Genocidio con cuentagotas en la frontera mexicana: Entrevista con Marcela Arteaga sobre su documental El guardián de la memoria

Escrito por Revista Ideele N°286. Julio 2019

Pese a las promesas pre electorales del Presidente Andrés Manuel López Obrador, los hechos confirman que en México la violencia no amaina. Este año, tan sólo entre enero y junio, las autoridades reportaron una cifra récord de 17,065 asesinatos. Es un drama tremendo que la cineasta mexicana Marcela Arteaga intenta encapsular en El guardián de la memoria a través de las complicadas historias de migrantes forzados a escapar y buscar asilo en Estados Unidos. Revista Ideele tuvo oportunidad de entrevistar a Arteaga durante la última edición de Hot Docs, el prestigioso festival de cine documental de Toronto, justo tres meses antes de la masacre perpetrada primordialmente contra latinos el 3 de agosto pasado en El Paso, Texas.

¿Cómo nació este proyecto y cómo es que se enlaza esa historia entre el Holocausto y lo que está sucediendo en México actualmente?

Yo estaba muy indignada por lo que estaba sucediendo en Méxicoyjusto en ese momento conocí a Carlos Spector, el abogado que aparece en la película. Él es quien nota esta similitud entre lo que pasó en el Holocausto y lo que estaba sucediendo en México. Y, además, desde que lo conocí, él siempre insistía en que en México estaba ocurriendo un genocidio. Para mí, genocidio me sonaba a algo que había sucedido en otros lugares del mundo pero no en México. Ahora, hay un argentino que dice que lo que está sucediendo en América Latina es un genocidio por goteo. Y cuando escuché eso, me dije: “Claro, porque esto es de a poquito, entonces por eso parece que no fuera, ¿no?” Tengo la sensación de que las dictaduras aprendieron y ahora ya no lo hacen tan abiertamente. Lo hacen de a poquito.

¿Qué es lo que pretende contar tu película?

La película cuenta las historias, tal como las íbamos conociendo a través de las noticias, de personas que vivieron cosas terribles en este ambiente de violencia y luego se fueron a Estados Unidos, huyendo de México. En Estados Unidos casi todos llegaban a ser clientes de Carlos en El Paso. No me gusta decir clientes, porque él no cobra, trabaja pro bono. La única condición que les ponía para tomar sus casos era que tenían que ayudar en sus casos y en los de todos los demás. ¿Cómo? Denunciando lo que les pasó y hablando. Yo entrevisté a estas personas y seguí varios casos. En el primero, de gente normal que estaba tratando de hacer su vida normal, hasta que se vio afectada por algo que parecía que había sido al azar. En el siguiente ya estaba la Policía involucrada. Y en los siguientes el Ejército estaba involucrado. Se van contando todas estas historias y Carlos, a lo largo de la película, va explicando cuál es la situación en términos legales, pero no de ellos, sino de lo que se da cuenta que está sucediendo en México y luego en Estados Unidos. Él está convencido de que hay una complicidad de los dos Estados en esta violencia, en este genocidio que está ocurriendo en México. Y hace la comparación con el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Él dice que se le prendió el foco una vez que fue al Museo del Holocausto en El Paso a enseñárselo a unas niñas que estaba defendiendo, porque ellas no tenían idea de lo que había pasado. Allí en el museo encontró los nombres de unos amigos de su papá. Él no tenía ni idea de que habían pasado por los campos de concentración. Cuando vio las listas organizadas y encontró los nombres de los amigos de su papá, ahí como que se dijo: “No, esto es muy similar. Es como que la vida cotidiana empieza a hacer las analogías entre unas cosas y otras y llega a unas cosas muy interesantes.” Se empezó a dar cuenta de que muchísimas de las personas que iban a verlo eran de un solo pueblo, que además resultaba ser el pueblo de su mamá, un pueblo que él conocía. Entonces hace este recuento de cómo empezó la violencia y cómo, para él, lo que existe en México no es crimen organizado sino crimen autorizado. Después de eso, él hace esta analogía con el Holocausto, porque, como dice, cuando salvas a una persona de un pueblo estás salvando al pueblo entero y al final a la humanidad.

¿Cuánto tiempo te tomó hacer tu documental?

Bueno, desde que empecé la primera vez, cuando conocí a Carlos, y empecé a hacer toda la investigación: desde el 2014, o sea casi 5 años.

¿Cuáles fueron los principales desafíos que encontraste en el camino?

En términos de la película fue difícil encontrar el balance entre las historias que se estaban contando, que son tremendas, y lo que Carlos tenía que decir. Encontrar cómo hacer para que Carlos no compitiera con los testimonios fue complicado, y, también cómo hacer para que ellos no fueran solamente un ejemplo de lo que Carlos estaba diciendo sino que de verdad fuera la historia de ellos y acompañada por todo lo que Carlos los ha acompañado. Eso fue como complicado a la hora de editar la película, pero creo que se logró bastante bien. Está como bien mezclado y bien balanceado y ellos no compiten con el testimonio de Carlos, ni tampoco él aplasta el de ellos. O sea, encontrar ese balance fue complicado.

¿Cuánto tiempo te tomó editar el documental?

Como un año. Es que es difícil. Yo creo que la edición es lo más complicado en un documental, porque en la ficción tú escribes el guión y luego lo filmas y yo creo que en el documental filmas y luego escribes el guión con lo que tienes filmado.

¿A cuántas familias filmaste?

Yo filmé muchísimas, pero las que salen en la película son seis.

Parece que ninguno de los personajes llega a ser aceptado

Ninguno de ellos está todavía aceptado, pero hay tres que están deportados. Dos de ellos han sido deportados pese a que sus casos siguen. Porque las autoridades pueden deportar a las personas y el caso puede seguir – es como independiente. Obviamente, si los mandan de regreso a México, tienen que andar escondidos y están temerosos. Claro que si los mandan de regreso y no pasa nada, las autoridades van a decir: “Bueno, ya vieron, están en México y no les ha pasado nada, pues les negamos el asilo.” O sea es un plan con maña.

¿Hay algo positivo que haya sucedido en este proceso dentro de todo este horror?

Mira, creo que yo sí encuentro una luz en el camino, porque yo lo que vi con estas personas es que no se han dado por vencidas. No están derrotadas. Sus familias están rotas, su vida se destruyó, ya no tienen ilusiones, pero tienen una esperanza de que de alguna manera esto cambie. Ellos tienen la idea de que ellos, por lo menos, ya no van a poder volver a un México como el que era antes, pero sí tienen la esperanza de que contando todas estas historias y conservando esta memoria, no se vuelva a repetir y esto no siga pasando, y que si se escuchan sus voces, pues eso va a parar o cambiar de alguna manera. Eso es lo que yo veo. Cuando yo estaba filmando yo me decía: “A mí no me ha pasado pero ni la milésima parte de lo que ellos me están contando y ellos están más animados que yo. ¡No puede ser! Ellos todavía sí tienen la esperanza de que contando la historia algo puede cambiar.” Y también algo más que me gusta mucho es cuando uno de los personajes cuestiona que Carlos sea el guardián de la memoria y dice: “No, el guardián de la memoria son ustedes. Yo te cuento eso a ti para que tú guardes estas memorias y se las cuentes a los demás para que algo cambie. Que esto se sepa.” Ahora puedes decir que no quieres hacer nada, pero no puedes decir que no lo sabías. Y la otra cosa que me parece positiva, es lo que dice Carlos, que por lo menos los hijos de esas personas tengan el ejemplo de que sus papás lucharon por cambiar esto.

¿Te sientes en peligro por lo que has contado?

La verdad es que prefiero ni pensarlo. Si te pones a pensar mucho, no haces nada. Espero que no. Estando en Ciudad Juárez escuchas las historias y no paran, como si viviéramos en guerra. Los jóvenes dicen: “No nos podemos dejar vencer por el miedo.” Sí, me da miedo salir, pero no voy a dejar de hacer mi vida por el miedo, porque eso es además lo que quieren. Hoy salir a la calle es en sí un acto de resistencia. Me parece que eso es lo que yo tengo que hacer. En mi película anterior, Recuerdos, yo entrevisté a un sobreviviente de Auschwitz, un polaco. Y él me contó que su familia vivía en un pueblito y que el ejército alemán llegó y los conocían. Y les dijeron: “Venimos a avisarles que atrás de nosotros viene la SS, que mejor se vayan. Nosotros lo que les ofrecemos es subirlos en este tren y llevarlos a un lugar en Rusia. Nosotros los podemos llevar. Decidan qué quieren hacer.” Entonces, se juntaron todos los rabinos y dijeron: “Nos vamos a quedar aquí, porque estamos en guerra – seguro que van a matar a algunos, pero ¿qué nos pueden hacer? Pues tendremos hambre en la guerra, pero no nos van a exterminar, no nos van a eliminar.” Y entonces decidieron quedarse, y padecieron las enormes consecuencias. Y él dice: “Ninguno de nosotros se imaginó que eso es lo que estaban planeando hacer.” Bueno, cuando yo escuché las historias en México, es igualito. Yo les preguntaba: “¿Por qué no se iban si ya habían desaparecido al vecino, a otro ya lo habían torturado y regresado, ya habían presenciado la balacera en frente, ya habían matado al presidente municipal?” Y ellos me decían: “Es que qué nos puede pasar si no estamos metidos en nada malo. No nos pueden venir a hacer nada. Nada más es seguir nuestro caminito bien, no meternos con nadie, pero ¿qué nos puede pasar?” Igualito. Entonces, allí yo misma, sin necesitar a Carlos, me hacía eco de eso que yo había escuchado de los otros. Idéntico: “¿Qué nos puede pasar?” Si no tienes esperanza, te tienes que ir corriendo en ese momento. Entonces, hay una extraña mezcla de que te acostumbras, lo normalizas, pero también por otro lado tienes esperanza, porque sino agarras tus cosas y te vas. Nadie va a poner en riesgo su vida y la vida de sus hijos si estás súper consciente del peligro y de lo que va a pasar.

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