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Revista Ideele N°255. Noviembre 2015Once estudiantes que están en los últimos ciclos de la carrera de artes escénicas en la Universidad Católica pasan una serie de peripecias y se estrellan contra las paredes al tratar de producir una obra. Si hacer teatro en el Perú es casi un acto de locura, si para los profesionales con años de experiencia significa una odisea conseguir los auspicios, los permisos, el local, un director, actores y todo lo que se requiere para la puesta en escena, cuánto más para estos jóvenes sin experiencia. Pero el empeño ha rendido sus frutos y la obra “Dos para el camino”, del dramaturgo peruano César de María va en el Teatro de Lucía los primeros días de diciembre. El siguiente es el relato contado por ellos mismos.
Entramos al 2015-2 con un difuso preconcepto de lo que realmente significa realizar un proyecto, ya sea una obra de teatro, un colectivo, un programa artístico educativo, entre otros.Este preconcepto surgió en el curso de Producción I, dirigido por dos excelentes profesores (Marco Mühletaler y Lorena Peña), quienes nos dieron la libertad para imaginar las dimensiones y el alcance del proyecto que nos encargaron diseñar durante todo el primer ciclo del 2015.
Sin embargo, la razón por la cual la noción de “producción” aún nos era lejana, fue que este hermoso trabajo de imaginación y proyección continuaba siendo meramente teórico, especulativo, vivo tan solo en hojas de papel que probablemente ahora yacen olvidadas en el fondo de algún cajón. Es por eso que, al momento de reencontrarnos en el primer día de clases del Taller de Producción II de esta última mitad de año, muchos de nosotros conservaban el temor y la aversión a todo aquello que cupiera bajo el rótulo de “Producción”. Incluso a pesar de saber que tan solo tendríamos que producir una obra, en contraste a los proyectos de alcance internacional con los que habíamos fantaseado hacía unos meses. Durante el ciclo anterior, habíamos realizado nuestros trabajos en grupos de tres. Esta vez tocaba formar un solo grupo: todos nosotros. Si nos había parecido complicado realizar un trabajo tan extenso solo con tres personas,¿cómo nos íbamos a organizar esta vez?
Así, bajo la tutela de nuestras nuevas profesoras (Becky Rodríguez y Grace Eléspuru), nacieron las cuatro comisiones que conforman nuestro proyecto: la Ejecutiva, la Artística, la de Diseño y la de Prensa. Una vez divididos en las cuatro comisiones, llegó el momento de escoger la obra que íbamos a montar. Luego de varias propuestas, se acordó que la obra elegida sería “Dos para el camino”, del dramaturgo peruano César De María. Por alguna extraña razón, que al comienzo no asimilamos, esta obra nos dijo algo al oído. Sin embargo, no habríamos de entender este mensaje sino hasta unas semanas después, cuando descubrimos cómo era exactamente que la obra se asociaba a nuestras vidas; tal vez no completamente, sino a nuestras vidas en este momento preciso del tiempo.
Y fue a partir de saber qué queríamos hacer, que el verdadero juego empezó. Las comisiones dejaron de ser simples rótulos y se convirtieron en diferentes órganos de un mismo cuerpo humano. Súbitamente las tareas se multiplicaron de forma casi exponencial. Las cuatro comisiones fueron empujadas al vendaval sin mucho aviso; pero de esa manera nos pusimos a trabajar genuinamente. La presión ya estaba encima de nosotros; el tiempo ya no era un aliado. Había que encontrar al capital humano (actores y director), el local donde montar la obra, lugares para los ensayos… pero además de eso, había que poner en marcha nuestros medios para conseguir dinero. Surgieron varias posibilidades: además de los auspicios, nos planteamos realizar diversas actividades pro fondos para amortiguar nuestros costos, que, al principio, estimábamos en menor cantidad, pero conforme avanzaba el tiempo también este incrementaba.
La comisión Ejecutiva, que podría imaginarse como el cerebro de este cuerpo humano, había sido la encargada de establecer nuestro marco de acción e iluminar los primeros pasos de este largo camino. Conformada por Milagros Chucos, Alejandra Rivera y Josefa Mora, las tres ejecutivas han estado, desde los primeros momentos de este proyecto, cerciorándose de que avance de forma constante y exitosa. Ellas también se encargaron de aquellos trámites legales necesarios para hacer oficial nuestro espectáculo cultural. En este caso, las ejecutivas tuvieron la tarea de ir al Ministerio de Cultura para obtener la calificación de “espectáculo cultural no deportivo”, y así evitar infracciones innecesarias con entidades tales como APDAYC y el mismo Ministerio. Asimismo, dieron los primeros pasos en la búsqueda de auspicios que nos permitieran impulsar nuestro proyecto monetariamente. Con esa tarea, sin embargo, no se logró la misma suerte; tristemente, muchas empresas privadas y estatales en nuestro país no ven en los proyectos teatrales una posibilidad de inversión sólida, lo cual ha sido una dificultad constante a lo largo de los últimos años.
La necesidad aviva el ingenio, dice un dicho. Producto de esta necesidad, decidimos realizar nuestra primera venta de jardín, gracias a un generoso auspicio de local por parte del Jardín Encantado, un nido barranquino situado justo al lado del barranco (valga la redundancia, porque probablemente es una de las locaciones más envidiadas de la costa limeña). La idea era generar ganancias invirtiendo la menor cantidad posible de dinero, objetivo que alcanzamos con un poco de creatividad y, por qué no, constante hambre. El solo hecho de incorporar en el evento productos comestibles definitivamente hizo la diferencia en nuestras cuentas, lo cual nos tomó a todos por sorpresa y nos brindó una enseñanza invaluable: sin invertir, no se puede ganar.
Luego de este evento, tocó regresar a la mesa de operaciones, seguir debatiendo sobre cuáles serían nuestros siguientes pasos. En ese momento, nos golpeó una verdad ineludible, un hecho que habíamos ignorado, pero que se hizo evidente una vez que concretamos a nuestros actores y director para la obra. Nos dimos cuenta de que el día que nos reuniéramos con ellos como equipo no seríamos capaces de decirles de qué trata la obra, porque a todos nosotros nos había dicho o provocado algo distinto. De alguna forma, esto nos trajo de vuelta a las primeras dos semanas de clase, a un nuevo trabajo de mesa donde había que pensar ya no como once personas, sino como una sola, tarea que las chicas de la comisión Ejecutiva manejaron estupendamente al canalizar nuestras opiniones y puntos de vista de la manera más ordenada.
“Dos para el camino” es una obra que nos habla acerca de las decisiones que tomamos día a día. En este mundo, que es más injusto que justo, más desigual que igual, más cruel que piadoso y más caótico que ordenado, todos nosotros nos vemos en la constante necesidad de tomar decisiones para poder seguir adelante y tratar de evitar así lo ineludible: el sufrimiento. Bajo la presión terrible de la tristeza y la desesperanza, lo humano que hay en nosotros nos conmina a salir del laberinto que conforman nuestras propias mentes, nos ayuda a escapar, a encontrar la luz. Pero esto último solamente se puede dar bajo una condición: que lo decidamos. ¿Qué pasa si no lo hacemos o si decidimos para siempre perdernos en la oscuridad y en la tragedia? Las decisiones son, en todo momento, una cuestión de supervivencia.
Fue solo cuando levantamos el rostro y nos miramos a los ojos que encontramos la respuesta a esta cuestión. Decidimos resumirlo en una oración: “Para sobrevivir, hay que tomar decisiones extremas”.
A partir de entonces, nuestro trabajo cobró una nueva dimensión. Habiendo descubierto la manera en la que la obra nos unía a todos, logramos reconfirmar un deseo hasta ese entonces inconsciente, de querer contribuir con nuestro proyecto a la lucha por algo más grande. Queríamos, por un lado, apoyar la difusión del trabajo de los artistas nacionales. Pero, del otro lado, y gracias al hecho de ser una clase cuyos alumnos poseen una clara vocación dramatúrgica, no nos tomó mucho tiempo caer en cuenta de que, si había algo que nos uniera a la producción, lo acabábamos de hallar: producir también implica ser parte de la construcción positiva de una sociedad.
Con esta nueva brújula, se nos hizo mucho más sencillo entrar en contacto con el grupo humano que habíamos contratado. Conocimos de esta forma a Diego López y Lucía Caravedo, nuestros actores, y a Rodrigo Chávez, un joven director que, de a pocos, se está haciendo un nombre en el ámbito teatral del país. Una vez establecido el nexo, la comisión Artística comenzó a funcionar utilizando este nexo como base de trabajo. Tanto Gabriela Salas como Jussara Sifuentes están desde el primer día al tanto de cada detalle en los ensayos, desde los requerimientos específicos del director hasta lo que se va a preparar de desayuno a los actores.
Y es sobre esto que deseo ejercer la lección más grande que puede haberme dado este curso, que es un reflejo de lo complicada que puede ser la vida profesional, ya sea en nuestro país o en cualquier lugar del mundo.
Los impases y problemas, sin embargo, nunca nos fueron ajenos. Para empezar, Natalie Niño De Guzmán, de la comisión de Diseño, se lesionó gravemente durante el ciclo, lo cual le impidió hacerse presente en la mayoría de nuestras reuniones. Sin embargo, fue ella quien nos consiguió el espacio para las dos ventas de jardín realizadas hasta el momento, y además ha sido una pieza clave en el diseño artístico de afiches y banners utilizados para publicitar nuestros eventos. Frente a estas situaciones, es imposible no cuestionar qué tanto afecta o no al desarrollo normal del proyecto. Descubrimos que sí, efectivamente su ausencia repercutía en todo ámbito de la producción. Su situación, si bien no nos ponía en jaque, no nos permitía avanzar a la velocidad que nos hubiera gustado. Es en este tipo de situaciones que nos debemos reunir como grupo a analizar cómo proceder.
Si bien su situación no nos era favorable en ningún sentido, entraron nuevos asuntos al tallar, aspectos distintos que tomar en cuenta. Sopesamos las posibilidades y juntos, como grupo, llegamos a la decisión de continuar con ella en el equipo y de hacerla responsable de que la obra se hiciese realidad. Su condición no se lo permitía por el momento, pero fuimos más allá de lo actual y proyectamos con optimismo que ella pudiese reincorporarse a nuestro trabajo lo antes posible. Sus compañeros de comisión, Sergio Arias y CreyserDonayre, asumieron con gran actitud este imprevisto. Y es sobre esto que deseo ejercer la lección más grande que puede haberme dado este curso, que es un reflejo de lo complicada que puede ser la vida profesional, ya sea en nuestro país o en cualquier lugar del mundo.
Un proyecto es como un hijo. En ese sentido, usted nos podría imaginar a nosotros como once padres de familia orgullosos, esperando ansiosos el nacimiento de nuestro bebé. Pero con esta figura quiero hacer referencia no al hecho de tener un hijo, sino al camino que uno recorre antes de ello. Y nosotros, a lo largo de todo el camino, nos hemos encontrado en riesgo, hemos entrado en crisis. Lo que ha mantenido este proyecto firme en el camino ha sido nuestra decisión de resguardar nuestra unidad frente a los problemas. Y esta cualidad está entre las más valiosas lecciones que nos enseña nuestra carrera.
Con mucho cariño saludamos a aquellas instituciones, como IDEELE, que confían en el futuro de las artes escénicas en el Perú y apuestan por sus representantes. Es a ellos a quienes debemos nuestro arduo trabajo en la búsqueda de, tanto nuestros ideales artísticos, como de nuestros ideales sociales. Todo esto porque intentan encontrar instintivamente, un poco como en el teatro, un mejor mañana.
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