Literatura: La ciudad de los culpables

Lima a finales de la década de los 80

Escrito por Revista Ideele N°225. Noviembre 2012

Rafael Inocente, ex director del Instituto Tecnológico Pesquero, ha pescado muchas otras cosas en la vida, además del maltrato del Ejecutivo, la demonización de la prensa, la decepción de un Gobierno por el que había apostado tanto; y, por estos tiempos, un resfriado.

Antes que ingeniero y mucho después también, Inocente es escritor. Su novela La ciudad de los culpables va por la segunda reedición, y si uno revisa los comentarios que circulan en la web puede apreciar el interés por una obra cuyo principal espacio de crítica y difusión ha sido el “boca-oído”.

La ciudad de los culpables que grafica Inocente es la Lima de los ochenta y principios de los noventa: una ciudad estremecida por los coches-bomba de Sendero Luminoso, los secuestros del MRTA y una igualmente aterradora respuesta del Estado.

La obra está compuesta por cuatro relatos en primera persona y descubre una Lima desconocida para muchos. Inocente se traslada al otro lado del infierno para contarnos una versión vedada de aquellos que terminaron pagando el pato. ¿La visión de los culpables? No; pero mejor que lo juzguen los lectores. En la ciudad de Inocente, tal como queda claro desde el título, los inocentes no existen, valga la paradoja.

Los testimonios que integran la novela son de personajes en su mayoría provenientes de los conos de la capital. Pero no es el sector emergente y emprendedor que hoy hace noticia. Se trata, más bien, de una esfera sumergida y ahogada en una crisis económica que no vislumbraba salida alguna. Lima en esos tiempos tenía dos puertas de escape, según el extremo en el que se encontrase uno: la del precipicio y la del aeropuerto.
Los relatos actuales nos dan cuenta de una ciudad en pleno despegue económico y un sector empresarial pujante. Inocente nos relata la prehistoria de esta Lima. Una ciudad que emergió a punta de patadas y con un parto muy sangriento.

Es la Lima antes del boom de la gastronomía y los polos Marca Perú, antes del Metropolitano y las escaleras amarillas. Es la Lima de un Tren Eléctrico que nunca se estrenó, del boom de las bombas, de los despidos masivos y las huelgas indefinidas. Una Lima cercada por lo que alguna vez Sendero Luminoso llamó cinturones de hierro de miseria.

La ciudad de los culpables es un relato politizado que, según el crítico literario Javier Ágreda, llega a rozar el panfleto político. La rabia y el dolor que traslucen estas historias es un mensaje de un escritor que ha vivido esta época y parece tener la certeza de que existe “algo” que se le pasa a la gente que hace memoria de estos años, ya sea por ignorancia o por omisión deliberada. Inocente percibe que no nos están contado la historia real, y por eso, a través de las voces de Orlando, Lucía, Julia y Sebastián, nos presenta una narración alternativa.

No son héroes ni mártires; ni siquiera se trata de personajes carismáticos. Los protagonistas de esta novela son seres comunes y corrientes hermanados por la miseria material en unos casos y en otros víctimas de la miseria moral. De la rabia a la pasión transitan las historias que nos trasmite Inocente y que reflejan un capítulo prohibido de la historia del Perú.

Es la Lima antes del boom de la gastronomía y los polos Marca Perú, antes del Metropolitano y las escaleras amarillas. Es la Lima de un Tren Eléctrico que nunca se estrenó, del boom de las bombas, de los despidos masivos y las huelgas indefinidas. Una Lima cercada por lo que alguna vez Sendero Luminoso llamó cinturones de hierro de miseria

Aunque la novela es dura y desgarradora, detrás de la furia y el desconsuelo Inocente rescata, mediante el diálogo de los protagonistas, los sueños y la esperanza. Las historias furtivas de La ciudad de los culpables son una alegoría de las promesas de amor y armonía que quedaron postradas en el pasado siglo. Muchos de los personajes no viven para contarla. ¿Será ésta la interpretación del autor de los tiempos actuales? Con la mala suerte con la que terminan algunos de sus personajes, ¿Inocente nos quiere mostrar una interpretación apocalíptica del mundo? No necesariamente. La fuerza de los personajes hace pensar más bien en una revitalización de los sueños tras las desgracias.

El crítico literario Javier Ágreda, además de reconocer el impacto que ha tenido la novela de Inocente, a pesar de que su lanzamiento ha estado desprovisto de una campaña de marketing, indispensable en estos tiempos pero ajena a quien no tiene ni las posibilidades ni los contactos, resalta .el aporte del autor al graficar a una parte de la juventud limeña:

“Sin lugar a dudas, la mayor virtud de La ciudad de los culpables es mostrar de la manera más fidedigna el mundo de esos jóvenes: su vida cotidiana, sus anhelos y expectativas; y su propia cultura, desde sus lecturas y la música que escuchan (huainos, salsa, rock) hasta la forma de hablar, con su agresivo lenguaje y peculiar sentido del humor”.

El escritor Miguel Gutiérrez también elogia la novela de Inocente, que leyó cuando ésta solo iba circulando subterráneamente en forma de manuscrito:

“Como no había ocurrido en la narrativa peruana desde la época de Congrains, los personajes de Rafael Inocente (como lo hace también con un notable nivel artístico Daniel Alarcón) pertenecen a los sectores pobres de la sociedad peruana; han nacido de padres migrantes andinos y viven en los asientos humanos y, sin idealizarlos, están representados con toda dignidad humana. Las mujeres —por ejemplo, Lucía, Julia, Sofía— no tienen la belleza rubia de las Baby Schiafino, pero sí otra belleza, física y moral, pese a las heridas recibidas. El otro aspecto que merece destacarse es el conocimiento verdaderamente excepcional de la Lima andina que tiene Inocente. Y así, con el trasfondo de los años más violentos de la guerra senderista, el lector recorre los barrios obreros, los pueblos jóvenes y los asientos humanos de pobreza extrema, pero también las calles, plazas y barrios tradicionales de la Lima colonial”.

Hasta aquí la virtud de la obra de un autor que todavía pueda dar mucho más en la literatura. Los puntos débiles de La cudad de los culpables también son notorios. Por un momento los diferentes testimonios que componen su historia parecerían tener una sola voz y un solo tono. Falta aún mayor destreza para saber combinar vidas disímiles, tal como refiere también Javier Ágreda: “La retórica, la técnica narrativa y la estructura de la novela muestran claramente a un autor en proceso de aprendizaje”.

La lectura de La ciudad de los culpables es sin duda necesaria, mucho más en tiempos en que el discurso único también busca insertarse en las artes. Coincido con Ágreda en que es una novela más cercana al género realista que al picaresco, como señala Miguel Gutiérrez. La apuesta por un realismo puro y duro se distancia de aquella tendencia que fue creciendo en la literatura peruana en la que la identidad, el tiempo y el espacio se difuminan. Aún se espera mucho del autor.

Sobre el autor o autora

Julián Prado
Colaborador

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