Escrito por
Revista Ideele N°307. Diciembre 2022A mediados de los años 1980 ganó importancia el Asia Pacífico—entendida como sinónimo de la Cuenca del Pacífico—, un espacio que reunía a varios Estados de consolidado poderío y riqueza, así como también a numerosas economías de acelerado crecimiento.
Destacaban en esta región algunos miembros del G7, como Estados Unidos, Japón y Canadá, así como Corea del Sur, Australia, México, las dinámicas economías del Sudeste Asiático y Taiwán. Se decía que el siglo XXI sería el “Siglo del Pacífico”, que dejaría atrás a la “Era del Atlántico”, dominada por las relaciones entre Europa y Norteamérica.
Esta visión obedecía, en gran medida, a los nuevos intereses y perspectivas que surgían en EEUU, en momentos en que disminuía el antagonismo con la URSS y la entonces Comunidad Europea parecía consolidarse como un poderoso rival económico[1]. El pesimismo en cuanto a los pobres resultados que venían dando las negociaciones comerciales de la Ronda Uruguay hacía temer el advenimiento de un mundo dividido en bloques económicos.
Washington buscaba insertarse de la manera más ventajosa en este nuevo contexto y, para ello, pensaba como principales escenarios en un Área de libre comercio en América del Norte y en sumarse a una vasta área de cooperación económica en el Asia Pacífico (el Foro de APEC).
Para entonces, la cooperación en Asia Pacífico parecía llamada a gravitar en torno al eje EEUU-Japón. Este último era la segunda potencia del G7 y, para algunos, la próxima potencia hegemónica, que, curiosamente—parecía asumirse—, seguiría protegida por el poderío atómico de Washington.
China no aparecía de manera preeminente en este cuadro. La economía mundial se figuraba como una Tríada, cuyos polos eran América del Norte, Japón, Corea del Sur, el Sudeste Asiático y Europa Occidental.
Empero, al despuntar el siglo XXI, el fenomenal crecimiento de China, la convirtió en el centro de producción del Asia. Este hecho quebró tanto la imagen económica que se tenía del mundo como la de la dinámica que se esperaba que siguiera el nuevo esquema del Asia Pacífico.
El peso de China la llevó a alcanzar un rol de liderazgo económico en el Asia. Así, los arreglos de APEC y el entendimiento de base americano-japonés disminuyeron su importancia para el desarrollo del Asia Pacífico.
En realidad, la concepción del Asia Pacífico como un gran concierto económico —y una suerte de condominio americano-japonés— perdió sentido en el siglo XXI, debido al desequilibrante protagonismo que China adquirió en la región.
Se frustró tempranamente un proyecto de arreglo hegemónico que intentaba prolongar la titularidad norteamericana en un contexto mundial de rápido cambio de capacidades y nuevas rivalidades económicas entre los principales actores. La razón del fracaso fue que se soslayó un actor fundamental: China.
Al mismo tiempo, las aristas políticas y militares del ascenso de China abrieron un nuevo capítulo para el Asia Pacífico —entendida estrictamente, en este caso, como la Cuenca Asiática del Pacífico (Asia del Este y Sudeste)—, que ya mostraba una trayectoria de objeto de intensa disputa entre las grandes potencias.
La contienda por la Cuenca Asiática del Pacífico comenzó a mediados del siglo XIX y ha involucrado principalmente a cuatro potencias: Estados Unidos, China, Japón y Rusia.
En una primera etapa, ante la visible declinación de China, esta contienda se centró en Rusia, Japón y EEUU, en un contexto predominantemente colonial. Después de la Primera Guerra Mundial, Japón lanzó una gran ofensiva de penetración y conquista que solo acabó con su aplastante derrota frente a EEUU. Tras la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar un rápido retorno de China, recompuesta y poderosa, aunque dividida y limitada por la dinámica de la Guerra Fría.
Durante la Guerra Fría los desarrollos más importantes de la contienda se dieron en la división de Corea, la Guerra de Vietnam, la persistencia de una China dividida debido a la Contención del comunismo, y el conflicto entre China y la URSS.
En el momento actual —con China francamente en ascenso en su poderío económico, diplomático y militar—, la contienda por el Asia Pacífico, que se ha convertido en la región más importante del globo, se centra en EEUU y China y se vincula estrechamente con una nueva pugna por el liderazgo mundial.
Debemos diferenciar el Asia Pacífico o Cuenca asiática del Pacífico, que nos concierne en este artículo, de otros dos horizontes actuales de expansión de la influencia china:
1. La Iniciativa de la Franja y de la Ruta (BRI), que abarca, en su versión terrestre, el Asia Central, Medio Oriente y Europa.
2. El llamado (por los rivales de China) Espacio Indo-Pacífico, que corresponde a la versión marítima de la BRI y comprende las costas de países como India, Pakistán, Irán y otros del África Oriental.
En este artículo vamos a reseñar el desarrollo de la contienda por el Asia Pacífico hasta el comienzo de la Guerra Fría y ensayar rápidamente algunas reflexiones a partir de este desarrollo, con el propósito de enriquecer nuestra percepción del actual conflicto entre EEUU y China en la región.
Comienzo de la contienda
La disputa por el Asia Pacífico comenzó cuando China, todavía la potencia hegemónica del Asia, tras las Guerras del Opio, vio desaparecer el control que ejercía sobre su litoral a causa de los Tratados Desiguales[2]. También perdió la capacidad de proteger a sus Estados Tributarios —tales como Corea, Vietnam y Tibet— de la agresión europea y japonesa.
En esta etapa, tres actores —Rusia, Japón y EEUU—, realizaron las acciones más importantes con el objetivo de ocupar el vacío de poder que surgía en el Asia Pacífico.
Rusia ganó territorios en el noreste y fundó el puerto de Vladivostok —que elocuentemente quiere decir “Señor del Oriente”— sobre el Pacífico en 1860. Ocupó parte de Manchuria y penetró Corea. Culminó el Ferrocarril Trans-Siberiano que unió Moscú con el Pacífico, en 1904, cuando estalló la guerra con Japón.
Japón, por su parte, aprovechó los frutos de su acelerada modernización (la Reforma Meiji), estimulada por presiones norteamericanas de apertura comercial, para aumentar su poderío militar y expandirse en el Pacífico y Asia del Este. En 1876, impuso un Tratado Desigual que le permitió explotar a Corea. Después de ello, ocupó las islas Ryukyu (entre ellas Okinawa).
En 1894-95, Japón derrotó sorpresivamente a China, que todavía era considerada la primera potencia del Asia. Como resultado de esta guerra —en la que logró apoderarse de Taiwán, las islas Pescadores y la península de Liaodong en Manchuria—, se convirtió en la potencia regional y en la primera potencia imperial no occidental.
De esta manera, la expresión “Civilización e IIustración”, eslogan que reflejaba el espíritu de la Reforma Meiji, pareció revelar un lado oscuro que le venía de su linaje occidental: que la conquista colonial es la señal definitiva de la grandeza y modernidad de un Estado.
La península de Liaodong tuvo que ser devuelta por Japón a China, debido a la intervención conjunta de Francia, Alemania y Rusia. Poco después, Rusia consiguió que China le alquilara la península y estableció en ella, sobre el Pacífico, la estratégica base de Puerto Arturo.
Los avances de Rusia en el Asia Pacífico, preocuparon especialmente a Gran Bretaña, la primera potencia imperial del globo, la cual concertó, en 1902, una alianza defensiva con Japón, que era el más afectado por los progresos rusos.
En 1904 Japón inició una guerra con Rusia, ostensiblemente por la renuencia rusa a cumplir con el retiro pactado de sus tropas de Manchuria.
La guerra, inesperadamente, tuvo algunos importantes resultados adversos para Rusia[3]. Factores importantes para ello fueron la intervención de Gran Bretaña, que complicó el acceso al Pacífico de la Flota Rusa del Báltico, y las limitaciones que todavía tenía el Ferrocarril Transiberiano para transportar las tropas rusas hasta el teatro de la guerra, el Lejano Oriente.
El presidente norteamericano Teodoro Roosevelt, después de sostener conversaciones con Japón, se ofreció para mediar en la guerra. En ese momento, el conflicto bélico era comprendido como una lucha entre dos contrincantes agotados y con serios problemas financieros, que no arrojaba resultados concluyentes.
La paz se pactó en el Tratado de Portsmouth (EEUU). Rusia consiguió evitar el pago de reparaciones inicialmente exigido por Japón, pero dejó las manos libres a Japón en Corea (Tokio convertiría a esta en colonia en 1910). Japón recuperó la península de Liaodong y la isla de Sakalín, al norte de Japón, se dividió entre los dos Estados.
Las noticias del tratado desataron fuertes protestas populares en Japón, donde se esperaba que la paz reportara ganancias acordes con los celebrados triunfos militares. En el mundo, sin embargo, se mantuvo la imagen de una decisiva victoria de una potencia asiática sobre una gran potencia occidental.
En Portsmouth se plasmó también un importante acuerdo entre los intereses expansionistas de Washington y Tokio en el Asia Pacífico. EEUU reconoció la legitimidad de las acciones de Japón en Corea y, a su vez, Japón aceptó el gobierno de EEUU sobre Háwai y Filipinas.
Durante la guerra con España, en 1898, EEUU había realizado la anexión de las islas Háwai. Esta, inspirada por las ideas de expansión en ultramar del almirante Mahan[4], había sido impulsada por Teodoro Roosevelt cuando era viceministro de Marina.
El triunfo sobre España, ese mismo año, trajo a EEUU la posesión de las Filipinas y de la pequeña isla de Guam. Entre 1899 y 1902 EEUU protagonizó una brutal guerra en Filipinas contra los partidarios de la independencia. Washington defendió la posesión de estas islas, considerándolas como un bastión que le serviría para proteger y proyectar sus nuevos intereses en el Pacífico Occidental.
Pese al entendimiento con Japón en Portsmouth, en los años siguientes las relaciones entre Washington y Tokio fueron difíciles. Japón veía que EEUU se había convertido en una incómoda potencia mayor en Asia del Este y que la armada norteamericana resultaba ser su mayor enemigo potencial. Del otro lado, Washington presenciaba con inquietud la modernización y el fortalecimiento que perseguía la marina japonesa, la cual, desde que aniquiló a la flota rusa en Tsushima, era considerada una armada de primer orden.
Al final de su gobierno, en 1907, el presidente Teodoro Roosevelt despachó a la Flota del Atlántico en un viaje alrededor del globo. La gira fue interpretada como un despliegue de la capacidad militar de EEUU, en medio de serias tensiones con Japón —suscitadas por el trato que recibía la mano de obra japonesa en California—, y también como un mensaje a Tokio, en el sentido de que esa flota podía ser utilizada para defender los intereses norteamericanos en el Pacífico.
La ofensiva de Japón
Japón sacó ventajas de la concentración de las grandes potencias en la Primera Guerra Mundial y de los resultados de esta para mejorar sus posiciones en el Asia Pacífico.
En 1914, participando en la guerra contra Alemania, ocupó una Concesión alemana en Shandong (China). Luego aprovechó la debilidad de China, tras la caída del imperio, para presentar, en 1915, una serie de demandas a Beijing, buscando convertir al país en un protectorado japonés.
La Conferencia de París, al final de la guerra, otorgó formalmente la Concesión de Shandong a Japón, ante la indignación de Beijing que esperaba se aplicara la Libre Determinación. La Conferencia también amplió las posesiones de Japón en el Pacífico (en la forma de Mandatos) con varias islas que habían sido colonias alemanas.
En cambio, la Conferencia rechazó el pedido de Japón de incluir una cláusula sobre Igualdad Racial en la Carta de la Sociedad de Naciones[5]. Este revés sería, a partir de entonces, hábilmente utilizado por Tokio para dar lustre a sus credenciales como paladín del Asia frente al imperialismo occidental.
Por su parte, estrenando su rol como primera potencia del mundo después de la guerra, EEUU convocó a la Conferencia de Washington sobre Desarme Naval en 1921. El deseo de las principales potencias era frenar la costosa carrera armamentista que se había desatado en el Pacífico.
El objetivo principal de la reunión era establecer un nuevo orden regional en Asia del Este, asentado en un estable equilibrio de poder, en medio de un panorama político mundial de transición en el que Gran Bretaña declinaba, Estados Unidos ascendía y Japón escalaba posiciones en el plano regional.
Rusia estaba en un paréntesis, recuperándose de los trastornos de la revolución bolchevique y la invasión aliada de su territorio, en la cual Japón invadió Siberia mostrando sus ambiciones por los ingentes recursos de la región.
A EEUU lo guiaba individualmente el propósito de contener la expansión regional de Japón. Para ello, a manera de disuasión, ya había trasladado las mejores unidades de su armada de la Costa Este a California.
En armonía con el designio de la naciente potencia hegemónica, la conferencia acordó establecer una relación de armamento naval[6], de 5:5:3 para EEUU, Gran Bretaña y Japón; y de 1.75: 1.75 para Francia e Italia.
Estados Unidos, que en 1893 tenía la séptima armada del mundo, ahora se consolidaba en el primer lugar. El triunfador de la guerra mundial conseguía que se reconociera sin problema, en un tratado de limitación de armamento, su salto en la tabla de poderío naval.
Japón, aunque situado en el nivel más alto de armamento, quedó insatisfecho por no haber sido puesto a la par con Gran Bretaña y EEUU.
También se suscribió en Washington, en 1922, otro tratado que comprometía a los signatarios a preservar la soberanía e integridad territorial de China.
El instrumento buscaba multilateralizar la política de la Puerta Abierta de EEUU respecto a China, en el sentido de que esta no debía ser controlada por ninguna potencia individual, sino mantenerse como un campo de inversiones y comercio para todas ellas. Estados Unidos, desde el mandato de Woodrow Wilson, era defensor de la Libre Determinación. Hacía esfuerzos para reconciliarla con sus intereses en casos de anexión como Filipinas y Puerto Rico.
Desde China se pudo apreciar que, dada su mayor capacidad, EEUU era el principal beneficiario de la Puerta Abierta. Washington era también el más interesado en frenar los avances de Japón en China.
China, que menos de un siglo atrás había sido el Estado dominante en el Asia Pacífico, exhibía tal deterioro en su situación que se le veía como un potencial objetivo colonial, el cual, por sus particulares características, requería una prudente acción de las potencias.
En la práctica, durante la década de 1920, Japón llegó a controlar la economía del norte de China. Al mismo tiempo, Rusia, convertida al comunismo, volvía a incursionar en la región. En este período ocupó Mongolia y socavó la autoridad china sobre Manchuria.
Asesores soviéticos ayudaron, también, a organizar al Partido Nacionalista que gobernaba China y a darle un brazo militar; igualmente impulsaron la creación del Partido Comunista como aliado de los Nacionalistas. Estas acciones fortalecieron significativamente a la nueva república, pero también pusieron la semilla de la división de sus fuerzas.
En 1927 se rompió violentamente la alianza nacionalista-comunista que había servido para avanzar con la unificación de China derrotando a los jefes regionales.
En 1931, el ejército japonés tomó Manchuria, una parte de China que Japón aprovechaba como esfera de influencia después de derrotar a Rusia. La soya y el carbón de Manchuria eran fundamentales para la economía japonesa. Poco después creó el Estado Títere de Manchukuo (Pueblo de los Manchúes).
Ante la condena de la ocupación por la Sociedad de Naciones, Japón se retiró desafiantemente del organismo (1933) y anuló los compromisos de limitación de su fuerza naval fijados por la Conferencia de Washington.
Por esos años, Ishiwara, un militar y publicista japonés, señalaba que era inminente una guerra total entre EEUU, líder de Occidente, y Japón, líder de Asia, ambos ascendentes y enfrentados por ideologías opuestas.
Sin embargo, según Ishiwara, la URSS era el problema inmediato que Japón debía resolver, antes de emprender la guerra total con EEUU. Precisamente Manchuria debía servir de tapón contra la URSS. Fortaleciendo este propósito, en 1933, las fuerzas japonesas capturaron Jehol, capital de la vecina Mongolia Interior, que era una esfera de influencia rusa.
Después de la invasión Manchuria y mientras las tropas japonesas realizaban incursiones en el norte de China, la alta oficialidad se dividió en cuanto a la ruta que el país debía seguir.
Coincidían, no obstante, en la necesidad de prepararse para una confrontación frente a los Estados ricos del mundo, en los que veían el propósito de asfixiar a los Estados Desposeídos, como Japón, Alemania e Italia (poseedores de escasas colonias). Esta ideología cobraba fuerza, en los años 1930, en las tres potencias.
Aunque los matices de los racialismos que mostraban Alemania y Japón los separaban y sus designios de expansión no mostraban conexiones, el anticomunismo y el antagonismo con la URSS eran otros elementos que vinculaban a ambas potencias en este momento. Estas dos coincidencias los llevaron a suscribir el Pacto Anti-Comintern, contra la URSS, en noviembre 1936.
Como hemos visto, los militares japoneses pensaban ensendasguerras con la URSS y EEUU. Mientras, con miras al conflicto con la URSS, buscaban conseguir la autarquía a base de los recursos de China.
[1] Se asumía que a partir de 1992 la CE se volvería marcadamente proteccionista.
[2] Los llamados Tratados Desiguales, entre otras condiciones, imponían el control de numerosos puertos chinos por potencias extranjeras y sus armadas.
[3] Sobre todo la Batalla de Tsushima en la que Japón destruyó a la Flota Rusa del Báltico
[4] The influence of Sea Power upon history (1890)
[5] Japón hizo el pedido en buena medida motivado por la discriminación que sufrían los trabajadores japoneses en California
[6] Tomando en cuenta el tonelaje de grandes navíos (capital ships) de cada potencia.
Deja el primer comentario sobre "El conflicto Estados Unidos-China y la contienda por el Asia-Pacífico (parte I)"