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Revista Ideele N°304. Junio-Julio 2022El primer año de Pedro Castillo
Pedro Castillo no la tuvo fácil este año. Lo demolieron antes y después de ganar las elecciones, le desconocieron la victoria electoral, lo atacaron duramente ni bien comenzó su gobierno. Cuando ya estaba en problemas, él mismo se metió en más problemas con gabinetes inestables, ministros precarios y falta de tino en nombramientos clave. El presidente no confiaba en nadie, salvo en familiares y amigos cercanos. Y éstos, en vez de resolverle los problemas que ya tenía, le crearon más problemas aún. Las derechas sociales, políticas y mediáticas no necesitaron buscar mucho. Rápidamente encontraron indicios de corrupción en el entorno presidencial, que no atinaba a dar una respuesta política y técnica, mejorando en designaciones y capacidad de gestión. Entre los destapes de corrupción y la precariedad de gestión, la desaprobación seguía cayendo. Imposible para el gobierno dar una respuesta mediática sin tener contenidos ni medios.
En este año, Pedro Castillo aguantó dos votaciones de vacancia presidencial, quedando claro que en el congreso no hay los votos para la vacancia. Tal situación ha dado lugar a una verdadera “asamblea destituyente”, un debate público sobre la mejor vía para “salir de la crisis política”, del impasse, de este accidente político que es este gobierno. Cada político o politólogo tiene que proponer su propia vía de destitución presidencial: rebajar el número de votos para la vacancia, reforma constitucional con referéndum para adelantar las elecciones, acusación constitucional, inhabilitación permanente para detentar cargos públicos, etc. Una feria de propuestas. El debate público no es sí se va a destituir a Castillo, sino cómo se lo va a destituir y que viene después.
¿Por qué Castillo no ha sido destituido aún?
O en otras palabras, ¿por qué la derecha congresal no ha sido capaz de conseguir los votos que le faltan del centro y hasta de la izquierda? El tema es que los sectores más vacilantes en el congreso se mueven según vaivenes políticos e incentivos personales. Y esos sectores, sin una prueba contundente de corrupción que involucre personalmente a Castillo, no tienen ni argumentos ni incentivos para la vacancia.
Y a nivel social, mencionaríamos dos razones. Por un lado, Pedro Castillo ha demostrado que a pesar de la adversidad, en parte autoinfligida, tiene un núcleo duro socio-demográfico que aún lo apoya. Si uno mira el porcentaje de aprobación de Pedro Castillo en las encuestas, bajo y todo, es similar a la votación que logró en la primera vuelta de 2021. Evidencia sugerente. Este núcleo duro, parece estar más movilizado y ser más activo que el núcleo duro que lo desaprueba, concentrado alrededor de medios de comunicación limeños.
Pero otra razón, y acaso la más importante, es el rechazo que generan los detractores de Pedro Castillo. El racismo, el clasismo, la desaprobación del congreso echan para atrás al más bientencionado que no simpatiza con el presidente. A eso se suma la dispersión y las enemistades entre sus detractores, que los dibujan como gente que sólo va en pos de su ambición personal.
Parece que sigue habiendo un núcleo duro principalmente rural que sigue apoyando al presidente y por otro lado, las derechas no logran actuar conjuntamente ni parecen capaces de darle al país una mejor oferta política. No tienen alternativas. Su discurso se limita al pedido de sacar a Castillo. El autogol que se hacen es que la calle popular, antes que sacar al presidente, quisiera sacar a los y las congresistas. Después del masivo rechazo a Merino en noviembre de 2020 quedó claro que la calle un buen día puede despertar y ser un actor político que da resultados. Como para que los y las congresistas se lo piensen con mucha calma.
¿Por qué la derecha congresal no ha sido capaz de conseguir los votos que le faltan del centro y hasta de la izquierda? El tema es que los sectores más vacilantes en el congreso se mueven según vaivenes políticos e incentivos personales. Y esos sectores, sin una prueba contundente de corrupción que involucre personalmente a Castillo, no tienen ni argumentos ni incentivos para la vacancia. Y a nivel social, mencionaríamos dos razones. Por un lado, Pedro Castillo ha demostrado que a pesar de la adversidad, en parte autoinfligida, tiene un núcleo duro socio-demográfico que aún lo apoya. Si uno mira el porcentaje de aprobación de Pedro Castillo en las encuestas, bajo y todo, es similar a la votación que logró en la primera vuelta de 2021. Evidencia sugerente. Este núcleo duro, parece estar más movilizado y ser más activo que el núcleo duro que lo desaprueba, concentrado alrededor de medios de comunicación limeños.
La nueva destitución
Con la elección de la nueva mesa directiva del congreso, queda claro que habrá continuidad con la mesa anterior. Lady Camones sería una reedición de Maricarmen Alva. Seguiremos con un Gobierno sin Congreso, atado de manos, sin políticas. Pero sobre todo seguiremos con la agenda de destitución presidencial. Lady Camones ya se pronuncio alguna vez y muy duramente por la salida de Pedro Castillo. Señaliza un congreso de choque, con una derecha reunificada al fin y al cabo. La destitución de Pedro Castillo es una idea-fuerza que une a las derechas y hasta a los centros identitarios; incluso a sectores de izquierda, por razones diferentes, o no tan diferentes. No tendremos una nueva Constitución, mas sí una nueva destitución en camino.
¿A tiempo de rectificar?
Si vemos a los cuatro últimos Presidentes de Consejo de Ministros, no tienen mucho que ver el uno con la otra. No marcan un rumbo claro. Son muy disímiles, aunque con la excepción de Héctor Valer, se podría decir de lejos que tienen el común denominador de, al menos, alguito de izquierdismo personal. La orientación del gobierno de Castillo no tiene ni eso, ni siquiera en la retórica. No es un gobierno simbólicamente de izquierda. El izquierdismo está en la figura popular personal de Pedro Castillo, que ya no es suficiente, si alguna vez lo fue. Pero más allá de la orientación, hoy las denuncias de corrupción han sido tan fuertes, que incluso si el presidente rectificara en sus nuevos nombramientos, la derecha ya tiene para armarle un caso por corrupción que acabe en alguna figura destituyente. El ataque no es por izquierdismo, sino por corrupción. Demasiado tarde para rectificar y no dar excusas. A la derecha ya no le importa mucho quién suceda al ministro de transportes Juan Silva, pues con esa acusación ya se tiene suficiente para quiñar al presidente. Pero si hubiera que rectificar, tendría que ser en dos direcciones: limpiar al gobierno de corrupción y darle un rumbo social y popular. Lo mínimo, lo que siempre debió existir.
El prematuro escenario post – Castillo
Es muy riesgoso hacer afirmaciones sobre el futuro. En el mejor modelo de análisis siempre puede haber un imprevisto o error que lo haga patinar. Pero no es difícil ver que después de 28 de julio de 2022 habrá nuevos intentos destituyentes, con figuras más variadas, más o menos serios. La primera batalla anunciada de la táctica de algún sector de la derecha sería el intento de inhabilitación de la presidenta Dina Boluarte. Pero aquí vienen las discrepancias tácticas, pues alguna parte de la derecha simplemente quisiera destituir al presidente y que gobierne la vice-presidenta. Diferencias creativas. El mero intento de inhabilitación de Dina Boluarte levantaría las alertas y señalizaría el trasfondo derechista de la movida destituyente. Inhabilitar a Boluarte por firmar como Presidenta del Club Apurimac es como inhabilitarla por pasarse una luz roja. Es desproporcionado. ¿Eso es lo peor que tienen contra ella? El sentido de justicia del común no se vería servido por una inhabilitación de este tipo. Si Castillo lo hizo mal, ¿por qué sacar del camino a Boluarte sin darle la oportunidad? Muy difícil de explicar, salvo bajo una agenda tozudamente derechista y golpista. La otra vía es que las investigaciones anticorrupción sigan su curso y a ver si logran probar que el presidente tuvo algo que ver con las denuncias. Legalmente se podrá investigar, pero no acusar. Es decir, que la bola llegará a la puerta del arco, pero nunca se rematará al gol, que sólo lo puede hacer el congreso. Volvemos al tema de la falta de votos destituyentes. Complicado. No hay vías claras. En otros tiempos, la destitución se habría hecho por un golpe de estado, como el de 1962. Si el ganador de las elecciones no goza del apoyo del poder fáctico, se le da un golpe y se convoca a nuevas elecciones, cambiando las reglas para garantizar que el resultado indeseable no se repita. Hoy es igual, pero el golpe es blando: tiene que pasar por los vericuetos del sistema político.
Nadie puede garantizar que hay Castillo para rato, pero nadie tampoco puede dar por sentado el éxito de la movida destituyente. Mucha incertidumbre, mucha política mal llevada y pocas opciones constructivas. Con alta desaprobación y todo, tiene sentido pensar, si no en un victorioso relanzamiento del gobierno, al menos en que haya sensatez en las políticas públicas, que se ataje la posible crisis alimentaria, que la economía se reactive, que se recupere lo perdido en educación y salud. Temas de fondo que al fin y al cabo mejoran la condición humana del ciudadano de a pie. El resto siempre será secundario.
* Director Ejecutivo del Perú ante el BID. Descargo: Las opiniones vertidas en el presente articulo son de exclusiva responsabilidad personal del autor y no representan ni al Banco Interamericano de Desarrollo ni a ninguna instancia del Gobierno del Perú.
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