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Revista Ideele N°301. Diciembre 2021Desde que llega la radio al Perú, durante el gobierno de Augusto B. Leguía en 1924, el presidente de la República y los líderes políticos rápidamente sacaron provecho de las estaciones privadas y estatales para comunicarse con el pueblo. Como los dueños de periódicos y revistas fueron los primeros radioaficionados crearon una radio no sólo de música y entretenimiento, sino también de periodismo. Los diarios El Comercio y La Crónica, a manera de agencias de noticias, se encargaban de dar la información que se dramatizaba o narraba en los noticieros. Estos segmentos se fueron consolidando y con ello la necesidad de un oficio periodístico cada vez más profesional. El año 1945, la joven sufragista y doctora Matilde Pérez Palacios funda la primera Escuela de Periodismo en la Universidad Católica.
Dos años después un atentado aprista tendrá un gran impacto en la historia del periodismo peruano. El 7 de enero de 1947, Francisco Graña Garland, director del diario La Prensa fue muerto a balazos. El Partido Aprista Peruano era hasta ese entonces el enemigo más aborrecido por las fuerzas armadas y por la oligarquía peruana. Durante su levantamiento en Trujillo en 1932 algunos de sus militantes habían asesinado cruelmente a los militares y guardias civiles que no aceptaron pasarse a sus filas. El contraataque culminó con el fusilamiento de cientos de apristas. En venganza, asesinaron al presidente Luis Miguel Sánchez Cerro. Proscrito durante el gobierno del presidente Oscar R. Benavides (1934-1939) y durante el gobierno de Manuel Prado (1939-1945), el partido de Víctor Raúl Haya de la Torre consigue retornar a la legalidad al apoyar la candidatura de José Luis Bustamante y Rivero, aliándose con el Frente Democrático Nacional. Así es como en 1945 Haya acepta reincorporar su partido al sistema político con la condición de que lleve el nombre de Partido del Pueblo. Como consiguieron el control del Congreso durante la profunda crisis económica que heredó Bustamante, los apristas presionaban para que aprobara proyectos populistas al mismo tiempo que los agroexportadores exigían al presidente mantener los privilegios económicos que daban la espalda a las necesidades del país. En medio de la gran agitación, el asesinato de Francisco Graña no sólo trajo consigo la inmediata ruptura del Frente Democrático, sino que dio lugar a la primera campaña concertada de medios periodísticos para conseguir un golpe de estado ante un gobierno que no pensaba ceder ni ante el populismo aprista ni ante los reclamos de la oligarquía.
En las últimas elecciones, El Comercio y el canal de televisión Willax fueron los protagonistas de la última campaña de la derecha, a favor de llevar al poder a Keiko Fujimori, a pesar de estar denunciada por haber hecho de su partido político una organización criminal de lavado de dinero a empresas investigadas por corrupción. Para su ya tercera candidatura a la presidencia de la República, recibió un apoyo resquebrajado: postularon dos candidatos más de derecha que solo lograron dividir la votación de tal manera que pudo ganar el candidato Pedro Castillo del partido de izquierda Perú Libre, de origen regional andino.
El día del entierro de Graña, las emisoras radiales transmitieron en vivo y en directo la promesa de Pedro Beltrán, el dueño de La Prensa, de vengar su muerte. Y la primera acción, pocos meses después, fue dar vida al grupo derechista Alianza Nacional. Para crearlo, Beltrán convoca a los miembros de una agrupación oligárquica que él mismo había formado con pasión antiaprista un par de años atrás con el nombre de Movimiento Cívico Independiente (Tuesta, 1998). La Alianza dejó en manos de Eudocio Ravines la realización de la primera campaña periodística organizada por la derecha peruana contra el gobierno de Bustamante y Rivero. El ex secretario general del Partido Comunista, había dado poco tiempo atrás un interesado giro a la derecha y entrado a trabajar en La Prensa de Beltrán. La Alianza lo consideraba preciso pues también podría contrarrestar a los apristas que habían conseguido posicionarse tanto en las emisoras de radio privadas como con su diario La Tribuna. El primer objetivo fue entonces dominar las transmisiones radiales: empezaron con la propaganda en Radio América, Radio Lima y Radio Victoria y un mes después agregaron Radio Callao y Radio Central, siendo esta última una victoria simbólica pues había sido la emisora de los discursos y mítines de Haya de la Torre un año atrás.
Con el fin de mantener el poder económico libre de cualquier intervención de Bustamante y Rivero, la Alianza Nacional necesitaba una opinión pública favorable a su postura ideológica, agudizar el conflicto entre el legislativo y el ejecutivo y alentar un golpe de Estado. La campaña comenzó en los programas dedicados al espectáculo. Los emocionantes radioteatros apristas de Radio Alegría fueron combatidos con la música criolla de Lorenzo Humberto Sotomayor y el dúo La Limeñita y Ascoy. Luego llegaron los discursos. La Alianza declaró que el fin del APRA era meramente tomar el poder y que el gobierno de Bustamante era incapaz de tomar medidas para detener a sus militantes en nombre tranquilidad pública. Pero como la Alianza Nacional era el guardián del orden público y defensor de las instituciones del país, apoyaría al ejército para cancelar la influencia de los caudillos apristas. (Bustamante, 2017).
Meses más tarde, tras el golpe del general Manuel Odría en 1948, Pedro Beltrán fue nombrado presidente del Banco Central de Reserva y Eudocio Ravines pasó a dirigir La Prensa. Entusiasmado Ravines con perseguir personajes públicos, chocó con el entorno de Odría, quien decidió deportarlo. Durante la dictadura, La Prensa abandonó la práctica de Ravines y se concentró en la modernización de la prensa peruana. Se creo el primer tabloide, lleno de lenguaje popular, historietas y humor gráfico, Última Hora. Además, Beltrán puso empeño en formar una nueva generación de periodistas capaces de distinguir entre la información y la opinión para darle autoridad y protagonismo a La Prensa. Entre ellos estaban Arturo Salazar Larraín, Juan Zegarra Russo y Enrique Chirinos Soto.
Si bien el pacto de Beltrán con el periodismo culminó con una modernización de la prensa, la siguiente campaña se realizó durante la dictadura de Alberto Fujimori en un contexto de crímenes y corrupción entre el Estado, algunos canales de televisión de señal abierta y la recién creada prensa “chicha”. A diferencia de Última Hora, dirigido hacia los sectores populares de la población limeña en los tiempos de Odría, los nuevos diarios de formato amarillista se crearon para lectores “chicheros”: migrantes que habían huido de las zonas de emergencia durante la guerra contra Sendero Luminoso, que tenían su propia estética y un nuevo vocabulario.
Durante la campaña electoral de 1990, protagonizada por Mario Vargas Llosa, candidato del Frente Democrático de la derecha peruana, y Alberto Fujimori, del pequeño partido Cambio 90[1], aparecieron los primeros tabloides chichas “electoreros”. Liderados por El Nacional y el diario Onda, sus periodistas fundaron y dirigieron los periódicos chicha, pues al ganar Fujimori, convirtió a los dueños de esos diarios financiados por empresas irregulares, en los líderes de las campañas mediáticas manipuladas por el Estado. Para realizarlas no solo se hacían cargo de hacer propaganda a la dictadura durante sus procesos electorales o crisis económicas, sino que difamaban, denostaban a sus enemigos políticos y también a otros periodistas con el contenido proporcionado por el mismo sistema de represión del gobierno. Otra diferencia con los medios en tiempos de Odría es que al ser financiados directamente por los servicios de inteligencia fueron los primeros diarios en poder negar su responsabilidad respecto de sus afirmaciones. El Chino y El Tío, por ejemplo, declaraban en un aviso que “La empresa y la Dirección no se responsabilizan por los artículos firmados ni por las fotos publicadas” (Mendoza, 2013). Les resultaban indiferentes las acusaciones que pesaban en su contra. Su labor era publicitar los logros económicos y la lucha contra el terrorismo. En medio de titulares sensacionalistas, notas vulgares, propaganda política, mentiras e imágenes chabacanas, sus dueños, los hermanos Moisés y Alex Wolfenson, recibieron el 5% por ciento de los fondos para la publicidad estatal. Mientras tanto, el diario El Comercio y los periodistas refugiados en revistas que se dedicaban a investigar los servicios de inteligencia militar, no cesaban de ser amenazados por la prensa chicha, el diario Expreso o algunos programas de televisión.
El año 2002, Augusto Bresani, el encargado de recoger el dinero del gobierno para pagar las campañas fujimoristas a la prensa chicha fue detenido. De inmediato, los diarios chicha abandonaron los ataques políticos y hasta hoy han quedado concentrados en temas de farándula. José Francisco y Enrique Crousillat, los dueños de América Televisión que recibieron dinero directamente de Vladimiro Montesinos para apoyar la segunda reelección de Fujimori vendieron el canal al grupo El Comercio, el cual compró la deuda de los acreedores del canal y reposicionó el canal. Como parte de ello, el programa La Revista Dominical, que recibía las primicias directamente desde los servicios de inteligencia, fue reemplazado por el programa Cuarto Poder (2002) para recuperar la confianza en sus investigaciones periodísticas. Con los años el prestigio ganado por el grupo El Comercio, que concentra el 80% de los medios de comunicación del Perú, fue decreciendo en tanto el apoyo de ciertos diarios y algunos programas fue en aumento hacia Keiko Fujimori, particularmente durante los procesos electorales.
En las últimas elecciones, El Comercio y el canal de televisión Willax fueron los protagonistas de la última campaña de la derecha, a favor de llevar al poder a Keiko Fujimori, a pesar de estar denunciada por haber hecho de su partido político una organización criminal de lavado de dinero a empresas investigadas por corrupción. Para su ya tercera candidatura a la presidencia de la República, recibió un apoyo resquebrajado: postularon dos candidatos más de derecha que solo lograron dividir la votación de tal manera que pudo ganar el candidato Pedro Castillo del partido de izquierda Perú Libre, de origen regional andino.
La campaña se inició cuando el candidato ultraderechista Rafael López Aliaga y algunos periodistas del canal de televisión Willax incitaron a desconocer los resultados electorales. Sorprendentemente y de inmediato, América Televisión contrata a Gilberto Hume, fundador de Willax, para ser el nuevo director periodístico del programa político Cuarto Poder y la conductora Mávila Huertas renuncia tras ser obligada a justificar un falso fraude electoral. En su reemplazo se confirmó que el conductor sería Sebastián Salazar (nieto de Arturo Salazar Larraín). Descartado el fraude, la campaña dio un giro hacia el pedido de vacancia con el que el Congreso amenaza el gobierno de Pedro Castillo. Como el pedido se basa en el ambiguo término de la incapacidad moral mantenido por la Constitución del Perú desde el siglo XIX, Cuarto Poder y el diario El Comercio se dedican incansablemente a encontrar el caso de corrupción o terrorismo que consiga eliminar a Pedro Castillo. Esto valió que Salazar fuese retirado por un cuestionado reportaje sobre el presidente Castillo. Ante tan flagrante desinformación, la huella que deje esta campaña en el periodismo ya empieza a verse cuando las principales fuentes de información a las que se puede recurrir se encuentran en espacios virtuales y regionales, carentes de liderazgo nacional, cuya fragmentación no se sabe hasta cuando continuará desafiando la ética y reclamando una nueva formación profesional.
Referencias
Bustamante, Emilio. La radio en el Perú. Universidad de Lima, 2012
Mendoza Michilot, María. Tomo II. 100 años de periodismo en el Perú. 1949-2000. Universidad de Lima, 2016
Lo pernicioso de una lección no aprendida. Revista de Comunicación Social 13 (XIII), 2013, pp. 13-34,
Tuesta, Fernando. La Alianza Nacional. Polítika. Blog de Fernando Tuesta Soldevilla. 16 de junio de 1998. http://blog.pucp.edu.pe/blog/fernandotuesta/1998/06/16/la-alianza-nacional/
[1] El conflicto armado interno en el Perú bajo la mirada del periodismo de investigación. Sendero, Muerte en el Pentagonito y Ojo por ojo. Grabación.
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