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Revista Ideele N°303. Abril-Mayo 2022El domingo primero de mayo estuve en la ciudad de Huamanga en la conmemoración del fusilamiento de María Parado Jayo, antes conocida con el apellido de su marido – Bellido. Temprano en la mañana se organizó una ceremonia cívico-militar en la plaza de armas donde hablaron una serie de autoridades, luego marcharon unas mujeres vestidas con polleras azulinas y naranjas, peinadas con hermosas trenzas y armadas con rifles. Después de una hora tocó esperar una poco más hasta que todo quedara preparado para la escenificación del martirio de la mujer analfabeta de mediana edad que se negó a delatar el paradero de su esposo e hijo. Mientras esperaba en una banca bajo un toldito improvisado conversé con una señora del pueblo de Quinua que había venido a comprar unos gladiolos para ponérselos a su San Pedrito, pero que demoraba la partida para no perderse el espectáculo.
Esta mujer emprendedora, con un maizal que convierte en cochera cada 9 de diciembre para recibir a los turistas que van para la celebración de la Batalla, de la misma edad y posiblemente origen de María Parado, me dio un agudo análisis de la situación actual del país desde la perspectiva de su región. Ella como muchos en Ayacucho siguen creyendo en Pedro Castillo. Al maestro ya se le conocía en la región desde antes de la larga huelga del 2017 y en esa región recibió un apoyo superior al 80% en la segunda vuelta electoral. Como muchos de sus paisanos ella piensa que si el presidente no gobierna es porque no lo dejan, no porque sea incapaz o esté poco preparado, consideran que todavía los representa. Solo tres días antes, Castillo despachó en Ayacucho un Consejo de Ministros descentralizado.
Quien pasa todo su tiempo en las redes sociales, o leyendo lo que se escribe en la prensa tradicional o solo sigue lo que se habla en los círculos de poder en Lima podría sorprenderse porque ahí la convicción absoluta es que al presidente no lo quiere nadie y que hay que buscar una forma de acortar su mandato por los medios que sean posibles. Es por ello que se ha presentado una moción de adelanto de elecciones en el Congreso. Esto a pesar de que el legislativo está tan desprestigiado como el presidente y solo logra unirse para votar en contra de instituciones como la Súper Intendencia de Educación Universitaria (SUNEDU), la entidad creada para regular los intereses particulares en las universidades y velar por que provean educación de calidad a sus estudiantes. De la misma manera han terminado con la educación sexual integral, han beneficiado a los transportistas informales entre otras muchas perlas.
Pedro Castillo, cuyo partido se alía con su enemigo máximo a la hora de pasar leyes en que coinciden en su visión conservadora o que beneficia a los mismos lobbies, ha respondido a los ataques congresales que buscan recortar su mandato, avivando el tema del cambio constitucional. El presidente le ha pedido al Congreso que legisle para que se haga una consulta popular el mismo día de las elecciones regionales y municipales en octubre de este año 2022. Si bien esta fue una de sus promesas electorales, resulta llamativo que elija hacerlo en este momento de polarización absoluta, cuando la inflación es de 9%, cuando las huelgas azotan muchas regiones del país, en gran parte por la subida de más de 100% del precio de los fertilizantes, los conflictos sociales en las zonas mineras se agudizan y el gobierno parece estar cada vez más a la deriva. Aunque quizás esta sea su estrategia, un amago de movimiento para que no se note tan claramente que se trata de un manotazo de ahogado.
Pero ¿es este un momento constituyente? Siguiendo la propuesta de Bruce Ackerman (We the People,1991) la democracia se distingue por dos momentos contrastantes, el de la política diaria o corriente, cuando los grupos de interés buscan influenciar a los representantes democráticamente elegidos y la política constitucional que es cuando las masas de ciudadanos se movilizan para debatir principios fundamentales. Un “momento constituyente” es por lo tanto el que se da cuando se pasa de la política corriente a la discusión de principios. ¿Estamos en ese momento? ¿O es acaso que se está buscando introducir el tema constitucional a la política diaria?
Tiendo a pensar que se trata de lo segundo porque no parece existir realmente un deseo generalizado y popular por conseguir el cambio constitucional. Si bien esta es una de las banderas que la izquierda agita desde hace mucho, el tema no ha calado realmente en las mayorías. En gran parte el deseo de los que proponen el cambio es terminar con lo que consideran es un sistema económico neoliberal que de momento no permite la intervención del Estado en muchos aspectos de la sociedad. En este sentido no hay mucha diferencia con las críticas que se le hacen a la constitución que Augusto Pinochet logró imponer en Chile en 1980. Tanto en Chile como en el Perú se han dado reformas constitucionales, pero en ninguno de los dos casos se ha tocado ni los temas de la representación, ni el sistema económico.
Pero no es solo una cuestión de cambios puntuales, porque estos ya se han dado si no el hecho de que tanto la Constitución chilena de 1980, como la peruana de 1993 hicieron posible la transición política de regímenes autoritarios, a pesar de haber sido creadas para sostener en el poder a líderes que si bien era populares no eran realmente democráticos. Para algunos, sin embargo, esto no resuelve el vicio de origen de estas constituciones y que por lo tanto no importa cuantos cambios se hagan, el problema inicial no podrá resolverse jamás. Pero dado que esta posición principista no es generalizada y el debate no se centra realmente en esto, pienso que difícilmente podemos decir que nos encontramos en un ‘momento constitucional’.
Tampoco existe en el Perú un deseo profundo por un cambio constitucional que garantice una mejora en la representación. Este es para mi el problema fundamental del sistema constitucional peruano actual, porque la relación entre quienes eligen a los representantes y quienes son representados se quiebra al momento mismo del voto. Una vez elegidos, los representantes tienen carta blanca para decidir sus proyectos políticos, sus propuestas, así como que iniciativas apoyan o rechazan. Como ya no existe un sistema partidario y la ideología no es la base sobre la cual la mayoría de las personas deciden a quien elegir, las elecciones dejan de ser sobre ideas y propuestas convirtiéndose en procesos donde se elije aleatoriamente. Los cambios que se dieron durante la presidencia de Martín Vizcarra agudizaron el problema ya que al desaparecer la reelección congresal no existe incentivo alguno para que los representantes sientan que deben “cumplir” con sus electores ya que una vez alcanzada la curul no es necesario rendirle cuentas a nadie.
Es por esto que mi interlocutora en Huamanga el domingo primero de mayo seguía pensando en el presidente como su único representante legitimo. No mencionó en ningún momento a su congresista, que había venido de Lima para las celebraciones. Habló simplemente de como a ‘Pedrito’ no lo dejan gobernar porque eso era lo que había dicho ‘la Keiko’, pero que él ‘es del pueblo y por eso la representa’. La señora no habló de cambio constitucional, ni de la necesidad de tener reformas profundas, solo me mencionó lo importante que era poder seguir adelante y de su ilusión por ver las conmemoraciones tanto del fusilamiento de María Parado como las que vendrán a Quinua en el 2024. Ella ya está pensando en como mejorar su cochera para poder alquilarla y sacar ganancia de las celebraciones. Quizás el tema de la representación y la reforma constitucional no han calado muy hondo, pero la lógica del mercado es medular y cada uno va viendo por donde saca una ganancia, por pequeña que sea. Vemos entonces que dos importantes puntos ciegos en la democracia peruana son la inexistencia de una economía social de mercado que haga posible el desarrollo con equidad, así como la falta de representación que lleva a que toda esperanza quede cifrada en el presidente como héroe salvador o gran villano.
Coincido.
No me parece un buen uso del castellano decir:…conmemoración del fusilamiento….