Chocolate y desarrollo

El presidente de la República, Ollanta Humala, durante su encuentro con la canciller de Alemania, Ángela Merkel, en la ciudad de Berlín (Foto: Andina)

Escrito por Revista Ideele N°228. Marzo 2013

Aunque me considero una europea recontra adaptada en y amante del Perú, a veces me sobrevienen algunos gustitos culinarios de mi natal Alemania. Gustitos que normalmente son suplidos por amigos viajeros que traen alguna marca especial de chocolate, o de galleta, o de salchicha. Pero cada vez son menos necesarios los amigos mensajeros. En el supermercado, al lado de mi casa en Lima, ya encuentro muchos productos europeos, hasta mi marca de chocolate favorita alemana –lamentablemente- a un precio todavía bastante elevado. Esto podría cambiar con el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Perú: 

En los días pre-navideños los parlamentarios del Parlamento Europeo en Estrasburgo/Francia votaron a favor de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Perú y Colombia.  El tratado prevé que todos los firmantes bajen sus aranceles para los productos del otro país. Es decir que la palta o el café peruano puedan competir mejor en el mercado europeo, mientras que el consumidor peruano tendrá más productos europeos de precio más bajo a su alcance. El vice-ministerio de Comercio Exterior  peruano prevé que por las exportaciones aumentadas gracias al TLC, el Producto Bruto Interno pueda subir de 1 a 3 %. Se prevé que ganarán sobre todo los agricultores que ya están produciendo para la exportación y que cumplen con los estándares pedidos por la Unión Europea.

Tanto en el Perú como en los países de la Unión Europea la firma del TLC ha pasado casi desapercibida por la opinión pública. Se da por hecho que los Tratados de Libre Comercio –no solo con la Unión Europea sino con muchos países el Perú mantiene un TLC- constituyen un gran paso para el Perú hacia un país más desarrollado. Las voces críticas se encuentran en minoría. Vale la pena escucharlas. Porque detrás del TLC se esconde toda una gama de medidas que ponen en jaque a las supuestas ventajas para el Perú.

Hay que saber que el Perú ya tiene desde hace varios años un acuerdo de preferencias arancelarias con la Unión Europea que le otorga grandes privilegios por ser un país “en vía de desarrollo”. La exportación de espárragos y de metales ya está exenta del pago de aranceles. A cambio, con el nuevo TLC, el Perú le otorgará estos privilegios  a los países de la Unión Europea, sin que aumente mucho los suyos en comparación con las preferencias ya otorgadas en el Acuerdo SGP+ (Sistema Generalizado de Preferencias). La ventaja estaría del lado de la Unión Europea que puede  exportar  en adelante al Perú sus productos agrícolas subvencionados con mucha más facilidad. Cuando esto suceda van a perder los productores agropecuarios peruanos que no producen para la exportación –como son la mayoría de productores de la sierra- y que ya no podrán competir por el precio con las nuevas importaciones europeas.

Las voces críticas se encuentran en minoría. Pero vale la pena escucharlas. Porque detrás del TLC se esconde toda una gama de medidas que ponen en jaque a las supuestas ventajas para el Perú

La apertura del mercado para las inversiones y servicios es otro tema: el TLC le quita algunas facultades al estado peruano para regular las inversiones en  sectores estratégicos como las telecomunicaciones y finanzas.  Ejemplo de un efecto nefasto de un Tratado de Libre Comercio es la demanda que la empresa estadunidense Renco Group (Doe Run), la ex operadora de la fundición de La Oroya, le ha entablado por supuesta discriminación al estado peruano ante un tribunal internacional. La suma que pide Doe Run es nada menos que 800 millones de dólares. Detrás de Renco Group se esconde la empresa Doe Run, la misma que ha transferido durante años las ganancias de La Oroya a su dueño en Estados Unidos para luego alegar ante el Estado Peruano que no tenía liquidez para cumplir con el Programa de Adaptación del Medio Ambiente.

En un reciente conversatorio que tuvo lugar en Lima sobre las clausulas de inversión en los Tratados de Libre Comercio, se dio a conocer que 43 casos latinoamericanos  donde  empresas petroleras, de minería y gas han enjuiciado a estados nacionales se encuentran actualmente ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). Es a raíz de las clausulas de inversión que una empresa internacional puede enjuiciar a un estado extranjero. El problema es que algunas empresas usan estas clausulas para ejercer presión sobre los estados, como es el caso de Doe Run para evadir las regulaciones del Estado nacional en temas sociales o de medio ambiente.

Pero tal vez el efecto más impactante del TLC es a largo plazo: cuando uno mira las balanzas comerciales entre los países de la Unión Europea y el Perú, entonces observa siempre el mismo padrón: el Perú exporta oro, cobre, metales, espárragos, café a la Unión Europea. La Unión Europea exporta hacia el Perú maquinaria y productos más elaborados con un valor agregado.

El Tratado de Libre Comercio fija el rol del Perú como exportador de materia prima, con todas las implicancias ambientales y sociales que esto trae. Los países que han logrado pasar de un país exportador de materia prima a exportador de productos más tecnificados suelen tener políticas de regulación estatal muy fuertes. El mejor ejemplo es China, que condiciona a inversionistas extranjeros a que transfieran los conocimientos tecnológicos. El Perú está muy lejos de esto… simplemente abre sus puertas, muy amablemente, pero no se atreve a poner las reglas del dueño de casa. 

Nadie va a negar que el TLC con la Unión Europea trae algunos beneficios: los productores agrícolas industrializados de la costa, tal vez también los cafetaleros y cacaoteros podrán exportar más cantidades a la Unión Europea; necesitarán más fuerza de trabajo en el campo. Por el otro lado los consumidores de las clases emergentes  en los centros urbanos pasarán más tiempo en los nuevos centros comerciales con la difícil elección de qué producto comprar. Habrá más productos a precios más bajos. ¿Pero es esto en lo que se agota el desarrollo pregonado? ¿En que la creciente clase media peruana pueda escoger entre más marcas de productos de consumo? Me alegro que mi chocolate alemán preferido estará pronto en cada tienda y a precio bajo. Pero también me temo que “desarrollo” significa otra cosa. 

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