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Revista Ideele N°303. Abril-Mayo 2022 Imagen: Mural: Cómo quiero que sea mi país. Alumna: Neyra Cruz Pope. Artista colaborador: Kenjy Fernández.La independencia del Perú, la cual se desarrolló bajo un proceso regional y continental, dio paso a la construcción del futuro estado republicano compuesto por tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Así quedó fijado en la Constitución de 1823, artículos 27°, 28° y 29°.[1] Con ello, en teoría, adoptábamos la figura “democrática-representativa” que luego del conocido debate previo durante el Protectorado de San Martín, entre monarquistas y republicanos, prometía una vida mejor (O’Phelan, 1985, p. 191). Sin embargo, en 1904, Manuel Gonzales Prada calificaba a esta forma de gobierno como “una gran mentira”. [2] Y para muchos que hemos llegado al 2022 aún no hemos logrado alejarnos de dicha denominación: contamos con una promesa incumplida.
Para sustentar esta idea, basta observar el desarrollo en los últimos años que han tenido los gobiernos desde la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, en el 2018, por asuntos personales ligados a la corrupción, pero también debido al obstruccionismo del Congreso de la República, especialmente desde la bancada Fuerza Popular. Tras esta salida, el poder legislativo continuó con la misma lógica, esta vez en contra el nuevo presidente Martín Vizcarra, a cuyo mandato se agregó la gran tragedia provocada por la pandemia del COVID 19, donde fallecieron muchos peruanos superando las cifras dejadas por el terrorismo senderista -considerado el momento más cruel de nuestra historia como república-, convirtiéndonos en el país con la mayor cantidad de huérfanos a nivel mundial con una cifra de más de 98.000 menores desamparados. Al final, este mandato terminó también con la renuncia de Vizcarra por razones similares al anterior presidente, siendo reemplazado por el efímero gobierno de Manuel Merino, quien tuvo que renunciar a los cinco días en medio de la protesta popular.
En este caos se produjeron las muertes de los jóvenes Brian Pintado e Inti Sotelo, los cuales simbolizarían a aquellos peruanos que siguen buscando cumplir con la promesa republicana planteada desde hace 200 años. Tras estos acontecimientos, entró como presidente Francisco Sagasti, quien dio paso al tránsito electoral en pleno año del bicentenario oficial, una conmemoración opacada por la pandemia que no acababa, en comparación con las grandes celebraciones por el Centenario. Fruto de estas elecciones, pasó a segunda vuelta Pedro Castillo, un maestro cajamarquino, quien derrotó por un margen pequeño a Keiko Fujimori.
Ahora bien, regresando al pasado, cabe preguntarnos ¿Cómo la República planteó lograr una vida mejor en comparación al régimen español? Se puede decir que a partir de tres promesas: una economía moderna y próspera que lograría enriquecer al país sin España; una participación política ciudadana representativa que nos alejaría del Antiguo Régimen regio y nos llevaría a la democracia; y una educación amplia, cuyos principales beneficiarios serían los sectores populares (Rojas, 2021 a). Se creyó que así se generarían lazos sociales y la posibilidad de la construcción de una nación, bajo la conducción de la república. Si bien hubo algunos momentos de estabilidad, como la época denominada por el historiador Jorge Basadre como “La república aristocrática”, la realidad señala que los ciudadanos eran una minoría afincada en Lima o “Perú oficial”, dedicados a la hacienda, frente a un “Perú profundo” y desconocido, cuya participación fue frenada desde lo legal, gracias a la ley electoral de 1895 que exigía la lecto-escritura, concentrándose en el poder especialmente los oligarcas y gamonales en detrimento de las mayorías campesinas que con la república perdieron leyes a su favor y sobre todo tierras.
Si bien la entrada de Velasco Alvarado marcó el final de esta república oligárquica, tampoco logró cumplir con las promesas establecidas a inicios de la República: las reformas agraria e industrial no lograron a la larga los objetivos; la participación política siguió siendo excluyente y la educación, si bien fue más inclusiva, no pudo lograr consolidarse (Rojas, 2021 b). Con 150 años de independencia “las promesas republicanas” en lo económico siguieron manteniendo la lógica primario-exportadora, mientras el mundo moderno desde hace siglos había avanzado en tecnología entrando en la denominada “sociedad de la información”. Sin embargo, con la Constitución de 1979, pudo cumplirse la promesa del ejercicio ciudadano gracias al acceso universal. A pesar de tantos años de espera tampoco se logró, ya sea por los malos manejos de los gobiernos, así como el desinterés de su ejercicio responsable. De esta manera, el resultado es inevitable: tener representantes políticos pobres en conocimientos y guiados por sus intereses personales, algo que históricamente ha sido “el modus operandis” de la república (Quiroz, 2019). En los tiempos de la vigencia de la ley electoral de 1895 se podía comprender que la participación ciudadana era difícil de llevarse a cabo, pero hoy el desinterés es voluntario y muchas veces se sustenta en la asociación casi sinonímica entre la política y la corrupción (Zegarra, 2021).
Considero que ambas promesas sólo pueden llevarse a cabo si se cumple con aquella relacionada a la educación. Para que la economía cambie se requiere inversión en esta área, especialmente en ciencia y tecnología, dicen los expertos; y ni que decir sobre el ejercicio ciudadano, el cual sin la enseñanza adecuada es imposible esperar que se active una república democrática moderna. Al respecto, hace 200 años la lógica de la situación educativa marcó varias pautas, como la defensa del proyecto monárquico-constitucional, sustentada por San Martín y Monteagudo, los cuales plantearon que esta forma de gobierno era el idóneo, ya que las mayorías de “peruanos”, es decir los indígenas, eran ignorantes y estaban acostumbrados a obedecer a los reyes (Aljovín, 2000. Pp. 96-99).[3] Si bien el Libertador no desestimó que en el futuro podría establecerse la democracia, ésta debía desarrollarse de manera evolutiva, donde el Estado tenía que encargarse de forjar a los ciudadanos con las virtudes necesarias, mediante la educación. Bajo esta lógica, para el caso de los indios, comenzó a rescatarse el pasado incaico, buscando alejarlo de lo colonial.
En cuanto al sistema de enseñanza defendido por San Martín -y luego por Bolívar- se optó por el lancasteriano, una propuesta basada en un sistema piramidal de alumnos convertidos, a su vez, en profesores de otros alumnos, enseñándoles a leer, escribir, sumar y restar. Este sistema se aplicó principalmente en las ciudades (Aljovín, 2000. Pp. 65-70). Pero esto no pudo cumplirse de manera eficiente, puesto que el presupuesto con el que contaba el naciente Estado peruano fue invertido en la guerra, antes que en la educación (Rojas, 2009, p. 53). Por su parte, Simón Bolívar sostuvo que los indios deberían poseer un papel subordinado, siendo “iguales ante la ley”, pero restringiendo su participación política porque los consideraba seres infantilizados e incapaces de gobernarse por su propia cuenta al no estar educados (Paniagua, 2003). Además, se consolidó la poca participación de los sectores populares, gracias a que las elecciones eran indirectas, impidiendo a la mayoría de los indígenas aspirar a un cargo, ya que los grados electivos exigían mayores requisitos como poseer propiedades y ser alfabetos, de modo que su participación se restringió a los primeros grados electivos principalmente (Paniagua, 2000, pp. 387-390). La ley electoral de 1895 terminó por cerrar su participación al exigir una educación que no poseían y con una República a la que no le interesaba resolver ese vacío.
Sin embargo, algunos peruanos indios gracias a que contaron con educación lograron convertirse en autoridades, estos son los casos de Ninavilca, quien llegó a ser representante del Congreso de 1827; Justo Sahuaraura, quien fue nombrado diputado del Congreso Constituyente en 1825; mientras que Manuel Choquehuanca fue diputado por la provincia de Azángaro en 1833 y su hermano José Domingo Choquehuanca, senador. Así como la mención de Basil Hall quien narró que en Huaura el gobernador era de raza indígena (Rojas, 2009. pp. 69-70). Es decir, los indios no quedaron completamente excluidos, pero fueron casos excepcionales para poder afirmar que se fue logrando el cumplimiento de las promesas de la república.
De esta manera, desde las lecciones que encontramos en el pasado podemos proponer que la educación sigue siendo la clave para lograr las propuestas incumplidas desde la instalación de la república. Los tiempos actuales continúan siendo difíciles. Paradójicamente, a 200 años de la declaración de la Independencia del Perú llegó al poder Pedro Castillo, un representante nacido en lo que antes pertenecía al “Perú profundo” y que además es maestro. Lamentablemente, el entusiasmo por estas características se ha ido esfumando, debido a los indicios de corrupción que se están viendo en su gobierno. En los últimos días se ha sumado un nuevo escándalo: la denuncia del plagio de su tesis
Todo lo que hemos visto, y seguimos viendo, muestra que la intención histórica de nuestra forma de gobierno sigue lejos del cumplimiento de las tres promesas republicanas. Aquellas por las que diversos peruanos y peruanas dieron sus vidas en diversas épocas, desde María Parado de Bellido hasta los jóvenes Inti y Bryan.
Referencias
Aljovín, C. (2000). Caudillos y constituciones: Perú, 1821-1845. Lima: PUCP, Instituto Riva-Agüero / Fondo de Cultura Económica.
Demella, Marie. (2003). La invención política. Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. Lima: IFEA/ IEP.
O’Phelan, S. (1985). “El mito de la “independencia concedida”. En Histórica, Vol. 9, Núm. 2. Recuperado de: http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/historica/article/view/8222 (28/08/2016).
Paniagua, V. (2003). Los orígenes del gobierno representativo en el Perú. Las elecciones (1809-1826). Lima, PUCP, FCE.
Quiroz, A. (2019). Historia de a corrupcion en el Perú. Lima: IEP
Rojas, R. (2009). La República imaginada: representaciones culturales y discursos políticos en la independencia peruana (Lima, 1821-1822). Tesis para optar el grado de Magíster en Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Rojas, R. (2021 a). “Ser historiador en el Perú”. Recuperado de: https://web.facebook.com/watch/?v=6787069698001828 (23/01/ 2022)
Rojas, R. (2021 b). Los años de Velasco. Lima: IEP
Zegarra, K. (2021). “El desinterés reina en las elecciones peruanas” en France 24. Recuperado de: https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20210406-elecciones-peru-descr%C3%A9dito-pol%C3%ADticos-desinteres (12/02/2021)
[1] Revisar el enlace de las Constituciones peruanas: https://www.leyes.congreso.gob.pe/constituciones.aspx
[2] Revisar el enlace de Horas de lucha: https://www.marxists.org/espanol/gonzalez_prada/indios.htm#:~:text=Nuestra%20forma%20de%20gobierno%20se,viven%20fuera%20de%20la%20ley.
[3] Para aquella época este sistema de gobierno era admirado por la mayoría de los pensadores, ya que preservaba la libertad y evitaba los conflictos propios de una elección presidencial (Paniagua, 2003. p. 295; Demella, 2003, pp. 316-317).
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