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Revista Ideele N°308En las últimas horas pude seguir en redes sociales las respuestas a las afirmaciones del general PNP, Jorge Luis Angulo Tejada. La mayoría de las veces esbozadas entre comentarios de burla, lástima y asombro, que lejos de problematizar los comentarios del policía, generan —vía el humor— una forma de afinidad que empatiza con el sentimiento más que con el pensamiento. Lejos de convertir esta columna en una apología a la semiótica o juzgar la interpretación de los colores del general, estas líneas buscan cuestionar dos aspectos: ¿Puede la disciplina semiótica ser aval de dichas declaraciones? Y más aún, ¿por qué hay tanta urgencia por invocarla?
Difícilmente un semiotista podría afirmar con tanta exactitud que el significado del color rojo, negro y amarillo apela universalmente a la violencia, la muerte y la alegría. Más aún porque la metodología semiótica se ocupa de analizar la producción de los fenómenos de significación y no la predicción (cual adivino) de esta. De lo contrario, si la semiótica fuese tal como la plantea Angulo Tejada, los mismos significados estarían en el uniforme que él viste, dando paso a una denuncia inmediata a los que confeccionaron su vestimenta, ya que en palabras textuales del general “esto no es una casualidad, es una causalidad. Son estructuras organizadas [los confeccionadores] y que están orientadas a llevar la violencia. Causar la zozobra y el caos o el miedo entre la sociedad”.
Sin embargo, la forma de trabajo semiótico es totalmente contraria. Entiende que los signos existen en el seno de la vida social y, por tanto, solamente pueden ser analizados por relaciones que se tejen con su contexto. No se trata de abstracciones mentales, universales e invariables. En ese sentido, ¿puede la semiótica ser un aval? En este caso, no. Aunque podría ayudar al general a comprender más, si tan solo mirase el fenómeno que tiene en frente y no interpretara fuera de lugar; es decir, ajeno al lugar de la producción. ¿O acaso en los chifas se envían mensajes subliminales en la combinación cromática de los wantanes con tamarindo?
Pero queda una duda aún más compleja por indagar: ¿por qué tanto apremio por invocar a la semiótica? Una respuesta evidente sería la necesidad de fundamentar lo dicho bajo algún paraguas académico. No obstante, la urgencia nos permite comprender que hay un lenguaje de símbolos que se les escapa de las manos a la Policía, que no termina de entender y que, al exhortar a la semiótica que le aclare lo que tiene en frente, opta por una respuesta prefabricada. La semiótica es usada como una técnica, como una caja de herramientas ajena a la producción social de esos signos, con la que se priorizan significados hechos a medida del mejor postor. Cabe resaltar que con este fraseo no buscamos proponer al cuerpo policial como víctima del desconocimiento o como ingenuo que ha sido embaucado, sino todo lo contrario. Hay un conocimiento de lo que está haciendo; pero, para este, lo que ocurre es tan ominoso que termina por ser una piedra indescifrable y, al no poder procesar lo que ocurre socialmente, opta por una respuesta que sustente la relación entre “la felicidad que engendra la muerte”.
Por eso, es muy importante detenerse en el gesto del general: con ello se evidencia que las demandas sociales en las protestas están nombrando algo que le resulta absolutamente arcano a los miembros de la Policía. Esta demanda los sobrepasa, no tienen palabras para comprender lo que está pasando. Por eso, recurren a la semiótica para emplearla como técnica depurada, que nombra a lo que aún es innombrable para ellos, como para una parte de los peruanos. Sin embargo, con este movimiento no solo se traiciona a la metodología semiótica, presentando a los signos como abstractos y universales, sino también al fenómeno que ocurre, porque se vuelve singular algo que es sin-lugar, pone palabras en aquello que es aún indeterminado.
La semiótica analiza los procesos de significación, pero también de aquello que está latente y que es resistido a ser significado, como las muertes de más de cincuenta personas, o que la cantidad de días de gobierno sea casi la misma de los fallecidos. La semiótica, en consecuencia, se ocupa desde cerca y desde adentro de cada fenómeno, intenta ofrecer interpretaciones que se alejen de una academia extractiva para ofrecer una lectura activa, que promueva alternativas de interpretación a un tiempo de polarización.
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