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Revista Ideele N°304. Junio – JUlio 2022. Imagen: “La garza”, trabajo del artista asháninka Wilberto Casanto.Será en tus sueños. En tus sueños pasará. Cumplirás por fin catorce. La nueva vida de adulta será bonita, tranquila, ritmada por las tareas cotidianas y por los cambios de estación. Acompañada por otras mujeres tejerás canastas, pelarás las yucas, prepararás el masato. Juntas recorrerán largas distancias por el monte en busca de frutos y plantas para curar el cuerpo y el alma.
Conocerás a tu hombre. Tu barriga comenzará a crecer lentamente. Seguirás con tu rutina. Irás, como siempre, a buscar agua, chancarás la yuca cocida, asarás el sajino. Trabajarás la chacra, coserás y teñirás la cushma, tejerás coronas. Durante la pesca buscarás leña para preparar la comida, sacarás agua para cocinar antes de echar el barbasco al río. Luego de la pesca prepararás y repartirás, entre todos, el pescado sabroso, cocido al fuego.
Nacerá tu bebé. Cuerpecito rojo, como un camarón, por eso su nombre será Kitochempi. Buscarás en el monte las plantas para fortalecer el cuerpo y espíritu de tu bebé, para que no sea llorón ni majadero. Así pasarán, una y otra vez, la lluvia y la estación seca. Mes tras mes, tu niño -tu alegría- crecerá trepando los árboles, ágil y gracioso como un koshiri. Un día despertarás y tu niño tendrá ya cinco años y el derecho a su segundo nombre: Pijiri, por su amor por los murciélagos.
***
Ocurrirá realmente. Eso realmente pasará. Llegarán ese mediodía –pesado y ahogado en premoniciones. Al mediodía será. Tendrás consciencia de ese momento; habrá muchos augurios, tan extraños que nadie logrará arrancarle a la naturaleza el verdadero significado de esos designios. Será un mediodía cobarde, tan cobarde como los senderistas, los kityonkari. Ellos aprovecharán la ausencia de los hombres, allá en el monte, cazando. A machetazo será, mujeres embarazadas, ancianos y niños recién nacidos morirán. Quemarán las viviendas y la escuela. Y a sus víctimas. Tu hombre incluido. Crearán un campo de terror extremo. Solo trabajo, solo dolor. Labor forzada, horarios sin final. Los adultos trabajarán, muertos de miedo, en las chacras y los niños recibirán «instrucción». Les arrancarán a punta de esclavitud el ser mismo. No serán más ashaninka, persona. Las fuerzas de las deidades de la naturaleza no podrán ayudarlos.
Todo se llenará de sangre. Un sólo terror ante los castigos, solo espanto, solo hambruna permanente. Las personas débiles serán ultimadas, o lo que es peor, abandonadas a su suerte en el monte. Los kityonkari se embriagarán con masato y violarán a las niñas delante de toda la comunidad. Encontrarán el cuerpo de una de ellas en el río. Suicidio será. Para volar a una nueva vida, sin esclavitud y sin vergüenza. Los kityonkari obligarán a tu hermana y a su hombre a matar con un hacha a su recién nacido, a despedazarlo y a comerlo luego de haberlo cocinado. Los muertos no serán enterrados según las costumbres, sino abandonados a flor de tierra, o arrojados al río. Tendrás mucho miedo, ese terror te comerá las entrañas.
Los kityonkari reunirán a los niños en grupos. Tratarás de esconder al tuyo, pero un día se lo llevarán a la fuerza. Siete añitos. A la fuerza será. Obligarán su pequeño cuerpecito. Machete en mano tendrá que abrir trochas, cortar troncos de árboles y preparar trampas para la caza de sajinos, capturar maquisapas que servirán de alimento, lavar la ropa, recolectar yucas y frutos bajo la mirada de los senderistas. Durante largas jornadas. Sin agua. Sin comida. Morirán muchos niños. Los verás debilitarse y perecer por mala alimentación, por enfermedades o como castigo. Cada día tendrás miedo por Pijiri. Pero él, fuerte, ágil, sabrá cómo hacer. Te preocupará entonces su carácter libre y respondón. Un atardecer rojo, verás retornar al grupo de niños a la comunidad; a Pijiri no. ¿Dónde está? ¿Dónde está mi pequeño? Gritarás. Te gritarán. Te empujarán, te golpearán por protestar. Al día siguiente, al amanecer, recorrerás buscando a lo largo del rio. Solo tú y tus manos y tu corazón gritando el miedo de vivir. Encontrarás su cuerpecito. Degollado. Su cuello tierno y fino, cortado como el tallo de una orquídea. En medio del monte. Sin espíritu.
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Esto pasará en tus pesadillas. Se irán los kityonkari, pero allí no acabará. Vendrán otras personas a preguntar qué pasó, los nombres de quién vivió, quién murió, cuántos eran. ¿Cómo se llamaba tu niño? Nunca lo dirás. No te lo arrancarán. Si pronuncias su nombre, su alma inocente nunca descansará. Solo quedará entonces el vacío absoluto de tus entrañas; correrás al río, lo mirarás a través de tus lágrimas, y te hundirás en el rumor húmedo del inicio del fin.
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