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Revista Ideele N°258. Marzo 2016En educación hay temas problemáticos que se discuten frecuentemente: la formación inicial y continua de los docentes, que probablemente es el mayor problema que tiene el sector educación, la falta de preparación de los docentes EIB (algunas cifras hablan de un 94% de docentes que trabajan en comunidades indígenas sin tener formación en educación intercultural bilingüe), o sus bajos sueldos (hasta 40 % menos que otros profesionales, según los especialistas), por mencionar tres de los más importantes. Hacer atractiva la profesión docente, consolidar la carrera pública magisterial y formar de mejor manera a los maestros para que se desarrollen como profesionales competentes que puedan responder a las demandas de la delicada labor que realizan, son algunos de los retos a los que se deberá enfrentar cualquier gobierno.
Es frecuente que las propuestas educativas se analicen única o principalmente desde un punto de vista económico y utilitario, enfocado en entrenar técnicamente a las personas para que se inserten en el mercado laboral y contribuyan a su crecimiento de modo eficaz. Pero esta es una mirada muy limitada, que deja de lado una de las tareas más importantes de la educación formal: preparar a los niños en las responsabilidades que más adelante tendrán como ciudadanos plenos. Esto significa prepararlos para vivir junto con personas que tienen valoraciones, capacidades y motivos diferentes pero los mismos derechos y la misma dignidad. Pienso que cualquier nuevo gobierno debería intentar mirar la educación desde esta perspectiva.
Me gustaría hablar de muchas cosas, por ejemplo, de la falta de museos regionales y otros espacios públicos exteriores a la escuela, que puedan brindar experiencias educativas de calidad a los niños, o de la abrumadora carencia de materiales educativos de calidad (aunque se han hecho avances en esto, especialmente para la EIB).Pero por razones de espacio me centraré solo en dos asuntos. Un tema importante es la infraestructura. Más allá de que muchas escuelas están literalmente cayéndose a pedazos y vulneren derechos al ser evidentemente inseguras para los niños y maestros, e inadecuadas para las tareas educativas, pienso que el sector necesita repensar el tema desde un enfoque científico e innovador que no solo ponga parches a las deficiencias que hoy existen sino que revolucione el concepto de espacio escolar a la luz de lo que la psicología, la pedagogía y la arquitectura educativa plantean. Esto requiere sin duda muchísima inversión. Se ha demostrado que las características arquitectónicas contribuyen al clima social de la escuela, especialmente cuando esta cuenta con espacios abiertos que permiten a los estudiantes entrar en contacto con mayor cantidad de compañeros.
La arquitectura escolar puede contribuir también al desarrollo de los estudiantes y a su percepción de seguridad, y a la mejor interacción entre docentes. Estas características arquitectónicas incluyen la apariencia de la institución y de los salones de clase (basta de edificios de diseño cuadrado, con proporciones que no han sido pensadas para los niños, oscuros, o pintados con colores de hospital); la organización de las aulas, el tamaño de la escuela (pues es importante que el niño pueda manejar su espacio) y el ratio profesor/estudiante en el aula; la disposición y calidad de los materiales educativos, la seguridad y comodidad de los estudiantes (¿las carpetas están hechas para su tamaño? ¿Alcanzan los niños los interruptores de luz? ¿Pueden entrar al local de la escuela alacranes, murciélagos, u otros animales peligrosos?), presencia de árboles y jardines, luminosidad del ambiente, y la limpieza y salubridad de las instalaciones. ¿Hasta cuándo vamos a tener instituciones educativas no solamente obsoletas, sino también feas? ¿Por qué seguimos teniendo escuelas sin bibliotecas y sin laboratorios? ¿Cuándo se tendrán locales escolares que guarden relación con los materiales y el estilo arquitectónico de la zona, y con las tradiciones de la comunidad? No es solamente cuestión de estética, es cuestión de derechos y de garantizar los aprendizajes plenos de los estudiantes. Este es un tema en el que como país estamos sumamente atrasados.
Finalmente, si tuviera que destacar algo que no queda claro en las políticas educativas, es la coherencia del modelo de fondo, el tipo de ciudadano que deseamos formar y las valoraciones que están detrás de aquello que se propone y se lleva a la práctica. Desde mi punto de vista, las grandes intencionalidades educativas no están claras en un país que pone por igual, como ejes articuladores del proceso educativo, la interculturalidad y el emprendedurismo, sin hacer explícitos sus fundamentos epistemológicos, ideológicos y teóricos, y sin ser consciente de sus contradicciones.
Esta tendencia –la de reducir el proceso educativo a una cuestión técnica servil al mercado- es característica del momento en que vivimos y pone en riesgo principios y valoraciones fundamentales para la construcción y perfeccionamiento de las democracias, y para el logro de una ciudadanía más justa y más inclusiva. En muchas de las propuestas de los candidatos está presente la idea de formar emprendedores ya desde la educación básica (alguno sale incluso con el neologismo “emprendizaje”), lo que muestra el predominio de una razón instrumental que mide el éxito exclusivamente en términos de eficiencia y de valor económico, y que entiende la educación no como un proceso de formación de ciudadanos, sino como uno que responde a la lógica del mercado. Es la misma lógica que, en el mundo entero, está eliminando las humanidades del currículo escolar y reduciéndolas en la educación superior hasta casi desaparecerlas. Disciplinas como la filosofía, tan necesaria para la formación de conciencias críticas, no tienen presencia ya en la educación básica porque esta ha cedido excesivamente a las poderosas fuerzas del mercado. Terrible y muy peligroso…. Son estas cuestiones de fondo y de direccionalidad del proceso educativo las que deben examinarse, y a las que tendrá que enfrentarse cualquier gobierno que en verdad desee reorientar la educación hacia lo que debería ser su meta más importante: la formación de ciudadanos críticos, éticos y democráticos.
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