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Revista Ideele N°304. Junio-Julio 2022El 19 de abril la jefa de Inmunizaciones del Ministerio de Salud, María Elena Martínez, anunció que para la quincena de julio se tenía proyectado que se habría aplicado las tres dosis de la vacunas contra la COVID-19 al 80% de la población objetivo.[1] Sin embargo, el 15 de julio, según las propias estadísticas del Programa de Inmunizaciones disponibles en el REUNIS la realidad fue otra muy distinta, la cobertura de terceras dosis a nivel nacional seguía estancada entre el 60% y el 65%. Peor aún, la cobertura con la segunda dosis de refuerzo o cuarta dosis de la población objetivo, es decir los adultos de 40 años o más, que incluían a la población con el mayor riesgo de hospitalización y muerte por COVID-19, no superaba ni el 20%. En conclusión, el Perú falló peligrosamente en su campaña de vacunación con dosis de refuerzo, tanto de la primera y segunda dosis de refuerzo, mejor conocidas como tercera y cuarta dosis. De hecho, tomando en consideración la totalidad de la población Peruana, esto quería decir que el Perú viene enfrentando la cuarta ola con más de 13 millones de Peruanos con dosis incompletas o ninguna dosis, lo cual los expone innecesariamente a sufrir enfermedad severa o incluso morir por la COVID-19.
Hoy en día la cuarta ola arrecia en todo el Perú y los casos confirmados a nivel nacional ya superaron los contabilizados en los picos de la primera y segunda ola, a pesar del importante subregistro que venimos acumulando en la actualidad. Y es que cada vez son menos los casos sintomáticos que se confirman y entran en los conteos oficiales del Ministerio de Salud. Este subregistro de casos confirmados se debe a diferentes factores, incluyendo el agotamiento pandémico, la creciente accesibilidad a pruebas de antígeno de auto aplicación, pero principalmente a que gracias a las vacunas, la gran mayoría de los casos sintomáticos son leves. Con los reportes de casos confirmados perdiendo valor como trazadores epidemiológicos, para monitorizar la situación actual de pandemia en el Perú, es altamente recomendable hacerle seguimiento a otros indicadores epidemiológicos menos sesgados. Uno de estos es la positividad por prueba molecular, la misma que siendo la prueba diagnóstica más confiable para confirmar casos de COVID-19, nos permite tener una mejor idea de la intensidad de transmisión. En la la última semana epidemiológica, la semana epidemiológica 27-2022, a nivel nacional se registró una positividad por prueba molecular del 37.9%, valor muy cercano al 39.4% registrado en el pico de la tercera ola. Esto significa que a nivel nacional ya entramos en el peor momento de la cuarta ola y de que en las próximas semanas los contagios se incrementarían no solo porque enfrentamos a BA.5, que es a la fecha el sublinaje de Ómicron más contagioso conocido por la humanidad, el mismo que se convertiría en el SARS-CoV-2 predominante en el Perú, sino también a la gran movilización de personas que desplazarían llevando el virus consigo a todos los rincones del Perú para celebrar las fiestas patrias. Adicionalmente, esto confirma las proyecciones del Instituto de Evaluaciones y Métricas en Salud de los Estados Unidos (IHME) que estimaban que la cuarta ola en el Perú sería muy superior a la primera y segunda ola en casos confirmados pero que comparados con la tercera sería una ola con menos hospitalizados y fallecidos.
Quizás lo más contradictorio y preocupante en este cuarta ola es que, habiendo tenido suficiente tiempo para prepararnos, aprobar un plan, cerrar las brechas de dosis de refuerzo, actualizar los protocolos y comunicar asertivamente a la población los riesgos del COVID-19 prolongado; el MINSA optó por negar injustificadamente el inicio de la cuarta ola. De hecho, no fue hasta el 26 de junio, que el ministro de salud, Jorge López, confirmara oficialmente su inicio. Este comunicado se dio con más de dos meses de retraso, toda vez que para entonces ya se tenía documentando un incremento de casos de COVID-19 por más de nueve semanas. Peor aún, este comunicado salió 48 horas después de que el vocero del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC), César Munayco, negara el inicio de la cuarta ola y proyectara que esta iniciaría recién en diciembre del 2022.[2]
Por más increíble que parezca el Perú aún no cuenta con un plan para enfrentar la cuarta ola, lo cual tiene un impacto muy negativo en la preparación del sistema para enfrentarla. De hecho, uno de los principales efectos de la falta de una plan es que no se cuenta con el presupuesto para el pago de los CAS COVID-19, con lo que miles de profesionales de la salud vienen siendo impagos o, peor, despedidos sin ninguna consideración o explicación alguna. Esto produce un descontento creciente y amenaza con mermar la capacidad del sistema de salud para enfrentar la cuarta ola con personal suficiente. Por otro lado, la carencia de un plan también explica por qué el MINSA insiste en recomendar medidas que ya no tienen mayor sustento científico como el uso de mascarillas en menores de cinco años o el lavado de manos. Esto último a pesar de que la ciencia y la propia Organización Mundial de la Salud son explícitos al explicar que el SARS-CoV-2, el virus causante de la COVID-19, se transmite por aerosoles y no por contacto directo. Basta recordar que hasta el primer ministro, Aníbal Torres, prácticamente tuvo que enmendarle la plana al ministro de salud desautorizándolo públicamente en su intención de restituir la obligatoriedad del uso de mascarillas en espacios abiertos, otra medida que ya no tiene base científica para ser recomendada.[3]
El MINSA desde que el efímero Condori fuera nombrado ministro de salud ha entrado en una crisis que no tiene cuando acabar. Con cada desatino de sus autoridades se continúa sacrificando más y más dos de los principales activos del Ministerio de Salud como son su credibilidad y la rectoría para cuidar la salud pública, activos que tanto esfuerzo les costaron a las gestiones anteriores a Condori y López, cultivar y sostener. Esto tiene implicancias muy peligrosas: los científicos ya han demostrado que la pérdida de la credibilidad de las autoridades de salud tiene un impacto muy negativo en la salud pública incluso incrementando el riesgo de muerte en la población.
En conclusión, urge un cambio de autoridades y estrategias en el Ministerio de Salud. Y estos cambios son ahora más urgentes que nunca, ya que la olas pandémicas solo amenazan con continuar y exponer aún más las debilidades de un sistema de salud segmentado, fragmentado y cada vez más débil e ineficaz como el nuestro. Los peruanos merecemos autoridades que nos permitan mirar el futuro con optimismo y la tranquilidad de que podemos superar esta cuarta ola como lo hicimos en la tercera ola, cuando precisamente por cumplir las metas de vacunación y contar una estrategia basada en evidencias se pudo mitigar el impacto de una ola cinco veces más grande que anterior y prevenir tantísimas muertes. De hecho, en esta cuarta ola ningún peruano o peruana debería fallecer por la COVID-19, toda vez que se cuentan con vacunas que previenen la muerte, terapias que salvan vidas y suficiente recurso humano capacitado para tratar con dignidad a los enfermos! En esta cuarta ola, cada fallecido sólo es un recordatorio doloroso de que como país no solo estamos perdiendo la batalla contra la COVID-19 sino que la mediocridad de nuestras autoridades también mata.
[1] https://andina.pe/agencia/noticia-covid19-80-de-poblacion-estaria-vacunada-las-tres-dosis-julio-proximo-889485.aspx
[2] https://rpp.pe/peru/actualidad/cesar-munayco-senala-que-a-pesar-de-aumento-de-casos-de-covid-19-no-hay-una-cuarta-ola-noticia-1413710
[3] https://rpp.pe/politica/gobierno/anibal-torres-se-mostro-en-contra-de-usar-nuevamente-mascarilla-en-espacios-abiertos-noticia-1416325
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