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Revista Ideele N°302. Febrero 2022Un aporte desde las teorías de relaciones internacionales.
El presidente francés, Emmanuel Macron, anunciaba una Cumbre entre Joseph Biden y Vladimir Putin, el domingo 20 de febrero. Asimismo, Macron declaró sobre la posibilidad de una reunión entre la organización de seguridad europea, Rusia y Ucrania durante su conversación con Putin, quien se habría mostrado favorable a ambos eventos. Sin embargo, el 21 de febrero, Putin sostenía que era prematuro hablar de una Cumbre Biden-Putin, aunque sin descartar la posibilidad. Ese mismo día, Rusia escaló el conflicto al mandar tropas a Donetsk y Lugansk, después de haber reconocido la independencia de estas dos regiones prorrusas en Ucrania, en donde se vive un conflicto entre los separatistas y los nacionalistas. Esta decisión mina los acuerdos de Misk del 2015 entre Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, y ya generó los anunciados de sanciones económicas en contra de Rusia.
Estos mensajes (a favor del diálogo, pero escalando el conflicto), a primera vista contradictorios, nos llevan a la pregunta de que si Rusia está dispuesta a empezar un conflicto bélico. Como se sabe, este país no quiere que Ucrania (ni Georgia) formen parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debido a que afectaría su distancia a la Alianza Atlántica y, con ello, a que sus armas estén a pocos kilómetros de su territorio. Frente a ello, los países miembros de la OTAN y Ucrania defienden el derecho ucraniano a decidir en qué alianzas se integra, sin que su soberanía sea afectada. ¿Es posible una guerra? ¿Rusia está mostrando que es capaz de iniciarla para conseguir sus objetivos?
Al respecto, desde las teorías de las relaciones internacionales pueden darnos algunas lecturas que nos pueden aclarar el panorama a futuro. Entre los varios debates existentes en la disciplina, uno es en torno a las posibilidades de evitar un conflicto. Este análisis depende de la perspectiva teórica que elijamos. Por ejemplo, el realismo ofensivo, postula que si los Estados tienen objetivos divergentes, que colisionan, es poco probable que existan mecanismos que se puedan emplear para prevenir un conflicto. En este caso, el realismo ofensivo sostendría que Rusia y Ucrania (y el resto de sus aliados) no pueden escapar al conflicto porque sus objetivos se contraponen. No tendría sentido, entonces, crear nuevos acuerdos o espacios de diálogo.
Otra lectura es la que proporciona el neoliberalismo institucional. Desde esta perspectiva, los Estados sí pueden resolver sus conflictos. Lo que generaría el conflicto, no son los intereses contrapuestos, sino la falta o falla de las instituciones y canales de comunicación que permitan que los actores involucrados cambien sus estrategias para conseguir los mismos objetivos. El problema sería la falta de confianza entre los Estados, por lo que la solución sería aumentar o establecer nuevos mecanismos de confianza mutua. Desde este punto de vista, Ucrania y Rusia (y los demás países involucrados) deberían abrir espacios de diálogo, instaurar o renovar instituciones, permitiendo el cambio de estrategias para lograr los objetivos de ambas partes. Así, la diplomacia usada en esta crisis podría lograr tanto resguardar la seguridad rusa a futuro como mantener la soberanía de Ucrania y su decisión de integrar una alianza.
En tercer lugar, el realismo defensivo plantea que ambas situaciones mencionadas anteriormente son posibles. En otras palabras, en las relaciones internacionales hay situaciones en donde los Estados pueden evitar los conflictos a través de mecanismos de diálogo, de la creación o reforma de instituciones y, en general, aumentando la confianza y la comunicación entre las partes; pero, igualmente, hay otras ocasiones cuando no es posible eludir un conflicto ¿De qué depende esto? Según esta perspectiva, esto obedece a los tipos de Estados involucrados en la situación. Si los actores buscan mantener el statu quo, la situación tal como está, es posible evitar el conflicto. Lo que haría falta sería mejorar la comunicación y la información que tienen las partes, pues ninguno quisiera realmente que la situación escale. Sin embargo, si uno de los actores es un Estado expansionista, es decir, que busca cambiar el statu quo, no es factible prevenir el conflicto. Esto se debe a que este Estado realmente está dispuesto a un enfrentamiento debido a que quiere una transformación en el balance de poder mundial.
Esta perspectiva es bastante útil para analizar la situación actual, debido a que nos ayuda a dilucidar no solo qué tipo de actor es Rusia, sino asimismo, qué comportamiento podría seguir este país. ¿Rusia quiere mantener el statu quo o quiere cambiar el balance de poder? Esta pregunta es engañosa porque se debe considerar la diferencia entre objetivos a corto, mediano y largo plazo para responderla. En primer lugar, a mediano y largo plazo es evidente que Rusia quiere cambiar el balance de poder, a uno en donde este país sea una potencia más relevante. Pese a este objetivo, a corto plazo, Rusia es consciente de que aún no tiene la capacidad para enfrentarse en contra de Ucrania y sus aliados, incluyendo a Estados Unidos. Si el conflicto se limitara únicamente a Ucrania, podría ser una posibilidad, pero al resto de la OTAN, esto se vuelve mucho más complicado. A corto plazo, entonces, Rusia quiere mantener el statu quo y que la división del mundo (especialmente de Europa) entre las alianzas militares se mantenga. Actualmente, no parece que sea conveniente tampoco para este país iniciar con un conflicto. Entonces, ¿por qué desplaza a sus tropas? Sería una estrategia para lograr el objetivo de que Ucrania (y en un futuro cercano, Georgia) sea parte de la OTAN y, así, prevenir que las bases militares de esta alianza estén cada vez más cerca de su territorio.
¿Qué va a suceder? El futuro es difícil de predecir, especialmente debido a que la situación cambia cada semana (y cada día) y a que los objetivos rusos han aumentado durante las negociaciones. Hacia mediados de febrero parecía que había un retroceso, pero a finales del mes se discute de que hay ya un mandato ruso de empezar un ataque. Igualmente, Rusia incluso ha hablado de volver a los límites de la Alianza de hace dos décadas, lo que implica, por ejemplo, la salida de Polonia de la OTAN. Mi lectura es que si no se logra pensar en una salida para que ambas partes sientan que sus objetivos e intereses son respetados y se cumplen, es difícil evitar que la situación empeore. ¿La comunidad internacional logrará que ambas partes sientan que su seguridad nacional no está en peligro? Un objetivo difícil, pero del que depende que la crisis termine y no solamente se postergue.
*Este artículo fue redactado antes del ataque ruso a Ucrania del 24 de febrero. Lamentablemente, el peor escenario es el que parece desarrollarse. Esto indicaría, entonces, que Rusia sí podría ser actualmente una potencia agresiva y que, pese a los intentos de diálogo y de aumento de confianza, el conflicto se mantendría por los intereses contrapuestos. El cálculo que estaría haciendo el Kremlin sería que los aliados de Ucrania no van a participar directamente con tropas en un conflicto armado, y/o que van a lograr los objetivos rusos mediante esta presión antes de tener que luchar contra otras potencias (es decir, se buscaría mantener un conflicto bélico focalizado con un enemigo menos poderoso que Rusia). Hasta el momento parece cierto que los aliados ucranianos van a evitar involucrarse militarmente, como lo muestra la declaración de la Unión Europea sobre las sanciones hacia Rusia, descartando implícitamente otro tipo de intervención. Los siguientes días serán decisivos.
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