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Revista Ideele N°237. Abril 2014Los medios de comunicación contribuyen a ampliar las dimensiones de lo común y de lo público, y son los grandes mediadores contemporáneos. La sociedad conoce el mundo a través de ellos. Siendo así, nos importa saber cómo construyen esa realidad que exponen o transmiten. Lo suelen hacer esquematizando los acontecimientos, prefigurando la aceptación social de los temas; en otras palabras, qué es lo que pasa y cómo puede interesar para mantener o incrementar la clientela o la audiencia. Por eso, naturalmente se inclinan a ritualizar el antagonismo, mantener vivos los temas conflictivos. No es exacto decir que los medios busquen imponer que todos piensen igual, pero sí que deben hacerlo acerca de lo mismo.
Lo verdadero les interesa poco; prefieren usualmente temas de coyuntura, escandalosos o banales, especialmente los noticieros televisivos. Los medios no informan solo de lo que acontece, sino preferentemente de lo que otros consideran que tiene valor de acontecimiento. Más que manipular a la opinión pública, informan de lo que los demás consideran importante. Y la construcción resultante ahorra a los políticos tener un verdadero conocimiento de la realidad. De ahí surge, entre otras razones, el desprestigio de la clase política, la extendida percepción sobre la inutilidad de su tarea, su lejanía frente a los temas acuciantes de interés colectivo.
Y es por todo ello que en nuestros días la opinión pública ya no es el espacio público deliberativo proyectado por las grandes teorías de la democracia, ni el lugar donde se busca, encuentra o desvela la verdadera realidad. Es preciso reformular la idea de espacio público evitando que la opinión pública se disuelva en la inmediatez de los sondeos o encuestas de opinión. El espacio público debe ser una construcción, variable, que exige un continuado trabajo de argumentación y que sirva para poner de relieve la precariedad de la tradicional distinción entre lo privado y lo público, que no han dejado de existir como tales, pero cuya relación ha sido alterada por las nuevas tecnologías de la comunicación e información. Ello facilitará la adquisición de una cultura cívica común que dé preeminencia a los valores de dimensión colectiva frente a los intereses individuales.
Si comprobamos entonces que los medios son los grandes mediadores en la sociedad; si comprendemos la forma en que “construyen” la realidad; si nos convencemos de la necesidad de articular nuevos espacios públicos indispensables para la vida democrática, entonces recapacitaremos sobre el peligro que significa la concentración de la propiedad en los medios de comunicación, el riesgo de que influyan impositivamente en los otros —en nosotros— que ello encierra.
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