El indulto esclarece la situación

Créditos: La República

Escrito por Revista Ideele N°276. Diciembre 2017

Hasta hace horas se daba por sentado en un amplio sector de la izquierda que los ganadores de la vacancia habían sido los de Nuevo Perú y los perdedores los del Frente Amplio. Verónika Mendoza había ayudado a defender la poca institucionalidad democrática, mientras que Marco Arana se había aliado con los golpistas. Algunos no pensaban que promover la vacancia era anticonstitucional, pero sí veían en Arana un tonto útil incapaz de advertir que le estaba entregando el poder al fujimorismo.

El indulto a Fujimori permite ahora pensar las cosas de otro modo. De eso tratan las siguientes líneas. Mi intención no es asignar aciertos y culpas a este bando o al otro sino extraer para la izquierda peruana algunas enseñanzas de todo este proceso.

 De la vacancia al mal menor

 Se dijo, desde la izquierda, que fue un grave error del Frente Amplio presentar la moción de vacancia presidencial. ¿Por qué no se dejó al fujimorismo hacer el trabajo sucio? ¿Por qué la necesidad de lavarles la cara? ¿Por qué tanta ingenuidad?

Nunca entendí estas críticas. Una de las tesis principales de Marx es que el Estado es el Estado del gran capital. Kuczynski es la ilustración perfecta de esta tesis. Por principio, la izquierda tenía que participar activamente en la vacancia presidencial. Tenía que sancionar –por impulso propio– al máximo representante del Estado de los empresarios.

Se dijo, sin embargo, siempre desde la izquierda, que la vacancia afectaría la gobernabilidad del país, lo cual me resultó sorprendente. Un problema de gobernabilidad es un problema de deslegitimación de la autoridad. La gente deja de creer en sus supuestos representantes. ¿Desde cuándo la izquierda se desvela por la legitimidad del Estado del gran capital?

Quizás exagero. Quizás solo se quiso decir que la vacancia era una pésima idea porque entregaba el poder ejecutivo al fujimorismo, el cual –a diferencia de la “mancha blanca” de Kuczynski— no respetaría ninguna forma e institución democrática.

Pero aquello era falso: la vacancia del presidente le entregaba el poder ejecutivo al vicepresidente Vizcarra. De manera que, para tomar realmente el poder, el fujimorismo hubiese tenido que vacarlo a él y a Mercedes Araoz. Si la izquierda procedía con la vacancia de Kuczynski, mataba dos pájaros de un tiro: sancionaba simbólicamente al representante del Estado del gran capital y se le exigía al fujimorismo promover dos vacancias más, lo cual podía desgastarlo ante la opinión pública.

Con todo –se me habría dicho– el argumento de las tres vacancias se canceló desde que los dos vicepresidentes decidieron renunciar en caso de prosperar la vacancia presidencial. 

Lo cual es cierto solo si se acepta bailar al compás de la derecha. Pudo habérseles dicho: vacaremos al presidente, creemos importante sancionarlo ante la opinión pública, pero apoyaremos a los dos vicepresidentes para salvar al país de la amenaza del fujimorismo. No veo por qué había que aceptar el blufdel todo o nada.

En realidad sí lo veo: parte de la izquierda ha estado tomada por la lógica del mal menor.

“En realidad, todo era previsible. La salita del SIN, la crisis financiera, los Panama Papers y otros muchos escándalos mundiales apuntan a una máxima que debería quedar grabada en piedra: el gran capital es por definición corrupto”. 

Del mal menor al indulto

 El mal peor es el fujimorismo, este es el cuco de la política peruana. Fue el antifujimorismo el que llevó a Humala al poder en el 2011, a Kuczynski en el 2016 y el que impidió la vacancia de este último en el 2017. En este medio he cuestionado ampliamente la lógica del mal menor. No me voy a repetir, pero ahora esta lógica le ha explotado a la izquierda en la cara.

 Vamos por partes.

¿Qué estaba en juego en la segunda vuelta del 2016? El Capitalismo Salvaje (PPK) VS. El Capitalismo Salvaje y Corrupto (Keiko). Luego saltó lo de Odrebrecht, se promovió la vacancia y ahora se puso esto en juego: El Capitalismo Salvaje y Corrupto con Cierto Respeto por la Institucionalidad (PPK) VS. El Capitalismo Salvaje y Corrupto Sin Respeto por la Institucionalidad (Keiko). Como se ve, cuando se sigue la lógica del mal menor, uno se desplaza por un pasadizo cada vez más estrecho. Hasta que ocurrió lo del indulto y nos quedamos finalmente sin piso: El Capitalismo Salvaje y Corrupto Sin Respeto… (PPK) VS. El Capitalismo Salvaje y Corrupto Sin Respeto… (Keiko). Y lo que la gente que hoy protesta en las calles ha descubierto es que, desde el 2016 hasta el 2017, había estado defendiendo absolutamente nada.

En realidad, todo era previsible. La salita del SIN, la crisis financiera, los Panama Papers y otros muchos escándalos mundiales apuntan a una máxima que debería quedar grabada en piedra: el gran capital es por definición corrupto. Piénsese en la risible autodefensa de Kuczynski a las acusaciones en su contra. Es cierto que hay mucho de cinismo en su argumentación: “Yo no sabía nada de lo que hacía Sepúlveda”, “Construí una muralla china contra mí mismo en mi propia empresa”. Pero también hay una parte en él que no entiende por qué se le condena. Es como si dijese entrelíneas: “¿No se dan cuenta de que así funcionan las cosas en el mundo entero? Se trata de los grandes negocios. Si no lo hiciese yo, lo haría otro peor. Además, la fusión estado-capital favorece el crecimiento del país. ¿Por qué tanto pudor?”

Lo que demostró la actitud de Kuczynski es que los agentes del gran capital son enemigos por derecho propio. Para ellos no aplica la lógica del mal menor. Algo de esto intuyó Nuevo Perú cuando sus congresistas expusieron que el problema de fondo era el modelo neoliberal. Pero su estrategia de defender al presidente delata la persistencia de cierta bruma. Entonces vino el indulto y las cosas quedaron terriblemente claras.

 Del indulto a las calles

 El indulto a Fujimori viene acompañado del anuncio de un nuevo gabinete de la reconciliación. Lo cual implica que el gobierno de Kuczynski se reconcilia con el autoritarismo, la corrupción, el narcotráfico y los crímenes de lesa humanidad. ¿Pero quizás el presidente es más compasivo que yo y estima que la gente puede equivocarse, arrepentirse, enmendarse y hacerse merecedora de perdón? Tal vez. Pero para eso los fujimoristas tendrían que renunciar al fujimorismo. De lo contrario, se acaba perdonando al fujimorismo, es decir, el autoritarismo, la corrupción, el narcotráfico y los crímenes de lesa humanidad. Y lo peor de todo es que el perdón le llega a Fujimori precisamente cuando los fujimoristas estaban actuando como fujimoristas: tratando de copar el ejecutivo.

Evidentemente, en el indulto, no se trata de la reconciliación. Se trata de la gobernabilidad. Kuczynski ha hecho dos cálculos. Uno, negociar el indulto con Kenji para evitar su vacancia. Y dos, usar el indulto para apaciguar los ánimos de todo el fujimorismo (a pesar de que aquel no era deseado por Keiko) y poder terminar en paz su gobierno. Los negocios deben continuar. ¿Se entiende ya la paradoja de defender la gobernabilidad?

Es posible que el futuro cercano demuestre el error del cálculo. El presidente ha demostrado no tener demasiadas luces políticas. ¿Pero qué hay de quienes vieron en él un último bastión contra el fujimorismo? ¿Qué hay de aquellos que de verdad creen en la institucionalidad democrática y que hoy están en las calles protestando? No importan, nunca importaron. Que protesten nomás. Alfredo Torres de Ipsos-Apoyo le ha asegurado a Kuczynski que la mayoría del país no ve con malos ojos el indulto.

Lo único rescatable de todo este proceso repleto de mentiras y traiciones es que la careta ha finalmente caído. Quienes desean un Perú mejor, un mundo mejor, ya saben que el cuco (el mal menor) es un cuento para mantener en raya a los muchachos inquietos. Y por tanto la consigna en las calles es ahora: “Que se vayan todos”.

 ¿Que se vayan todos?

 Sin embargo, “Que se vayan todos” es la misma consigna que se usó en Argentina a inicios del nuevo siglo para rechazar las políticas neoliberales de Cavallo y De la Rúa. Los efectos reales de estas protestas son tema de debate: algunos dicen que abrió el camino para la social-democracia de los Kirchner, otros dicen más bien que se quedaron todos. En cualquier caso, “que se vayan todos” en el Perú de hoy no podría resolver mucho. Pues si se van todos, ¿quién podría entrar a cambiar las cosas?

Lamentablemente, no hay solución inmediata a la crisis. La izquierda y las fuerzas progresistas son débiles. Y a pesar de ser loables y numerosas, las protestas no tienen una dirección clara. Pero, además, hay en el país un fuerte bastión fujimorista. Las encuestas colocan a Keiko cerca del 30% si las elecciones presidenciales fueran mañana. Tal vez no ganaría en segunda vuelta, pero tendríamos el mismo congreso.

Desde la izquierda, la única solución real a la crisis es re-construir los vínculos con las organizaciones populares y desde allí emprender el largo trabajo de arrebatarle al fujimorismo el apoyo de la población. La cosa no va a ser fácil. Es una tendencia mundial que crece cada vez más el apoyo a las derechas facistoides. La izquierda tiene el deber de constituirse en una opción viable. Y para ello tiene que realizar una doble tarea: formar a “los de abajo” en el socialismo y reformular el socialismo a partir de los nuevos problemas y soluciones de “los de abajo”. Antes se decía: “Socialismo o Barbarie”. Hoy solo queda por decir: “Seguiremos en la Barbarie si no reconstruimos el Socialismo”.

(REVISTA N° 276, DICIEMBRE DEL 2017)

Sobre el autor o autora

Juan Carlos Ubilluz
Doctor en Literatura

Deja el primer comentario sobre "El indulto esclarece la situación"

Deje un comentario

Su correo electrónico no será publicado.


*