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Revista Ideele N°304. Junio-Julio 2022. Imagen: Andina.peUna nota periodística de América Noticias del 11 de Junio 2022 señala que, según el último reporte del portal SíseVe del Ministerio de Educación, entre el 3 de marzo y el 31 de mayo se produjeron 668 agresiones físicas en los colegios. Trae a la memoria que durante el año presencial 2018 hubo 2,993 agresiones y en el 2019 fueron 4,111 los casos registrados.
Es importante entender que hay diferencia entre agresiones físicas y bullying, porque las primeras son ocasionales y las segundas son sistemáticas y focalizadas de parte de los agresores a los agredidos. Sin embargo, más allá del número preciso, el bullying es un problema no resuelto que en menor o mayor medida está presente en casi todas las aulas, aunque en algunas es muy intenso, tóxico y maltratador por lo que requiere ser contenido y desactivado.
Junto con ello también es importante entender que uno de los errores principales que se cometen al enfrentar problemas sociales complejos en una organización, incluyendo los colegios, es creer que la extirpación del trasgresor de turno resolverá el problema, hasta que se dan cuenta que el mismo o similar problema aparece con nuevos actores. Es como creer que bajarle la fiebre a quien tiene una infección resuelve la infección. En ese orden de cosas está el tema del bullying, en relación al cual se suele aislar al agresor y al agredido, para sancionar al primero y proteger al segundo… hasta que reaparece con otros actores o con los mismos pero fuera del espacio escolar.
Quizá una comparación entre la solución para el bullying y la terapia para el cáncer sea ilustrativa. Así como el cáncer está omnipresente y afecta a todo tipo de personas de todas las sociedades, del mismo modo la violencia social está presente en todas los grupos humanos y su expresión en términos de bullying existe en toda aula escolar en la que unos alumnos ejercen el poder sobre otros en diversidad de formas y ocasiones.
Lo que puede ser efectivo para el cáncer, una cirugía radical que extirpa el tumor, no es efectivo para el bullying, por dos razones: una, no se trata de eliminar al agresor, porque éste también es un estudiante que tiene derecho a la educación y eso incluye aprender a comportarse sin agredir a terceros. Dos, usualmente al eliminar a un agresor aparece otro que ocupa ese rol, y la víctima vuelve a serlo, porque si no se trabaja sobre las razones por las que en un grupo aparecen agresores y agredidos, no se logrará mucho.
En el caso del cáncer lo que se puede hacer es reducir la posibilidad de ser afectados (por ejemplo evitando fumar o comer alimentos no cancerígenos), y en caso que se detecte la aparición de un tumor, reaccionar de inmediato y utilizar todos los medios tecnológicos, médicos y científicos para extirparlo o evitar su propagación.
Por su parte también para el bullying se pueden crear condiciones para que aparezca con menor frecuencia e intensidad, y en caso de aparecer, canalizar su abordaje de inmediato para reducir su reiteración y sus efectos tóxicos. Sin embargo, lo que puede ser efectivo para el cáncer, una cirugía radical que extirpa el tumor, no es efectivo para el bullying, por dos razones: una, no se trata de eliminar al agresor, porque éste también es un estudiante que tiene derecho a la educación y eso incluye aprender a comportarse sin agredir a terceros. Dos, usualmente al eliminar a un agresor aparece otro que ocupa ese rol, y la víctima vuelve a serlo, porque si no se trabaja sobre las razones por las que en un grupo aparecen agresores y agredidos, no se logrará mucho.
Por ejemplo, si se trata de un salón al que se le ha incitado a ser competitivo, siempre habrá unos que ganan y otros que pierden, lo que dibuja un escenario de poder, burla y humillación de parte de los vencedores hacia los vencidos. Esos “cargamontones” contra el débil, el indefenso, el que saca bajas notas, el que tiene conductas diferentes a las esperadas para su género, el que tiene color de piel o forma de hablar no estandarizada, el que denota menores niveles intelectuales, será la víctima preferida de los encumbrados como “superiores” en el grupo.
Por lo tanto, es importante analizar qué características tienen los colegios en su estructura de poder y sus estrategias pedagógicas que facilitan la aparición del bullying.
Por ejemplo, en los colegios con un fuerte clima autoritario en la relación de los directores con los profesores, se reproducirá esa fórmula autoritaria en la relación de los profesores con los alumnos y entre los mismos alumnos. Todo el que tenga poder lo ejercerá sobre quien no lo tenga. Y si por miedo no lo puede hacer dentro del colegio, lo hará fuera o en las redes sociales.
Otro ejemplo: en los salones donde se valora mucho los “rankings” que diferencian a los “buenos” de los “malos” alumnos, se crea un sentido de superioridad en unos que se canaliza en el maltrato a los percibidos como débiles (o los “brutos”). También puede ocurrir a la inversa, si es que el “mejor alumno” (“nerd”) no goza de la simpatía de los líderes del salón.
La actitud del maestro también juega un rol crucial: un maestro que tiene preferencias, o que juzga a los alumnos con varas diferentes según su prestigio social, o que se muestra indiferente al maltrato de los “poderosos”, en esencia avala al bullying como estrategia al servicio de los más fuertes y abusivos. Y así podríamos seguir…
De allí que no se vea mucho bullying en ambientes donde los alumnos aprenden a convivir armoniosamente, respetando las diferencias de modo inclusivo, en el que los profesores tienen una relación horizontal, amable y personalizada con sus alumnos, que los lleva a intervenir cuando ven que hay algo que está perturbando la tranquilidad y el bienestar de cualquiera de sus alumnos.
Por eso cuando leo o escucho que se dan normas que esencialmente incitan a denunciar y sancionar a los buleadores sin que eso sea parte de un intento de construir una comunidad socialmente sana y libre de agresiones, no dejo de sentir que es una lavada de manos frente al problema que involucra al conjunto de los actores institucionales y la totalidad de los integrantes del salón de clases donde esto ocurre. En ese caso, tan importante como la contención del agresor y la protección del agredido es el rol que juegan los testigos.
Si son indiferentes, en los hechos avalan al agresor; pero si confrontan al buleador, no sólo lo obligan a revisar su actitud, sino que inducen a los demás compañeros a optar entre identificarse con el buleador y quien lo ha confrontado. Esa necesidad de elegir por parte de los testigos genera un panorama menos favorable para el agresor.
Las investigaciones evidencian que cuando los testigos asumen su responsabilidad, el bullying disminuye mucho más que cuando el profesor se limita a castigar al agresor y defender al agredido. De paso, facilita la inclusión de ambos en una convivencia menos estresante que favorece a todos.
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