Escrito por
Revista Ideele N°226. Diciembre 2012Algunos dicen que el mundo terminará en llamas, otros en hielo, y algunos otros dicen que terminará cuando los niveles de dióxido de carbono lleguen a tal punto que la fotosíntesis no sea posible y todas las plantas mueran.
El fin del mundo es el tema favorito de casi todas las grandes religiones, ya sea anunciado por un monstruo mitad león mitad escorpión y los cuatro jinetes del Apocalipsis descritos en el Libro de Revelaciones, o la batalla de los dioses predicha por la mitología nórdica. También es material para la nueva película Buscando un amigo para el fin del mundo, en la que el personaje principal, Steve Carell, se embarca en un fatídico viaje junto con una excéntrica vecina interpretada por Keira Knightley, mientras que el apocalipsis se pone en marcha.
A pesar de que el 2011 tuvo una frustrada predicción del apocalipsis hecha por el predicador Harold Camping –quien ahora se suma a la comunidad de los profetas fallidos integrada por el predicador William Miller, el tele-evangelista Pat Robertson y un pollo británico del siglo 20–, el tema sigue en muchas mentes gracias al supuestamente ominoso fin del calendario maya.
Que le des –o no– credibilidad a las antiguas profecías mayas o cristianas, existen algunos otros escenarios un tanto más cedibles sobre el cómo llegará a su fin el mundo. Sea con un bang o un gemido.
Detengan este asteroide, me quiero bajar
Al igual que en la película, el candidato con más probabilidades de destruir la humanidad –dejando de lado otros métodos autoinflingidos más obvios como son las armas nucleares o las guerras biológicas– es un gran asteroide. Se piensa que un impacto como este acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años. De hecho, parece sorprendente que la humanidad todavía no ha tenido que enfrentar un desastre similar.
El Programa Objeto Próximo a la Tierra de la NASA vigila todas las cometas y los asteroides que pasan por las cercanías de nuestro planeta, la mayoría de los cuales son pedazos sobrantes del nacimiento del sistema solar. Cada día, cerca de 100 toneladas de material proveniente del espacio colisiona con nuestro planeta. Según la NASA, la mayoría lo hace en forma de pequeñas partículas.
En noviembre pasado, sin embargo, la Tierra se libró –por los pelos– de un impacto con el asteroide YU55. Éste, del tamaño de un portaaviones, pasó a unos 325 mil kilómetros de nosotros.
Jay Melosh, profesor de la Universidad Purdue y experto en cráteres, se tomó la libertad de imaginarse qué pasaría si es que el asteroide YU55 se hubiera estrellado con la Tierra. Si el impacto se hubiera dado a 17.7 kilómetros por segundo, el cráter tendría 6.4 kilómetros de ancho y 518 metros de profundidad, lo suficiente como para destruir una ciudad como Chicago. La población que estuviera a 96.5 kilómetros de distancia del punto de impacto tendría quemaduras de primer grado.
El año pasado, Melosh afirmó que los impactos de asteroides de este tamaño son muy insólitos. Suelen ocurrir una vez a cada 100 mil años, así que las probabilidades de una colisión con un asteroide como el YU55 son de aproximadamente 1% en los próximos mil años
Melosh también creó una calculadora de impacto online en la que puedes ver los efectos de un cataclismo introduciendo información sobre un hipotético asteroide.
Ahora, el asteroide más amenazante es Apophis, el cual tiene un diámetro de casi la mitad de un kilómetro. Existe una minúscula probabilidad –una de 250 mil– de que se estrelle en la Tierra en el 2036.
Acorde con la calculadora de Melosh, el impacto de Apophis –aunque sea un verdadero desastre– no significaría la condena de toda la humanidad: crearía un cráter de un poco más de 3.2 kilómetros de ancho y 457 metros de profundidad.
Otros escenarios fin-de-mundistas no comprenden la destrucción del mundo en su totalidad sino sólo un cambio en su composición que se nos haga imposible vivir. Y lo más probable es que nosotros mismo causemos ese cambio, aunque sea involuntariamente.
Una interpretación de este tipo de escenario se encuentra en la novela Cuna de gato de Kurt Vonnegut, cuyo argumento se centra en una sustancia ficticia llamada Hielo-9, una forma de hielo especial que convierte toda el agua líquida en más Hielo-9. Cuando una muestra de Hielo-9 cae el océano, éste concentra toda el agua de la Tierra y trae consigo el fin de la humanidad.
Aunque sí existe un tipo de cristal llamado Hielo-9, no tiene exactamente los mismos efectos catastróficos como la versión de Vonnegut. Pero hay otras formas hipotéticas en las que una reacción en cadena podría transformar la Tierra en algo menos habitable a como ahora la conocemos.
¡Metiste una sustancia viscosa en mi Hielo-9!
Un posible escenario involucra nanobots. Los robots microscópicos son muy útiles para la medicina y las comunicaciones, pero su fabricación puede resultar difícil para nosotros. Algunos nanobots, sin embargo, podrían ser diseñados para que sean capaces de auto-replicarse usando materiales alrededor de ellos.
¿Pero cómo le dices a un nanobot qué material es aceptable para su construcción o cuándo debe parar de hacer copias de sí mismo? Si esto no está previsto, los robots podrían utilizar cualquier material –un carro, un perro, una persona– para seguir fabricando más nanobots. Y dado que esas copias también podrían hacer otras copias, el proceso seguiría infinitamente o hasta que todos los átomos de la Tierra hayan sido usados como materia prima para la fabricación de nanobots. Nuestro planeta se convertiría en un empalmo de materia gris, robótica y viscosa.
La Tierra también podría convertirse en un extraño puré, gracias a un grupo aún más improbable: los físicos. Una teoría señala que los aceleradores de partículas como el Acelerador Relativista de Iones Pesados, o RHIC por sus siglas en inglés (Relativistic Heavy Ion Collider), ubicado en el laboratorio nacional de Brookhaven en Upton, Nueva York, podría crear strangelets, un tipo particular de materia que todavía no se ha observado en la Tierra. Si ciertas hipótesis son correctas, una vez que un strangelet tenga contacto con una materia regular, esto causaría una cadena de reacciones que terminaría como en Cuna de gato: con el planeta y todos sus habitantes convertidos en una bola de materia extraña.
Pero los físicos afirman que sólo hay una pequeña probabilidad de que esto ocurra. Ningún acelerador de partículas ha logrado producir siquiera una gotita de strangelet. Los científicos tampoco han encontrado materia extraña en la superficie de la estrellas de neutrones (un remanente estelar dejado por una estrella súpergigante), en donde debería estar si es que la teoría se sostiene.
Un periodista de New Scientist señaló, en el 2000, que las colisiones que se producen en el RHCI ocurren de forma natural cuando los rayos cósmicos se chocan con los núcleos pesados de la luna. Y, hasta ahora, la luna ha existido por 5 mil millones de años sin que haya sido devorado por un voraz strangelet.
No tienes que colonizar otros mundos, pero no te puedes quedar aquí
Aunque la humanidad encuentre la manera de salvarse de una explosión, de la licuefacción o de alguna otra forma de autodestrucción –y que los asteroides sigan pasando sin hacerle daño– los días de la Tierra están contados, gracias al inevitable envejecimiento del sol.
En el boletín mensual de la Royal Astronomical Society, investigadores describen cómo es que de acá a mil millones de años, el sol brillará tanto que quemará la superficie de la Tierra en un promedio de 117 grados Fahrenheit (47 grados Celsius). Si cualquier tipo de vida sobrevive, será en pequeñas bolsas de agua en el Polo Norte y en el Polo Sur. En los siguientes cientos de millones de años, el sol se volverá más luminoso hasta que la Tierra se convierta en un planeta sobrecalentado e inhabitable como Mercurio.
Nuestro sol no tiene masa suficiente como para transformarse en supernova, pero en unos 7.9 mil millones de años adquirirá tal tamaño que posiblemente destruya la Tierra, expandiéndose 256 veces su tamaño.
Algunos investigadores piensan que Marte podría ser el único planeta del sistema solar que sobreviva a este cataclismo, así que lo mejor sería ir planificando comprar o construir un futuro hogar de verano allí –al menos hasta que el universo también llegue a su fin.
(Artículo publicado originalmente en el Financial Times )
Deja el primer comentario sobre "Es así como ocurrirá el fin del mundo"