La perfección hecha modelo económico

Escrito por Revista Ideele N°236. Febrero 2014

Como parte de mi trabajo es leer casi todo lo que aparece en los periódicos, me topé con un artículo de Enrique Pasquel (11 de marzo), editor adjunto de El Comercio. Al contener  algunos de los razonamientos que circulan en el medio me animé a hacer algunos comentarios.

La primera parte de su artículo está dedicado a demostrar que “los rojos” siempre se han equivocado. Dijeron que el mercado no traería crecimiento económico, pero lo trajo; que sólo beneficiaría a los ricos, pero ha bajado la pobreza; que generaría desigualdad, pero la ha reducido.

Comencemos con eso de “los rojos de antaño”. Si el joven periodista buscara la lista de  quienes lo han sido se quedaría boquiabierto. En un tiempo eran muy pocos los que no eran de izquierda. Lo que pasa es que ahora hay que hacer una distinción entre varios grupos de rojos. En un primer grupo están los que hacen todos los esfuerzos del mundo para que no se le note en lo más mínimo su pasado. En uno segundo, se ubican quienes sienten que lo fueron a mucha honra, tanto por estar de por medio convicciones, como porque fue una experiencia invalorable, que luego generó una evolución producto de los sucesivos acontecimientos en el país y en el mudo. Aparte de estos dos grupos, están los rojos de ahora, quienes tienen todo el derecho de serlo, tal como ocurre en el resto de  países. 

A veces tengo la impresión de que en este país no se ve tan mal el hecho de de ser  corrupto, asesino o narco, pero si hay algo que muchos no están dispuestos a tolerar es la presencia de la izquierda en el espacio político.

No deja de ser gracioso que quienes defienden a ultranza el mercado lo hagan como si estuvieran descubriendo la pólvora y enfrentándose heroicamente a enemigos salvajes. ¿Cuál es el mérito de tener ahora esta posición, cuando ya son muy pocos los que plantean un cambio esencial de modelo? Quienes lo hicieron hace varias décadas en contra de las tendencias predominantes, esos sí tienen el derecho a considerarse precursores y corajudos. Recuerdo, por ejemplo, cuando a comienzos de los 80 Vargas Llosa organizó  a contra corriente una reunión para de introducir el pensamiento liberal en el país.

En estos tiempos lo complicado es más bien no venerar al modelo, y a atreverse a formular críticas o introducir matices. El costo de no ser un incondicional del establishmen es altísimo. ¿O no?

Es obvio que las concepciones basadas en el libre mercado, en la inversión privada y en la libre competencia triunfaron respecto a las otras. Pero no es exacto que hayan ganado sin haber tenido que hacer cambios y hasta concesiones. Justamente tuvieron que asumir que la pobreza y la desigualdad podían ser el talón de Aquiles del modelo, lo que motivó a que la  disminución de ambos fenómenos pasara a convertirse en parte de las prioridades del modelo. Tanto es así que dichos aspectos se han convertido en indicadores de evaluación de las sociedades modernas.

En el meollo mismo del modelo –el mercado y la libre competencia– tuvo también que adoptarse medidas inicialmente no previstas. Está, por ejemplo, la necesidad de tener leyes anti monopólicas o instituciones que sancionen las maniobras orientadas a alterar la libre competencia. Y ni siquiera ahora se puede afirmar que estemos ante un modelo a prueba de balas que no requiere cambios. Las actuales crisis de Estados Unidos y de Europa, nos lo están recordando, especialmente en el ámbito financiero.

A veces tengo la impresión de que en este país no se ve tan mal el hecho de de ser  corrupto, asesino o narco, pero si hay algo que muchos no están dispuestos a tolerar es la presencia de la izquierda en el espacio político

La caída de la pobreza y de la inequidad son datos importantísimos más allá de cualquier tipo de consideración, y alientan a no apartarse de la dirección adoptada. Pero sigue habiendo muchas cosas que cuestionar y que no caerán por su propio peso, sino que implican decisiones a adoptar de manera premeditada.

Que en un país que viene creciendo sostenidamente desde hace 10 años, la pobreza en Lima llegue a casi el 30% y en gran parte de los departamentos supere el 50% no es para saltar hasta el techo. Peor, cuando el indicador para dejar de ser pobre es ridículo (un poco más de $ 200 dólares al mes para una familia de 4 personas). Estamos en pleno boom económico pero seguimos teniendo cerca de dos millones de personas que literalmente no tienen ni para comer. Tenemos un ingreso mínimo que es uno de los más bajos de la región y que sólo lo perciben entre 1% y 2% de los trabajadores, pero no puede incrementarse mínimamente porque generaría una catástrofe económica.

Igual para con el coeficiente de Gini sobre inequidad. Ha bajado pero muy poco. No hay que olvidar que seguimos siendo uno de los países más desiguales de una región, que es la más desigual del mundo (AL). Es por ello que en todos los informes internacionales sobre el Perú se sigue diciendo que el gran problema –fuente de muchos males– es la inequidad, tal como lo acaba de decir el  PNUD en su último informe.

¿Y el estado de la educación y de la salud? ¿La institucionalidad? ¿La inseguridad, el crimen organizado? ¿La cultura? ¿Innovación tecnológica? ¿La mentalidad? ¿Nada de esto se cuenta a la hora de analizar la situación de un país?

Es cierto: las cosas han mejorado significativamente, no se puede esperar que todo se supere de la noche a la mañana y no hay una propuesta alternativa concreta y viable para hacerlo mejor; pero de ahí a decir que no hay nada que criticar, es ya entrar a una ceguera ideológica. Si no, cómo se puede entender cuando en el artículo se dice “ahora que ya, prácticamente, la izquierda no tiene ninguna crítica económica válida que hacer al modelo”.

¿Y cuál es la consecuencia para Pasquel de que los rojos ya no tengan nada que criticar? Que han pasado a “anunciar que el sistema capitalista es malo porque destruye el medio ambiente“. Pero nuevamente el capitalismo les tapa la boca, ya que –según lo que nos explica el autor– el país que encabeza el índice de desempeño ambiental “es una de las cunas del capitalismo”: Suiza; y  luego pasa a mencionar a Singapur, Alemania, Australia y Nueva Zelanda, todos países de economía abierta o mercado libre. Siguiendo el razonamiento, basta una a certificación de “país-de–libre mercado”, para que sean imposibles los problemas de medio ambiente. Y si alguien dice que se puede ser capitalista y tener problemas medioambientales, la afirmación sólo podría venir de esos rojos aburridos por no tener ya nada que criticar al capitalismo como modelo económico.

Tres conclusiones que saco, a título personal, de mi lectura del artículo de Pasquel: 1) el desarrollo capitalista ha demostrado ser perfecto; 2) los que se atreven a criticarlo sólo pueden ser unos rojos de antaño; 3) lo único criticable son  realidad esos rojos. Punto. Cerrado el debate. 

Sobre el autor o autora

Ernesto de la Jara
Abogado. Fundador y exdirector del Instituto de Defensa Legal y de la Revista Ideele. Actualmente se desenvuelve como abogado independiente, profesor en la PUCP y especialista en temas sobre el sistema de justicia.

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