban yendo y a qué los exponía.

¿Tú fuiste testigo de esa relación cercana entre militares y uchuraccinos?
Cuando llegué a Uchuraccayme he di cuenta de que la relación era muy cercana. Unos y otros estaban en un estado de psicosis, gritaban a cada rato: ‘ya están viniendo’. Esto también es contado detalladamente por la viuda de Argumedo. Vargas Llosa diluye la denuncia de esa política de estadoal introducir la idea del equívoco de los campesinos y la justificación cultural.

No es el único cuestionamiento que le has hecho a la CVR.
Yo creo que la Comisión de la Verdad reflejó las ambigüedades de la transición que se estaba viviendo. Estoy seguro que sus miembros calibraron eso, y que se dieron cuenta de que no podían conseguir todo lo que hubieran querido.Era una etapa de negociaciones en la que íbamos a transitar hacia una especie de acuerdo que nunca se plasmó.

¿Cuál fue su logro?
La CVR se propuso producir una lectura que permitiera entender mejor lo que había pasado. Y lo logró, con un esfuerzo extraordinario.Yo no estuve de acuerdo en algunos puntos, pero eso no significaba que quería tumbármela. He debatido con amigos entrañables como Nelson Manrique y Eduardo Gonzáles Cueva. Mi hija Elisa trabajaba allí cuando ocurrió eso.

Discrepaste por la cifra de muertos.
Quise entender por qué tanto fanatismo por el asunto de la cifra, como si ésta fuese un logro extraordinario, cuando solo era una proyección estadística. Me parecía que había inconsistencias en la estadística. Juntando todas las cifras se llega a los 26 mil muertos. Tenemos que presumir que son muchos más, pero cuántos. Esa proyección sirvió para que Lerner hiciera la siguiente declaración: ‘Este fue el conflicto más grande de la historia del Perú, donde murieron más que en la guerra con Chile, y por tanto tenemos que asegurarnos que no se repita’. También sirvió para sustentar la idea de que los militares mataron menos que los senderistas. El reconocido experto internacional en estadística, Hugo Ñopo, me dio la razón.

¿Hiciste cálculos?
El CEDAP de Ayacucho me proporcionó sus estadísticas y comencé a aplicar la metodología de los peces. Encontré que si fuera así,en Chungui, por ejemplo, hubieran quedado 200 habitantes. No funcionaba. Y por eso fui un hereje.

También causaste malestar por tus comentarios sobre la matanza del Frontón.
Con respecto a la matanza sostuve que la responsabilidad de García no era solo política, como la CVR había establecido. También dije que no se podía asegurar que todos los muertos eran culpables porque muchos estaban en calidad de inculpados, y dije que tuvieron mucho coraje al resistir,cosa que no se puede decir de Abimael Guzmán.

Luego de 10 años, la derecha todavía sigue atacando el Informe.
Ahora hay una guerra contra la Comisión de la Verdad que tiene que ver con su deseo de que vuelva Fujimori, con que creen que necesitamos un gobierno autoritario como ése,con decirle a la gente que si toca los intereses de Yanacocha puede volver Sendero, que si se toca la concentración de medios, puede volver Sendero. Necesitan un Sendero aunque sea fantasmal como la fracción de Quispe o el Movadef.

Retomando tu trayectoria política, Ricardo Letts y tú fundan el Comité Malpica que ahora debe estar medio desactivado por la enfermedad de Letts.
Mi relación con Ricardo viene de que ambos somos disidentes, sólo que él es un disidente estruendoso. Fue de Acción Popular, después guevarista y anti trotskista en el periodo de la pelea con Napurí. Decide formar el Comité Malpica para reivindicar la obra y su ejemplo. Nos reuníamos y hacíamos actividad política. Llegamos a hacer cosas tan espectaculares como una asamblea general semanal en la plaza San Martín, donde nos poníamos a hablar rodeados por 400 personas.

Letts ha sido todo un personaje de la izquierda.
Es una de las personas más inteligentes que he conocido. Elaboraba sus propias tesis, algunas veces locas como la teoría de la trenza.Me volví su amigo en un viaje famoso a Libia. Mi relación con él es entrañable. Yo he sido su alter ego. Ahora tiene un proceso neurológico irreversible que no le permite manejar su cuerpo, pero mentalmente está bien.

Nunca se halló en el PUM.
Ricardo era un gigante metido dentro del PUM, que en un minuto podía desarmar al Comité central porque salía con alguna reflexión que nadie se había puesto a pensar, y rompía los arreglos que se habían establecido previamente.

¿Tenía un estilo caudillista?
Más caudillo era Javier. Ricardo es personalista. Él solo se ponía en medio de cualquier plaza y hablaba, pintaba las paredes del Congreso, era el protagonista. Javier y él eran dos cerebros extraordinarios en términos de capacidad de comprender un tema. Si quieren, Ricardo es más elaborado, piensa más organizadamente. Javier fue un instintivo formidable, reaccionaba y captaba las cosas en un segundo. En una época mi tarea fue resumirle libros, y cuando él hablaba sobre ellos parecía que los había leído.

¿Cuándo te fuiste del partido Javier se molestó?
Javier no era de resentimientos. A la semana siguiente se acercaba a conversar de otras cosas. No era rencoroso. Yo le he tenido mucho cariño; he llegado a ser su amigo después de haber estado en el PUM.

Javier Diez Canseco te dio fuerzas cuando tú estuviste enfermo, y luego los papeles se voltearon y tú terminaste cerca de él durante su enfermedad.
Me está pasando algo de lo más insólito: cada vez que muevo mis papeles se me aparece una foto en la que estoy con Javier. Esto me ha ocurrido cinco veces. Y yo no me he fotografiado tantas veces con él. En la última estamos los dos caminando en Huanta.

¿Cómo estás de salud?
He estado muy grave. En el 2005 me operaron de un cáncer primario al colon y ni siquiera necesité quimioterapia. Siete años después caí en este segundo cáncer. Y si lo del 2005 fue milagroso, lo del 2012 es ciencia ficción. Los médicos lo tipificaron como cáncer en fase 3, ya tenía metástasis. Después pasé a Oncosalud y me trató el doctor Carlos Vallejo, a quien yo había cuestionado. Él me dio una grandiosa lección de profesionalismo, se batió por mi enfermedad.

No podemos dejar de preguntarte por tu hija Gabriela. ¿En qué se parece a ti?
Los dos somos escritores. Mi otra hija es investigadora y en algún momento fue dirigente estudiantil. Hay algo genético ahí. El amor a la lectura y a la escritura viene de mi padre que, no siendo intelectual, era una persona con la que podías hablar mucho rato de manera entretenida. Nunca las he obligado a hacer nada, nunca las he cuestionado, les he dejado tomar su camino. Los elementos convergentes han aparecido por sí solos. Mi papá me decía que yo no había dejado de sorprenderlo y ella no ha dejado de sorprenderme a mí. ¡Ahora me preguntan si yo soy el papá de Gabriela!

Gabriela trabajó en periodismo, pero estudió literatura.
Primero entró a un periódico económico, Síntesis, mientras escribía poesía. Pasó a La República, donde estuvo solo tres. No se dieron cuenta de su potencial. Después a El Sol y a El Comercio donde estuvo hasta que se fue a Europa.

Como buen militante, viajabas mucho y no tenías mucho tiempo para dedicarte a la familia. ¿Ella nunca te reclamó por eso?
Ella era de la Generación X, la del alpinchismo. Gaby solo me pregunta sobre política cuando está haciendo un artículo sobre el tema. Ella nos reclamaba a su mamá y a mí el haber desperdiciado tanto tiempo en la política. En toda la década de los 80, ellas iban a las marchas con su banderita del PUM. En los 90 todo se cayó. Hubo momentos en los que tomaron distancia respecto de las fábulas en las que creía su padre.

Otro personaje que ahora está relacionado laboralmente contigo es César Hildebrandt, quien durante tu enfermedad sacó varios artículos que son verdaderos homenajes.
Yo he tenido encuentros y encontrones con él. Yo le debo muchas cosas a Hildebrandt, y entonces nunca voy a hablar mal de él. Es muy subjetivo y a veces se molesta. Él me hizo entrar a la televisión porque me invitaba a su programa. Yo le agradezco porque yo me siento profundamente marginado por los medios. Si fuera por Mohme, los Miró Quesada yo no existiría, o existiría solo a través de mis libros.

Hildebrandt y otros personajes algo excéntricos se acercan a ti. Por ejemplo, Letts, Belmont.
Los dos forman parte de la categoría “locos”.

¿Te gustan los locos?
A los locos les gusto yo.

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