Capitalismo, ¿ciencia o brujería moderna?

Escrito por Revista Ideele N°301. Diciembre 2021

Uno de los errores más comunes -y peligrosos- de las ciencias sociales modernas es asumir que el pensamiento mágico es un rezago de pueblos atrasados y que, en la actualidad, apenas pervive en sociedades aisladas como un souvenir supersticioso. En realidad, el pensamiento mágico está más vigente que nunca, y de hecho domina el planeta entero en su versión más popular y encubierta: el capitalismo.

Este análisis, entre sarcástico y antropológico, intenta descifrar qué entiende el ser humano por estabilidad social y económica.

Y es que la mayoría cree que el capitalismo se basa en lo fáctico, en lo científico, y que no está contaminado de superchería barata o primordial como tener fe en un pedazo esférico (originalmente cuadrado) de metal u otro material. Lo que ocurre es que el capitalismo es el sistema, es el estado de las cosas, la realidad imperante en la que nos movemos, y por lo tanto asumimos que su omnipresencia se debe a su verdad y no a su implacable imposición. Lejano el “Mayo del 68” y derribado el Muro de Berlín, asumimos que ya no hay contradicción con qué generar dialéctica, salvo en la superficie pasajera de las contiendas políticas, como cuando hablamos de China, cuya política económica exterior en realidad es agresivamente capitalista, o de una Cuba que padece el más cruel de los bloqueos, y de una Rusia a la que de socialista solo le quedan los monumentos.

Ahora somos conscientes de que nos gobierna una sola receta económica y que a estas alturas ya parece inalterable. El capitalismo es el agujero negro que todo lo absorbe, es la religión más exitosa y cuya divinidad radica en el valor que la economía le otorga a unos números digitados en una pantalla (antes físicos billetes verdes) y a lingotes de oro almacenados en bóvedas inaccesibles.

La imagen de empresarios cargando y adorando un becerro de oro no es tan metafórica si recurrimos a sus creencias modernas y al mito más exitoso que han creado a través del tiempo: el crédito y el valor del dinero. ¿Cuántas megafortunas se sostienen en dígitos de computadora sin tener respaldo en materias, y cuyo sustento es la especulación y la presión política de las sociedades de poder sobre gobiernos débiles? Pues, política y especulación son la brujería moderna. Y nadie escapa a ello.

El historiador israelí Yuval Noah Harari escribió en su best-seller ‘Sapiens, De animales a dioses’: “A los bancos se les permite prestar diez dólares por cada dólar que posean realmente, lo que significa que el 90 por ciento de todo el dinero de nuestras cuentas bancarias no está cubierto por monedas y billetes reales. [..] Pero, si es un fraude, entonces toda la economía moderna es un fraude. El hecho es que no es un engaño, sino más bien un tributo a las asombrosas capacidades de la imaginación humana. […] nuestra confianza en el futuro. Esta confianza es el único respaldo para la mayor parte del dinero del mundo”.

Alguien se preguntará, ¿y dónde cabe un dios y una devoción en esta ecuación? Bueno, en algún tiempo el sistema eligió la espada y la cruz como medio de reforzamiento brutal de sus dogmas alguna vez filosóficos. Pero aquí no hablamos del catolicismo deformado del que hacían y hacen gala los grupos económicos ultraconservadores, sino de la ciega creencia en que el bienestar y privilegio de estos grupos son condiciones naturales y necesarias, casi evangelios modernos, para el devenir exitoso del mundo civilizado; y cuya alteración solo respondería a intereses antinaturales y salvajes que hay que demoler sin reparo.

El individuo capitalista, de dudosa formación teórica, se asume como el epítome de la evolución, como el logro más exitoso de un diseño inteligente cuyo objetivo era que el hombre blanco dominase la naturaleza para acumular tal cantidad de recursos que le harían dueño de su presente y futuro. El acólito capitalista cree que todo debe girar en torno a sus filias y fobias. De verdad asume como deidades la pureza de la sangre a través de la herencia, y cree que el pobre es pobre porque quiere, reniega del Estado pero le ruega el salvataje económico cuando una entidad bancaria esté por naufragar, es fanático de los combustibles fósiles y desacredita el calentamiento global, y está convencido de que el voto debería ser facultativo solo para quienes compartan su nivel educativo. En suma, cree que es el superhombre elegido por la genética para resguardar las riquezas que ha podido acumular explotando la naturaleza y a otros hombres porque ese el sentido de la selección natural. ¿Si esto no es religión, entonces qué es?

La imagen de empresarios cargando y adorando un becerro de oro no es tan metafórica si recurrimos a sus creencias modernas y al mito más exitoso que han creado a través del tiempo: el crédito y el valor del dinero. ¿Cuántas megafortunas se sostienen en dígitos de computadora sin tener respaldo en materias, y cuyo sustento es la especulación y la presión política de las sociedades de poder sobre gobiernos débiles? Pues, política y especulación son la brujería moderna. Y nadie escapa a ello. Ni siquiera los eventuales gobiernos progresistas. Las disidencias del capitalismo son perdonables, entiéndase gobiernos de izquierda, siempre y cuando no detengan el consumo y el intercambio de productos, mientras dejen que los bancos y AFPs arriesguen fondos, y que la minería actúe como único motor de las exportaciones.

Es muy difícil que la humanidad pueda crear una narrativa diferente del devenir de la historia. La lucha social, en todo caso, será por consolidad los derechos fundamentales y detener atropellos, pero difícilmente servirá para emprender un sacrificio estoico que cambie la matriz entera de nuestra forma de vivir. Esto, básicamente porque el capitalismo, a diferencia de otras corrientes filosóficas y económicas, intuyó mejor la voracidad, avaricia y neurosis del hombre promedio.

Sin embargo, nada es perfecto en este modelo. Cada cierto tiempo, las potencias afrontan crisis financieras que sacuden a todo el planeta, las malas decisiones o casos de corrupción de algunos empresarios hacen que sus acciones en la Bolsa de valores se desplomen de un día para otro, cualquier guerra o bloqueo en Medio Oriente eleva por los cielos el precio del petróleo, la alta demanda energética, el clima y las tensiones políticas impiden que buena parte de Europa se abastezca de gas, etc. A pesar de esto, el sistema siempre se recupera como si se tratase de un órgano con regeneración espontánea; y es que, por ejemplo, luego de la pandemia mundial producida por el coronavirus, los ricos se hicieron más ricos que nunca y las fortunas se siguen acumulando en menos manos, porcentualmente hablando.

¿Y el pensamiento mágico?

El consumismo grotesco y fetichista alentado por un seductor crédito inmediato, la depresión psicológica generalizada y la comunicación adictiva son la santa trinidad del capitalismo dominante, de un capitalismo casi sobrenatural como sus más alegóricos defensores. Si un hombre común y silvestre va a un centro comercial y se endeuda comprando un televisor de 44 pulgadas para desestresarse viendo el próximo mundial de fútbol, y paga por ello más del precio original a través de interminables cuotas con un solo clic de una aplicación de su celular, entonces siente aliviado que el sistema funciona.

Claro que al hablar de capitalismo también hablamos de un mito, de una religión que como muchas otras puede fenecer con el transcurrir de décadas o siglos. Pero que por ahora no tiene competencia en el Olimpo de la autodestrucción de la especie.

¿Y el socialismo como utopía mística? De eso hablaremos en otra oportunidad.

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