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Revista Ideele N°304. Junio – Julio 2022Ahora que la suerte del activista y periodista Julian Assange parece echada y que su extradición a Estados Unidos y condena son solo cuestión de tiempo, muchas redacciones de medios independientes han recordado el caso de Gary Webb como un ejemplo de periodismo versus poder.
El 10 de diciembre de 2004, los trabajadores de una agencia de mudanzas hallaron el cuerpo sin vida del periodista estadounidense Gary Webb en su casa en el condado de Sacramento, California. Gary Webb, de 49 años, presentaba heridas de armas en el rostro. Un informe inicial describió un impacto hecho por escopeta, pero otro posterior determinó que las heridas correspondían a un arma de calibre 38, y eran dos.
Cuando las investigaciones determinaron suicidio, el público inmediatamente se preguntó cómo y por qué alguien se mataría disparándose en el rostro (y no en el paladar o parietal) y dos veces seguidas. De haber sido un suicidio, implicaría que, tras un primer disparo en la cara, el periodista tuvo la fuerza para reacomodarse e infligirse el segundo tiro mortal. El forense a cargo, Robert Lyons, dijo que podía parecer inusual, pero que no era imposible. Nuevas pesquisas sugirieron una sola herida, y otras insistieron en dos. Suicidio o asesinato, Gary Webb, el multipremiado periodista ganador de un Pulitzer (1990), estaba muerto.
La noticia cayó como un balde de agua fría para quienes seguían su disputa con la CIA (Central Intelligence Agency) y con los principales diarios de Estados Unidos, como The Washington Post, The New York Times y Los Angeles Times, quienes habían emprendido una campaña sin precedentes para desprestigiar sus investigaciones sobre el rol de Estados Unidos en la guerra entre la “Contra” (contrarrevolucionarios) y los sandinistas en Nicaragua, y la implicancia que tuvo ello en el boom del crack barato en los barrios pobres de EE.UU..
La serie de tres reportajes que Gary Webb tituló “Dark Alliance” (Alianza Oscura) fue publicada en el San Jose Mercury News (un diario de San Francisco) en 1996, y en una página web en los albores de la Internet, lo que fue un impulso sorprendente para que la investigación de un medio regional llegara a toda la nación estadounidense.
Las revelaciones de Gary Webb, que estuvo entrevistando a narcotraficantes en Nicaragua, colaboradores de la DEA, recopilando declaraciones de exagentes de inteligencia y rescatando informes policiales de EE.UU., apuntaban alto. Sus investigaciones aseguraban que el incremento del narcotráfico en el Área de la Bahía de San Francisco (y por lo tanto el consumo de cocaína y crack en los barrios negros pobres) se debía a que las ganancias de este negocio estaban destinadas a financiar al ejército de los Contras en los años 80. Todo gracias a las gestiones de la CIA que era la encargada de la operatividad y abastecimiento de la guerrilla que debía hacer frente a los sandinistas que habían derrocado al dictador Anastasio Somoza. El gobierno de Estados Unidos aseguraba que los revolucionarios sandinistas en el poder “podían llegar a ser los nuevos aliados de la Unión Soviética en Centro América”.
Según Webb, los narcotraficantes nicaragüenses Danilo Blandón y Norwin Meneses eran los encargados de trasladar la droga desde Nicaragua hasta los puertos de Estados Unidos, y vendérsela al conocido mafioso “Freeway” Ricky Ross en Los Angeles. Ross se hizo el amo y señor del negocio del crack que terminó en manos de las pandillas afroamericanas. Según los reportajes de Gary Webb se podía deducir que hubo un festín de droga barata y de alta pureza ya que estaba prácticamente subvencionada por el Tío Sam.
Estas acusaciones tenían su génesis en el “Informe Kerry” de 1989. El entonces senador por Massachusetts John Kerry presentó sus conclusiones tras una investigación encargada por el Comité de Relaciones del Senado. Si bien Kerry no admitió que su país traficara directamente con drogas para financiar a la Contra, hizo revelaciones contundentes como que varias personas que dieron apoyo a la Contra estaban relacionadas con el tráfico de drogas, y que los miembros de la Contra sabían perfectamente que a través de su organización se distribuía cocaína. También concluyó que las agencias de Estados Unidos estaban al tanto de todo, pero se hicieron de la vista gorda.
El informe de Kerry, que la prensa invisibilizó en su momento, es de 1989; la investigación de Gary Webb, que intentó llenar los puntos vacíos, es de 1996. Sin embargo, los principales medios de prensa iniciaron una cruzada para desacreditar el trabajo de Webb. Los grandes diarios, en lugar de investigar las pistas sueltas, llegaron a contratar a periodistas de forma exclusiva (equipos de hasta 17 personas) para dar con los vacíos y debilidades de la “Alianza oscura”, y por supuesto que los hallaron. Era imposible que la investigación de un solo periodista de un diario regional pudiese abarcar un tema tan grande y complejo, y sobre todo probar algo que podría ser verdad pero que nunca iba a dejar rastros como la responsabilidad total del fenómeno del crack en Estados Unidos. Los grandes medios concluyeron que Webb forzó las hipótesis hasta el límite e hizo algunas generalizaciones que se sostenían solo en especulaciones de terceros.
Gary Webb tuvo varios defensores entre políticos, activistas y periodistas que aseguraron que estaba en la ruta correcta y que con el apoyo suficiente hubiese llegado más lejos, pero ante la opinión pública su imagen quedó muy golpeada. Sus editores le quitaron la confianza y lo trasladaron a un diario pequeño en otra ciudad, lo que motivó finalmente su renuncia en 1997. En 1998, Gary publicó su serie de reportajes en el libro “Alianza oscura: la CIA, los Contras y la explosión del crack de cocaína”. El libro vendió bien, fue finalista de premios y recibió distinciones.
Ese mismo año, un informe del Inspector General de la CIA reveló que la agencia había encubierto que trabajó con presuntos narcotraficantes mientras daba asistencia a los Contras. Para muchos fue una reivindicación del trabajo de Webb, pero para los grandes medios seguía sin existir una vinculación directa con las teorías de la “Alianza oscura”.
En un video documental, Gary Webb se dirige a la cámara y asegura que: “los reportajes de investigación están siendo eliminados intencionalmente porque despeinan al poder. Ocurre que el buen periodismo provoca demandas y mete en problemas a los periódicos. He sido periodista de investigación durante 25 años. (…) La idea general de que la CIA traficaba con drogas era algo que la prensa convencional de Estados Unidos nunca había escrito antes. (…) La reacción del gobierno no fue una reacción como tal, fue una estrategia muy cuidadosa, porque nadie les iba a creer ante las pruebas abrumadoras. Entonces lo que sucedió fue que dejaron que la llamada clase liberal hablara por ellos. (…) Se convirtió en una especie de guerra mediática entre el Mercury News y el resto de medios de comunicación establecidos”.
Gary Webb tuvo episodios de depresión por no poder volver a trabajar en un medio grande que lo respaldara. Tuvo que vender su casa porque no pudo pagar la hipoteca. Algunos allegados aseguran que en conversaciones con un antiguo investigado afirmó haber recibido amenazas de muerte y ser vigilado por agentes del gobierno. Se supone que Webb preparaba un nuevo libro sobre la CIA y las drogas y pensaba mudarse de domicilio cuando fue hallado con dos disparos en el rostro. Sus colegas cercanos lo describían como un periodista objetivo, riguroso y de impecable ética.
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