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Revista Ideele N°236. Febrero 2014Ya está claro que a Villanueva lo renunciaron al ponerlo en una situación en la que no podía quedarse. Las diferencias que se habían producido entre él e importantes representantes del Gobierno sobre el incremento del sueldo mínimo se podrían haber manejado de manera mucho menos confrontacional, sobre todo porque llevaba tan sólo 4 meses en el cargo y no era que la oposición estuviera clamando por su salida. Él mismo ya había marcado un camino para recuperar la armonía al decir que era sólo una opinión (algunos hasta lo criticaron por sumiso).
Pero la Primera Dama, Nadine Heredia, y el Ministro de Economía, Luis Castilla, lo empujaron sin contemplaciones. ¿Acaso porque pensaban que era mejor deshacerse cuanto antes de alguien que venía opacando al Gobierno, o que podría considerarse como un insurrecto por salirse del libreto oficial a diferencia de todos los otros ministros?
Nada de eso. De hecho se trataba de una persona correcta que venía de hacer un buen papel como Presidente de la Región San Martín, pero una vez en Lima demostró tener un perfil bajo y poca capacidad de liderazgo.
Es cierto que en varias ocasiones había pedido públicamente que se cambiaran a algunos ministros, pero siempre en un tono muy amigable y no a manera de ultimátum. Si no exigió condiciones mínimas para dejar de su puesto de Presidente Regional exitoso, no tenía ningún sentido hacerlo meses después, cuando ya estaba en el cargo de Premier. Por lo mismo, difícil creer –como algunos han dicho– que haya puesto al Gobierno en la disyuntiva de escoger entre él o Castilla.
Más que la reacción frente a un Primer Ministro problemático lo ocurrido se puede interpretar como una demostración de fuerza de Nadine y el Ministro de Economía. ¿Cómo se le ocurrió declarar sobre un tema sensible sin pedir el permiso de ellos? ¿Acaso todavía no se había cuenta de quién manda?
Y el punto nos lleva a plantear una vez más las nefastas consecuencias que trae el hecho de que Nadine Heredia crea que tiene el derecho a gobernar sin haber sido elegida, una actitud que también hace sospechar que postulará en el 2016.
Lo que pasa es que las encuestas la ayudan y hasta la estimulan a portarse de esa manera. Es cierto que en un año ha caído un 25% en términos de popularidad, pero la que mantiene (39%) es significativamente mayor que la del Presidente (21%), mientras que a los principales candidatos de la oposición les gana o empata con ellos. (Estos datos y todos los demás provienen de la Encuesta GKK, de febrero 2014).
Ahora, hay que criticar también al Ministro de Economía. Parte del poder que tiene Nadine es porque ambos juegan en pared. Él le suele dar a ella lo que le pide, y si él quiere algo se lo demanda a ella antes que a nadie. ¿Por qué además hacer las veces de Primer Ministro sin serlo y tratar con la punta del pie a los otros ministros?
El otro problema es que en esta oportunidad el Presidente ha sido dejado completamente de lado. Es cierto que estaba de viaje, pero dada la importancia de lo que estaba definiendo –la salida de un Primer Ministro recién nombrado y el debate sobre el sueldo mínimo– tendría que haber sido consultado y haber salido a declarar.
¿Cómo es posible que el Gobierno no se de cuenta que no está para darse el lujo de cometer abusos y torpezas? El maltrato a Villanueva ha caído pésimo, especialmente en el ámbito de los presidentes regionales.
Un quinto Primer Ministro en menos de tres años es señal de precariedad y falta de rumbo, además de generar muchos problemas prácticos. Lo peor de todo es que no estamos ante un Gabinete que se pudiera creer que es para largo. No nos olvidemos que 14 de los 19 ministros vienen del anterior Gabinete (aunque hayan cambiado de cartera), el cual alcanzó una desaprobación de más del 80%. De otro lado, desde el comienzo ha sido objeto de cuestionamientos. Como bien ha escrito Sheput en su última columna de Diario 16: “En lugar de que el inicio del Gabinete presidido por René Cornejo sirva para calmar las aguas, ha servido para agitarlas.”
¿Se habrá olvidado Humala que sólo en el último año ha perdido un 32% de aprobación y que ahora está en su punto más bajo (21%)?
Además, como muchos han dicho, estamos ante un Gobierno que tiene técnicos, pero no cuadros políticos. Si bien no deja de ser gracioso que hasta hace poco se dijera “los políticos a la tumba, los técnico al poder”, es cierto. Tal vez la suerte de Humala hubiera sido otra si contara con algunos defensores como Mauricio Mulder, Martha Chávez, Juan Sheput o Lourdes Alcorta.
¿Otra vez la búsqueda de un acuerdo político como tabla de salvación? Imposible. La oposición en general ahora tiene un nivel de aprobación (21%) que supera a la del Gobierno (10%) y empata con la del Presidente.
Y lo más increíble es que los opositores, muchos de ellos vinculados a graves denuncias de corrupción, tienen un nivel de popularidad bastante mayor que el Presidente Humala: Alan García (30%), Keiko (36%), Castañeda (40 %), PPK (39%) y Lourdes Flores (29%). Al único que le gana es al “pobre” Toledo, quien tiene 17% (es por eso que la incorporación de Carmen Omonte al Gabinete es en la lógica de hoy por ti, mañana por mí).
De oro lado, Nadine y Castilla deben haber evaluado qué le convenía más al Gobierno frente al punto que originó el desenlace: el incremento del salario mínimo. Tenían la posibilidad de por lo menos torear al toro, diciendo que efectivamente se están creando las condiciones para evaluar este incremento, o por el contario contestar que el tema no estaba en la agenda, sin dar mayores explicaciones. Como se sabe, se optó por lo segundo.
Un no rotundo y absurdo. Cómo no va a tener sentido por lo menos discutir si se puede o no subir el salario mínimo en un contexto de alto crecimiento económico sostenido, cuando tenemos uno de los ingresos mínimos más bajos de la región y a los pocos días de que los ministros se han autoduplicado sus remuneraciones (medida con la que, por cierto, estoy de acuerdo pese a la gran cantidad de errores cometidos previamente). La única explicación para adoptar una posición tan dura es que el Gobierno anda empeñado en que no le sigan diciendo que el ruido político está frenando la inversión.
Es elocuente en esa dirección la manera en que Gestión (periódico al que nadie le puede negar su calidad) da la noticia sobre la salida de Villanueva: “Castilla se impuso y queda en el MEF, Cornejo asume el cargo de Premier.” Y lo que dice también en su primera plana: “los analistas consideran que la tarea de Castilla en el corto plazo será despejar el ruido político que está afectando tanto las inversiones”. Y no se diga nada del grito que pegó El Comercio de solo imaginar que un tema de salarios podía generar interés.
¿No es contradictorio hablar de un ruido político que está afectando a la inversión, cuando el Ministro de Economía –antes vice ministro de García– es el mandamás del Gobierno, de igual a igual con la pareja presidencial?
Rosa María Palacios ha sido muy elocuente al describir el poder que tiene el Ministro de Economía y todo lo que ha conseguido con la salida de Villanueva. Explica en primer lugar cómo los últimos cambios han significado para él sacar a los dos ministros que tenían problemas con sus gremios empresariales; al de la Producción por su enfrentamiento con la Sociedad de Pesquería, y al de Energía y Minas, por las quejas empresariales frente a la dilación burocrática. La periodista llega a decir que “la salida de Villanueva ha sido faena redonda para Castilla. Coloca en la PCM a alguien con quien puede trabajar sin problemas. Saca del Gabinete a los que daban molestias y coloca a tres nuevas caras (Producción, Energía y Minas, Agricultura) controlando todos los sectores productivos. Todo eso sin asumir él mismo el cargo de Presidente del Consejo de Ministros que le correspondería.”
Y por si fuera poco, para poner bajo 4 llaves el tema del salario mínimo vital, Nadine y Castilla han puesto a la incondicional Ana Jara en el Ministerio de Trabajo.
Estando así las cosas, seguir hablando de la necesidad de acallar el ruido político, significa que nos ha tocado una inversión hipersensible y recontra engreída.
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