La caída de Pedro Castillo

Escrito por Revista Ideele N°307. Diciembre 2022

De arriesgar la segunda vuelta a arriesgar el gobierno

Pedro Castillo irrumpió a la política nacional con el apoyo de sectores rurales, principal del sur del Perú. Hizo una campaña de base, sin grandes recursos, con la que ganó la primera vuelta del 2021. Una vez logrado este objetivo, recibió una avalancha de ofrecimientos, pedidos e incorporaciones. De comenzar con una cómoda ventaja de veinte puntos de intención de voto, acabó por ganar raspando la segunda vuelta. Una derecha agresiva y organizada logró acortar la desventaja inicial en buena cuenta por la precariedad de la campaña de Castillo que no atinó tempranamente a hacer una propuesta de gobierno al país. Equipos técnicos presentados a las carreras en las calles de La Victoria, en actos culturales en Puente Piedra, sin que hablen los técnicos, o una presentación en una escalera con técnicos contradiciéndose entre sí. Definitivamente no es la forma de hacer una propuesta al país. La precariedad técnica y política fue una constante: no sólo puso en riesgo ganar la segunda vuelta, sino sobre todo la persistencia del gobierno.

La coalición que no fue

Castillo pudo formar una coalición de gobierno técnica y política. No le faltó gente dispuesta a trabajar con él. Por su despacho circuló muchísima gente que le ofreció apoyar su gestión. Es cierto, cada quien venía con su interés particular en tener cargos y con su visión del país, pero no es que le hicieron ascos a trabajar con el profesor rural. Nunca se pudo poner orden a todos estos contingentes políticos y profesionales. Hubo buenos instrumentistas, pero sin buen director de orquesta. De hecho, hubo un alejamiento de todos los sectores que llegaban institucionalmente a la vez que el entorno pretoriano de Castillo quedaba conformado por familiares, paisanos y algunos presentados que con gran celo fungían de sus asesores personales. En vez de ampliar su coalición de gobierno, se alejó y aisló muy logradamente. Cada asesor era más cerrado que el otro, con el común denominador de presentarse como especialista en prácticamente todo.

La izquierda desunida en el gobierno

La razón por la cual no se formó una coalición política con capacidad de gestión, sin embargo, no sólo fue por Castillo y su entorno pretoriano. Hubo incapacidad de los sectores de izquierda de aceptarse mutuamente. Es cierto que estos sectores compitieron en la primera vuelta y se dijeron de todo, pero no había razón para que estas disputas siguieran siendo el factor decisivo ni en la segunda vuelta y menos en el gobierno. Hubo mucha angurria de cada grupo por colocar a su gente y perjudicarse mutuamente. Lo último que les interesó fue generar logros de gobierno hacia los sectores que se supone representaban: mejoras en educación, salud, vivienda, transporte, etc. Hubo desdén a la capacidad técnica y nunca hubo un criterio de formar equipos combinados o de formación de cuadros que pudieran aprender la gestión de gente que sí supiera el oficio, aunque no tuviera un pensamiento de izquierda. Tuvieron el gobierno y no lo usaron en poner en práctica políticas populares en beneficio de los más pobres. Aquí procede una fuerte autocrítica de todos estos sectores.

La corrupción facilitó la demolición

Desde luego que desde el día uno hubo una derecha que por una lógica anticomunista, clasista y racista no aceptó al profesor rural. Convencidos de que se venía un régimen totalitario, con una nueva constitución chavista, bajo un modelo de monopolio estatal, le hicieron la guerra tempranamente, intentando que no asuma el gobierno, primero, y posteriormente con mociones de vacancia una tras otra. Sin embargo, el gobierno de Castillo, para nada comunista, estatista o chavista, le dio ventaja a esa derecha con dos temas: la ya señalada falta de una coalición política y técnica, y principalmente la corrupción.

Desorganización criminal

Los nombramientos de altos cargos iban de la mano con negociados corruptos que definitivamente facilitaban la demolición del gobierno. Gente cercana al presidente era la primera en cometer actos corruptos, la primera en ser descubierta, primero por los medios y luego por la fiscalía, y la primera en acusar al presidente, en forma muy mediática también. La fiscalía teje una megahipótesis de una organización criminal de varios brazos cuya mente maestra era Pedro Castillo. Cuanto más grande es la acusación, más se desprestigia el acusado, pero también más difícil se hace de probar. Lo más inverosímil de todo es que se haya tratado de una organización, pues si algo caracterizó a este gobierno es la desorganización. Sea como sea, las investigaciones de corrupción a Pedro Castillo continúan, sin la inmunidad presidencial, expeditivamente eliminada por el congreso. Hoy que Pedro Castillo ya no es presidente esas investigaciones pasan a un muy segundo y tercer plano, exponiendo el aspecto político de la acción fiscal. Está pendiente saber toda la verdad.

Lo simbólico no basta; se requieren políticas

Una izquierda que levanta las banderas del cambio social y de la lucha anticorrupción desde luego que no queda bien si es parte de un gobierno sin capacidad de cambio social y acaba siendo parte de la corrupción. De la misma forma que nunca debió ocurrir que Castillo casi pierda la segunda vuelta, tampoco debió ocurrir que su aprobación bajara de 40%. Quien está en el gobierno debe hacer cosas a favor de la ciudadanía. No basta el núcleo duro irreductible que apoya por identificación personal y social. No basta lo simbólico de tener a alguien como uno de presidente. Las políticas importan, y mucho.

De la precariedad a la autodestrucción

Las fisuras acaban por convertirse en grietas y luego en boquetes. Castillo estaba cercado por la precariedad de su gobierno y sobre todo por la corrupción. La fiscalía tenía fundadas sospechas que no apuntaban indudablemente a él, pero sí evidenciaban al menos connivencia y pésimo criterio para elegir a sus allegados. Sin embargo, tenía una aprobación al alza, un gran activo político. Un núcleo duro resiliente y un núcleo blando que comenzaba a recuperar. Castillo podía recomponer su gabinete, anunciar medidas a favor de la ciudadanía. Finalmente estaba en el gobierno. Desde ahí podía hacer muchas cosas para remontar la adversidad. Pero no lo hizo. De todas las opciones, eligió la más autodestructiva.

Racionalidad terminal

El anuncio de Pedro Castillo alrededor de las 11:30am del 7 de diciembre de 2022 no tuvo ningún sentido. No tenía comando de tropa para poner en acción nada de lo que había anunciado. Es inverosímil que él o alguien que lo rodeara pudiera pensar que bastaba con hacer un anuncio para que las unidades operativas del ejército y la policía lo tomaran como órdenes que debían ejecutar. Es claro también que Castillo no redactó él solo ese anuncio golpista. Contó con la asesoría de su entorno pretoriano más personal. Su anuncio no se puede entender en alguien que sigue una racionalidad política, mas sí una racionalidad individualista. Incluso un golpe de estado requiere de consensos mínimos y una actitud colaborativa entre el núcleo golpista; nada de eso ocurrió aquí. Es evidente que Castillo y sus allegados terminales sabían que con ese anuncio el no enterado gabinete renunciaría y que la vacancia estaría consumada. Y es evidente que ese anuncio contaría con alguna simpatía en sectores sociales hastiados del congreso, la fiscalía y en desafección con la democracia en general.

La hipótesis de la huida hacia adelante individual

Castillo no ha querido hablar sobre por qué lo hizo. No es creíble que Castillo fuera engañado por algún asesor; sabía muy bien lo que estaba haciendo con su anuncio de un golpe fantasma que no podía ejecutar. Prefirió hacer ese anunció y buscar asilo en la embajada de México al camino lógico y evidente de ganar la votación de vacancia una vez más. Esta victoria política implicaba la derrota individual de seguir aguantando las revelaciones sobre corrupción en su entorno cada vez más cercano. El cerco judicial se iba ajustando y si no funcionaba la vacancia, se venía la suspensión, con un costo personal muy alto para él y su familia. La explicación de IDL Reporteros en El misterio del harakiri de “haber utilizado el autogolpe fantasma para lograr un asilo que no pareciera fuga” tiene lamentable sentido. Si hay algo que Castillo tenía muy claro es que contaba con el apoyo de sectores que se iban a movilizar si lo sacaban, no importa qué hiciera él. Una variante de la hipótesis de la autodestrucción supuestamente heroica es que Castillo fue extorsionado por sus adversarios para tal autodestrucción: alguien que está compromised, cercado políticamente y con sospecha de corrupción es definitivamente vulnerable a cualquier extorsión. Es una variante coincidente en que alguien huye hacia adelante bajo una lógica individualista. Son hipótesis, pero falta la evidencia que aporte a saber qué ocurrió en realidad.

La esperada movilización posvacancia

Las primeras movilizaciones a favor de Castillo, el mismo 7 de diciembre, fueron inicialmente en contra de la vacancia, luego a favor del golpe y finalmente en contra de su vacancia ya votada y del nuevo gobierno de Dina Boluarte. Ya entonces hubo una dura represión. Luego las movilizaciones se incrementaron en cascada pidiendo la restitución o libertad de Pedro Castillo, pero fundamentalmente el cierre del congreso, nuevas elecciones y asamblea constituyente. Este incremento se produjo rápidamente, acicateado por el nuevo gobierno, el gabinete, el estado de emergencia, la militarización, pero luego por la dura represión con una treintena de muertos de bala en varias regiones del país. Evidentemente, este gobierno no es la continuación en nada al gobierno de Pedro Castillo. Es un gobierno de derecha que no fue lo que votó la gente, con el apoyo de la derecha congresal y mediática. Pero también, a medida que los días pasan, la movilización deja de estar centrada en Castillo y la remota posibilidad de su restitución, y avanza a una agenda política centrada en una nueva constitución.

A pesar de todo, Castillo sigue llenando el vacío político

En suma, Castillo nunca pudo articular un movimiento organizado ni en su campaña y menos en su gobierno. Su figura carismática y popular conectó con el Perú contestatario que quería un cambio y lo venía esperando desde la caída del fujimorismo. Castillo tuvo muchas oportunidades para rectificar y beneficiar a los sectores sociales que lo apoyaron, y no lo hizo. No le faltó gente bienintencionada que le sugirió caminos viables tanto políticos como de gestión, pero siempre tuvo mal gusto para elegir a quiénes hacer caso. Mientras rechazaba o maltrataba a gente que le hacía buenas sugerencias, daba cabida a gente que lo acabó por hundir y no tuvo ningún reparo en acusarlo personalmente. Esto fue así desde el primer momento hasta su último minuto como presidente. Incluso entonces, pudo revertir la situación adversa de vacancia en el congreso y desde ahí reconectar con su electorado con un mejor gobierno. Sin embargo, a pesar de su dualidad (o tal vez, precisamente por ella) es que aún fuera del gobierno Castillo tiene un núcleo duro de seguidores que se movilizan por él y un apreciable apoyo internacional. Con esos dos factores, más la ausencia de un claro liderazgo político nacional de los sectores contestatarios movilizados, aparentemente Pedro Castillo sigue llenando el vacío político como figura acumuladora de fuerzas contestatarias. Ciertamente, es más difícil lograr consensos en el gobierno que fuera de él. En el gobierno se requieren resultados concretos que son difíciles de conseguir y hay disputas por cargos; fuera del gobierno los reclamos pueden acopiarse uno tras otro y compartir el llano genera unidad.

*Descargo: Las opiniones vertidas en el presente articulo son de exclusiva responsabilidad personal del autor y no representan ni al Banco Interamericano de Desarrollo ni a ninguna instancia del Gobierno del Perú.

Sobre el autor o autora

Silvio Rendón
Economista. Investigador Independiente. Ex Director ejecutivo del Perú ante el Banco Interamericano de Desarrollo.

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