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Revista Ideele N°246. Diciembre 2014El anuncio del acuerdo entre EE.UU y Cuba ha dado un giro al balance del gobierno de Obama no solo en el 2014 sino, en general, de toda su gestión. Sus alcances políticos aún deberán verse bien en los próximos meses, pero hay beneficios económicos que no demorarán en dejarse sentir. Sin embargo, la noticia de último minuto (aunque preparada desde hace dos años) no debe empañar un análisis integral de la gestión de Obama en este año y que quizás explique en buena cuenta el sorpresivo anuncio.
Si uno se guía por la lectura de la mayoría de los medios de Estados Unidos en estos días, usted no pensaría está pendiente el 25% de la Presidencia de Barack Obama. Parte importante de la atención se centra ya en la carrera presidencial del 2016. Muchos suponen que en los próximos dos años nada de mucha importancia se conseguirá en la agenda nacional. Tal pesimismo puede justificarse– especialmente si se piensa en las iniciativas políticas más importantes. Pero la historia demuestra que algunos modestos cambios incrementales, en la política nacional e internacional son posibles.
Aún así, cualquier progreso no será fácil. La Presidencia de Obama y su agenda sufrió una devastadora derrota en las elecciones legislativas de noviembre. Se esperaban pérdidas, pero no de esa magnitud, lo que resultó siendo embarazoso para la Casa Blanca. Dado el resultado, en enero el Senado de Estados Unidos, donde el partido Demócrata de Obama tiene la mayoría, se desplazará a control Republicano con un margen de 54 a 46 asientos (a nivel estatal después de esta elección no queda ningún funcionario Demócrata electo en el sur profundo). En la Cámara de Representantes, los Republicanos ganaron escaños adicionales, alcanzando su mejor resultado desde la década de 1920. En Estados tradicionalmente Demócratas, como Maryland y Massachusetts, los resultados desafiaron las predicciones, con gobernadores Republicanos ganando.
Fue una deprimente campaña, en la que no hubo prácticamente ninguna discusión de los serios e innumerables desafíos que enfrenta Estados Unidos. A menudo parecía que Barack Obama era el único tema. Aprovechando encuestas muy malas para Obama, los Republicanos acusaban a sus oponentes Demócratas de estar de lado del Presidente, mientras que los Demócratas hicieron lo mejor que pudieron para distanciarse de un presidente impopular. (En un momento especialmente delicado y ejemplo de ineptitud política, una senadora Demócrata se negó a decir si había votado por Obama para Presidente, manteniendo que su voto era secreto y una decisión personal.) Obama apenas hizo campaña, y donde lo hizo, como Illinois, su estado de origen, su candidato perdió.
Aunque Obama trató de poner la derrota electoral en perspectiva – le recordó al público que las elecciones legislativas en el sexto año de la Presidencia son históricamente muy duras y la participación esta vez fue muy baja (36. 4 %, la más baja desde 1942) – había poco que decir para minimizar el golpe. El comediante David Letterman dijo bromeando que después de conocer los resultados de Obama había llamado a Hillary Clinton, la presunta candidata demócrata en 2016 , y le preguntó si estaba interesada en iniciar su Presidencia antes de tiempo.
En algunos aspectos, la impopularidad de Obama es difícil de explicar. El desempleo ha descendido a su nivel más bajo desde 1999, los precios del gas están cayendo y el mercado de valores ha alcanzado niveles récord. La recuperación económica, aunque lejos de ser espectacular es sólida. (¡Tal vez el problema es que los estadounidenses simplemente no saben cómo digerir una buena noticia!)
A pesar de sus habilidades retóricas, sorprendentemente Obama, ha tenido dificultades para comunicar las buenas noticias al público. Ha fallado en contar la historia de los logros de su administración. También hay una brecha entre algunos indicadores económicos positivos y cómo la mayoría de las personas – especialmente en la disminuida clase media– percibe la economía. La percepción, por supuesto, tiene una base en la realidad. Los niveles de ingreso medio son más bajos de lo que eran en el 2008, la desigualdad está aumentando y hay considerable incertidumbre sobre el futuro. También se han planteado dudas acerca de la competencia de Obama y su equipo, como se refleja en las dudas sobre cómo han abordado desafíos tales como el lanzamiento de la nueva ley de salud, la crisis del virus Ébola, la gestión del servicio de recolección de impuestos y de la oficina de asuntos de veteranos, el servicio secreto, entre otros. (Críticos de Obama lo acusan a veces de ser un partidario de un gobierno grande, tirano socialista y, en otras, de ser un espectador pasivo y distante de los eventos. Cómo puede ser ambas cosas al mismo tiempo es un misterio).
Aunque la política exterior fue de importancia secundaria en las elecciones de mitad de periodo, nadie cree que la aparición de nuevas crisis mundiales ayudó a la imagen de Obama como un líder fuerte y eficaz. Ha habido una creciente sensación de que el planteamiento inicial de Obama en política exterior, aunque bien intencionado, era poco realista e insuficientemente firme. Obama iba a ser el Presidente que redujera la participación militar de Estados Unidos. En cambio, después de la decapitación de ciudadanos estadounidenses, decidió seguir una estrategia militar para “degradar y destruir” el estado islámico en Irak y Siria. Para reforzar la seguridad en Afganistán, Obama anunció también una creciente presencia militar estadounidense en ese precario país. Los Republicanos regularmente arremeten contra Obama por ser débil e ingenuo en el trato con el ruso Putin sobre Ucrania, así como con los iraníes y los chinos.
A pesar de sus habilidades retóricas, sorprendentemente Obama ha tenido dificultades para comunicar las buenas noticias al público.
Es razonable asumir que entrando en el último tramo de su Presidencia, Obama esté pensando en su legado. La sabiduría convencional dice que la mayoría presidentes, especialmente frente a un Congreso dominado por la oposición y en un ambiente político polarizado y venenoso, debiera abocarse a la política exterior, donde habría un mayor margen de maniobra. Pero el panorama geopolítico de hoy no es prometedor. Hay alguna posibilidad de conseguir un acuerdo nuclear con Irán, y Obama tiene la esperanza de llegar al acuerdo de Asociación Transpacífico (aunque considerada principalmente como una iniciativa destinada a Asia, también incluye a Perú, Chile y México), pero tampoco será algo fácil de lograr.
En cambio, quizás pensando en su legado, pero también quizás por principios y frustración – poco después de la elección Obama se movió con valentía y con fuerza aprobando una decisión ejecutiva sobre la política de inmigración que proporciona protección temporal de la deportación a aproximadamente 5 millones de inmigrantes no autorizados. Lo hizo a pesar de las advertencias de los Republicanos – el nuevo líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, dijo que sería “como agitar una bandera roja frente a un toro”. Obama había prometido inicialmente que ante la inacción del Congreso, en lo que todo el mundo considera un sistema fracasado de inmigración, tomaría una decisión al final del verano; pero luego, por razones políticas, esperó hasta después de las elecciones para actuar.
Bill Clinton dijo luego que Obama había calculado mal. Que debería haber actuado antes de las elecciones. Gran parte de la población latina se mostró decepcionada de que hubiese esperado tanto tiempo. Después de todo, cuando Obama se convirtió en Presidente en 2009 dijo que la reforma migratoria era una de sus prioridades, y todavía no había progreso, a pesar de un sólido proyecto de ley aprobado en el Senado que luego murió en la Cámara de Representantes. De hecho, los defensores de la inmigración acusan a Obama de ser el “deportador en jefe”, ya que presidió un número récord de deportaciones (más que Bush), en su mayoría latinoamericanos. Obama seguramente no quería que esto quede entre sus legados. Se dispuso a quitar la mancha en su expediente y, de esta manera, garantizar el apoyo de los Latinos, el grupo de votación de más rápido crecimiento en Estados Unidos.
No está claro aún cuál será la reacción de un partido Republicano dividido frente la decisión de Obama sobre inmigración. La cólera posiblemente pueda resultar en una verdadera confrontación partidista y la parálisis. Pera los Republicanos, tienen en mira el gran premio – la Casa Blanca en el año 2016 – y por eso necesitan tener cuidado. Deben equilibrar la satisfacción de su base por oponerse a Obama, mientras que, al mismo tiempo, pueden mostrar que pueden trabajar con los Demócratas y que saben gobernar.
Obama, también tendrá que adoptar una estrategia que combine “ir solos,” no importa lo que los Republicanos piensen, como lo hizo en inmigración (así como en cambio climático), a la vez intentando siempre que sea posible llegar a acuerdos y promulgar leyes. Por encima de todo, Obama gastará capital político en la protección de la ley de salud – su legado más importante hasta la fecha – que está constantemente bajo ataque por los Republicanos y los tribunales. El economista Paul Krugman ha promocionado la ley como un logro histórico que hace a Obama un gran presidente, aún más consecuente que Clinton. Podría buscar acuerdos con los Republicanos sobre otros temas, no sólo comerciales, sino también en energía, infraestructura e incluso en la reforma fiscal.
En 2015 y 2016 Obama no tendrá más remedio que lidiar con las complicadas consecuencias de los recientes asesinatos de jóvenes varones negros (uno de 12 años de edad) por policías blancos en Cleveland, Ohio, Missouri, Ferguson y Staten Island, Nueva York. (En Ferguson y Nueva York, los jurados se negaron a acusar a los agentes de policía). Estos trágicos incidentes – y las legítimas dudas y quejas que plantean sobre el sistema de justicia penal–han expuesto el profundo cisma racial que, a pesar de innegables avances, persiste en los Estados Unidos. Reflejando la ira generalizada es probable que continúen por algún tiempo las protestas en las principales ciudades. Es que hay un problema fundamental. Basado en una investigación cuidadosa, The Wall Street Journal, un diario difícilmente calificable como izquierdista, recientemente descubrió que los homicidios de la policía son poco reportados en los Estados Unidos.
Para Obama, este siempre ha sido un tema difícil y complicado. No importa lo que diga, parece es acusado de un lado de tomar partido y alimentar la polarización o del otro ser demasiado neutro e indiferente a las injusticias evidentes de los afroamericanos. A la luz de la identidad, historia y dones retóricos de Obama, tendría sentido incluir el lidiar con el problema del injusto y deficiente sistema de justicia penal del país, que refleja en parte la brecha racial, como uno de los legados más atractivos posibles para el primer presidente afroamericano–el único Demócrata que consiguió mayorías en las dos elecciones sucesivas desde Franklin Roosevelt quien lo hizo en la década de 1930 .
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