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Revista Ideele N°303. Abril-Mayo 2022Vamos rumbo a los los 201 años de independencia peruana en medio de una crisis sistémica. Las pasadas celebraciones por el bicentenario no pudieron darse en peor momento: con una pandemia global y una alternancia de gobierno que amenazaba con convertirse en un conflicto civil de largo aliento.
Todo fue tan caótico que pocos tuvieron tiempo para detenerse a reflexionar sobre los logros y fallos de nuestro proceso de integración nacional luego de la extinción del yugo español.
2022. Se cumplen 50 años de la publicación del controvertido libro que generó una estimulante polémica entre historiadores y sociólogos, “La independencia en el Perú”, de la “Colección: PERÚ – PROBLEMA” (IEP / Campodónico ediciones, 1972).
El espíritu del libro, que consta de cinco ensayos encabezados por el de los historiadores Heraclio Bonilla y Karen Spalding, fue dar con las verdaderas condiciones y escenarios en los que se dio nuestro proceso de Independencia, más allá de las idílicas versiones que han contribuido a un mito digerible para la educación escolar y universitaria. La idea es aclarar convencionalismos dudosos como el que todo fue el resultado de la lucha heroica del pueblo peruano contra España gracias a la inspiración en las independencias de Estados Unidos y Francia; o que nuestro levantamiento respondió a la memoria y rezagos de la revolución de Túpac Amaru y de las prédicas liberales emancipadoras; o que -menos probable aun- todo fue producto de una repentina toma de consciencia nacional.
En perspectiva, esto lugares comunes responderían más a la necesidad de una historia feliz e impuesta por las clases dominantes.
Una de las conclusiones de este libro es que nuestra Independencia no fue el resultado de una lucha reivindicativa de peruanos, sino de la imposición y ayuda de movimientos sudamericanos extranjeros y de la conflictividad internacional de las metrópolis europeas por el posicionamiento mundial.
De aquí se extrae otra sentencia lapidaria: tuvimos una Independencia concedida, no conquistada. Se tiene como evidencia las campañas de San Martín por el sur y de Simón Bolívar por el norte (criollos extranjeros que necesitaban la independencia de Perú para asegurar la de sus países). Y se revela algo curiosamente actual, que las mayorías peruanas estuvieron indiferentes a la confrontación que ocurría, a tal punto que algunos peruanos (indios, negros y mestizos) lucharon por igual por el bando patriótico como por el realista pro español.
Si sumamos a esto que el territorio peruano no estaba adecuadamente delimitado, y que las prerrogativas coloniales existentes y dominantes se mantuvieron casi intactas, podemos deducir que todo impidió el desarrollo de un concepto de “patria peruana”. Y es que no se trató de un conflicto de colonias versus la gran metrópoli, sino de guerras civiles entre peruanos patriotas y peruanos fieles a la Corona.
Otra cruda y esperable realidad es que nuestras clases privilegiadas no participaron de forma decisiva en nuestra Independencia, porque sus ingresos y beneficios se dieron por su amable y sumisa relación con España. Asegura este libro que fue “un conflicto de minorías para minorías”, y un evento militar que de alguna manera se las vio para conservar las columnas intactas del sistema colonial imperante por 300 años. Luego, entre el militarismo “triunfante” emergió un interés político que se materializó en una casta gobernante que se mantuvo en el poder por un poco más de medio siglo.
En el fondo, la Independencia no cambió la visión de poder, jerarquía social y principios de la economía interna que se crearon durante el virreinato, y que fueron -y son- nuestras estructuras de convivencia.
En realidad, fuimos parte de “un proceso americano resultado de los conflictos europeos por la lucha por un nuevo orden de poder”, ya que desde el siglo XVIII, España estaba solucionando sus propios dilemas y guerras con muy poca conexión con los pueblos americanos que alguna vez conquistó, y con quienes disminuyó considerablemente el comercio y el apoyo en armas para que sus élites mantuviesen el dominio. Y gracias al debilitamiento de la España antinapoleónica, las colonias tuvieron mayor libertad de usar rutas marítimas alternas para buscar su autonomía económica.
En este escenario, nuestras élites de criollos blancos contribuyentes terminaron asumiendo el vacío de poder luego de la Independencia y ejercieron de clase dirigente poco empática con el resto del Perú.
El texto se pregunta si las masas oprimidas se sintieron de verdad integradas a la sociedad peruana emancipada, o si tras la Independencia mejoró la situación de los peruanos marginados y dispersos más allá de Lima. La respuesta que puede intuir el lector es que no, que esas distancias jamás se salvaron y que hoy son más evidentes que nunca cuando hablamos de costa, sierra y selva, de ciudad y zona rural, de castas gobernantes y pueblo informal, de razas y discriminación, de Estado ausente y centralismo, etc. Incluso fue un extranjero como San Martín quien estableció nuestros símbolos patrios como la bandera y el himno nacional, además de la demarcación territorial y mucho más.
Arrastramos demasiados fantasmas como para hacer realidad el sueño de ser una nación funcional.
Participaron de este libro Heraclio Bonilla, Karen Spalding, Tulio Halperin, Pierre Chaunu, Pierre Vilar, y un ensayo traducido de E. J. Hobsbawn.
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