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Revista Ideele N°301. Diciembre 2021El sector más extremista de la derecha peruana se siente por estos días más cerca que nunca de su sueño más preciado: cortar el mandato de Pedro Castillo. Ha hecho de todo, desde lo turbio hasta lo ridículo, incluido el golpismo. Trató de impedir que se formalizara su triunfo en las ánforas, que asuma como Presidente, y después del 28 de julio pasado no ha dejado de ensayar cualquier cosa para desestabilizar su mandato.
Claramente, ese sector ha venido siendo, desde que terminó la segunda vuelta el principal factor de la precarización de la ya débil democracia peruana. Su gran jefa, ahora tras bambalinas, es Keiko Fujimori. ¿Qué la motiva? El juicio por una acusación fiscal que pide para ella 30 años de cárcel por organización criminal, lavado de activos y obstrucción a la justicia. Allí están acusadas otras 41 personas, entre las cuales buena parte de la cúpula de su partido. Necesita que este gobierno colapse y tenga la chance de ser candidata, ganar y así, con unas elecciones adelantadas, eludir ese juicio.
Castillo en su momento más grave
Penosamente, como bien se sabe, Pedro Castillo ha venido siendo el mejor colaborador eficaz de esa ultraderecha. Primero les obsequió argumentos con los nombramientos ilegítimos de varios ministros y muchos altos funcionarios del Estado. Luego, con reuniones extrañas con personas relacionadas con postores a licitaciones estatales. Las peores, y las más sospechosas de todas, han sido esas reuniones asociadas a una licitación de Petroperú, una de las cuales ha sido con presencia del propio Castillo en Palacio de Gobierno.
Las características de ese hecho justifican plenamente que se le incluya en una investigación fiscal, y explica la sensación reinante de que el Presidente está ahora en su momento más difícil. El caso podría terminar en un juicio que tendría que esperar el fin de su mandato. Pero lo que se descubra en la investigación fiscal, o en la periodística, podría dar fundamentos para una nueva moción de vacancia, que esta vez llegaría más lejos que la primera.
Dina Boluarte no tiene ninguna fuerza propia relevante en este Congreso. Peor aún, la gran mayoría de bancadas que hay en el Congreso no tienen esos objetivos nacionales en sus agendas. Al contrario, esa mayoría está copada por facciones o individuos centrados solo en sus propias expectativas individuales, de grupo o a lo más de una parte de su región. A esos, no importa cuál sea su ideología, les son extraños el interés nacional o el bien común. Por eso, una bancada como la de Perú Libre puede terminar votando igual que las de Fuerza Popular, Acción Popular o Renovacion Nacional en temas referidos a la educación o a la democratización del país.
Lo primero a considerar es si habría o no una reacción popular de grandes dimensiones contra una posible vacancia de Pedro Castillo. Posiblemente no ocurra una tan grande, como la que hubo frente a la vacancia de Martin Vizcarra, por el notorio desgaste que ha tenido desde que asumió el gobierno. Pero conserva un apoyo popular que aún es importante. En las últimas encuestas los opositores a su vacancia todavía eran más que los partidarios. Y, lo que es más importante, la desaprobación al Congreso y a su Presidenta viene siendo claramente mayor que la de Castillo. En suma, sí podría haber una protesta popular importante contra el Congreso y los vacadores.
Sin embargo, en caso de que sí se realice esa vacancia, su reemplazo constitucionalmente automático sería la vicepresidenta Dina Boluarte. Por eso, cabe preguntarse cómo sería un posible gobierno suyo. Hay varias cosas que se pueden afirmar al respecto.
¿Cómo sería un gobierno posvacancia de Pedro Castillo?
Una primera cuestión de la que se puede tener certeza es que el bloque de la ultraderecha hará con la señora Boluarte lo mismo que ha hecho con Castillo, buscar su vacancia. Vacadores insignes en el Congreso han dado a entender que también irán por ella. Es decir seguirán alimentando la misma polarización que hasta ahora.
Sin embargo, el hecho mismo de vacar a Castillo ya los habrá dejado expuestos a la reprobación pública si continúan en el mismo plan frente a Boluarte. Por otro lado, en más de una bancada habrá el recuerdo del repudio al fujimorismo después de tumbar a Kuczynski y a los acciopopulistas después de derribar a Vizcarra. A la ultraderecha, entonces, podría costarle mucho pretender dos vacancias sucesivas.
Una segunda cuestión que debe considerarse es que la señora Boluarte parece tener bastante menos vulnerabilidades que Pedro Castillo para enfrentar a enemigos tan venenosos. Sus 14 años de trabajo como funcionaria de una entidad altamente institucionalizada como Reniec, le han enseñado la importancia de manejarse con la debida formalidad dentro del Estado.
Por otro lado, su buen desempeño en los medios de comunicación muestra que no repetiría esa absurda aversión de Castillo y que tiene una cierta vocación para el diálogo público en los momentos más críticos. En esa línea, dentro de las corrientes ubicadas dentro del oficialismo, ha sido más cercana a las más dialogantes y de mejor tino político, que a los grupos más demagógicos y disruptivos como los cerronistas.
Con ese perfil, es poco probable que la señora Boluarte se abra tantos flancos frente a la ultraderecha como lo ha hecho Castillo, y más bien sí es probable que tenga más capacidad para aislarla. También que tenga una mejor disposición para buscar puntos de acuerdo con algunas de las bancadas menos polarizantes del Congreso.
Finalmente está el hecho de que sería la primera mujer presidenta del Perú, una mujer que vino de Chalhuanca, Apurímac, lo cual le posibilita una posibilidad de empatía no solo con las mujeres sino, en general, con aquella importante parte del país que, por sus carencias, debería tener la prioridad en el programa de un gobierno.
Curiosamente, el principal problema que podría tener es su relación con la bancada cerronista. Cerrón y Bellido, que precisamente no son amigables con los temas de género, le tienen una animadversión muy notoria. Si no les da su reclamada cuota de poder en el consejo de ministros, ese grupo podría convertirse en un enemigo más dentro del hemiciclo. En ese caso, Boluarte tendrá que hacer el cálculo costo beneficio de tenerlo como aliado o como adversario.
¿Sería un Gobierno exitoso?
¿Podría, entonces, hacer un gobierno exitoso Dina Boluarte? Depende de cuál sea la valla con la que se mida su éxito. Los puntos a favor que he enumerado podrían servirle para evitar que la ultraderecha la derribe. Quizás también para bajar el riesgo de un recrudecimiento desastroso de la pandemia o de una crisis económica destructiva. Pero difícilmente le servirá para hacer cambios que hagan del Perú un país políticamente más democrático, económicamente más inclusivo y sostenible, socialmente menos discriminador, y con un Estado más eficiente, transparente y moderno.
La razón es muy sencilla. Dina Boluarte no tiene ninguna fuerza propia relevante en este Congreso. Peor aún, la gran mayoría de bancadas que hay en el Congreso no tienen esos objetivos nacionales en sus agendas. Al contrario, esa mayoría está copada por facciones o individuos centrados solo en sus propias expectativas individuales, de grupo o a lo más de una parte de su región. A esos, no importa cuál sea su ideología, les son extraños el interés nacional o el bien común. Por eso, una bancada como la de Perú Libre puede terminar votando igual que las de Fuerza Popular, Acción Popular o Renovacion Nacional en temas referidos a la educación o a la democratización del país.
Carencia de partidos, escasez de políticos
Para los cambios sustantivos que el país necesita con urgencia tendrían que existir más partidos verdaderos, y muchos más políticos auténticos, con la pasión y la claridad necesarios para rescatar a la política de manos de las facciones y seudopartidos cuyos dueños la vienen colonizando hace décadas.
Como eso no hay en este momento, y quizás requiera de una nueva generación, quien gobierne, de aquí hasta el 2026, ya haría bastante con solo impedir que el Perú no se hunda más y que esos sachapolíticos oportunistas y corrompidos no capturen al gobierno. Con lo modesto que eso sería, a estas alturas eso sería un éxito.
Ojalá, mientras tanto, que los jóvenes peruanos dejen de esperar que les concedan un espacio en el poder y se decidan a ocuparlo para tomar su destino con sus propias manos. El triunfo de sus pares chilenos podría ser la señal del sí se puede.
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