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Revista Ideele N°305. Agosto-Setiembre 2022Sorprende el apoyo popular que mantiene Pedro Castillo, habiendo subido recientemente a 29%, aunque su desaprobación se mantiene en 63% (IEP, agosto) en medio de una prolongada crisis política que se alimenta de la falta de rumbo político del Gobierno y muy serias acusaciones de corrupción al presidente y su entorno.
Desde el inicio resultó difícil observar una línea política coherente en el Gobierno, más allá de tácticas y movidas por la sobrevivencia, frente a las denuncias de corrupción como de la oposición. Ni se hable de los frecuentes cambios de ministros. El otro dato es la constante confrontación entre el Gobierno y el Congreso, aunque en varios momentos el primero sabe encontrar sus aliados para impedir la vacancia, cambios en la Constitución o censuras de ministros. Las fuerzas opositoras congresales hasta ahora no han cumplido con la tan anunciada vacancia presidencial, pues no tienen los 87 votos requeridos y tampoco colaboran en favorecer la gobernabilidad. Ciertamente, esos grupos beligerantes ven la amenaza de perder su curul, y eso los hace cautos, puesto que no pueden garantizar que detrás de un presidente vacado, no pueda haber un congreso vacado también, bajo el pedido de nuevas elecciones.
Vivimos en una crisis política por donde se mire, eso implica vivir en medio de la inseguridad, a todo nivel, involucrando el presente y futuro. Desde las elecciones, los grandes medios de comunicación tomaron partido contra el presidente Castillo, echando leña al fuego, sin necesariamente entregar información que ayude al esclarecimiento político ciudadano. Fruto de ello, resulta difícil predecir futuros rumbos políticos, eso hace más errático y agotador el presente, que encima incluye una incertidumbre económica, debido fundamentalmente a factores internacionales. Tanto tiempo vamos pasando de crisis en crisis en la política que los ciudadanos se desentienden de la política en forma peligrosa: un 54% no está interesado o lo está poco (IEP, agosto), mientras un 46% estaría poco y interesado, destacando la población rural nacional estar nada interesada (35%).
Bajo esta disposición ciudadana, el escenario electoral próximo nos muestra demasiadas organizaciones electorales que quieren competir presentando muchos candidatos que o bien tienen denuncias penales o judiciales o se reciclan para vivir nuevamente del Estado[1], sin tener propuestas interesantes. Mientras que los ciudadanos siguen viviendo con los efectos de la pandemia sobre sus familias y poblaciones y en un significativo grupo bajo condiciones de vida precarizadas. Encima llevan consigo la premisa que no será el estado quien te de una mano, sino que tendrán que tejer sus propias redes de apoyo.
La clave es cómo ha politizado las diferencias sociales y culturales para que todos los que “son como él”, es decir miembros del pueblo, voten por él o apoyen su gobierno. Esta es la base que todavía se mantiene en su electorado, más allá de la eficiencia de su Gobierno o del desmantelamiento del Estado, que además representa un punto al que no es sensible el grupo que lo apoya, pues considera que hay que cambiar lo que hicieron las anteriores élites en el Estado, sin importar el costo de esas decisiones en las políticas públicas. Este grupo tampoco es crítico frente a las acusaciones de corrupción que se han levantado contra el presidente Castillo, puesto que además de no confiar en el Poder Judicial, lo compara con otras autoridades presidenciales acusadas por niveles mayores de corrupción.
Queda claro que, en todo esto, la política no solo está en crisis arriba, en las instituciones del Estado, sino también abajo, entre las gentes; de los que no se sienten ligados a ella, de otros que no la ven como un posible camino de soluciones colectivas a sus problemas como en el pasado, sino principalmente, como la oportunidad de un enriquecimiento personal, sea por el camino de las tercas presiones a las autoridades o de quienes fruto de la competencia electoral, logren entrar y hacerse del gran botín del estado. Así, tristemente, esta actitud recorre a las organizaciones electorales nacionales y regionales.
La ilusión de que la política pueda contribuir al progreso de los pueblos y personas parece estar desvaneciéndose cada día y se conecta con el desapego a ella de un sector ciudadano, pero a la par se opone a la idea que apoya un 70% de encuestados[2] opinando que el Estado debe ocuparse de políticas para enfrentar las grandes desigualdades. En ese sentido, constantemente se conocen gestiones de burócratas que traban proyectos públicos de larga data porque no van a sacar ganancias o que privilegian otros que son denunciados por corrupción y/o incompetencia. Así crecientemente la ejecución de obras y políticas públicas representa un terreno atravesado por las pugnas de diversos grupos de interés en Lima y en las regiones, que impiden que se llegue a buen puerto. Así, la corrupción crece al calor de las expectativas individuales y colectivas de quienes han visto en el Estado un botín para todos, mientras la política se sigue envileciendo y desvaneciendo de cara a la mitad de los ciudadanos.
Dicho todo esto, me pregunto: ¿cómo se explica el apoyo al presidente Castillo que subió al 29% (Agosto IEP). Ciertamente, para responder esta pregunta, toca mirar las dos caras de la moneda, es decir, cómo se presenta el presidente Castillo y cómo piensa la gente de las regiones que lo apoyan. Es evidente que a los candidatos y gobernantes los vemos desde la esquina en donde estamos ubicados y con los lentes de nuestra cultura política y social. Al mismo tiempo, los políticos traen consigo un conjunto de características propias y formas de ver y ubicarse en la política y en el país. Y el contexto político descrito antes representa un telón de fondo desde donde tenemos que responder a la pregunta. Eso nos brinda un menú de elementos que nos puede ayudar a entender algo que quizá puede resultar inexplicable, el apoyo popular a Pedro Castillo. Dejo claro que, dicho lo anterior, implica dar cuenta de los hechos, sin pretender justificar los comportamientos de nadie.
Hay estudiosos que señalaron que el voto en el Perú ha sido sobre todo emocional (Maldonado 2013, María Gracia Becerra 2016 y Meléndez 2019)[3] y no tanto por afinidades o ideologías. Los autores coinciden en que a lo anterior se suma el hecho de que todo este siglo XXI no hayamos contado con organizaciones políticas fuertes y definidas, que ayuden a formar ni las preferencias de las personas como tampoco sus identidades políticas. Por tanto, en medio de una multiplicación de organizaciones electorales y candidaturas, se refuerza la interpretación del voto emocional de los ciudadanos. El voto emocional se forma en base a las emociones que el candidato genera en los votantes y, como dice Becerra, a posteriori el votante elabora un argumento que justifica su voto basado en la emoción. De acuerdo a esta explicación, la política está compuesta por las emociones y las ideas que interactúan y a la par, se deja atrás la idea del voto racional calculado que busco que me beneficie
Así, el voto emocional atraviesa a todos los grupos sociales del electorado, enfocarlo solo en los poco educados, por ejemplo, sería una mirada prejuiciosa. Y las ideologías ligadas a las mentalidades ciudadanas, son entendidas en un sentido amplio, se diferencian por la forma como se relacionan el Estado, la economía y la sociedad, y donde el papel del Estado respecto al mercado y políticas públicas, resulta crucial. A lo dicho, hay que sumar que las condiciones de un contexto electoral polarizado, exacerban las emociones que los candidatos nos generan en la gente, al punto que en algunas elecciones parece que se juega el rumbo de la sociedad, como ocurrió en el 2021. De allí también que los votantes caemos en la tentación de justificar todos los actos de nuestros favoritos. Y claro, el juicio crítico del que somos capaces, se repliega frente a la incertidumbre o la amenaza que sentimos, en caso pierda nuestro candidato.
Ahora sí, recordemos como se presentó el candidato Pedro Castillo en la campaña electoral del 2021. Desde el inicio apeló a su “pertenencia al pueblo”, a los de abajo en contraposición a las élites económicas, políticas e intelectuales. Su performance electoral reafirmó su condición de maestro rural, campesino y cristiano; y fueron poderosos los símbolos usados: el sombrero, la ropa, las oraciones con su familia. También enfatizó su condición de líder popular luchador junto con los maestros. Es decir, insistió hasta el cansancio en diversos escenarios en su condición de pobre, líder luchador, razón por la cual muchos sectores populares, vieron en Castillo una esperanza de cambio para ellos, pero sobre todo mayormente sectores rurales se identificaron masivamente. En muchos casos se trata de sectores informales de diferentes sectores de la sociedad, que no han sido sancionados por el Gobierno, sino, al contrario, han sido parte de las negociaciones y grupos de apoyo. También otros grupos identificados con los sectores populares se emocionaron con la emergencia del candidato Castillo, pero con el tiempo se fueron distanciando asumiendo mayormente una postura crítica. La temprana insistencia de Castillo de que fuera en Chota el primer contrapunto con Keiko Fujimori, marcó la cancha en el sentido de dar el peso en política a las regiones sobre Lima, por ser un hecho poco común en campañas electorales. Y conforme se conoció más de él, fue quedando claro que no pertenecía a Perú Libre, sino que él fue una carta de último momento, una figura nueva, que la gente prefirió, ante “lo malo conocido.” Y hasta ahora se mantienen sus estilos y discursos.
Por otro lado, hay que destacar que la figura de Castillo se articuló y se articula hasta ahora como un discurso que contrapone a las elites con el pueblo, critica al estado de muchas formas por inepto y lejano del pueblo y con ello a las burocracias y tecnócratas, que no le sirven al pueblo, para siempre terminar diciendo que “solo el pueblo,” puede resolver los problemas del país. Un discurso de amigos del pueblo versus enemigos del pueblo, según su líder, donde se divide constantemente el campo político entre buenos y malos, esto es, quienes están con el pueblo y quienes están en contra. A eso, se le llama un discurso populista, y está personificado en el presidente Castillo, que ofreció cambiar muchas cosas a pedido y nombre del pueblo, pero que no sabe cómo ellas se gestionan dentro del estado y tampoco sus ministros.
Quizá por eso mismo Castillo se siente más cómodo viajando a las regiones y pueblos, dando sus discursos en las plazas que quedándose en Lima en los espacios institucionales. Pero la clave es cómo ha politizado las diferencias sociales y culturales para que todos los que “son como él”, es decir miembros del pueblo, voten por él o apoyen su gobierno. Esta es la base que todavía se mantiene en su electorado, más allá de la eficiencia de su Gobierno o del desmantelamiento del Estado, que además representa un punto al que no es sensible el grupo que lo apoya, pues considera que hay que cambiar lo que hicieron las anteriores élites en el Estado, sin importar el costo de esas decisiones en las políticas públicas. Este grupo tampoco es crítico frente a las acusaciones de corrupción que se han levantado contra el presidente Castillo, puesto que además de no confiar en el Poder Judicial, lo compara con otras autoridades presidenciales acusadas por niveles mayores de corrupción.
Las instituciones, como el Poder Judicial, son vistas como injustas por la mayoría de la población[4], con lo cual no resultan fiables sus acusaciones como para decir que verdaderamente tienen razones para investigarlo o que los lleve a dudar de su líder. Diera la impresión que, a otro nivel, mantienen la idea de que “que robe pero que haga obra.” Por eso es que las críticas de los grandes medios de comunicación o de “los llamados caviares” no les impacta, al contrario, les refuerza la convicción a los seguidores de Castillo, demostrándoles cómo van en contra de Castillo. Sus seguidores se ven entre dos fuegos, que leen bajo la opción de defenderlo de “las elites que lo quieren sacar” o de los “que no lo dejan gobernar.”
Esta descripción muestra posturas que, por su naturaleza sociocultural, han desarrollado argumentos que juegan detrás de las fidelidades política: es la primera vez que llega “uno como nosotros”, por eso, lo quieren sacar las elites. Ellos ven en el grupo de las elites limeñas, a sectores con poder económico y político, y también a profesionales o funcionarios mesocráticos. De otro lado, las burlas y actitudes discriminatorias contra Castillo dejan ver la ceguera e incapacidad de grandes sectores de aceptar al presidente Castillo, tal como es, sin denigrarlo y con ello el hecho que las elites cambian.
Unas y otras son expresiones socioculturales de una sociedad como la peruana, tan desigual, algo reconocido en su dimensión socioeconómica por un 70%, aunque solo un 45% piensa que es inaceptable mientras un 29% aceptable, según una reciente encuesta[5]. Bajo esta fuerte tensión se representa un telón de fondo polarizado influyendo en la la oposición y el 29% que apoya a Castillo, que es mayoritariamente proveniente de zonas rurales y de regiones con fuertes identidades culturales tanto del sur y centro del Perú. Defender a Pedro Castillo es defender a “uno como nosotros”, y hacer perdurar al “Gobierno del pueblo,” que más temprano que tarde “nos apoyará”, sin sopesar las consecuencias sobre el Estado y el resto de la población.
Este telón de fondo que representa a una sociedad polarizada con dificultades serias de encontrar terrenos de consensos, al parecer se mantendrá así por un buen tiempo. En contraposición a ese telón de fondo necesitamos que surjan liderazgos y propuestas plurales, democráticas y transparentes, que ayuden a reconstruir el campo de la política y de la sociedad. ¿Cómo volver a recuperar el valor de la política y la convivencia colectiva entre diferentes? ¿Cómo respetar a las personas en sus diferencias? ¿Cómo orientar a las instituciones públicas y privadas? Las iniciativas que hoy podamos lanzar y sostener en la sociedad y política, cuentan para alimentar una convivencia democrática que incluya mundos y sectores tan distintos y dispares que alberga el Perú.
[1] Al respecto recomiendo ver el artículo de Eduardo Ballón Echegaray, en Otra Mirada, septiembre 2023.
[2] Enandes, OXFAM-IEP Encuesta sobre desigualdades. Julio 2022, Ver conclusiones.
[3] Maldonado, Argumentos N 7 marzo 2013 IEP; Ma Gracia Becerra Concytec 2018; Carlos Meléndez 2019, IEP.
[4] 83% opina que hay un desigual acceso a la justicia, 70% a la salud y 59% a la educación, según la Enandes, OXFAM IEP, julio 2022.
[5] Enandes ver conclusiones p. 70, donde se indica que la visión de la desigualdad es mayormente socio económica.
Muy interesante leer opiniones de Politólogos y poder diferenciar la Realidad Peruana que trata de educarse por este medio