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Revista Ideele N°307. Octubre-Noviembre 2022El 7 de diciembre, por la mañana, las conversaciones empezaban con la pregunta sobre los pronósticos de la votación de la tercera vacancia en el Congreso. Mi respuesta –frente a la mayoría escéptica– era que había ciertos signos que llevaban a pensar en que era posible que fructificara. El más obvio era el reciente archivo de la denuncia constitucional contra Dina Boluarte.
Creo que la mayoría estamos de acuerdo en que los congresistas no vacaban a Castillo para no verse obligados a llamar elecciones y recortar su mandato (que hubiera ocurrido si se hubiera sancionado a Boluarte, lo que en mi opinión era absurdo). Por otro lado, considero que se podía leer entre líneas que las bravatas de Castillo y Torres habían puesto nerviosos a muchos congresistas y que bajo la mesa se había conversado y acordado liberar a la vicepresidenta para que funcionara la sucesión presidencial y el Congreso pudiera continuar en funciones hasta el fin del mandato. Me imagino que los acuerdos incluían lo que ha anunciado Boluarte: un gabinete plural, pero no estoy muy seguro de que también comprendiera su otro anuncio: la aprobación de una reforma política. No obstante, siempre es posible que los congresistas, por lo menos algunos, se hayan percatado de que ésta es indispensable si queremos hacer viable nuestro país.
A pesar de esta lectura entre líneas, tengo la impresión de que estamos en el mejor escenario que nos permitían nuestras limitadas alternativas si se hace realidad el discurso: un gobierno encargado a un grupo de tecnócratas que integren el gabinete y una propuesta de reforma política que ojalá no resulte mutilada por nuestro padres y madres de la patria. Lo preocupante podría ser el precio que se podría haber comprometido a pagar, Boluarte, por el archivamiento de la denuncia en el Congreso.
Por otro lado, espero que lo ocurrido haya servido para que todos los temerosos (y que trataron de asustarnos antes de las elecciones) que creían que Castillo y su gente eran capaces de perpetrar un golpe de estado y convertirnos en otra Venezuela se hayan convencido de que nunca estuvieron en capacidad de hacerlo. Me gustaría saber quién fue el ‘sabio’ que le aconsejó que hiciera el anuncio de cerrar el Congreso que, como es obvio, no fue un golpe de estado, sino un burdo intento. La única explicación que puedo encontrar –estando claro que no tenían de su lado a las Fuerzas Armadas– es que creyeron que la población que los apoyaba (según las encuestas) saldría a las calles a defenderlos.
Cuando al medio día revisaba mi correspondencia electrónica recibí la llamada telefónica de mi hijo, Felipe, anunciándome que se iba a la marcha contra el golpe de Estado me quedé helado, ya que en ese momento no sabía nada, pero de inmediato le anuncié que salvo que contara con el apoyo de las Fuerzas Armadas el conato de golpe sólo terminaría con Castillo en la cárcel. Y le dije que era harto improbable que tal apoyo existiera. Agregué que lo más factible era que se tratara de un manotazo de ahogado frente a la inminencia de la vacancia. Quizá –le dije– el Ejecutivo había estado tratando de ‘comprometer’ congresistas que una vez más bloquearan la vacancia y se había encontrado que muchos se les habían volteado. Si a esto le sumamos el incremento de denuncias por corrupción, en especial la de Salatiel Marrufo, Castillo y sus secuaces advirtieron que la suerte estaba echada e intentaron lo imposible.
Como era de esperar, encendí el televisor y me puse a hacer seguimiento a las noticias viendo como Castillo y su familia fugaban de Palacio y se aprobaba la vacancia en el Congreso, para por la tarde escuchar a la nueva presidenta (me parece muy bien que en un país machista como el nuestro por fin sea una mujer) convocar a todas las fuerzas políticas a conformar un gabinete que sea capaz de sacar al Perú del descalabro que vivimos y que solo agudizó Castillo, ya que viene de más atrás.
Es verdad que el informe de la OEA mostraba una miopía mayúscula, pero también lo es que los excesos cometidos por los poderes fácticos que empezaron con la descabellada denuncia de fraude y después continuaron durante el gobierno de Castillo –que se hubiera caído sólo– permitieron primero que él se victimizara y luego la lectura que hizo ese organismo internacional.
Hoy nuestro país pasa por situaciones difíciles política y socialmente.
Los entrampamientos entre la lucha de los poderes ejecutivo y legislativo reventó ante la falta de una mirada de dialogo para el bien común.
Algunos cuestionaran la actitud del presidente Castillo que ante errores acelero lo que sectores contrarios al bien del país querían lograr.
Las fuerzas del poder que solo busca intereses personales y de grupo lograron su cometido pero organizaciones sociales y eclesiales manifiestan ante toda esta realidad que no podemos perder la esperanza y mantengámonos vigilantes.
Tiempo de adviento es tiempo de espera que la verdad y la justicia al final VENCERAN.
Carlos Alejos