Nadie la vio

Escrito por Revista Ideele N°304. Junio-Julio 2022

Hay razones para decir que el año pasado llegamos al 28 de julio mejor de lo que pudiera haber sido. En ese momento, el hecho de que juramentara Pedro Castillo era en sí mismo un triunfo democrático a celebrar, por encima de deficiencias y peligros que él objetivamente encarnaba.  

Sin importar que le hubiera ganado a Keiko Fujimori, luego de unas elecciones regulares —por más de que tuvo que enfrentar una  de las campaña más sucias de nuestra historia— diversos grupos muy poderosos (políticos, económicos y mediáticos), se propusieron que llegáramos a 28 de julio sin presidente proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones, lo cual generaría una situación sin precedentes y de total incertidumbre

Con miras a dicho objetivo hicieron de todo. Denunciaron fraude sin prueba alguna, intentaron boicotear el desempeño  del JNE y de la ONPE, tocaron las puertas de los cuarteles, sacaron de la manga todo tipo de recursos legales,  la mayoría de medios se alinearon en esa dirección,  convocaron a la población a movilizarse e  hicieron un llamado a la comunidad internacional.  Todo lo habido y por haber, pero fracasaron.  

En cambio, este año, 2022, llegamos a 28 de julio peor de lo que creíamos , y eso que, después de la juramentación de Castillo el año pasado, sabíamos que, en cualquier caso, aún asumiendo los mejores escenarios, vendrían tiempos muy complejos y difíciles. Sin embargo, la realidad ha sido peor y sobre todo a partir de ¡sorpresas!.

A Castillo durante la campaña se le acusó de todo, a veces con razón, otras con ligereza. Era evidente sus muchas limitaciones personales para gobernar el país, así que no tenía un mínimo plan de gobierno y menos un equipo. Sin embargo, también se le acusó de comunista, senderista, chavista, expropiador de casas  y hasta de traficante de amapolas, lo cual fue quedando demostrado que era mucho más  ruido que verdad .

Pero nadie se preguntó si el nuevo presidente sería honesto, o entraría  a robar —él y su entorno— como tantas veces había  ocurrido en el Perú . Y eso que había llegado con Vladimir Cerrón, gobernador regional de Junín, que no había podido ser su vicepresidente, por tener, precisamente, una condena de cuatro años por  corrupción.  Pero no, los problemas de corrupción de Cerrón no fueron traslados a Castillo. Seguro porque la relación entre ellos era reciente y Perú Libre venia haciendo las veces de “vientre de alquiler” (en las anteriores elecciones municipales había presentado nada menos que a Belmont para la alcaldía de Lima).  Justamente por ello, uno de los mejores escenarios posibles era que el presidente rompiera con Cerrón, lo cual llegó a ocurrir, aunque luego la situación se revirtió.

La vida te da sorpresas. Actualmente, la principal y más grave acusación que hay contra Castillo es la liderar una organización criminal dedicada a actos de corrupción a partir de nombramientos indebidos y  licitaciones  irregulares, en la  que están involucrados gente muy cercana, incluidos parientes. Que arroje la primera piedra quien diga que la vio.

También nos puede haber distraído a todos de una posible corrupción de Castillo, el hecho de que haya llegado con un discurso a favor del cambio de la política, caracterizada por la corrupción, y como alguien “pobre pero honrado”.

La vida te da sorpresas. Actualmente, la principal y más grave acusación que hay contra Castillo es la liderar una organización criminal dedicada a actos de corrupción a partir de nombramientos indebidos y  licitaciones  irregulares, en la  que están involucrados gente muy cercana, incluidos parientes. Que arroje la primera piedra quien diga que la vio.

Y prueba de que hay inicios muy importantes para ello es que,  por primera vez en la historia del país,  dos fiscales de la Nación ( Pablo Sánchez y Liz Benavides), han considerado que, por el cumplimiento de su   deber de  combatir el delito, están obligados a investigar a Castillo, presidente en funciones, por más que hay un articulo en la Constitución que dispone que el presidente solo puede ser acusado por delitos como traición a la patria, impedir la reunión del Congreso, y otros, entre los que no están los vinculados a corrupción  (art 117).

Las limitaciones en su desempeño estaban cantadas, y había diversas manera para intentar subsanarlas (como cuando bajo presión desmontó el gabinete Bellido), pero llegar al primer año de gobierno con un presidente altamente sospechoso de haber cometido actos de corrupción apenas llegó al poder, como que no estaba en el libreto. El descubrimiento marcó un punto de inflexión, porque cualquier manera de ayudar al presidente frente a sus carencias o errores, o de salvarlo frente a sus enemigos, quiérase o no,  se convierte en un acto de complicidad.

El  Congreso también vino con su propia sorpresa. Era previsible que desde el primer momento intentara vacar a Castillo, pues muchos de sus integrantes nunca habían aceptado su triunfo  —la tercera derrota de Keiko— por muy diversas razones, incluidas las raciales. Pero lo que nadie pudo prever es que lo intentaran una y otra vez, hasta que les quedó claro que no tenían los 87 votos indispensables para dicha vacancia.

Pero más raro ha sido cómo el oficialismo ha conseguido impedir que dicha mayoría  se logre alcanzar. Indudablemente lo primero es el miedo que tienen los congresistas de perder su curul. Ello sería un peligro inminente, si el Gobierno hubiera levantado como estrategia de defensa la posibilidad de hacer dos cuestiones de confianza para disolver el Congreso, al estilo Vizcarra. Pero como los intentos de  vacancia se han paralizado, lo mismo ha ocurrido con la cuestión de confianza.

Ahora, el asunto ha ido más allá y aquí viene otra sorpresa de la vida: el oficialismo y buena parte de la oposición, pese al ambiente de polarización,  aprendieron rápidamente a hacer negocios juntos. Por ejemplo,  debilitar la lucha contra la corrupción y la reforma  universitaria, o adoptar medidas a favor del transporte informal o de posiciones antigénero e identidad sexual. Es por eso que se dice que estamos ante un Congreso totalmente mercantilista, dedicado a defender beneficios. Por encima de ciertas diferencias ideológicas u odios está la defensa de intereses comunes.

Qué mas expresivo de este juego en pared entre Gobierno y Congreso,  que actualmente se haga referencia de una manera muy natural al  “fujicerronismo”, dado que fujimoristas y cerronistas muchas veces votan de manera conjunta. “Los niños”, de Acción popular , apodados así porque obedecen  todo los que se les plantea desde el Gobierno en torno a beneficios irregulares, es también  expresivo de esta actuación conjunta entre partes supuestamente de ideologías  muy diferentes.

También lo  que ha ocurrido entre Castillo y Cerrón se salió de todas las hipótesis previstas. Primero, pareció cumplirse la apuesta de que Cerrón sería el que gobernaría;  luego que habría una ruptura y se impondría Castillo; esta última duró poco y rápidamente vino la reconciliación, encaminándose por un tiempo hacia  la primera.

Pero hace poco ocurrió lo que nadie había contemplado, es decir, que Cerrón botaría del partido a Castillo (literalmente lo renunció) y ahora apoya a quien le conviene, sea Fuerza Popular o el presidente.

Esta percepción del presidente y su gobierno, y la del Congreso, más las deterioradas condiciones del país (inflación, inseguridad, conflictos sociales, desempleo, corrupción, etc) han disparado un nivel de desaprobación generalizado frente a todos en muy poco tiempo. Llegamos al primer año de cambio de régimen con un presidente que tiene 74 % .de desaprobación y un Congreso que incluso lo  supera con el  79 %.  Es por eso  que  el 65 % está a favor del adelanto de elecciones generales (Ipsos).

Sin embargo, en torno a esto último, hay también una sorpresa: la pasividad de la calle. ¿Alguien imaginó que en un año estaríamos así y que la gente no reaccionaría, como lo ha hecho en otros  momentos? Se dice que es porque la mayoría cree que vendrá más de lo mismo o algo peor, ya que las nuevas elecciones se harían con los mismos partidos, políticos  y reglas, pero aún así, es raro tanto control y resignación.

Sobre el autor o autora

Ernesto de la Jara
Abogado. Fundador y exdirector del Instituto de Defensa Legal y de la Revista Ideele. Actualmente se desenvuelve como abogado independiente, profesor en la PUCP y especialista en temas sobre el sistema de justicia.

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