Francia 2022:  morfología de una gran convulsión social

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Revista Ideele N°303. Abril-Mayo 2022

El domingo 24 de abril a las 8 pm. Emmanuel Macron ganó las elecciones y se escuchó en Francia y en Europa un largo suspiro de alivio contenido en la exclamación mayoritaria: “¡qué miedo hemos tenido!”. Sobre un total de 67,2 millones de franceses, en esta elección presidencial hubo 48,7 millones de electores inscritos; pero el nivel de abstención fue el más alto desde hace 50 años (28%) (Le Monde del 25 de abril[1]). Para los observadores extranjeros, el porcentaje de 58,5% del presidente reelegido Emmanuel Macron parece respetable. Pero en realidad esto no es tan cierto. En efecto, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen obtuvo 41,5%, su mayor puntaje desde que su padre, Jean-Marie Le Pen, lo fundó en 1972 con lemas racistas, xenófobos, ultranacionalistas y antieuropeos. Esas ideas antidemocráticas no han sido expuestas como otrora en la campaña electoral, aunque en el programa de Le Pen figura el ultranacionalismo, la defensa de los “marginados”, el rechazo de la Unión Europea, la anulación de la inmigración, la expulsión de extranjeros, el aumento de las cárceles y la prohibición del velo de las musulmanas, entre otras propuestas autoritarias.

Los partidos tradicionales, es decir los partidos que han gobernado en Francia: el Partido Socialista (PS) y el partido de derecha Les Républicains (LR), que habían ritmado la vida política francesa desde hace más de 50 años, habían desaparecido de los radares desde la primera vuelta, el 10 de abril. En efecto, el PS obtuvo solamente 1,7% y LR sólo 4,78%. En esa primera vuelta, tres partidos obtuvieron la mayoría de los votos en una tripartición muy poco clásica de la vida política francesa:

• Emmanuel Macron, “La République en Marche” [LREM] (centro-derecha): 27,84% de votos.

• Marine Le Pen, “Rassemblement national” [RN] [Reunión nacional] (extrema derecha): 23,15%

• Jean-Luc Melenchon, “La France insoumise” [LFI] [Francia insumisa] (izquierda radical): 21,95%

En la segunda vuelta, casi un tercio del electorado se abstuvo, y los votos en blanco o nulos alcanzaron el 6%, demostrando su repulsión por tener que escoger entre dos candidatos que tenían poca o ninguna legitimidad. Los otros candidatos (derecha tradicional, ecologistas, izquierdas) obtuvieron menos de 10% de votos, y el partido de ultraderecha, abiertamente xenófobo, racista y fanático “Reconquista”, dirigido por Eric Zemmour [hijo de inmigrantes judíos de Argelia (ex departamento francés) que migraron a Paris en 1952], obtuvo 7,07% de los sufragios. Retomaremos este tema más adelante.

Las tres lecciones de esta elección presidencial se resumen en esos tres hechos extraordinarios, nunca vistos desde el inicio de la Vta República francesa [5ta Constitución de 1958, bajo la presidencia de Charles de Gaulle, líder de la resistencia francesa antinazi, presidente del gobierno provisorio entre 1944 y 1945, y presidente electo entre enero de 1959 y abril de 1969]:

• Un partido populista de extrema derecha con un altísimo nivel de votos.

• La desaparición de los partidos del gobierno de derecha y de izquierda.

• Una tripartición de la vida política francesa.

¿Qué ha sucedido en Francia? Un pequeño retorno al pasado parece necesario para comprender la evolución sorprendente del periodo actual.

Retorno al pasado

Desde hace 50 años, la Vta República parecía un largo río tranquilo. La izquierda y la derecha se sucedían siguiendo una sucesión bastante clásica en Europa y en otros países como los Estados Unidos: la bipartición de la vida política. Para dar una idea precisa de esta situación tomemos en cuenta la lista de las segundas vueltas de los presidentes franceses desde 1969, (notando solamente las tendencias “derecha/izquierda” de los partidos):

AñoPresidenteOponente 2da vuelta
1969Georges Pompidou (Derecha) Alain Poher (Derecha)
1974Valéry Giscard d’Estaing (Derecha)François Mitterrand (Izquierda)
1981François Mitterrand (Izquierda)Valéry Giscard d’Estaing (Derecha)
1988François Mitterrand (Izquierda)Jacques Chirac (Derecha)
1995Jacques Chirac (Derecha)Lionel Jospin (Izquierda)
2002Jacques Chirac (Derecha)Jean-Marie Le Pen (Extrema derecha)
2007Nicolas Sarkozy (Derecha)Ségolène Royal (Izquierda)
2012François Hollande (Izquierda)Nicolas Sarkozy (Derecha)

Como podemos observar, aparte la elección de 2002 que fue vivida como un traumatismo en Francia (Jacques Chirac había sido reelegido con más de 82% de los votos), la alternancia entre la derecha y la izquierda parecía ser constante en Francia. El cambio tuvo lugar en 2017 con la llegada de Emmanuel Macron, un novicio en política, prácticamente desconocido, que creo un partido de unión partidaria de centro, “La République en marche” [La República en marcha], cuyos líderes eran personalidades de izquierda, de derecha y de centro.

AñoPresidenteOponente 2da Vuelta
2017Emmanuel Macron Marine Le Pen (Extrema derecha)
2022Emmanuel Macron Marine Le Pen (Extrema derecha)

Esta evolución de la vida política en Francia desde 2017, que se ha acentuado en 2022, podría traducir una suerte de oposición entre un campo progresista y un campo conservador; y en el fondo se recaería en una nueva forma de la alternativa precedente. En suma, nada habría cambiado. No obstante, para demostrar que asistimos a una verdadera convulsión social tenemos que aumentar nuestro campo de visión y considerar la evolución a escala mundial.

Un paisaje mundial asociado al “iliberalismo”

Desde hace algunos años, al lado de los regímenes autocráticos, autoritarios o dictatoriales, con Vladimir Putin y Xi Jinping, se asiste a la llegada de líderes políticos de dirigentes que tienen ideas cercanas a ellos. Se trata de regímenes híbridos, que no son ni totalmente democráticos, ni totalmente autoritarios. Citemos, en desorden cronológico, un Donald Trump en Estados Unidos, un Narendra Modi en India, un Janez Jansa en Eslovenia [que perdió las elecciones en 2022], un Andrej Babis en Chequia [que perdió las elecciones en 2021], un Nicolás Maduro en Venezuela, un Daniel Ortega en Nicaragua, un Miguel Días-Canel en Cuba, un Andrezej Duda en Polonia, un Víctor Orban en Hungría y un Recep Tayyip Erdogan en Turquía, entre muchos otros.

Naturalmente, la invasión de Rusia a Ucrania ha implicado cambios políticos para algunos de esos dirigentes, en cambio otros siguen admirando a Putin; por ello sería simplista ponerlos a todos ‘en el mismo bolso’. Sin embargo, todos coinciden en los discursos autoritarios, populistas y arbitrarios: contra la inmigración de extranjeros, por la defensa de las “tradiciones” — sobre todo contra el aborto y las uniones entre homosexuales —, por la limitación de los derechos de la prensa a la libertad de expresión, por una forma de exacerbación de tensiones políticas y sociales, por un poder político fuerte, por un control político de la justicia y la exclusión de las oposiciones políticas. En fin, citemos también el constante recurso al “pueblo” como base de legitimidad política y el cambio de las Constituciones, una situación que conocemos bien en el Perú desde la elección de Pedro Castillo.

Si retomamos esos términos y los asociamos a los nombres de algunos presidentes citados vemos aparecer una especie de “retrato-robot” asociado al “iliberalismo”, término utilizado en los años 1990 por el filosofo Etienne Balibar y el historiador y sociólogo Pierre Rosanvallon[2] que consideran que el iliberalismo es una cultura política que descalifica el sistema liberal que se funda sobre los derechos individuales. Esta noción se ha desarrollado ulteriormente en la literatura anglosajona; así, por ejemplo, el politólogo Matthijs Bogaards[3] (Central European University, Budapest) define la democracia iliberal como “una situación democrática donde, paradójicamente, la independencia de la justicia es maltratada y los ciudadanos no benefician de un tratamiento igualitario ante la ley, ni de protecciones suficientes ante el Estado o ante actores privados. Ese sistema se manifiesta por las discriminaciones, la corrupción y el nepotismo no reprimido.” Además, la democracia iliberal se sitúa en el seno de un tipo de régimen más amplio que él denomina “democracia defectuosa”, que comprende democracias cerradas (cuando las leyes electorales y las condiciones de las campañas desfavorecen la oposición e impiden a los ciudadanos a participar en la vida política); las democracias delegativas (cuando el control de la actividad gubernamental se vuelve imposible de ejercer por los jueces, el Parlamento o los ciudadanos); y en fin las democracias con dominios reservados (cuando una porción importante de la acción pública se substrae a la deliberación y a la actividad legislativa).

¿Esto significa que más de 41% de franceses aspiran a unirse al grupo de países dictatoriales o autoritarios citados anteriormente y que Francia estaría tentada por el iliberalismo? La repuesta es sin duda bastante compleja.

Retorno a Francia

En primer lugar, es interesante remarcar que Marine Le Pen es percibida como una lideresa “cercana al pueblo” y “sensible a la problemática del poder adquisitivo”. En efecto, escondiendo hábilmente la ideología xenófoba y racista que caracteriza la ideología de extrema derecha en Francia, Le Pen ha realizado su campaña electoral en compañía de sus gatos (para que la gente se diga “no puede ser tan extremista si quiere a los gatos”), visitando las zonas más remotas del país, hablando mucho con la gente de las clases indigentes, y volviéndose poco a poco la candidata de los “abandonados”, de los “pobres y discriminados” de las clases populares. También ha denunciado a “esos extranjeros que llegan a quitarnos nuestros empleos”. Las comparaciones con el caso del Perú son fortuitas…

Además, Le Pen ha beneficiado de un apoyo de peso con la entrada en la escena política de Eric Zemmour (periodista, 63 años), cuyo discurso es aún más extremista, racista, populista, autoritario y ultranacionalista que el de ella. La comunidad judía de Francia ha denunciado sus ideas y su conducta en varias ocasiones. Zemmour ha sido condenado por provocación a la discriminación racial en 2011 y al odio contra los musulmanes en 2018. Todo lo cual ha hecho pasar a Le Pen como una “lideresa política normal”, “realmente amable y sonriente” y además “amante de los gatos”. Sus electores la llaman por su nombre, Marine, y no por el apellido de su padre que era mucho más intolerante que ella. Nuevamente, toda comparación con el Perú y los Fujimori es fortuita.

Debemos agregar un tercer ingrediente, el del voto por el candidato de la izquierda radical Jean-Luc Melenchon (exprofesor de francés, 70 años), que obtuvo 21.95% en la primera vuelta. Precisemos que en Francia la “izquierda radical” es un movimiento que toma sus distancias del Partido Socialista que entró en el gobierno [con François Mitterrand y con François Hollande] y de los partidos de extrema izquierda que tienen como objetivo abolir el sistema capitalista. En principio, la izquierda radical es antiliberal, ecologista, feminista, antirracista y solidaria con las clases populares. Dicho esto, Melenchon no defiende realmente esas causas y aparece sobre todo como un dirigente populista, provocador, incapaz de abandonar su narcicismo para establecer alianzas con otros partidos progresistas y ecologistas. Además, buena parte de sus electores (universitarios, clases medias urbanas y jóvenes de medios populares) ha sido seducida por un voto de protesta (20%) en la segunda vuelta: un voto anti-Macron, el “candidato de los ricos”.

El voto “contra Macron”, muy importante si sumamos los porcentajes de la primera vuelta, se ha desarrollado en los últimos cinco años alrededor de varias críticas: su manera vertical y autoritaria de gobernar llamada “jupiteriana[4]”; su débil programa social; su abrogación del impuesto sobre la fortuna, su reforma de la jubilación que aumenta los años de trabajo; también se le critica por la grave crisis del sistema de salud francés revelado por la pandemia de Covid-19 y sobre la desaparición del Estado en las zonas más remotas de Francia (menos médicos, menos servicios, menos líneas de tren, etc.). Todas esas críticas se han cristalizado en un rechazo importante hacia su persona: se lo acusa de ser el “presidente de los ricos” que vive “alejado de las clases populares”. Recordemos el largo episodio de protesta popular de los Chalecos amarillos [Villasante 2018[5]] para sentir la cólera furiosa de aquellos que se consideran abandonados por la República. Una mayoría de miembros de este movimiento ha votado por Le Pen. Habría mucho por decir sobre esta tensión social y política fuerte entre los ganadores y los perdedores de la mundialización en Francia que retomaremos en otra contribución, luego de los comicios legislativos de junio.

Emmanuel Macron y su esposa Brigitte, acompañados de jóvenes y niños a su llegada al estrado oficial del Campo de Marte de París el 24 de abril de 2022 (Voici)

En resumen, podemos tranquilizarnos un poco notando que la candidata de extrema derecha no se ha presentado realmente como lo que es, sino más bien como una candidata de los “pobres”. Además, ha beneficiado en su ala derechista de un extremista xenófobo, Zemmour, que prometía expulsar un millón de extranjeros y/o musulmanes de Francia—, lo cual ha banalizado su candidatura. En fin, Le Pen ha beneficiado también del rechazo hacia Emmanuel Macron, compartido por los electores de izquierda radical.

En su declaración oficial del 24 de abril[6], Macron ha reconocido que muchos ciudadanos han votado por él no porque apoyen sus ideas sino para impedir que la extrema derecha llegue a la presidencia. Luego de agradecer por esos votos republicanos, afirmó que “no es el candidato de un solo campo, sino el presidente de todos los franceses”. Anunció igualmente que va a renovar su programa político con un proyecto republicano, humanista, social y ecológico. “La era que empieza ahora no será la continuidad del quinquenio que se termina. Sino la invención colectiva de una nueva metodología para poder servir mejor al país y a su juventud. Cada uno de nosotros tendrá una responsabilidad y cada uno de nosotros tendrá que comprometerse.”

Reflexiones finales

• En 2022, los franceses se asemejan a muchas otras democracias en el mundo entero: están inquietos por el futuro, la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania pesan mucho en la actualidad; también están ansiosos por su poder adquisitivo (lo que en el Perú llamamos “la crisis económica”), y por su propio desclasamiento, es decir por la pérdida o disminución del acceso a los bienes de consumo. Asimismo, están preocupados por el cambio climático, se oponen a un capitalismo cada vez más salvaje y violento que aumenta la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres.

• Los franceses han ido a votar con esas ideas y muchos han escuchado los cantos de sirena de Le Pen y de Melenchon. La elección presidencial se ha convertido en un crisol de angustias, de esperanzas, como una especie de resumen de preocupaciones de fin de mes y de fin del mundo.

• Sin duda, una parte importante del problema se encuentra ahí, en esa concentración de temores, cuando en un país democrático y próspero como Francia se esperaría que esos cuestionamientos estén abiertos al intercambio, al debate, y que interesen a todas las clases sociales y no únicamente a algunas de ellas. En suma, se esperaría que los cuestionamientos sobre la situación nacional incumban a todos los ciudadanos franceses en modo constante, no únicamente cada cinco años.


* Escribo este texto con mi esposo, Christophe de Beauvais [físico del Centro nacional de investigación científica de Francia (CNRS) y Especialista en relaciones internacionales], observador acucioso de la situación política francesa en el marco mundial. 

[1] Le Monde del 25 de abril, Emmanuel Macron, élu clairement mais sans élan, devra tenir compte de cette nouvelle donne politique, https://www.lemonde.fr/election-presidentielle-2022/article/2022/04/25/presidentielle-2022-elu-clairement-mais-sans-elan-ni-liesse-emmanuel-macron-devra-tenir-compte-de-cette-nouvelle-donne-politique_6123532_6059010.html

[2] Rosanvallon, La démocratie inachevée. Histoire de la souveraineté du peuple en France, Paris, 2000.

[3] Bogaards, How to Classify Hybrid Regimes? Defective Democracy and Electoral Authoritarianism, en Democratization, Vol. 16, 2009: 399-423, https://www.researchgate.net/profile/Matthijs-Bogaards/publication/248950626_How_to_Classify_Hybrid_Regimes_Defective_Democracy_and_Electoral_Authoritarianism/links/5f07148845851550509845a8/How-to-Classify-Hybrid-Regimes-Defective-Democracy-and-Electoral-Authoritarianism.pdf

[4] En la mitología romana, Júpiter es el dios de los dioses. Macron, exministro de Economía de François Hollande (2021-2017), buscaba un término para expresar lo contrario del lema de campaña y de gobierno de Hollande (“un presidente normal”), y escogió el símbolo de “Júpiter”, el dios que gobierna y ordena. Aunque en realidad también podemos decir que asumió un retorno a la fuente política del cargo presidencial de la Constitución de 1958: un poder ejecutivo fuerte que mantiene y respeta el rol administrativo de los ministros.

[5] Villasante, Los chalecos amarillos contra el gobierno liberal del presidente Macron, Revista Ideele n° 283, https://revistaideele.com/ideele/content/los-chalecos-amarillos-contra-el-gobierno-ultra-liberal-del-presidente-macron

[6] Declaración, Texto integral, https://www.vie-publique.fr/discours/284950-emmanuel-macron-24042022-presidence-de-la-republique

Sobre el autor o autora

Mariella Villasante
Doctora en antropología (École des Hautes études en sciences sociales, París), investigadora asociada al Instituto Riva Agüero y al Instituto de democracia y derechos humanos, PUCP. Especialista del Perú y de Mauritania. Comenzó sus trabajos de campo entre los Ashaninka de la selva central en 1978, obtuvo su Licencia en antropología en la PUCP en 1983. Luego estudió en la Universidad de Ginebra en 1983, y empezó sus trabajos de campo en Mauritania en 1986-1988. Tuvo su tesis doctoral en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris en 1995 (Laboratoire d’anthropologie sociale, Collège de France). Ha retomado sus investigaciones en el Perú en 2008, centradas sobre la violencia política en el país y entre los Ashaninka y Nomatsiguenga de la selva central. Ha traducido y publicado el Hatun Willakuy en francés en junio de 2015. Sobre Mauritania, ha publicado artículos y cuatro libros. Sobre el Perú ha publicado una treintena de artículos, la traducción al francés del Hatun Willakuy [2015], y tres libros: Violence politique au Pérou. Essai d'anthropologie de la violence, (2016); Chronique de la guerre interne au Pérou, 1980-2000 (2018). En octubre de 2019 ha publicado: La violencia política en la selva central del Perú, 1980-2000. Los campos totalitarios senderistas y las secuelas de la guerra interna entre los Ashaninka y Nomatsiguenga. Estudio de antropología de la violencia, Prefacio de Salomón Lerner. Un libro de síntesis ha sido publicado en octubre de 2022: La guerra interna entre los Ashaninka y Nomatsiguenga. Estudio de antropología de la violencia y Muestra fotográfica (CD de música ashaninka tradicional), Instituto Riva Agüero-PUCP e IDL. Desde 2019 trabaja sobre las creencias, el chamanismo y el arte musical ashaninka en colaboración con el Instituto Riva Agüero y el Centre de recherches en ethnomusicologie (CREM, Francia).

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