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Revista Ideele N°302. Febrero – Marzo 2022Ha pasado más de un mes desde el derrame de cerca de 12 mil toneladas de petróleo en el mar peruano. Los avances en remediación son insuficientes y la empresa REPSOL sigue sin asumir la responsabilidad del ecocidio que ha afectado la salud y el trabajo de cientos de familias con economías locales dependientes del mar. Además de la debilidad institucional en materia ambiental que ha demostrado el Estado peruano en estas semanas, cabe preguntarnos, ¿hasta cuándo vamos a seguir dependiendo de un tipo de energía tan contaminante y riesgosa como el petróleo?
En su informe anual de riesgos[1], el Foro Económico Mundial identifica a desastres ambientales relacionados a la actual crisis climática como la mayor amenaza para las economías del mundo en los próximos años. Sequías, inundaciones, erupciones volcánicas, huracanes, entre otros desastres climáticos cada vez más frecuentes por el calentamiento del planeta, ocasionan pérdidas de vidas y también impactan negativamente en el desarrollo económico de los países. La riesgosa elevación de la temperatura global del planeta que nos ha puesto en esta situación de crisis tiene como principal causante a las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2). La creciente quema de combustibles fósiles, como el petróleo, ha ocasionado este incremento exponencial de emisiones contaminante según detallan instituciones científicas especializadas como el IPCC[2].
Dado que es nuestra dependencia a combustibles fósiles como energía para procesos de producción y transporte, la principal causante de la crisis climática en la que nos encontramos, los países del mundo han acordado metas claras para alcanzar un estado de carbono neutralidad en los próximos años en el marco del Acuerdo de París. El Perú se ha comprometido a alcanzar la carbono neutralidad en el año 2050, es decir, a ser una economía que alcance cero emisiones contaminantes en ese año.
Los hidrocarburos parecen ser un sector productivo que irá siendo reemplazado en un proceso de transición energética como los que hemos pasado en otras etapas de la historia de la madera al carbón y del carbón al petróleo. Sin embargo, en el Perú aún no hemos iniciado ningún proceso para transitar hacia la carbono neutralidad. Si revisamos nuestra matriz energética, es decir cómo se distribuye el uso de distintos tipos de energía en nuestro país, podemos identificar que dependemos aún en un 38% del petróleo y un 40% de gas natural. A pesar de que en nuestro país existen reservas de petróleo, estas resultan aún insuficientes para satisfacer la demanda interna. Por ello, seguimos siendo importadores netos de este recurso. Debido a la diversidad de recursos con los que cuenta nuestro país, el gas natural tiene aún un rol que jugar como energía de transición para satisfacer las demandas energéticas de los hogares peruanos.
Ser una economía competitiva en el ya no tan lejano futuro
La empresa Tesla y su dueño se han convertido en los líderes del sector privado global en el último año según Bloomberg. Este es un claro ejemplo de que los sectores económicos más competitivos del presente están articulados a las energías renovables como es el caso de la empresa productora de automóviles eléctricos. La competitividad de las economías en el ya no tan lejano futuro no podrá estar desligada de innovaciones tecnológicas que desplacen el uso de combustibles fósiles. Por ello, incluso las diez más grandes empresas petroleras del mundo incluyen ya en sus planes en el mediano plazo su transición hacia la producción y comercialización de energías renovables como mecanismo para diversificar su cartera de productos como bien describe Meneses (2022) en la investigación que realiza sobre los costos de seguir extrayendo petróleo en el Perú.
Los hidrocarburos parecen ser un sector productivo que irá siendo reemplazado en un proceso de transición energética como los que hemos pasado en otras etapas de la historia de la madera al carbón y del carbón al petróleo. Sin embargo, en el Perú aún no hemos iniciado ningún proceso para transitar hacia la carbono neutralidad. Si revisamos nuestra matriz energética, es decir cómo se distribuye el uso de distintos tipos de energía en nuestro país, podemos identificar que dependemos aún en un 38% del petróleo y un 40% de gas natural (OLADE, 2018)[3].
A pesar de que en nuestro país existen reservas de petróleo, estas resultan aún insuficientes para satisfacer la demanda interna. Por ello, seguimos siendo importadores netos de este recurso. Debido a la diversidad de recursos con los que cuenta nuestro país, el gas natural tiene aún un rol que jugar como energía de transición para satisfacer las demandas energéticas de los hogares peruanos.
Asumir seriamente una discusión respecto a qué rol deben jugar el petróleo, el gas natural y la producción de energías renovables en nuestro país es aún una agenda pendiente. Esta situación de estancamiento respecto a los procesos que ya se han iniciado en todo el mundo para transitar hacia energías renovables es también producto del desinterés de los tomadores de decisiones respecto a la agenda climática y el desconocimiento respecto al impacto que esto pronto tendrá en nuestra economía.
Una alternativa para garantizar nuevos puestos de trabajo
El proceso de transición al que hacemos referencia no es sencillo. No lo ha sido para países con Estados más eficientes que el nuestros. Es inevitable recordar las masivas movilizaciones de los chalecos amarillos en Francia exigiendo que el costo de transitar hacia energías renovables no sea cargado en los bolsillos de clases trabajadoras con la elevación de los precios del transporte público. Situaciones similares han sido observadas en países de América Latina como Colombiano y Ecuador.
Por ello, un proceso de transición energética requiere consensuar rutas y garantizar inversión pública y privada. Para alcanzarlo es necesario identificar las desigualdades de acceso que existe en países complejos como el Perú en lo que respecta a energía. No podemos perder de vista que 5 regiones de nuestro país reciben canon petrolero y que un 20% de hogares peruanos aún cocinan sus alimentos con energías contaminantes como la leña (ENAHO, 2017). Somos un país que aún no ha podido alcanzar la “democracia energética”. Es decir, un proceso en el cual todos los ciudadanos puedan acceder a energías limpias y sostenibles. Los procesos de transición energética que se promuevan en el Perú tienen que garantizar alternativas hacia estos sectores.
En una economía con altos niveles de informalidad y con una matriz productiva incapaz de generar suficientes puestos de trabajo adecuados, iniciar este proceso es también una gran oportunidad. La energía renovable como sector productivo es, a diferencia de los sectores primarios exportadores, muy intensiva en mano de obra. La Organización Internacional del Trabajo (2018) ha estimado que la transición hacia energías renovables podría ocasionar la pérdida de 6 millones de empleos ligados a los hidrocarburos en todo el mundo y aún así sería capaz de generar 24 millones de nuevos puestos de trabajo. Los cuales generan eslabonamientos productivos con otros sectores de la economía como la agricultura, silvicultura, transporte y la gestión de residuos. El Banco Interamericano de Desarrollo por su parte ha estimado que la transición energética es una gran inversión que permitirá beneficios netos de aproximadamente US$140.000 millones al país. Duplicando así al presupuesto público nacional asignado para el año 2022.
Dejar el petróleo no ocurrirá de la noche a la mañana pero tenemos que dar el primer paso para caminar hacia la transición energética que haga viable las vidas de las generaciones por venir. Estamos a tiempo de ponernos en sintonía con los sectores productivos que liderarán la economía del futuro.
[1] https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2022
[2] Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
[3] Organización Latinoamericana de Energía
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