Medicina de guerra

Escrito por Revista Ideele N°301. Diciembre 2021. Imagen: Andina

Steve es un profesor de la Universidad de Indiana con quien he visitado diferentes hospitales en el Perú pre-COVID. Para nosotros las visitas eran una especie de rondas de seguridad, observando y conversando con el personal identificábamos riesgos y áreas críticas en seguridad del paciente. Para los directivos hospitalarios era una oportunidad para abrir los ojos y descubrir que, a pesar del mantra de la medicina centrada en el paciente, sus hospitales seguían centrados en las urgencias del día a día, muy distanciados del usuario. Recuerdo la visita a la sala de emergencias de un hospital público emblemático de Lima, un espacio tugurizado, con camas en pasillos y pacientes angustiados. Esto es medicina de guerra, me dijo Steve con asombro, como si hubiese caído una bomba o una epidemia estuviera devorando las calles de Lima. Pero eran tiempos normales, sin bombas y sin una remota idea del knockout que le daría COVID a un sistema de salud largamente colapsado.

Basta ser un paciente asiduo o un trabajador del sector para identificar las falencias más críticas del sistema de salud. La falta de personal y gestión hace que los hospitales sean lugares peligrosos. En el año 2016, le preguntamos a más de 1,600 de profesionales de salud peruanos cómo percibían la seguridad de los pacientes en los establecimientos donde trabajaban. Solo 18% consideraban que la seguridad era excelente o muy buena. En el 2019, publicamos un segundo estudio de seguimiento. La situación era similar, solo 21% consideraba que sus hospitales eran seguros para los pacientes. Estos resultados eran alarmantes. Nuestros estudios en Perú, Colombia y Chile antes del COVID (encuesta HMA de cultura de seguridad del paciente: https://hma.fiu.edu/seguridad/), revelaban brechas importantes en el sistema de salud peruano. En Colombia, el 65% del personal de salud consideraba que la seguridad del paciente era excelente o buena, en Chile el 66%, en Estados Unidos el 78%, pero en Perú este porcentaje llegaba solo al 21%. Cuando preguntábamos qué componentes eran los más críticos para dar una seguridad adecuada a los pacientes, 3 de cada 4 profesionales del sistema público de salud decían que no había personal suficiente para manejar la carga de trabajo, y 2 de cada 3 percibían que los administradores de los establecimientos de salud no apoyaban la seguridad del paciente. El sistema de salud peruano ya estaba desbordado antes de COVID, y era claro que, sin el escudo de la salud pública, la pandemia traería altas tasas de mortalidad en los establecimientos de salud.

Es claro que el sistema de salud debe adaptarse a un escenario donde COVID-19 será endémico, donde los pacientes estarán más expuestos a infecciones dentro de los hospitales, donde aumentará la demanda de servicios con pacientes más vulnerables y donde el personal de salud será más escaso y tendrá que servir con un agotamiento emocional crónico. El sistema de salud se basa en confianza. La del personal al ir a trabajar a un lugar seguro, y la del paciente al atenderse en un establecimiento que lo cure y no le produzca un daño. En un estudio en seis ciudades Latinoamericanas durante la pandemia, nuestro equipo de investigación encontró que el 77% de limeños con alguna condición médica estaba bastante o muy preocupado por la idea de ser víctima de un error médico grave. Este era el porcentaje más alto solo por debajo de los guayaquileños.

Hoy sabemos que Perú tiene la mayor tasa de mortalidad por COVID en el mundo. Lo que no sabemos es cuántas de estas muertes pudieron evitarse con un sistema de salud adecuado, no debido a las deficiencias en la salud pública que pudieron ayudarnos a controlar la epidemia en las calles, sino a las deficiencias hospitalarias que reducían la probabilidad de sobrevivir después de ser hospitalizado por COVID. Algunos estudios internacionales estiman la mortalidad hospitalaria de pacientes con COVID-19 entre 9.7% y 20%. En Perú, un estudio en 3 hospitales estimó la mortalidad hospitalaria en 60%. Es decir, en el mejor escenario, un paciente hospitalizado por COVID-19 tenía 3 veces más posibilidades de morir si se internaba en un hospital peruano que en uno de Chile, España o Estados Unidos.

COVID ha profundizado la crisis de sistema de salud que ya teníamos antes de la pandemia, y pone dos grandes retos a futuro. Primero, mitigar los riesgos adicionales post-COVID. Es claro que el sistema de salud debe adaptarse a un escenario donde COVID-19 será endémico, donde los pacientes estarán más expuestos a infecciones dentro de los hospitales, donde aumentará la demanda de servicios con pacientes más vulnerables y donde el personal de salud será más escaso y tendrá que servir con un agotamiento emocional crónico. El sistema de salud se basa en confianza. La del personal al ir a trabajar a un lugar seguro, y la del paciente al atenderse en un establecimiento que lo cure y no le produzca un daño. En un estudio en seis ciudades Latinoamericanas durante la pandemia, nuestro equipo de investigación encontró que el 77% de limeños con alguna condición médica estaba bastante o muy preocupado por la idea de ser víctima de un error médico grave. Este era el porcentaje más alto solo por debajo de los guayaquileños.

El segundo reto post-COVID es reducir la brecha de equidad en seguridad del paciente entre el sector público y privado. En nuestros estudios pre-COVID la seguridad percibida por personal de los hospitales privados era 2.9 veces superior que la percibida en hospitales públicos. Según nuestro estudio más reciente en noviembre de este año, esta brecha continúa. Simplemente es inaceptable que un peruano tenga una mayor probabilidad de sufrir un incidente adverso o morir producto de un error médico solo porque se atiende en un hospital público en vez de uno privado. No podemos seguir construyendo hospitales ni ampliando el aseguramiento en salud sin un compromiso real por mejorar la seguridad del paciente en los establecimientos públicos.

Hace unas semanas, después de dos años de reuniones virtuales, volví a ver a Steve en persona en la Universidad Internacional de la Florida en Miami. Nos acompañaban 40 profesionales de salud peruanos y chilenos, y fue inevitable hablar de sus historias personales y las pérdidas de familiares, amigos y colegas. COVID colapsó a todos los sistemas de salud mundiales por la emergencia, pero conversar con los profesionales que estuvieron en la primera línea de lucha contra el COVID en el país más golpeado por la pandemia fue emotivo, pero no inesperado. Realmente-me dijo Steve-, en un país que ya operaba con medicina de guerra antes del COVID, la pandemia no solo requirió héroes, sino muchos milagros. Es hora de dejar a la suerte el destino del sector salud, y tener una visión más integral que ponga a la calidad y la seguridad del paciente en el centro de la inversión sanitaria.

Sobre el autor o autora

Alejandro Arrieta
Departamento de Gestión y Políticas de Salud, Florida International University.

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