La gran oportunidad

Escrito por Revista Ideele N°301. Diciembre 2021

Falla de diseño

A partir del gobierno de Kuczynski se institucionalizó en el Perú la vacancia presidencial. Pero la vacancia fue el efecto; la causa fue la discrepancia entre la votación de primera y segunda vuelta. Una primera vuelta de mayoría fujimorista y una segunda vuelta de mayoría no fujimorista produjeron un congreso que fue por un lado y una presidencia que fue por el otro. Un conflicto de poderes estructural. Una falla de diseño del sistema político.

No importó mucho que el ejecutivo como el legislativo fueran de derecha o que, al menos, compartieran aprobación al modelo económico implantado por el fujimorismo. Igual Kuczynski fue presa fácil de sus competidores políticos. Pero con eso crearon la zozobra en un modelo económico que se suponía funcionaba en el discurso oficial. Se produjo la más grave crisis política desde la caída del fujimorismo en el 2000. El modelo económico Aquiles tenía pues su talón político vulnerable.

Con Castillo pasa lo mismo que con Kuczynski, pero peor. La votación en primera vuelta es mayoritariamente de derecha y eso se refleja en el congreso, pero la votación en segunda vuelta es “de izquierda” y eso se refleja en el ejecutivo. Ninguno de los gobiernos del posfujimorismo, antes de Kuczynski, tuvo este problema.

El Gobierno tiene la responsabilidad de relanzarse no sólo para que le vaya bien al gobierno, sino para que le vaya bien al país. Esta vez el “salto al vacío” lo representa el obstruccionismo parlamentario, no el ejecutivo de aura izquierdista. Pero para eso tiene que resolver su propio “dilema del prisionero” de no cooperación y de intereses individuales o que no van más allá de grumos de individuos. Ese es el gran desafío: cooperar y salir de la precariedad tecno-política.

Parlamentarismo de facto

En el conflicto de poderes al final ganó el congreso. Ganó con Kuczynski, ganó con Vizcarra y casi gana con Sagasti. Y con Castillo sigue ganando. El sistema presidencialista se vino abajo. Con el mecanismo de la vacancia y la promulgación de leyes ad hoc, entre el congreso y el ejecutivo, aquél tiene la última palabra.

Cuando se habla de fragmentación a nivel político se suele soslayar que el fujimorismo está sólidamente unido, dándose el lujo, como ya lo hizo en los 1990s, de tener múltiples denominaciones. Son las fuerzas políticas no fujimoristas las que andan divididas sin juego político coordinado. Esa realidad refuerza desde luego la preeminencia del poder del parlamento sobre cualquier ejecutivo.

Sin embargo, los regímenes parlamentarios tienen sus propias reglas consistentes principalmente en formar una coalición de gobierno. En el congreso, el oficialismo es antigubernamental. El ejecutivo no ha sido capaz o no ha intentado hacer una coalición de gobierno, pero al menos ha logrado que no lo vaquen. Algo es algo.

La turbulencia del despegue

Castillo ha tenido un comienzo turbulento. Dos gabinetes jaqueados por el congreso. Una moción de vacancia rechazada. Un ministro censurado, y otros casi. Una avalancha de descalificación al gobierno que no es otra cosa que el rechazo a los resultados electorales de parte de los perdedores. Pero fue una turbulencia agravada por la precariedad, la improvisación y las marchas y contramarchas propias. El gobierno no entró como una sólida coalición de fuerzas políticas en acuerdo. Entró como una yuxtaposición de organizaciones, una emulsión de líquidos que no se mezclan. Delegaciones con poca comunicación entre sí, pero coincidentes en su comunicación por separado con el presidente y su entorno. La turbulencia autogenerada estaba servida. Y lo sigue estando.

La luz al final del túnel

Con todo, a fines de año el gobierno de Castillo da algunas señales de recuperación: se deshizo de su entorno chotano, abrió rondas de conversaciones con diversas fuerzas políticas, evitó la vacancia, detuvo la caída libre de su aprobación, resistió a un intento de involucrarlo personalmente con la corrupción. Pero queda por ver si se trata de un control de crisis coyuntural o si es de verdad la luz al final del túnel. Pero para eso la salida tendría que ser el comienzo de algo diferente. Salir de la precariedad técnica y política.

El Gobierno necesita de una coalición multipartidaria con un acuerdo político de alto nivel, entre los líderes políticos que tienen algún “mando de tropa”, léase, algún factor de poder. Puede ser una bancada, cuadros técnicos o políticos, influencia en movimientos sociales, mediática, empresarial o lo que sea que estabilice a un gobierno. El Gobierno no necesita de empresarios prebendarios que se le acercan por contratos, que trabajan con operadores corruptos empotrados. El relanzamiento del gobierno depende de cuánto aleje a los operadores corruptos, por un lado, y de cuánto avance en una coalición en serio a nivel político que tenga poder de convocatoria de buenos cuadros técno-políticos.

“Desprecarizar” o morir

En el país se ofrece como solución a los problemas de gobernabilidad de Pedro Castillo la derechización o la “humalización”, que haga un gabinete continuista y que se “vuelva a la normalidad” de lo de siempre, con ministros de derecha y políticas de derecha. “El modelo que ha funcionado tan bien”. Las turbulencias iniciales  desde luego que han reforzado este discurso. Pero, ¿qué significaría para el Perú “más de lo mismo”, es decir, un nuevo desacato del voto popular? ¿Sería tal vez como el entrampe de la coalición APRA-UNO bloqueando reformas en los 1960s y embalsando un desenlace mucho más drástico?

El Gobierno tiene la responsabilidad de relanzarse no sólo para que le vaya bien al gobierno, sino para que le vaya bien al país. Esta vez el “salto al vacío” lo representa el obstruccionismo parlamentario, no el ejecutivo de aura izquierdista. Pero para eso tiene que resolver su propio “dilema del prisionero” de no cooperación y de intereses individuales o que no van más allá de grumos de individuos. Ese es el gran desafío: cooperar y salir de la precariedad tecno-política.

La gran oportunidad aprovechada

En la región latinoamericana hay una segunda ola izquierdista. Tres virajes históricos: México, Perú y Chile. Por primera vez un presidente izquierdista electo en México, por primera vez electo en el Perú y por segunda vez en Chile. En México hay cuadros con experiencia de gobierno. Veremos qué pasa en Chile, pero en el Perú es clara la precariedad y ya se la ha visto en vivo y en directo. El Perú está ante una gran oportunidad. Ya es hora de romper con la historia de las oportunidades perdidas.

Sobre el autor o autora

Silvio Rendón
Economista. Investigador Independiente. Ex Director ejecutivo del Perú ante el Banco Interamericano de Desarrollo.

1 Comentario sobre "La gran oportunidad"

  1. Elmer R. Parado P. | 7 enero 2022 en 05:19 | Responder

    Al pueblo peruano, en especial al centurón de Lima le falta mucha educación política para entender los problemas estructurales del país y visionar el tipo de República a construir a partir de este Bicentenario; no solamente es falla de diseño, es también la falta de ejercico pleno de ciudadanía, entendiéndo la política como una ciencia y arte para gobernar pueblos pero con equidad, con Justicia, con ciencia y tecnología, en la que el soporte fundamental es la educación. LOs partidos políticos de izquierda no están a la altura de las circunstancias.

Deje un comentario

Su correo electrónico no será publicado.


*