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Revista Ideele N°278. Mayo 2018El expresidente Pedro Pablo Kuczynski no terminó cayendo empujado por la mayoría fujimorista del Congreso –como era el pronóstico casi desde el comienzo de su gobierno, y de hecho podría haber sucedido–, sino por la suma de sus propias culpas. A sus reiteradas mentiras sobre sus cuestionables y negados vínculos con Odebrecht, se agregó el indulto a Fujimori, para lo que tuvo que falsear el estado de salud del condenado expresidente y festinar trámites, además de canjear votos con Kenji para evitar su vacancia. Y luego vino la estocada, al descubrirse los famosos Kenjivideos, preparados por Fuerza Popular con Keiko a la cabeza, en los que aparecen personajes kenjistas y oficialistas ofreciendo plata para obras, coimas y cargos a fujimoristas keikistas para que voten en contra de la segunda vacancia.
PPK renunció a la presidencia cuestionado por todos los sectores del país, incluidos la mayoría de sus seguidores, y amenazado por diversas investigaciones penales, que dieron origen inmediatamente a un mandato judicial impidiéndole la salida del país, y al allanamiento de sus dos casas. Sin embargo, en ningún momento ha hecho ni la menor mea culpa. En cuestión de días, de estar en la cúspide del poder pasó así al banquillo de lo acusados.
Tan veloz y fulminante fue el desmoronamiento de PPK como el ascenso de Martín Vizcarra como nuevo presidente de la República. El primer vicepresidente de PPK no hace mucho era criticado por casi todos los sectores del Congreso, al punto de que, para evitar su censura a raíz de las adendas en el caso del aeropuerto de Chinchero, tuvo que renunciar. Hubo un congresista que llegó a llamarlo traidor a la patria. El mismo Gobierno consideraba tan poco importante su participación en la escena política nacional que lo envió de embajador a Canadá.
Pero de traidor pasó a ser el salvador de la Patria. Se cumplió el dicho de “A rey muerto, rey puesto”. La otra alternativa era apuntar a la renuncia de los dos vicepresidentes, Vizcarra y Aráoz, para que el presidente del Congreso, Galarreta, convocara a nuevas elecciones. Escenario absolutamente incierto y peligroso, así como poco conveniente para varios de los posibles competidores.
El cuchicheo a favor de Vizcarra se fue imponiendo hasta que se convirtió en punto de consenso.
Y Vizcarra ha logrado conseguir rápidamente varios puntos a su favor. El primero de ellos es que resistió las presiones a que renunciara, tal como lo hizo frente a la primera vacancia. PPK lo llegó a llamar traidor. Pero él, consciente de las diferencias entre la primera vacancia (fundamentalmente un golpe institucional de la mayoría fujimorista), y la segunda (discutible, pero en el marco constitucional) se mantuvo y se negó a dar el famoso paso al costado.
Lo segundo a su favor es que encontró el tono preciso para su primer discurso al asumir el mando. No ofreció el oro y el moro, pero no se limitó a decir generalidades. Es cierto que todos los sectores políticos fueron bien dispuestos, ya que eran ellos los que lo habían llevado a la presidencia, pero podrían haber salido irritados, puesto que, si bien fue un discurso pacificador, también tuvo partes en las que a cada uno le cantó sus verdades. Habló así que había que dejar odios, que la división de poderes y el respeto de las instituciones era clave y que la lucha contra la corrupción sería la prioridad del gobierno, venga de donde venga y cueste lo que cueste. No mencionó a nadie en particular, pero el estilo fue de “a buen entendedor pocas palabras”.
Se podría decir que, pese a la crisis del país, y a las dificultades para salir de ella, Vizcarra ha disfrutado de una luna de miel anticipada. Todos son elogios para él y manifestaciones de apoyo y buenos deseos. La explicación es que ha terminado siendo la persona que hizo posible una salida constitucional a la crisis. Prueba de ello es que muchos lo comparan con el papel cumplido por Valentín Paniagua durante la transición democrática, pese a las diferencias obvias que hay en cuanto a contexto político.
Pero de acá en adelante cualquier cosa puede pasar. Para comenzar el mismo Vizcarra es un enigma, ya que, como nunca se le pensó para presidente de la República, no se le puso mucha atención. En el lío sobre Chinchero, como se ha dicho, no salió muy bien parado, lo que le valió que algunos pidieran su renuncia, ya que si no podía ser ministro –se decía– cómo podría estar a cargo del país, aunque sea transitoriamente, cuando viajara PPK.
Ahora, es uno de los pocos gobernadores regionales conocido por haber hecho una muy buena gestión, y en un ámbito tan importante como es educación y sin la más mínima acusación por corrupción. Es cierto que, conforme se repite, una cosa es ser gobernador regional y otra presidente, pero ser lo primero no es tampoco fácil.
Lo que sí sabe y juega en su contra es que está bastante solo, ya que no cuenta con un partido, aliados políticos ideológicos, bases sociales y una bancada sólida y unida en el Congreso.
Solo los hechos nos irán demostrando muy rápidamente si Vizcarra es la vía que de manera ordenada nos conducirá al bicentenario, el 2021, o tan solo un paréntesis en la vorágine de una crisis que no se sabe a dónde puede ir a parar.

“Una sola mancha en uno de ellos afectaría a todo el gabinete y a Vizcarra. Igual debe ocurrir con el resto de funcionarios que tendrán que nombrarse. Un nuevo caso “Moreno” sería nefasto para el nuevo gobierno”.
En máximo diez días Vizcarra debe de nombrar a su nuevo Gabinete, los que se cumplen después de Semana Santa. En su primer discurso anunció que será totalmente nuevo para beneplácito de todos. Tal vez con la única excepción de Mercedes Aráoz, ya que el hecho puede ser interpretado como un mensaje de borrón y cuenta nueva, y si hay alguien intrínsecamente vinculada a la etapa de PPK es ella, lo que se expresó hasta el último momento, cuando intentó negar la connotación negativa de los vídeos.
El perfil Vizcarra
En estos días el nuevo presidente debe de estar con sus asesores –que, dicho sea de paso, nadie sabe quiénes son– buscando y evaluando nombres. Está claro que no puede ser un gabinete en el que resalten los ministros tecnócratas, ligados al sector empresarial, limeños y cosmopolitas. Este tipo de Gabinete se vio con PPK como de lujo, pero hoy se vería como la repetición de una película que llevó en menos de dos años a una crisis nacional casi sin precedentes.
Los ministros tienen que ser ahora prioritariamente a imagen y semejanza al Vizcarra de hoy, es decir, provinciano, de colegio y universidad estatales, trabajador, sencillo, sin grandes pergaminos provenientes de universidades extranjeras u organismos internacionales, pero con fama de buen gestor en proyectos nacionales o regionales.
El otro rasgo que debe relucir en los nuevos ministros es su honestidad comprobada durante su trayectoria pública o privada, incluida una clara conciencia de la separación entre lo público y lo privado, a diferencia de lo que se le acusa a PPK.
Una sola mancha en uno de ellos afectaría a todo el gabinete y a Vizcarra. Igual debe ocurrir con el resto de funcionarios que tendrán que nombrarse. Un nuevo caso “Moreno” sería nefasto para el nuevo gobierno.
Es por eso que el nombre más voceado en los días siguientes a la elección de Vizcarra ha sido César Villanueva, también un exitoso ex gobernador regional.
Se espera asimismo que el gabinete presente algunos operadores políticos, lo que a todas luces le faltó a PPK, indispensables para moverse en las aguas crispadas de la política.
Mucho se habla esta vez de la necesidad de un gabinete de ancha base, que no sea, a su vez, multipartidario. Suena bien, pero difícil de imaginar personas que sean independientes, con buena fama y dispuestos a comprarse un pleito tan difícil e incierto . A no ser que se crea que lo que convenga sean nombres de experimentados políticos que por una u otra razón están en el retiro o se presentan por encima del bien o del mal. Aunque un gobierno tipo el de Panigua –constituido por invitados que representen diferentes posiciones– podría ser una variante viable.
Otro punto a dilucidar es sobre la relación que debe tener el futuro gabinete con la mayoría fujimorista en el Congreso. Mucho se ha especulado del acuerdo que se habría producido entre Vizcarra con Keiko. Esa hipótesis seríala explicación del cambio de posición del keikismofrente a Vizcarra, una alianza que se sellaría con el nombramiento de un primer ministro cercano a Keiko.
Difícil de creer, porque Vizcarra se tiraría en contra a todos los sectores antifujimoristas, los que han demostrado un gran poder. De otra parte, difícil que él quiera reducir su fuente de poder al apoyo de Keiko Fujimori, quien obviamente tiene su propia agenda, en la que Vizcarra es una pieza anecdótica. Sería, además, correr el mismo riesgo de PPK, en el sentido de que sus pruebas de amor hacia el fujimorismo fueron interpretadas como señales de debilidad.Por el lado del fujimorismo, también habrían serias dudas de si le convendría pegarse a un gobierno que pese a haberse renovado sigue debilitado.
Más bien Vizcarra tiene el gran desafío de lograr ciertos acuerdos con el fujimorismo, sin incurrir en un cogobierno, en base a una consistencia y fuerzas propias, si no quiere repetir la experiencia fallida de PPK.
Pero más allá del gabinete ¿cómo serán las relaciones entre Vizcarra y el fujimorismo? Pregunta clave frente a la que se barajan diferentes hipótesis. El presidente del Congreso, el fujimorista Galarreta, ha dicho que serán iguales que las que se tuvo con PPK. Una afirmación que da para dos interpretaciones. Una, que lo que ha querido Galarreta es enfatizar que nunca intentaron boicotear el gobierno de PPK, como muchos creen, y, que, por tanto, habrá continuidad en las buenas relaciones. Y la otra, que se trata de una amenaza, de la que hay que cuidarse.
En este punto Vizcarra tiene a su favor muchas cosas. Él ha llegado a la presidencia con el apoyo de la mayoría fujimorista del Congreso. No es, además, PPK, la cabeza de quienes, según Keiko, le habían robado las elecciones en el último minuto.
A sus vez, Keiko tiene hoy otras cosas más urgentes en qué preocuparse. Una primera es mantenerse a salvo de las acusaciones de corrupción, que cada vez la rondan más cerca, sobre todo si su hermano Kenji ha dicho que está dispuesto a convertirse en un testigo protegido de las responsabilidades de su hermana.

“Si bien le ha volteado la pelea a su hermano, fortaleciéndose, lo cierto es hacia fuera ella es parte de la clase política a la que la opinión pública ve como responsable del caos y desgobierno del país, y parte de los corruptos”.
Justamente esta es otra de las preocupaciones que debe de priorizar Keiko. No puede descuidarse ni un segundo de su hermano. La caída de PPK arrastra también en cierta forma a Kenji y Alberto, quienes se habían vuelto aliados, al extremo de que el ex presidente se exhibía en público con Kenji inaugurando obras. Y si bien Kenji enfrentará un proceso de desaforo, está muy lejos de haber desaparecido, y deben de estar preparando la cuchillada con que le toca responder a la de Keiko.
El problema es que este fratricidio entre los dos hermanos (Kenji apoyado por el padre), así nos disguste, tiene efectos muy importantes en la situación política del país. Así por ejemplo, si el congresista keikista Moisés Mamani, no habría filmado la compra de votos que involucra al sector de Kenji, la vacancia no habría prosperado, y PPK no habría renunciado y lo tendríamos todavía como presidente. ¿Qué otras sorpresas pondrán sobre la mesa uno y otro sector? Es otra de las incógnitas de la situación.
Además, Keiko tiene también que dedicarse a levantar su imagen política. Si bien le ha volteado la pelea a su hermano, fortaleciéndose, lo cierto es hacia fuera ella es parte de la clase política a la que la opinión pública ve como responsable del caos y desgobierno del país, y parte de los corruptos. Prueba de ello es su caída contante en términos de popularidad en las encuestas. Si quiere volver a ser una candidata con posibilidades de ganar, tiene que reconstruir totalmente su imagen y la de sus congresistas, quienes tampoco proyectan un buenperfil.
Otra de las cosas que Vizcarra deberá decidir es qué hacer con lo que, en poco tiempo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dirá sobre el indulto de Fujimori. Es cierto que, como él no es el autor de la gracia presidencial, y no ha prometido nada a cambio -a diferencia de PPK-, podría limitarse a decir que deberá cumplirse con lo que dice la organización del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Y los congresistas de Keiko decir a su vez que es una potestad que le corresponde al presidente y no a ellos.
Facilita esta decisión el hecho de que los llamados “avengers”, o seguidores de Kenji, están muy debilitados. Y ya lo estaban desde antes de los vídeos, debido a que no fue un buen negocio pegarse a un gobierno totalmente impopular. De hecho varios de los que dejaron Fuerza Popular deben de estar viendo la manera de regresar donde Keiko.
Aparte de las relaciones con el fujimorismo, Vizcarra deberá saber moverse en otros dos ámbitos.
Uno primero es obviamente el de la lucha contra la corrupción. Es algo muy delicado si tenemos en cuenta que casi todos los sectores políticos están comprometidos. Las declaraciones de Marcelo Odebrecht y de Barata los vinculan, y ya se han iniciado las investigaciones fiscales en la mayoría de casos. Todos están, además, en alerta roja tomando en cuenta lo que ya viene sucediendo con Toledo, Humala, Nadine, representantes del Apra y últimamente PPK.
Con el fin de disminuir estos peligros creados por la lucha anticorrupción, varios sectores políticos del Congreso, liderados por Fuerza Popular, habían decidido intervenir varias instituciones como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía de la Nación y el Consejo Nacional de la Magistratura, así como elevar los requisitos para que el Ejecutivo pueda cerrar el Congreso. Esto último es clave para Vizcarra, si es que al ver que el Congreso continúa haciéndole la vida imposible al Ejecutivo como con PPK, decide tensar fuerzas.
En su discurso de juramentación Vizcarra ha dicho que en su gobierno será fundamental la división de poderes, el respeto de las instituciones, pero está por verse las medidas que abordará frente a lo que ya está en curso.
El último reto de Vizcarra es derrotar el sentimiento de la calle que plantea “que se vayan todos”. Se manifiesta en las encuestas y en algunas organizaciones políticas y sociales, pero no en movilizaciones ciudadanas de la magnitud que se requeriría para que triunfe una posición. Sin embargo, un fracaso más en el devenir político lo podría activar.
(REVISTA IDEELE N° 278, ABRIL DEL 2018)
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