Franco Mora: “El Plan de Búsqueda iba a dejar al Estado a cargo de todo”

Escrito por Revista Ideele N°268. Marzo 2017

El Plan de Búsqueda de Personas Desaparecidas fue aprobado el 25 de diciembre del 2016, luego de que en junio de ese año fuera firmada la ley del mismo nombre por el gobierno de Ollanta Humala. Tras décadas de desidia estatal generalizada con respecto a la labor de dignificar la memoria de las víctimas del Conflicto Armado Interno, y resarcir a los deudos, el proyecto proponía adoptar una perspectiva distinta, más humanitaria que judicial, a la investigación sobre las muertes ocurridas en ese período.

Uno de los actores que impulsó la discusión sobre la necesidad de reformar la política sobre la memoria del período de conflicto, lo que incluía la creación y correcta implementación del Plan de Búsqueda, fue el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF). Desde sus inicios, la organización, fundada en el 2001 por José Pablo Baraybar y un grupo de especialistas, ha apostado por complementar los rígidos métodos forenses con un genuino afán de servicio y empatía con los familiares de los desaparecidos. En esta entrevista, Franco Mora, miembro del Consejo directivo del EPAF, comenta la importancia del Plan de Búsqueda para la tan mentada reconciliación nacional y reflexiona sobre el camino recorrido por nuestro país en materia de derechos humanos.

¿Qué rol juega el EPAF en el Plan de Búsqueda de Personas Desaparecidas?

Al inicio, el rol iba a ser prácticamente nulo. El primer borrador del Plan dictaba que prácticamente el Estado se encargaría de todo. El EPAF está incorporado porque la Coordinadora Nacional de Derecho Humanos (CNDH) creó una mesa de Sociedad Civil que llevó sus propuestas al MINJUS, preguntando por su rol y proponiendo alternativas. No había una visión real y clara de lo que se iba a hacer, ahora por lo menos han pensado en tener una Unidad de búsqueda.

¿El Plan, tal como está formulado, promete ser un real aporte al trabajo de memoria en derechos humanos?

El Plan es una buena idea, pero la manera de implementarlo es lo que va a determinar que sea un mamarracho o un éxito.

Nosotros sabemos, por gente que es consultora ahí, que actualmente no hay presupuesto para llevar a cabo el Plan, pero se espera que al momento de solicitar presupuesto se considere el proyecto. Porque si no van a tener dinero y lo va a seguir haciendo el Estado, se va a repetir la misma historia de siempre, pero en otro escenario.

¿Cómo fue el diálogo entre la sociedad civil y el Estado durante la concepción del plan?

Fueron muchas discusiones, en realidad. La sociedad civil se organizó con la Coordinadora y varias organizaciones que trabajamos en el tema, leímos y discutimos las propuestas del MINJUS sobre el Plan. Desde un inicio nos opusimos a la idea de que el Estado hiciera todo, porque, para empezar, no tienen los recursos humanos para abarcar una problemática tan grande, y porque ya lo han intentado hacer por quince años y ha sido un fracaso. Además, en el trabajo estatal prima la visión judicialista, que es importante, pero que no soluciona el requerimiento principal de los familiares, que son respuestas; por tanto, debemos darle un enfoque humanitario, que no siempre va de la mano de lo judicial, pero no está divorciado de él. Eso es lo que el EPAF siempre ha estado proponiendo.

En el Perú ha tenido que pasar muchos años para que se engendre un Plan de Búsqueda de Personas Desaparecidas. ¿Cómo podría considerarse su caso en comparación a otros países de la región?

En el cono sur, junto con Colombia quizás podamos ser los peores en cuanto a recuperación de memoria. Los mejores son los argentinos -durante el gobierno de Kichner se impulsó mucho la búsqueda de desaparecidos-; el equipo argentino forense tuvo un papel fundamental en las exhumaciones e identificaciones. Dentro de los servicios médicos forenses de la región, el chileno y colombiano deben ser los mejores.

En Brasil no se ha hecho mucho para buscar a los desaparecidos. Lo poco que se hizo fue durante el gobierno de Dilma, pero luego de que Michael Temer asumió la presidencia se eliminó el Ministerio de Derechos Humanos, que pasó a ser parte del ministerio de Justicia; el nuevo ministro de Defensa congeló el presupuesto para el tema de derechos humanos. Quieren hacer cosas pero hay un tema político que lo impide.

¿Cómo empezó formalmente el trabajo del EPAF con la Comisión de la Verdad (CVR)?

Cuando se instaló la CVR y se habló del tema de las exhumaciones, inmediatamente se pensó en la gente del EPAF, porque era gente que venía de trabajar en Los Balcanes, donde habían adquirido experiencia en exhumaciones de fosas comunes masivas, búsqueda de personas desaparecidas y que, a su vez, tenían el conocimiento de los estándares internacionales y los aplicaban de manera correcta.

Teniendo como experiencia previa lo que ocurrió en La Cantuta, en la que se exhibieron las maneras en que no debe hacerse una exhumación, se decidió convocar al EPAF, y este hizo el trabajo de investigación preliminar, marcar los posibles lugares de enterramiento, recopilar información de las personas a las que se estaba buscando, contactar a sus familiares, llenar las fichas antemortem para poder hacer identificaciones, etc., y así fue como se dio la primera exhumación, en la que exhumaron siete u ocho cuerpos, que ya fueron restituidos.

Luego de ello, la siguiente intervención intervención iba a ser en Totos, donde hay una base militar, y yo no sé qué fue lo que pasó en el período que comprende desde el inicio de Totos y lo que había pasado en Chuschi, pero hubo un tema en el cual el EPAF no estaba de acuerdo, y el EPAF, de acuerdo a sus ´principios éticos y morales decidió que no podía seguir participando en la Comisión.

En su momento, se dio a entender que el EPAF no estaba de acuerdo con que las pericias estuvieran limitadas o regladas por plazos judiciales…

El gran problema que tenemos normalmente en las intervenciones forenses es que nos ponen los plazos a nosotros. Por ejemplo, nos dicen: tú tienes que exhumar diez cuerpos y debes hacerlo en tres días. Y, en realidad, quien tiene que poner el plazo es el perito, porque es él quien conoce cuánto va a demorar hacer una cosa o la otra. Pero el tema va muchas veces por eso, por el desconocimiento y poco entendimiento de cómo se desarrolla una intervención forense y lo que implica.

Hay tres etapas: resolver la pregunta de a quién estoy buscando, y dónde está; debes hacer la investigación de a quién estás buscando, dónde está, y si de repente está enterrada con más personas, y si está enterrada con otras personas debo buscar a los familiares de esas personas para saber quiénes son, porque solo con números no hay nada. La segunda parte es la exhumación, que no es ir y excavar y sacar un cuerpo, porque al fin de cuentas el objetivo de una exhumación de una intervención forense, que es arqueológica, no es recuperar un cuerpo, sino, con toda la información que vas recopilando, hacer una reconstrucción del contexto, qué es lo que te dice a ti la fosa, cómo fue hecha, si la fosa es profunda o está a flor de tierra -lo que esclarecería si el asesino tuvo tiempo de hacerla y en qué momento la hizo-, qué hay alrededor, porque al final tú tienes que enfocarte no solo en la fosa sino en lo que hay alrededor, porque puedes encontrar evidencia asociada. En el caso Putis, que hicimos el año 2008, encontramos cientos de casquillos alrededor de la fosa donde estaba enterrada la gente, lo que nos llevó a inferir que, de acuerdo a los relatos, a estas personas las sacaron en grupos de seis de la escuela en la que estaban encerrados, los pararon junto a la fosa, les dispararon y cayeron ahí; entonces, todos los casquillos que aparecieron alrededor demostraban que les habían disparado desde un área aproximada.

 “La cifra de 15731 desaparecidos que da el Estado es un misterio, no sabemos de dónde sacaron sus cifras”.

¿Fue la CVR la que arrojó la cifra de más de más de 15 mil desaparecidos?

No.

¿Ustedes?

Nosotros no dijimos 15 mil. Cuando termina su mandato en el 2003, la CVR dice 8500 y algo. Aldo Bolaños, que trabajaba en el EPAF en ese tiempo, hizo un consolidado de todos los listados: CVR, Cruz Roja Internacional y organismos de derechos humanos que hubieran recibido denuncias en la fecha. Entonces, Bolaños cruzó todas las listas, depuró los nombres que se repetían y determinó un número de 12371 desaparecidos. La cifra de 15731 desaparecidos que da el Estado es un misterio, no sabemos de dónde sacaron sus cifras. Sí sabemos, en cambio, por qué tenemos 13271 personas desaparecidas, con nombre y apellido. Por eso siempre decimos que una de las prioridades de la Ley debe ser determinar cuál es la verdadera cifra de personas desaparecidas, porque hasta ahora es un misterio.

¿Algún gobierno, ya en el período democrático, mostró especial desapego por el tema de los desaparecidos?

Uno de los que apoyó en mayor medida fue Toledo. Alan García, nada. Humala siguió la misma tónica de García. En el gobierno de PPK; por acciones de la ministra Pérez Tello, se está mostrando algo diferente. La falta de voluntad política en general se refleja también en que los casos que hasta ahora están siendo investigados y judicializados no funcionan. El caso contra Agustín Mantilla por el Comando Rodrigo Franco se cayó varias veces; ya se murió Mantilla, el juicio continuará, pero ¿quién va a resarcir a los familiares de las víctimas de Rodrigo Franco ahora que el culpable ya no está?

¿Cuánta relación notaste entre la línea política del gobierno y las política de búsqueda de desaparecidos en los países latinoamericanos en los que has trabajado?

No sé si sea algo casual, pero los Kirchner por ejemplo, que fueron militantes del movimiento monotonero sí tenían una preocuación real por la búsqueda de personas desaparecidas. En el caso de Bachelet, el papá fue un opositor al régimen de Pinochet, y ella misma fufue torturada: hay obviamente un deseo de obtener respuestas. En el caso de Dilma, ella fue detenida y torturada por la dictadura que empezó en los sesenta. Entonces, al menos en ese grupo, existe un tema relacionado a que ellos sienten un compromiso histórico con la búsqueda de la verdad y la justicia. Aquí, en el Perú, no se da así. Si se insiste en el tema es más por presión de la sociedad civil. Por más que quieran vender el cuento de que el Estado quiere dar respuestas, nunca ha sido así, es que la sociedad civil los obligó y presionó, y porque en el tiempo en que se planteó el tema de la política nacional [de búsqueda de desaparecidos] estaba como presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso Marisol Pérez Tello, una mujer muy comprometida con el tema de los derechos humanos, y ahora como ministra está ayudando a la implementación. Entonces, la situación de la búsqueda de desaparecidos en el país depende de la coyuntura política y del rol específico de ciertas personas.

¿Cómo se realiza la reconstrucción de los hechos a partir del trabajo antropológico que hacen?

Las pruebas que nosotros hacemos corroboran un relato o denuncia, y al final esto se muestra ante un tribunal, si es que llega a un juicio. Lo que se demuestra en un juicio es una verdad jurídica, más que fáctica. Tú no estuviste ahí, entonces dices: “lo más probable es que haya ocurrido esto”. Es por eso que, cuando vemos a personas que tienen disparos en la cabeza, nosotros no decimos que la causa es un traumatismo encefalocraneano producido por un disparo, porque en verdad no sabemos si la persona murió de un infarto cuando vio el arma; lo que decimos es que la causa más probable de muerte es un disparo de proyectil de arma de fuego en la cabeza.

Para el caso de la excavación, también. Tú haces la excavación y vas describiendo cómo los cuerpos son colocados, cómo es la fosa, cómo es la forma, cuál es el largo, el ancho, la profundidad, todo ese tipo de cosas se van corroborando con el testimonio del familiar, que es la primera fuente, que te dice: a mi familiar lo detuvo cierto grupo y se lo llevaron con dirección a tal lugar y escuchamos que los asesinaron y enterraron en tal lugar. Entonces, tienes el nombre de la persona desaparecida, el lugar de los hechos; cuando tú vas haciendo la exhumación, te dijeron que era ocho cuerpos y encuentras ocho, te dicen que escucharon que los asesinaron ahí, ves lesiones que no son compatibles con un enfrentamiento, entonces haces el dictamen pericial y todas esas cosas hay que ponerlas en términos de que sea el fiscal quien pueda tipificar el delito. Porque nosotros no decimos “la persona A fue ejecutada”, esa valoración no nos pertenece, nosotros somos peritos, científicos, solo nos corresponde decir “estos son mis hallazgos, a partir de ellos debes inferir que hay un delito”.  

¿El trabajo siempre se basa en alguna referencia o testimonio?

Claro, en principio no se debe exhumar nada sin saber antes a quién estás buscando, porque sino, al final, ¿qué va a pasar con esos cuerpos?  Son llevados, analizados y puestos en almacenes de medicina legal, pudriéndose. Aquí, recién con la Ley de búsqueda de personas desaparecidas se está pensando hacer un trabajo más integral, con una investigación preliminar fuerte, tener los sitios de enterramiento ya mapeados, e intervenir los cuerpos sabiendo a quiénes se está buscando. Durante mucho tiempo, cuando uno decía que no había una política de búsqueda de personas desaparecidas, la respuesta del Estado era: “se están haciendo exhumaciones”; pero exhumar no es buscar gente.

Cada parte de la investigación forense se relaciona con la otra, y todas se dirigen a un fin: proveer respuestas al familiar. A veces no se puede identificar a la persona, pero por lo menos se puede dar un tipo de respuesta que pueda calmar en cierta forma los años de sufrimiento e incertidumbre que viven los familiares de personas desaparecidas.

“Siempre digo que la desaparición de un ser querido es uno de los peores crímenes contra la humanidad, porque no tiene tiempo: se sucede día a día hasta que la persona aparece viva o muerta”.

¿Qué es lo más difícil del trabajo que hacen en el país? ¿Cuáles son los principales problemas que tienen para desarrollar su trabajo?

Uno de los principales problemas es, evidentemente, la falta de interés o voluntad política para hacer estos trabajos. También la poca capacidad que tiene el Ministerio Público en cuanto a la cantidad de fiscales para ver estos casos. Muchas veces la falta de personal hace que los plazos para exhumar un cuerpo luego de una denuncia sea de un año o año y medio, lo cual es absurdo. Hay ocasiones en que organizaciones civiles como la nuestra se ofrecen en realizar los trabajos que le corresponden a la Fiscalía y esta dice “no, gracias”. A veces el Estado no quiere ser ayudado, pero con la Ley están reconociendo que no se pueden hacer ellos cargo del problema y necesitan a la sociedad civil. Hay que tener en cuenta que la búsqueda de desaparecidos no es una problemática de gobierno, sino algo que nos afecta a todos, y todos tenemos que hacer algo desde nuestros diferentes campos. Creemos que nosotros, que estamos en el campo de la antropología forense, y que conocemos las técnicas de recuperación y análisis, podemos ser muy útiles, pero mientras no haya voluntad política, o el celo profesional de quienes dicen “yo puedo hacerlo, pero no puedo hacerlo ahora, y tampoco quiero que lo hagas tú”, no vamos a avanzar mucho. Efectivamente, en este tiempo no se avanzó mucho, porque se habla de 2 mil identificados, pero de esos 2 mil ¿cuántos son desaparecidos realmente?

¿Cómo es ubicarse al medio de, por un lado, el desprecio y desapego por la vida mostrado por los asesinos, la indiferencia que muestran a veces los estados; y por el otro, el arraigo y melancolía de los deudos por sus seres queridos?

Efectivamente, son dos orillas, y uno está en el medio. Popularmente siempre se dice que el antropólogo habla por el muerto, porque los huesos hablan y el antropólogo interpreta lo que dicen. Yo lo veo de una manera diferente. Creo que somos, o debemos ser, el nexo entre el desaparecido y la familia. Esos casos te unen con los familiares, con algunos más que otros. Yo tengo amistad con varios familiares de casos que he llevado, y tiene mucho que ver con calidad y el compromiso con el cual uno trabaja, y el cuidado y el respeto con el cual uno recupera los restos. Donde la mayoría de personas ve solamente huesos, yo veo una persona, que tiene un nombre y apellidos y edad, una historia de vida y una familia que lo está esperando. El hecho de tener en mente todo eso me ha hecho trabajar siempre con mucho cuidado y respeto, o, como me dijo un familia, con mucho amor cuando recupero los restos. Y yo me pongo a pensar, claro, porque si yo tuviera un familiar me gustaría que hicieras lo mismo con el mío.

Yo realmente puede decir que he visto la maldad del mundo en su real dimensión, y la veo cuando estoy en una fosa común, cuando veo niños que están ahí y no tienen nada que ver. Un niño de año y medio, ¿qué culpa tiene? ¿Qué amenaza representa?”. A veces uno se pone a pensar cómo murió, qué habrá pasado. Los huesos de los niños se degradan más rápido, por lo tanto muchas veces es muy cmplicado determinar la cuasa de muerte: no le ves huella de disparo, no le ves algún tipo de golpe en la cabeza. Entonces dices, ¿cómo lo mataron? ¿Lo ahorcaron, le dieron con una piedra? Y piensas qué puede haber apsado por la cabeza de un niño de cinco años que está viendo cómo le disparan a todo el mundo. ¿O matan primero a los niños? Son cosas en las que tu mente divaga y que te afectan de una manera especial. También ocurre cuando encuentras cuerpos de gente que cuando murió tenía ese año la misma edad que tú, entonces es inevitable pensar en la suerte que tiene uno de haber crecido y vivido en un ambiente totalmente diferente, o vivir en la ciudad y alejado de la violencia, porque si uno hubiera nacido en otra condición social o cultural tal vez uno sería el que estaría en esa mesa. Son pensamientos bastante existenciales, que giran en torno a qué hubiera pasado si uno fuera protagonista de aquella historia.

¿Qué es lo peor de tener un familiar desaparecido? Quizás tú, que has estado tan cerca a muchos casos, puedas imaginarlo mejor.

Lo peor de todo es la incertidumbre de los primeros años, de no saber si el familiar está vivo o muerto. El estar caminando por la calle y ver a alguien y quedarte mirando, porque quién sabe si ese familiar desaparecido se golpeó la cabeza o se volvió loco. O, en días fríos o de lluvia, pensar si estará con frío, qué estará haciendo, si estará comiendo… Ese tipo de sensaciones creo que son las peores; las describe la gente que cuenta cómo vivió sus primeros años de búsqueda.

En algunos casos hay también sentimiento de culpa. Recuerdo la historia de un caso aquí en Perú. Hicimos una exhibición de prendas para ver si alguien podía reconocer algo que permitiera alguna identificación, y la hija de una persona desaparecida reconoció una casaca, de color azul, de esas que uno usaba en educación física, de rayas blancas. Cuando le pregunté por qué reconocía esa casaca, me dijo que el día que se lo llevaron los militares era la fiesta del día del Campesino, y de pronto avisaron que venían los militares; el papá de esta chica estaba tomando y no quería moverse, entonces ella empezó a jalarlo y a decirle “papá, vamos”, y en eso el señor se cayó sentado.

-Ay, ¡ojalá te agarren, pues!

Luego ella me decía, con la mirada perdida y los ojos llorosos: “¿Quién diría que al final sí se lo llevarían? Y que lo desaparecieron”. Imagina que lo último que le dijiste a tu papá es: “Ojalá te lleven”, y luego, un tiempo después, seas consciente de que está muerto y desaparecido. Es inevitable vivir primero una etapa de esperanza, en la cual imaginas que tu familiar está vivo.

Siempre digo que la desaparición de un ser querido es uno de los peores crímenes contra la humanidad, porque no tiene tiempo: se sucede día a día hasta que la persona aparece viva o muerta. Y durante todo ese tiempo reina lo que ya he dicho: la ansiedad, el sentimiento de culpa, la incertidumbre.

Sobre el autor o autora

Miguel Loayza
Periodista por la PUCP.

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