Cierta forma de hacer democracia

Escrito por Revista Ideele N°304. Junio-Julio 2022

En los últimos tiempos se ha estado hablando de la crisis de la democracia, no solo en el Perú, sino internacionalmente. No obstante, la verdad es que lo que está en problemas y son justificados es una forma de practicar la democracia, que –valga la redundancia– no es muy democrática.

Considero que se puede afirmar que la democracia tal como ha venido funcionando es un sistema completamente deformado en el que la clase política se siente libre de hacer lo que le parece más allá de lo que quieren sus electores o de lo que les han prometido en las campañas electorales; y tal forma de actuar ha contado con el beneplácito de los poderes fácticos que de esa manera imponen sus intereses en la agenda con frecuencia de formas corruptas o muy cercanas a éstas.

En unos países más y en otros menos, pero en el nuestro de forma mayúscula, los gobernantes, incluido el Congreso pierden la vinculación con sus electores el mismo día en que salen elegidos y durante su período sólo se reconectan con ellos cuando la protesta (la calle) se los hace saber de manera indubitable. Mas en poco tiempo vuelven a las andadas y se sienten con derecho a legislar a su entero criterio o peor del que les paga de una u otra manera. La actuación de nuestros congresos de los últimos tiempos no deja lugar a dudas.

Suele esgrimirse en su defensa el artículo 93 de la Constitución. Empero, resulta obvio que el mandato generado con el voto existe y que la liberación del mandato imperativo debería ser una excepción, por ejemplo, cuando el congresista tenga objeciones de conciencia o cuando tiene que decidir entre lo local y lo nacional. De otra manera, no se explica que exista la semana de representación en el Congreso. Por desgracia, la liberación del mandato imperativo se ha convertido en absoluta y los congresistas creen que cuando son elegidos pueden hacer lo que les parezca o convenga y la única forma que tienen sus electores de controlarlos resulta ‘la calle’, pero la historia nos muestra que para que esto ocurra se tienen que haber excedido todos los límites, como ocurrió con ‘la repartija’ o con la elección de Merino. Nuestra democracia y muchas otras carecen de un mecanismo que permita controlar a los elegidos. Las cosas tienen que ser muy graves para que se pueda vacar al presidente o defenestrar a un congresista, cuando en realidad debería bastar con el hecho de no estar cumpliendo la principal de sus funciones: representar a sus electores.

Esta ruptura con los que en una democracia son el fundamento de todo poder, los ciudadanos, resulta invalidando por completo eso que en el mundo entero se denomina democracia y la está socavando de manera permanente.

Sin duda, por ejemplo, podrían hacerse importantes cambios a la Constitución, pero quienes tienen el poder de hacerlos –los congresistas– no actúan conforme a las conveniencias del país, sino de sus propios intereses o de los que se los dictan.  

Una asamblea constituyente causa gran temor en los poderes fácticos, sobre todo en este momento, porque perderían el control que actualmente tienen. Por otro lado, hoy día no parece ser lo más conveniente, ya que como están las cosas los que resulten elegidos para integrarla –si se parecen a los miembros de los congresos que hemos tenido en los últimos años– podrían hacer cualquier cosa menos redactar una carta magna conveniente para todos.

Una verdadera democracia –con sus problemas que no faltarían– podría ser exitosa, pero el obstáculo son los que establezcan sus normas pensando en el país y no en sus propias conveniencias y sus bolsillos o de los que al final les dicen de diversas formas qué es lo que deben hacer. Los más grave es que los poderes fácticos son miopes y por lo general no miran más allá de sus balances de fin de año, pero lo que entienden como sus propios intereses terminan por causarles más daño que beneficio. Hasta ahora no se han percatado que Velasco y Sendero fueron resultado de un sistema injusto que siempre genera descontento y que es el caldo de cultivo ideal para los agitadores, el desorden y las revoluciones. Algo que necesita desde hace mucho tiempo el Perú es una clase dirigente con panorama histórico, dispuesta a hacer sacrificios y concesiones hoy para construir un país mejor en el futuro donde elecciones como las que hemos tenido en los últimos años (“entre el cáncer y el SIDA”) no se repitan.

Regresando al tema más global de la democracia, considero que la crisis generalizada es de la pseudo democracia que hemos practicado en la mayor parte de países y que el camino para recuperarla es hacerla más democrática. No creo que solucionemos todos los problemas, pero poco a poco iremos construyendo un sistema mejor.

Sobre el autor o autora

Alonso Núñez del Prado Simons
Magíster en Derecho de la Integración y en Derecho Constitucional. Master of Business Administration (MBA), graduado en Lingüística y Literatura, Filosofía. Fundador y director ejecutivo del Observatorio de Cumplimiento de Planes de Gobierno. Profesor universitario, árbitro de la Cámara de Comercio y conferencista. Presidente y director de varias entidades del sistema asegurador.

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