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Revista Ideele N°269. Abril 2017El denominado niño costero y los fenómenos relacionados a este aún no han terminado en la costa norte del Perú. De acuerdo a las comunicaciones del Estado peruano ante las Naciones Unidas nuestro país sufre siete de las nueve grandes vulnerabilidades conocidas frente al cambio climático, la existencia de zonas costeras bajas e inundables es una de ellas y a pesar de ser bien conocida, poco o nada se ha hecho para prevenir la tragedia.
Los fenómenos climáticos intensos que hemos vivido en prácticamente toda la costa centro y norte del país, han traído como consecuencias lamentables costos en vidas humanas, animales y materiales. Sin embargo, contamos con un conocimiento histórico acumulado que debió permitirnos anticipar estos daños y reducirlos. Resulta inexplicable no haber planificado y gestionado el riesgo de desastre en los años anteriores, a menos que empecemos el análisis intentando entender la visión cortoplacista y (hay que decirlo) corrupta de nuestra política nacional y local.
Y es que la corrupción “planifica” en sus propios términos, socavando las estructuras de organización, reduciendo presupuesto en prevención, criticando y reduciendo estándares sociales y ambientales, evitando la fiscalización y vigilancia ciudadana y esperando las emergencias para malversar grandes fondos.
El saldo de la negligencia planificada en este período ha sido enorme: 3 100 millones de dólares o 1,6% de nuestro PBI en pérdidas, 85 muertos, 270 heridos y 20 desaparecidos, a lo que debemos sumar alrededor de un millón de personas damnificadas.
Respecto a los daños materiales, las mayores afectaciones se registran en vías terrestres, y suman alrededor de 1 259 millones de dólares, los que equivalen a 7 500 kilómetros y 509 puentes (entre peatonales y vehiculares) afectados. Sabemos, de acuerdo a datos oficiales, que el 89% de la infraestructura vial en el Perú es altamente vulnerable a fenómenos climáticos extremos. Es momento de hacer algo al respecto.
Las crisis son momentos de quiebre o reafirmación de paradigmas. El nuestro evidentemente necesita un viraje que nos ayude a repensar nuestro territorio, prever los fenómenos extremos pero, y sobre todo, evitar que estas grandes negligencias sigan sucediendo. Es hora de que el eslogan #UnaSolaFuerza sea útil tanto para reconstruir el país, como para construir una sociedad climáticamente justa y sin la lacra de corrupción que ha marcado su historia hasta hoy.
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