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Revista Ideele N°305. Agosto-Setiembre 2022Mariano Iberico nació en una Cajamarca pueblerina en 1892, cuando todavía existían grandes haciendas; en un país más fragmentado que el de hoy. Ese año, se sentían los estragos de la guerra con Chile, pues no había pasado ni una década de ello. Sus padres, Mariano Iberico y Concepción Rodríguez, habían arribado, hacía poco, a Cajamarca, provenientes de la vecina Chachapoyas.
Los padres de Mariano tenían una tienda surtida, un hotel y servicio de baños en el centro de la ciudad; parece que les iba muy bien. De esta forma, pensamos, Mariano nació y creció en un ambiente sin apuros materiales. Cursó la instrucción media en el colegio San Ramón, cuna de muchos políticos, intelectuales y héroes de la época.
Cajamarca era, entonces, una pequeña pero acogedora ciudad, rodeada de una inmensa campiña. “La sierra es profunda, misteriosa, solemne. De sus cerros abruptos, de sus cálidos valles, de sus bosques sombríos, de sus flores humildes, de su fauna pensativa y paciente emana yo no sé qué mensaje impenetrable, yo no sé qué revelación de fuerza dolorida y grande”, decía Mariano, en sus “Notas sobre el paisaje de la sierra” (1936).
Mariano Iberico se adelanta en mucho al movimiento posmoderno europeo de los años 60’ (la aparición es de los años 50’), el mismo que inspiró a los movimientos progresistas del siglo XX y hoy, son quienes claman por una resignificación de la naturaleza, la materia, el cuerpo, negativizadas, inferiorizadas e instrumentalizadas por la tradición hegemónica occidental. Por otro lado, reclaman verdades contingentes, las cuales se enfrentarían a las verdades absolutas e impositivas del poder; con ello buscan posicionarse al interior de sociedades democráticas y tolerantes.
Bastante joven, y con un problema ocular que le aquejó siempre, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de San Marcos en Lima en 1909. Este año, al interior del claustro, se producía un tránsito desde el positivismo al espiritualismo; tránsito que él, unos años más tarde, aceleraría y culminaría.
El positivismo era la base ideológica de la industrialización europea, y tenía a la ciencia y tecnología como principios movilizadores. El positivismo dogmatizó la ciencia, como un campo de conocimiento seguro y absoluto para la transformación de la humanidad, la misma que pasaría desde un nivel inferior hacia uno superior a través de la instrumentalización de la naturaleza y la eliminación de la libertad, la metafísica y Dios; es decir, por intermedio de una materialización y manipulación totales de la realidad y la vida. Frente a esto, el espiritualismo, apareció raudo y, todo lo contrario, propuso recuperar estas entidades proscritas por el positivismo, precisamente cuando la primera guerra mundial, como consecuencia del industrialismo imperialista, bárbaro, iniciaba.
De esta forma, el espiritualismo, el cual tuvo al filósofo francés Henri Bergson como gran exponente, entregó otra vez las herramientas para pensar el mundo y la vida con la libertad, la metafísica y Dios negados por el positivismo y ahora restituidos y necesarios (necesarios para darle, a la realidad y la vida, contenido valorativo, afectivo, imaginativo y creativo). Iberico publicó “La filosofía de Enrique Bergson” en 1916, lo que lo catapultó como principal intérprete y difusor de las ideas espiritualistas-bergsonianas en el Perú. Es decir, Iberico, mediante Bergson, oxigenó de espiritualismo el ambiente positivista rancio que permeaba en la academia y cultura capitalina.
Unos años más tarde, con los textos “El viaje del espíritu” (1929), “La unidad dividida” (1932), pero sobre todo con “Notas sobre el paisaje de la sierra” (1936) y “El sentimiento de la vida cósmica” (1939) Mariano realiza un segundo gran aporte: positiviza el aparecer, para ello también positiviza la materia, el cuerpo, la naturaleza, por lo tanto, la sensibilidad, la poesía, el arte. Iberico afirma: ¡la materia – que aparece al alma – es parte de la realidad y de la vida!
De este modo, Iberico, reivindica el pensamiento de las culturas antiguas y el pensamiento prehispánico, porque concebía la realidad y la vida como una lucha de contrarios. “No podemos caer en el subjetivismo ni en el objetivismo absolutos”, sostenía. En ese sentido, para Iberico, los opuestos sensibilidad y pensamiento, materia y espíritu, cuerpo y alma, arte y metafísica, aparecer y ser – entre otro sinnúmero de fórmulas binarias – estarían conectados, en un mismo nivel, y formarían la “totalidad”, “la realidad total”.
Así, solo con el libro “La aparición. Ensayos sobre el ser y el aparecer” (1° edición 1950; 2° edición 2022, del cual soy editor) el aparecer asume, formalmente, la categoría de “ontología positiva” y está en relación al ser (antes, la tradición filosófica hegemónica la consideró negativa y accidente del ser). En otras palabras, con la propuesta de la aparición, ser y aparecer son opuestos-complementarios. ¿Qué entendemos por ser y aparecer?, el ser es la realidad esencial, profunda, base de todo lo que existe y da sentido; el aparecer es el ser que se manifiesta, mediante formas materiales, al hombre.
Podemos decir que la obra de Mariano Iberico es reflexiva y propositiva. Es decir, el autor es consciente de la crisis de su tiempo (de la primera mitad del siglo XX) y le da un diagnóstico: estos males se deben a que hemos lanzado de nuestra existencia a la metafísica, la libertad, a Dios y, por otro lado, hemos negativizado e instrumentalizado a la naturaleza, la misma que se da en forma de aparición (imagen) a nosotros. Deducimos que plantea como salida a esta crisis el volver a la metafísica, a la libertad, a Dios, es decir a todo aquello inmaterial, profundo, base de la existencia, que da sentido, fe y esperanza, que genera ilusiones y, por lo tanto, nos mueve a lograr cosas; por otro lado, a positivizar y mantener una relación armónica con la naturaleza, la que se da a nosotros bajo la forma de aparecer. Y, finalmente, a considerar que no existen verdades absolutas, sino contingentes.
Estas ideas son poderosísimas. De hecho, Mariano Iberico se adelanta en mucho al movimiento posmoderno europeo de los años 60’ (la aparición es de los años 50’), el mismo que inspiró a los movimientos progresistas del siglo XX y hoy, son quienes claman por una resignificación de la naturaleza, la materia, el cuerpo, negativizadas, inferiorizadas e instrumentalizadas por la tradición hegemónica occidental. Por otro lado, reclaman verdades contingentes, las cuales se enfrentarían a las verdades absolutas e impositivas del poder; con ello buscan posicionarse al interior de sociedades democráticas y tolerantes. Del mismo modo – y en relación a la metafísica -, se guían por sistema de valores y creencias que surgen de su propia creatividad, de sus propios sueños e ilusiones – en línea con la propuesta anterior – lo que los moviliza, día a día, a luchar por mayores derechos, la calidad o efectivización de los mismos.
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