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Revista Ideele N°270. Mayo 2017Creo que haber logrado encarcelar a Alberto Fujimori (y, por su puesto a Montesinos y demás secuaces) es de lo mejor que nos ha pasado (si no lo mejor) como República en muchos años. Fue un proceso impecable, que empezó con la extradición, y que ya en el Perú se desenvolvió con una altura que, lamentablemente, es de extrañar en nuestro Poder Judicial. Por lo tanto, pienso que nos haría un gran daño liberarlo. Nada sería más inoportuno que hacerlo en estos momentos que como sociedad estamos padeciendo las varias imputaciones a expresidentes por casos de corrupción. Tenerlo bajo rejas nos dignifica como Estado y como Nación, y envía un muy claro mensaje de no impunidad.
El tema de su posible excarcelación se ha vuelto a poner en el tapete. La semana pasada se debatió el proyecto de Ley del congresista Roberto Vieira que iba a permitir que los sentenciados mayores de 75 años cumplan su condena en sus domicilios; el cual iba a beneficiar a Alberto Fujimori. Pero el proyecto se archivó, y no deja de ser curioso que los más rabiosos opositores al mismo fueran los congresistas de la bancada de Fuerza Popular que integran la Comisión de Justicia. ¿Considerarán, acaso, que nos prestigia como país que su líder histórico continúe preso? Evidentemente que no. Lo que argumentaron para las cámaras fue que el arresto domiciliario les sabía a poco, y que querían el indulto.
Sin embargo, los hechos no demuestran que los keikistas realmente quieran que Fujimori deje su encierro. Úrsula Letona es la que ha expresado con más afán el no al proyecto, y el sí al indulto. Es conocido lo cercana e incondicional que es a Keiko, por lo que se deduce fácilmente de dónde viene esa postura. Pero, teniendo la posibilidad de conseguir el arresto domiciliario, insistir machaconamente en el indulto presidencial es en la práctica negarle a Alberto Fujimori la posibilidad de abandonar la prisión. El indulto en estos momentos no es viable. El presidente Pedro Pablo Kuczynskideclaró en la campaña que no lo firmaría, y últimamente ha reiterado que no lo está evaluando. Aunque lo quisiera, la verdad es que no está facultado para otorgarlo, aún no están dadas las condiciones reglamentarias exigidas. Nadie con dos dedos de frente, y buena voluntad, podría opinar hoy lo contrario. Y el mismo Alberto lo sabe, pues por esos días se pronunció en su cuenta de Twitter: “La única realidad es que sólo muriendo o estando en fase terminal podría salir en libertad”. Es decir, él mismo reconoce que actualmente no califica para un indulto humanitario, por lo que pedía (casi imploraba) a la bancada fujimorista que aprobase el proyecto de ley que estaba discutiéndose.
El tema no es nuevo para Fujimori. Hace unos tres años, él, a través de su abogado William Paco Castillo, presentó un habeas corpus pidiendo el arresto domiciliario. La cuestión se le negó, y con razón, pues la legislación peruana no prevé esa figura para reos que estén cumpliendo condena. Y, entonces, en una conversación con Rosa María Palacios, ella le hizo al abogado la pregunta que se caía de madura: ¿por qué en el Congreso no se presenta una norma con carácter general, que establezca algunas restricciones, para otorgar el beneficio de cumplir su condena en sus casas a los mayores de 75 u 80 años? La congresista Leyla Chihuán tomó el guante y se comprometió a presentar el sugerido proyecto de ley. Pero no pudo empezar a redactar ni siquiera la primera línea del mencionado proyecto, pues fue rápidamente desautorizada. Se dijo entonces que tendría que presentarlo otra bancada. Keiko dio claras muestras de no estar de acuerdo. Y tampoco lo estuvo Kenji. Pero, el padre sí que lo estaba, hace tres años ya quería el arresto domiciliario y hoy no ha variado su postura.
“Él mismo [Fujimori] reconoce que actualmente no califica para un indulto humanitario, por lo que pedía (casi imploraba) a la bancada fujimorista que aprobase el proyecto de ley que estaba discutiéndose”.
Keiko tampoco ha cambiado de parecer, pero es un parecer opuesto al de Alberto; es decir, no quiere el arresto domiciliario. Ella está segura de que no le conviene tener al padre fuera de la Diroes. Cree que con el padre excarcelado perdería la victimización, lo que le ha ganado no pocos votos; y, además, su liderazgo dentro del movimiento se debilitaría. Por eso ordena que se insista en una cuestión que es actualmente imposible (el indulto) e indica que se rechace la que podría concretarse (el arresto domiciliario).
Por si lo anteriormente dicho fuese poco, sus asesores han debido persuadirla de que con el padre en casa sería inverosímil pretender seguir trabajando al personaje que se ha ido confeccionando. Definitivamente no podría mantener esa imagen de distanciamiento con el padre, en lo que basó buena parte de su última campaña electoral. Ella ha estado muy cerca de ganar, pero el antifujimorismo ha sido mayor, apenas mayor en la última elección. Ese antifujimorismo la fuerza a vender la ficción de que el actual movimiento ha superado los excesos del fujimorismo clásico. Difícil su posición porque también es consciente de que sin el apellido que lleva no tendría el arrastre que ha logrado. Keiko está en la disyuntiva de tener que borrar la herencia política familiar, una que, a la vez, debe conservar. Una situación que le ha arrebatado la presidencia, como le acaba de suceder a Marine Le Pen en Francia; aunque es verdad que Keiko estuvo mucho más cerca. Ella ha demostrado estar convencida de que la principal estrategia para obtener la Presidencia es presentarse como la renovación del fujimorismo: un fujimorismo sin Alberto, sin lo peor de Alberto, y con lo mejor de él. Entonces, una de las peores pesadillas de Keiko ha de ser encontrarse con el padre libre de su actual encierro. Sin embargo, tampoco puede presentarse como alguien que cierra totalmente esa posibilidad, so riesgo de poner en peligro una parte de su caudal electoral. Entonces, saca ahora de la manga un nuevo habeas corpus, con el que conseguiría la libertad de su padre por la vía judicial, y no aprovechándose de su influencia política. Pero, ese recurso ya lo utilizó la defensa de Alberto en cuatro oportunidades anteriores. Es pedir algo (volver a pedir) que sabe que le negarán.
Es verdad que la política en mayúscula exige que se antepongan los grandes intereses nacionales a los temas personales. En efecto, unaestadista debe comportarse como tal, y no como hija. Pero, en estos momentos, sacar a Fujimori de su encierro pasa por apoyar la fórmula del arresto domiciliario. No hay otra, aunque parezca una ley con nombre propio. Más todavía porque ahora, a diferencia de lo que sucedía hace tres años, la mayoría fujimorista en el Parlamento es contundente, y se estaba cumpliendo la condición exigida en aquella ocasión: que lo pida otra bancada.Pero, lo que lleva a Keiko y a los congresistas que la siguen a oponerse no es un prurito republicano, sino, como vengo diciendo, innobles cálculos electorales. Keikoquiere aparecer como la versión refrescante y democrática del fujimorismo. Ella ha cortado con algunas personas, pero no con la forma de hacer política. Su fujimorismo, con otros nombres, sigue siendo en mucho canalla, como el que ejerció su padre asesorado por Montesinos. Como muestra tenemos varios botones, mencionemos solo algunos: la censura al ministro Saavedra, la anunciada interpelación a Basombrío y Vizcarra (de quienes muy probablemente harán caer a uno), su oposición a formar una comisión investigadora sobre el caso Sodalicio, el proyecto de Letona y Aramayo sobre el control de los medios, la modificación de los decretos legislativos que hablaban expresamente de orientación sexual. No es cierta pues la supuesta renovación.
Por el otro lado, tenemos a Kenji. Hace ya algunos meses que se comenta el alejamiento y enfrentamiento entre los dos hermanos e incluso de una división al interior de la bancada. De hecho, Vieira declaró tener 30 congresistas fujimoristas a favor de su proyecto, y Kenjillamó a su bancada a tener un rol más activo en la liberación de su padre, precisamente cuando esa posibilidad se estaba debatiendo en la Comisión de Justicia. A diferencia de Keiko, Kenji ha cambiado radicalmente la postura que tuvo hace tres años. A este respecto ha decidido jugar otras cartas. Dice sin empacho que por amor a su padre luchará hasta conseguir su libertad. No poco apoyo ha conseguido gracias a esta imagen de hijo abnegado. Ya se escucha decir que al menos Kenji sí es agradecido y buen hijo.
“Kenji está teniendo éxito en que se lo vea como un personaje conciliador, pero él está muy cercano a la peor tradición fujimorista, pues no debe olvidarse la cerrada defensa que hizo en su momento de Martha Chávez, Luisa María Cuculiza y Alejandro Aguinaga […]”.
Pero, las diferencias entre Kenji y su hermana no se quedan ahí. Ya desde antes, el benjamín se ha dedicado a vender una imagen de político con miras de altura y actitudes de comunión en beneficio del país, como cuando se fotografió con la primera dama con “una sola fuerza”, y al pedir en su intervención en el Congreso que se aprobase el proyecto de Reconstrucción del Ejecutivo, estrechando al terminar la mano del Presidente del Consejo de Ministros, en momentos en los que miembros de su bancada se habían dedicado a criticar la efectividad del Gobierno en dichas tareas. En el fondo su estrategia no se diferencia mucho de la de Keiko en el sentido que también quiere presentarse como una renovación del fujimorismo. Ha firmado una muy buena columna a propósito del caso Sodalicio, ha criticado el proyecto de control de medios y se ha mostrado a favor de la bicameralidad.Si uno compara, y a la comparación es a lo que apunta Kenji, este último aparece como un mejor ser humano que Keiko, tanto por su preocupación por el padre como por las diferencias que marca con las posturas mezquinas de los congresistas keikistas. A ellos les ha afectado fuertemente las declaraciones de Kenji, y, envalentonados, se han permitido criticar fuertemente al que otrora fuese el engreído del líder histórico, diciéndole que está desesperado, desinformado y que es incapaz de competir con su hermana.
Con todo, la verdad es que Kenji no representa una verdadera renovación del fujimorismo. Si hay una lucha entre hermanos es solo del tipo dinástico y no con el fin de borrar realmente lo incompatible con la democracia que tuvo el régimen fujimontesinista, pues probablemente ello defina la esencia de su existencia. Kenji está teniendo éxito en que se lo vea como un personaje conciliador, pero él está muy cercano a la peor tradición fujimorista, pues no debe olvidarse la cerrada defensa que hizo en su momento de Martha Chávez, Luisa María Cuculiza y Alejandro Aguinaga, al ser borrados por Keiko de la lista de candidatos al Congreso.
¿Estará cercano el cisma? No lo sé. Las dos tendencias de hecho existen, moviéndose según los consejos de sus estrategas, que les requieren mostrarse, cada uno a su modo, como una renovación del fujimorismo. Quizás al final decidan no solo existir, sino coexistir, como hasta ahora. Pero estas claras fisuras y contradicciones pueden hacer que nuestra apuesta republicana como país salga fortalecida, pues si con el paso de los siguientes años se hacen aún más manifiestas, lograríanevidenciar que una renovación democrática del fujimorismo es simplemente imposible y menos con un Fujimori a la cabeza.
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