Los libros de no ficción para niños o la imposibilidad del “había una vez”

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Revista Ideele N°288. Octubre 2019

Blanca VarelaMartín ChambiHabía una vez una peruana… son libros que llamaron poderosamente mi atención en esta última edición de la Feria Internacional del Libro de Lima. Me acerqué a estos con cautela y, a la vez, reconociendo la apuesta de nuestra incipiente industria editorial por la no ficción para niños, una de las formas más vanguardistas de la literatura infantil.

Los libros informativos para niños tienen sus antecedentes en aquellas voluminosas enciclopedias que nos acompañaron en la travesía de conocer y entender nuestro entorno y el mundo. Un ejemplo de estas es Escuela Nueva de editorial Bruño que, como las demás propuestas en esa misma línea, fueron hechas con un objetivo eminentemente pedagógico, con un enfoque teórico y generalista que, según Ana Lartitegui,  es un legado de la corriente racionalista de los siglos XVII- XVIII, revivificada después por medio del positivismo y del cientificismo de los siglos XIX y XX[1]Acorde con ello, la concepción del receptor es la del niño como un adulto en miniatura.

Actualmente, el libro informativo o documental no se ciñe a la propuesta enciclopedista. A partir de 1994 se adoptó en la Feria de Bologna (Italia) la nomenclatura no ficción para referirse a  este nuevo estilo de divulgación que ahora ha adquirido el estatus de género dentro de la literatura infantil. Entonces, surge la pregunta: ¿por qué, siendo no ficción, se le considera literatura? Porque importa tanto lo que se dice y cómo se dice. Es decir, hay una retorización  que echa mano de una narración, un tono, recursos de ficción, juegos con el lenguaje, entre otros. Su formato es muy cercano al libro álbum, por tanto, hay una acentuación en la imagen y la ilustración, así como en los juegos narrativos (relación entre imagen y texto). Por otro lado, los libros de no ficción se han convertido en un fértil campo para la experimentación e interacción con el lector, apuntan al placer de la experiencia del autoaprendizaje y la enseñanza no reglada cuyo lugar preferido está fuera del aula de clases, pero que, a la vez, le exigen al lector una alta competencia estético literaria para comprender la puesta en discurso.

De acuerdo a esto, cabe preguntarse sobre las características que presentan los libros que mencionamos al inicio de este texto. Veamos Blanca Varela de la colección Peruanos Power publicado en 2019 por Pichoncito Ediciones y Había una vez una peruana, 2da edición, publicado en 2018 por Xilófono, sello editorial de Librerías Crisol. Ambas propuestas presentan la vida de hombres y mujeres que han marcado la historia de nuestro país. 

En el libro Blanca Varela destaca el esmerado cuidado en los elementos paratextuales: una portada atractiva, un formato accesible para ser manipulado por los niños, tipografías pictóricas, ilustraciones que incluso toman la doble página, una paleta de colores suaves… entre otros rasgos, que lo tornan atractivo visualmente. Sin embargo, dicho atractivo tropieza cuando examinamos la narrativa textual que pretende ser un cuento que dialoga con la tradición a través del había una vez, fórmula cristalizada por la tradición oral que nos instala en el territorio de lo extraordinario y de la infancia. Dicha fórmula, en este relato, se convierte en un timo porque, al contrario de los cuentos maravillosos y de hadas, nos encontramos con una Blanca Varela límpida y pulcra cuya vida solo ha constado de momentos gratos, plagada de éxitos y coronada por un éxito que, aparentemente, no ha representado esfuerzo alguno y cuya máxima tensión es el enfrentarse a la hoja en blanco. El narrador de esta historia se ha encargado de extirpar todo aquello que represente dolor, inconformidad o cuestionamientos. Asimismo, se evidencia el escaso cuidado en el manejo del lenguaje, pues cuando refiere que dicha autora escribía libros de poesía llenos de poemas podríamos pensar, en el mejor de los casos, que hay una relación intertextual con El Arco y la Lira de Octavio Paz en la parte donde discute la  diferencia entre poema y poesía, pero no, esto obedece a la infundada desconfianza hacia el niño y su competencia literaria.

Entonces, surge la pregunta: ¿por qué, siendo no ficción, se le considera literatura? Porque importa tanto lo que se dice y cómo se dice.

Por otro lado, si bien es cierto que hay un énfasis en la ilustración, se incurre en el abuso de las tipografías pictóricas cuyo nacimiento, con los poetas visuales llamados letristas, tenían por objetivo enfatizar visualmente el contenido semántico de las palabras. Sin embargo, en este relato caen en la redundancia porque duplican lo ya dicho en el texto, incidiendo, de esta manera, en una suerte de ruido visual. En esa misma vía, la construcción del personaje en la ilustración nos remite a una infantilización que raya con lo inverosímil y lo grotesco. De esta forma, toda la trascendencia de Blanca Varela y su poesía son mitigadas por un preciosismo insulso que se regodea en el más puro conservadurismo del mito de la inocencia de la infancia.

Había una vez una peruana es un libro que con toda claridad imita al libro Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes de Elena Favilli y Francesca Cavallo, fórmula infalible si hablamos en términos monetarios en plena cresta de la ola del discurso del empoderamiento  femenino. Pero si hablamos en términos de calidad narrativa no es precisamente el mejor ejemplo. Así, la vida de Lucha Reyes, escrita por Daniela Ramírez, adolece de lo mismo que la propuesta anterior. El narrador nos presenta una historia desgraciadamente correcta, plana y sin matices que se contradice con todas las penurias que vivió Lucha Reyes. Sus desventuras son mencionadas, pero no abordadas en la medida del fuerte impacto que la pobreza, la violencia física y la enfermedad tuvo en su trayectoria vital. Otra vez, el narrador ofrece una imagen alejada de la condición humana y un mundo cuasi idealizado donde los obstáculos apenas se advierten. El débil o carente manejo de información contextual vulnera el objetivo del libro: enfatizar por contraste la rebeldía de esta mujer y su aporte artístico más fecundo y extraordinario

Es preciso mencionar que la literatura infantil tiene un doble destinatario. El primero, el adulto que selecciona, de acuerdo a sus propios criterios, el libro adecuado para un niño. Y el segundo o destinatario final que es el niño. En el caso de estos libros es indudable que, con el discurso comercial en el que se sostienen, apuntan, sobre todo, a satisfacer los intereses de los adultos cuyo criterio no considera ningún filtro de calidad mencionado,  tal como enfatiza Papá crónicoConocer a los peruanos que han dejado una huella en nuestra historia (la ingeniería, la gastronomía, la música, etc.) siempre será una tarea en la crianza. Explicarles cómo se debe el valor de una poeta como Blanca Varela, y desde ella inculcarles el amor por la poesía; o de un hombre como Jorge Chávez; o de un fotógrafo como Martín Chambi, que retrató al Perú y a sus gentes con amor y virtuosismo, lo podemos hacer ahora con los bonitos libros de Ediciones Pichoncito…[2]

A quienes estén interesados en realizar colecciones de este tipo, les recomiendo que se informen, que estudien sobre la no ficción y el libro documental y que lean libros que van, en esta línea, de las editoriales Impedimenta, Media vaca, FCE, entre otras, que manejan una exquisita rigurosidad tanto en la forma como en el fondo. Tengan en cuenta que en este género los datos tienen ser veraces, dar cuenta sobre las fuentes de donde han extraído la información y el equipo de especialistas que ha intervenido en la hechura del libro.

La no ficción es un género riquísimo y el libro informativo es una de sus formas que suele atraer mucho a los niños, pero si solo se considerará cuán “bonito” sea el libro, me temo que la banalidad del preciosismo y la falsedad narrativa solo conseguirán ahogar la belleza de la poesía de Blanca Varela y silenciar la potente voz de Lucha Reyes ante los ojos y oídos de los niños.

[1] Lartitegui, A. (2019). Descripción de un género difuso. [Material de aula]. El sitio de las palabras. Valencia. España.

[2] https://www.facebook.com/papacronico/

Sobre el autor o autora

Irina Burgos
Docente y crítica literaria.

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