Reflexiones urgentes hacia dentro de la Iglesia católica

Una de las organizaciones religiosas más antiguas del mundo, la Iglesia Católica, se enfrenta a una grave crisis

Escrito por Revista Ideele N°224. Octubre 2012

Llevamos unos meses en los que la Iglesia católica es el centro de la noticia, generalmente para mal, con reportajes de todo tipo, películas, mensajes en Internet y en los blogs que resaltan condenables acciones y actitudes de algunos de sus miembros en el mundo y que, además, difunden masiva y repetidamente películas y reportajes que cuestionan la vida de Cristo y la doctrina de la Iglesia. Se trata sin duda de una campaña (por el estilo, por la repetición, por las medias verdades, por la falta de debate serio, por el ocultamiento de otras verdades y otras acciones benéficas y sacrificadas de miles y miles de sacerdotes y religiosas católicos por todo el mundo), pero tampoco hay que cerrar los ojos ante hechos comprobados, de diferente estilo y proyección, de miembros de la Iglesia católica en Alemania, en Irlanda, en España, en Venezuela, en los Estados Unidos, en Nigeria, en el Perú…

Hablando con varios obispos y con numerosos sacerdotes coincidimos en que, entrados en el siglo XXI, la Iglesia católica debe replantearse varios aspectos de su relación con la sociedad, y que debe hacerlo con transparencia, con sinceridad y con valentía. Posiblemente con dolor también y, a veces, con vergüenza y pidiendo perdón. Quizá lleguen momentos excepcionales para la historia moderna de la Iglesia católica, como ha ocurrido en otras épocas por el nivel de exigencias de la sociedad.

Pienso que en la Iglesia debemos reflexionar, de manera especial y urgente, sobre tres aspectos de su relación con la sociedad a nivel mundial: el poder, la cultura y el sexo, que son los temas tratados en las noticias de los últimos meses. Y creo que debemos hacerlo por ese orden.

El poder: Son ya muchos los siglos en los que se discute, desde diferentes ángulos y situaciones, la llamada relación de la Iglesia católica con el poder, desde la hegemonía mundial de los países del llamado “Occidente cristiano”, la misma existencia del Estado de la Ciudad del Vaticano con sus embajadores y opiniones políticas, la participación política directa en muchos momentos de la historia hasta nuestros días (recordemos algunos: Solidaridad en Polonia; Democracia Cristiana en Italia; actitudes de los obispos en Venezuela, en España, en Bolivia; lo que está ocurriendo en estos momentos en los Estados Unidos, con la defensa de los emigrantes, así como la presencia de la Iglesia en movimientos de liberación en América Latina, en El Salvador, en África, etcétera). Los últimos escándalos en el Vaticano, que llegan hasta el asesor personal del Papa, también animan a criticar la falta de transparencia en el manejo de cuestiones materiales alejadas de toda cuestión religiosa y de fe. El Reino de Cristo, ¿es o no es de este mundo? ¿Cómo diferenciar el compromiso de los católicos, especialmente de los laicos, con su comunidad, de posiciones institucionales y de manejo del poder político y económico que llevan a defender intereses específicos que no tienen nada que ver con la religión ni con la fe?

La cultura: Una pésima relación entre cultura moderna e Iglesia católica. Llama mucho la atención, pues precisamente la Iglesia católica, a lo largo de la historia y superando con mucho a las demás religiones, ha sabido adaptarse y adaptar creaciones culturales de los diferentes pueblos del planeta. Por algo nos llamamos “católicos”, universales desde el mismo mensaje evangélico, desde el mismo mandamiento principal de Jesús, al considerarnos todos hijos de Dios, desde la misma práctica de los primeros cristianos. La presencia de sacerdotes y religiosas de todas las razas y naciones es una riqueza de la Iglesia católica que no pueden presentar las otras religiones. Entonces, ¿por qué nos cuesta entender el mundo moderno? ¿Por qué no se sabe utilizar correctamente los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la comunicación, no solo a la defensiva y con contenidos tradicionales sino con creatividad, estilos y propuestas para el siglo XXI? La cultura, en la sociedad, va relacionada con el poder, por lo que, de nuevo, surgen las preguntas del punto anterior y el llamado a la sinceridad y a la valentía. Por ejemplo en Navidad, con el consumismo masivo, entre los niños es más famoso Papá Noel que el Niño Jesús. ¿Quién no lo sabe? Y en Semana Santa, en el tan nombrado “Occidente Cristiano” preferimos las vacaciones que la reflexión y la oración, por no hablar de los ritos litúrgicos, de las palabras y símbolos que en ellos se usan y que no tienen nada que ver con la historia y las culturas de Asia, de África, de América Latina. ¿Nos atreveremos a cambiar, como se hizo en situaciones similares a lo largo de los siglos? ¿Seguiremos imponiendo manifestaciones culturales incomprensibles para la mayoría, especialmente para los jóvenes?

El sexo: El tercer aspecto importante que, por su repercusión en los medios, pareciera el más urgente y el que arrincona más, desde la opinión pública, a la Iglesia católica. De nuevo, se necesita sinceridad y valentía, insistir mucho más en la fe, en la conciencia personal, en la cultura del siglo XXI, que en visiones tradicionales que no son dogmas sino expresiones de la presencia de la Iglesia en momentos históricos determinados. Hay, por lo menos, dos puntos que no se pueden seguir obviando: por un lado, aceptar que desde la década de los 50 del siglo pasado (por poner una fecha) se fue separando, en la conciencia y en la cultura masivas, el acto sexual de la reproducción. Ésa es la base del desencuentro entre millones y millones de personas y una interpretación de la doctrina de la Iglesia sobre el sexo que, simplificando un poco, es cierto, se sigue relacionando con la procreación, con los hijos, con la familia, etcétera, ¡¡siendo pecado todo lo demás…!! Hay que replantear todo ello sin negar absolutamente nada de la fe cristiana. Y el segundo punto —muchos lectores habrán coincidido ya en el tema— es el celibato sacerdotal. Hay que evaluar la situación y dejarlo como opcional, de la misma manera que fue opcional para obispos y sacerdotes en largas épocas históricas de la Iglesia.

Son tres aspectos que debemos tener en cuenta todos los católicos ante la situación que está viviendo la Iglesia en estos últimos meses. Una reflexión compartida entre todos y por todos los continentes, sin apresuramiento pero con sinceridad y valentía. La Semana Santa, cuando recordamos el centro de nuestra fe, la muerte y la resurrección de Jesús, es momento propicio para ello.

Pienso que en la Iglesia debemos reflexionar, de manera especial y urgente, sobre tres aspectos de su relación con la sociedad a nivel mundial: el poder, la cultura y el sexo

Algunas sugerencias concretas

1. Sobre la relación con el poder
a) Separar al Papa del gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano, nombrando una comisión o consejo de gobierno conformada por laicos que representen a dicho Estado ante la comunidad internacional, de manera que el Papa ya no sea considerado “Jefe de Estado” sino representante de la Iglesia católica.
b) Supresión de todas las nunciaturas a excepción de aquella relacionada con la Organización de las Naciones Unidas y sus dependencias, especialmente las de Servicio Humanitario y Derechos Humanos. El representante del Papa será el presidente de la Comisión Episcopal de cada país.
c) Venta y/o entrega solidaria de todos los bienes que pueda tener la Iglesia católica en cada país y que no estén relacionados con el culto ni con la educación (tierras de cultivo, empresas, acciones, etcétera).
d) Transparencia absoluta y rendición de cuentas permanente de la economía del Estado de la Ciudad del Vaticano desde el nuevo Consejo de Gobierno.
e) Siguiendo la doctrina social de la Iglesia, los laicos debemos comprometernos con la sociedad y la justicia, pero no puede haber partidos políticos ni gobiernos declarados oficialmente como “cristianos”.

2. En relación con la cultura
a) Introducir los cambios necesarios en la vestimenta y en la liturgia; por ejemplo, suprimir todo tipo de tiaras, mitras, solideos en el Papa y en los obispos, ya que no tienen significado alguno para la mayoría de habitantes del planeta.

b) Adaptar mejor los textos litúrgicos a cada cultura nacional y a la cultura del siglo XXI, reconociendo el origen mediterráneo de muchos de nuestros símbolos que no son entendibles en otras latitudes de América Latina, África y Asia, conservando lo esencial a la tradición católica.

c) Fomentar la lectura de la Biblia, en especial del Nuevo Testamento, animando a que todos llevemos la Biblia a la Iglesia, recordando que la lectura de parte del sacerdote, diácono o laico se originó en el hecho de que la mayoría era analfabeta, lo que ya no es el caso en el siglo XXI, de manera que todos podemos leer los textos que se señalen. En América Latina, si vemos a una persona con una Biblia en la mano, ¡¡¡es un cristiano no católico!!!

d) Animar a dar y recibir la comunión en la mano y no colocada en la lengua, ya que ¡¡se trata de compartir el pan!! Colocar la sagrada hostia en la lengua es lo más antihigiénico y humillante. Es mucho más digno recibirla con fe en las manos, como en toda comida familiar.

e) Explicar mejor (y, en lo que corresponda, anular) todo lo relacionado con el concepto de Reino y de Rey, que corresponden a etapas vividas por la humanidad hace ya muchos siglos y que están muy lejos de la práctica de la democracia en cada país y en el mundo. Muchos de estos textos e imágenes confunden a los cristianos o, en el mejor de los casos, no les dicen nada para animar y fortalecer su fe.

f) Fomentar, como lo han hecho y pedido los últimos papas, la profunda formación de los cristianos y el uso de las nuevas tecnologías de comunicación en la formación y en la transmisión de la fe católica.

3. En relación con el sexo
a) Seguir defendiendo a la familia y al matrimonio sin dogmatizar sobre el sexo y formando mejor a los cristianos, con base en la libertad y el amor.
b) Anular los procesos de excomunión a aquellos cristianos que se separan o tienen problemas de pareja, aceptándolos en la comunidad cristiana a la que pertenecen.
c) Considerar el celibato como una opción personal y quitarle su carácter obligatorio y universal.
d) Acoger con naturalidad a la comunidad gay.
 

[Nota: Ninguna de estas sugerencias se relaciona con los dogmas y la fe de la Iglesia católica.]

Sobre el autor o autora

Michel Azcueta Gorostiza
Profesor español nacionalizado peruano. Ex alcalde distrital de Villa El Salvador. Doctor en Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ganador del Premio Príncipe de Asturias por su gestión municipal. Ganador de la Orden de las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta.

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