Rafael Dumett: “Aspiro a que lo que yo escriba tenga un carácter curativo”

Escrito por Revista Ideele N°308. Enero-Febrero 2023

En medio de la difícil coyuntura política por la que atraviesa nuestro país, el autor de El espía del Inca tuvo la gentileza que brindarnos la siguiente entrevista, realizada el martes 31 de enero.

Hay una idea que me ha venido rondando la cabeza estos días que pensaba escribirte y es el tema de la traición. Sobre todo, con el contexto de este verano oscuro que estamos viviendo acá en el Perú. ¿Tú piensas que la traición está marcada con fuego en la historia de nuestra república? Y te lo pregunto porque sé que además de escritor, guionista, etcétera, ya con la experiencia de El espía del Inca, creo que realmente te has zambullido en historia del Perú. Entonces, te lo pregunto en tu calidad de investigador…

Te refieres a la historia republicana…

No. En este caso, desde los incas.

Curiosamente, lo que yo he tratado de hacer es más bien relativizar estos calificativos que se realizan respecto a los grupos étnicos que estaban con los incas. Específicamente, con respecto a los grupos étnicos que conspiraron con los españoles en contra de los incas, yo he tratado de relativizar justamente ese adjetivo, en la medida en que en esta época los caciques operaban en función de sus propios intereses. Ellos no tenían una conciencia de lo que era el Tahuantinsuyo, tenían una consciencia muy limitada y restrictiva de, bueno, tenían un acuerdo con los incas, recibían recursos hidrográficos, tenían contratos de entregar ciertas cosas en las tierras del Inca y en las tierras del sol, y tenían que proporcionar ciertas cosas… Pero aparte de eso no, no, no había ninguna conciencia de país o una conciencia de nación, ni nada por el estilo. Es por ello que he tratado más bien de relativizar todo aquello que se ha dicho con respecto a esta supuesta traición de parte de los grupos étnicos con respecto a los Incas en nombre de una raza que no existía. Y nada. Ahora bien, hay una cosa que sí observo —bueno, también lo he relativizado— es el calificativo de traidor que se le asigna Felipillo… Porque lo detiene a él una fidelidad al inca Atahualpa con quien no tenía ninguna solidaridad étnica… Bueno, de la misma manera, tampoco tenía ningún vínculo de solidaridad ni con los españoles. Y, curiosamente, más bien, al final de su vida, termina apoyando nada más y nada menos que a Manco Inca.

Claro.

…Yo no sé si hablaría de traición, pero lo que yo puedo ver es que hay un fenómeno que sí data de los tiempos preincaicos, y creo que es la atomización de intereses. Como que no hay realmente, sea lo que fuera, nación, república, colonia, lo que fuera… No ha habido realmente una idea cohesionada de algo colectivamente que nos una. Nunca lo ha habido, nunca. Y, por ejemplo, cada curaca siempre tiraba agua para su molino, cada uno de ellos pensaba en sus propios intereses ¿no? Inclusive en aquellas rebeliones supuestamente colectivas. Bueno, pues, yo no pienso en términos de todos los rebeldes, pero posiblemente ellos han pensado concretamente qué podía favorecerlos a ellos… Yo entiendo, por ejemplo, que esta atomización de intereses y la carencia de algo colectivo haya justamente hecho que no sea posible ningún proyecto común de ningún tipo, y que las élites además no han favorecido eso de ninguna manera, por razones históricas que son mucho más complejas de lo que yo podría explicar….

Todos tirando para su lado, que es casualmente lo que a estas alturas nos pesa tanto y nos parece un callejón sin salida. La falta de proyecto de una nación en general…

Exactamente. Esa fue la razón por la cual, por ejemplo, el historiador Valdemar Espinoza Soriano piensa que el incario fue destruido tan fácilmente. Y sospecho que esa misma razón puede explicar también, por ejemplo, la derrota de la guerra con Chile. En fin, hay una serie de fenómenos que hacen que a la hora de la hora tú te des cuenta que el Estado peruano es increíblemente frágil, literalmente parece que estuviera sostenido con babas. A la hora de la hora hay eventos recurrentes de histórica, cuando ocurre algún problema, cuando las papas realmente queman y nos damos cuenta que realmente el Estado como tan no tiene presencia en gran parte del país, es decir… Y, además, te das cuenta que gran parte del país tiene una visión completamente diferente de lo que es importante, de lo que conviene, ¿no? Y recién Lima se da cuenta de esto cuando de pronto la gente se indigna y se molesta fuera de la capital. Y parece muy sorprendida, siempre, sistemáticamente, parece muy sorprendida por algo que ocurre en el interior del país que toma por sorpresa, comenzando con el mismo hecho de la subida por ejemplo de Pedro Castillo, de las encuestas, que pasó completamente del radar de Lima. No se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo en el interior del país.

Trato de imaginar, por su puesto, bienvenida la imaginación a la hora de representar el pensamiento, el sentimiento, la consciencia, pero en la medida de lo posible trato de restringir, digamos, de ceñirme a los hechosRafael Dumett

Atahualpa y la catarsis

Yendo ya a tu novela —porque podríamos hablar del drama del Perú durante 15 horas seguidas— la he leído, entre otras cosas, fascinado por los personajes que has elegido. Más allá del protagonista: Oscollo, Salango, Yunpacha —tiene muchos nombres—, que es el espía del Inca, El Recogedor del Inca, también… Yo sé, porque he leído varias entrevistas que te han hecho, que empezaste a trabajar el proyecto desde Felipillo, que es casualmente un personaje que, a nosotros, en el colegio —al menos a mí me pasó—, siempre nos lo han puesto como el ejemplo del traidor… Y es un personaje que, tal como tú lo inventas, resulta bastante rico… También te he escuchado hablar mucho de Atahualpa, que es otro personaje que los peruanos tenemos atravesado. No sabemos qué sentir ni que pensar de él. Es un personaje que se roba la mitad de la novela, por lo menos. Entonces, mi pregunta va por la construcción de los personajes. Tú, además, me parece que sales de la dramaturgia, y yo sé que la dramaturgia se especializa pues en la construcción de los personajes que tienen un conflicto interno, y son personajes complejos. Cuéntanos un poco de cómo fuiste elaborando estos dos personajes, Felipillo y Atahualpa, y cómo terminaste creando al espía del Inca…

Sí, bueno, con relación a los personajes, tienes razón, yo vengo de dramaturgia y no solamente de la dramaturgia; tengo, en realidad, una formación creo que es bastante heterodoxa en lo que se refiere a la noción de personaje. Por una parte, he estudiado profundamente a Shakespeare, y por otra parte he recibido una formación en la Católica de una de una profesora muy buena que se llama Susana Reisz, acerca de la tragedia, porque no solamente es una creación de personaje trágico. Me acuerdo cuando yo estaba justamente conversando con ella porque quería que ella presentara en mi libro y no pudo por razones de salud, me explicó: Rafael, me dijo, todos tus personajes son trágicos. Inclusive yo escribí un texto, que puedo compartir contigo, al respecto de en qué sentido estos personajes son trágicos. Había una serie de elementos que estaban también involucrados, conceptos que estaban en la aplicación. En primer lugar, por ejemplo, hay una cosa de la que yo no soy necesariamente consciente todo el tiempo, pero yo aspiro la catarsis. Cuando una obra, tanto en el teatro como fuera de él, en todo lo que hago yo me doy cuenta que en realidad estoy buscando elementos de catarsis. ¿Catarsis qué cosa es? En la traducción cristiana esta noción quiere decir algo así como una especie de purificación espiritual a partir de una emoción muy intensa, no en el caso de la etimología; en la etimológica, la catarsis es literalmente un enema…

¡Ah, sí! ¿Un enema?

Un enema. Es decir, justamente, una especie de purga interna que uno realiza. Tú recibes una dosis concentrada de helios y fogos, digamos horror y además esta empatía profunda con lo que estás viendo, entonces tú te solidarizas profundamente con lo que está ocurriendo, con el infortunio que está viviendo este personaje y, además, digamos, tienes una emoción tan profunda que te libera supuestamente del mal social que da origen a lo que tú estás viendo. Entonces, supuestamente, eso es lo que yo aspiro… De alguna manera, aspiro a que lo que yo escriba tenga un carácter curativo. Ahora bien, esto puede parecer un poco esotérico, en el sentido espiritual de la palabra. Es decir, yo creo que en el caso específicamente de Atahualpa, que es un personaje como tú dijiste muy ambivalente, no sabemos bien qué hacer con él, y su muerte trágica ha creado una neurosis colectiva, es decir, un conflicto colectivo no resuelto que está girando y girando a lo largo de los de los siglos desde que él murió, y que se expresa en manifestaciones rituales, teatrales que están en Perú, Ecuador, Bolivia. Argentina. Estamos hablando de doscientas celebraciones, rituales, recordatorios que de alguna u otra manera conmemoran la muerte de Atahualpa, fíjate.

El fin del mundo, pues…

Sí, exactamente. En qué ha pasado, por qué esta muerte nos ha traumatizado tanto, que justamente se ve reproducida una y otra vez constantemente en los lugares más apartados de lo que antes consistía el Tahuantinsuyo. Entonces, ese es el tipo de conflicto neurótico que yo quería romper de manera muy consciente con la novela, realmente establecer una especie de balance y liquidación del personaje de Atahualpa, no solamente por lo que él era sino de todo el proyecto que implicaba. Y bueno, pues, a partir de procedimientos dramatúrgicos…

Un espía en el incario

Tú elegiste estos dos personajes, Felipillo y Atahualpa, pero llegaste a inventar otro. Entonces mi pregunta es: ¿en qué momento de tu de tu largo y ardo camino —11 años creo que te demoraste en escribir tu novela— te diste cuenta que tu personaje era otro?

Ah, sí. Bueno, yo una vez más espero narrar un poquito el proceso por el cual yo fui descubriendo a estos personajes y su universo, y fue básicamente fichando por un año, fichando todo, básicamente fichando… También estuve fichando la Historia del Tahuantinsuyo de María Rostworowski. Pero básicamente lo que me dio la clave fue cuando estuve fichando todo el material de Juan José Vega, él tiene un libro muy interesante llamado Los incas frente a España y básicamente hice lo que estaba haciendo, digamos, que era simplemente hacer perfiles de personajes, indicando de manera muy estricta la cronología de las fechas importantes de esos personajes, haciendo un resumen de todos los eventos que le habían ocurrido en sus vidas, indicando la fuente donde había obtenido la información sobre sus vidas y hubo casos en que a veces tenía que poner información contradictoria, porque a veces una fuente decía una cosa y a veces otra fuente decía otra, pero tenía que consignar de dónde venía lo que yo decía, para poder eventualmente retomar a él si venía alguna persona que me decía: No, eso no ocurrió así [Impostando la voz] y poder yo decir: En la página 185 de…

Era casi como escribir no ficción…

Exactamente… Bueno, yo proceso así también. Trato en la medida de lo posible de ver lo que realmente ocurrió. Trato de imaginar, por su puesto, bienvenida la imaginación a la hora de representar el pensamiento, el sentimiento, la consciencia, pero en la medida de lo posible trato de restringir, digamos, de ceñirme a los hechos. Si ocurrieron realmente no sé si es algo que corresponde a lo que dijeron las crónicas, pero, bueno, eso es básicamente lo que traté de hacer…

Me estabas contando un poco acerca de cómo tú vas fichando personajes…

Discúlpame, sí, entonces lo que pasó fue que al cabo de más o menos de un año de estar trabajando esto, tenía un buen resumen de todo lo que había ocurrido en el imperio incaico, además con sus fichitas y todo, más o menos setenta páginas, y realmente estaba bien desesperado, más allá del personaje de Felipillo que me llamaba la atención, tuve un primer intento de escribir todo desde el punto de vista de Felipillo que fracasó. Entonces ahí me puse a ver todo y vi lo que los gringos dicen “the big picture”, traté de ver todos los eventos, todos los personajes, y me jalaba los pelos porque no encontraba como podía realmente abordar esto de una manera literaria. Y un buen día, yo me acuerdo, un buen día de octubre del 99, me acuerdo claramente, yo ya estaba realmente desesperado, con problemas de peso, estaba angustiado, no sabía cómo abordar todo esto y un buen día me desperté con la idea muy clara de que, caray, el personaje principal de esto es este espía, este espía que he encontrado allí, justamente, en Juan de Betanzos, pero ese espía no debe ser como esta otro…

¡Encontraste entonces un espía histórico entonces!

Exactamente… Encontré un espía histórico, que había sido un espía que había hecho mal los informes. Y yo dije, pero en lugar de ese… yo me voy a fabricar —y acá sí, lo fabriqué— un espía diferente, un espía que sea chanca y además que sea un espía digamos que tenga este poder especial. Porque yo decía si es chanca y además es runa, es decir, es campesino, entonces él no va a poder realmente acceder a los eventos que yo quiero que acceda. Entonces ahí dije [meditabundo] ¿cómo hago para que él pueda acceder? Porque si no los burócratas no lo van a tener, no van a querer formarlo como espía, tiene que tener un poder especial, y es allí cuando se me ocurrió el poder este de contar las cosas en un vistazo, que proviene de una fascinación mía por un neurólogo, que es patólogo, que yo admiro mucho, que es Oliver Sacks…

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