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Revista Ideele N°308. Enero – Febrero 2023La segunda guerra China-Japón estalló en 1937, por un incidente militar cerca a Beijing. El presidente de China, Chiang Kaishek, presionado por algunos de sus generales, aceptó una tregua con los comunistas para enfrentar al enemigo.
En estos momentos, el primer ministro japonés, Konoe, lanzó los planes de un Nuevo Orden interno, que venía trabajando desde hacía varios años. El Estado sería dirigido por tecnócratas y se formaría una economía al estilo de la alemana, en preparación para una gran guerra.
En 1938, tras la caída de Cantón, Konoe anunció un Nuevo Orden para todo el Asia. En esta dimensión, señaló que se buscaría romper la dependencia de la región de un sistema capitalista dominado por EEUU y Gran Bretaña y se establecería una Zona del Yen.
Hasta 1938, Japón tomó las principales ciudades y puerto del Este de China; aunque la resistencia china hizo que la guerra llegara a un punto muerto. El avance de Japón, para no detenerse, contemplaba continuar por el norte de Asia o por el Sudeste Asiático.
En 1939, seis años después de capturar Jehol, en Mongolia Interior, Japón intentó continuar su expansión por el norte, pero fue concluyentemente derrotado por las fuerzas soviéticas en una gran batalla de tanques en Jaljin Gol (Mongolia), en la cual sufrió cerca de veinte mil bajas. Moscú se desquitó en parte del revés de 1905.
La derrota de Jaljin Gol tuvo aparentemente importantes consecuencias para la conducta ulterior de Japón. En abril 1940 suscribió un pacto de neutralidad con la URSS. Además, abandonó los planes de invasión de Siberia, hasta el lago Baikal, que era una de las dos opciones de expansión al Este que contemplaba, y decidió avanzar por el Sureste, por las colonias europeas del Sudeste Asiático.
Japón empezó por enfrentar a Francia, debilitada por la agresión alemana, pidiéndole, en junio 1940, el libre tránsito de sus tropas por Indochina. Se encaminó así en una ruta de choque con los intereses de las potencias capitalistas y su líder, EEUU (que lo llevaría a una derrota total en 1945).
En agosto 1940, Konoe y su ministro de Relaciones Exteriores, Matsuoka, hicieron referencia a la incursión de fuerzas japonesas en el Sudeste Asiático y esbozaron la idea de una Esfera de Co-prosperidad de Asia del Este. Esta incluiría a Japón, Manchukuo y China (además de la Indochina francesa y las Indias holandesas). Dentro de ella, los países proveerían de materias primas a Japón, tal como lo hacía América Latina con EEUU, en lo que constituiría una suerte de Doctrina Monroe para Asia. Seomitió señalar que la Doctrina Monroe era hegemónica, pero no basada en la conquista.
En septiembre 1940, Tokio suscribió un Pacto Tripartito con Alemania e Italia, que ya estaban en guerra contra los aliados. El propósito de Japón era protegerse de una posible agresión de EEUU, como reacción frente a su intervención en Indochina, ya que Francia y Gran Bretaña estaban absorbidas por la guerra en Europa.
En el Pacto se reconocía las esferas de influencia o dominación de las tres potencias y se promovía la cooperación para establecer un nuevo orden mundial.
EEUU había impuesto sanciones económicas a Japón desde 1937. Las extendió en 1940, al firmarse el Pacto Tripartito, lo que hizo más importantes los recursos del Sudeste Asiático para el abastecimiento de Japón. Las sanciones se endurecieron aún más en julio 1941, después de que Japón envió sus tropas a Indochina. En esa ocasión se incluyó el embargo total de las exportaciones de petróleo y gasolina.
Japón se sintió cercado por estas sanciones y terminalmente amenazado con una asfixia económica. Antes de optar por la guerra, pensó en probar la negociación. Sin embargo, descubrió que esta sería únicamente aceptada por Franklin Roosevelt si se comprometían a retirarse del territorio de China. Los militares en Tokio señalaron que solo quedaba la vía de la guerra.
Se nombró un nuevo primer ministro, el almirante Tojo, quien, pese a su fama de “halcón”, siguió la recomendación del emperador de hacer un nuevo intento de negociación.
La contienda por el Pacífico se plantea hoy entre la potencia hegemónica, EEUU, y su principal retador, China. Japón y Rusia han quedado un tanto rezagados, pero su rol como aliados, a la luz de sus antecedentes, puede ser importante. Más aún si se piensa que el conflicto EEUU-China podría desarrollarse en más de una guerra.
Dos propuestas japonesas fueron rechazadas por EEUU en noviembre 1941. Estas incluían el retiro de Japón de Indochina y casi totalmente de China. EEUU insistía con el retiro total de las tropas japonesas y el reconocimiento del gobierno de Chiang en China, ya que Japón había puesto gobiernos títeres en este país.
En Tokio la respuesta de Washington fue recibida como un insulto y un ultimátum. Se dijo que Japón había ofrecido concesiones, pero, en cambio, EEUU había simplemente mantenido las condiciones preferidas por Chiang Kaishek (McClain). La flota japonesa se puso en ruta a Pearl Harbor.
Japón estimaba que el bombardeo de la base americana le daría de un 70 a 80 por ciento de posibilidades de victoria. La reparación de los daños a la flota norteamericana permitiría a Japón preparar un perímetro de defensa en el Pacífico Central. Vendría luego una guerra de agotamiento —se preveía que EEUU estaría involucrado en la guerra en Europa—, la cual se podría terminar a través de la negociación y el compromiso.
La actitud del público japonés hacia la guerra cambió completamente con el bombardeo a Pearl Harbor, tal como lo retrató un distinguido crítico literario en Tokio:
Ya no se trataba de invadir China, sino de haber dado “un buen puñetazo a esas potencias arrogantes, Gran Bretaña y Estados Unidos… Nunca en nuestra historia sentimos los japoneses tanto orgullo como raza como sentimos entonces”.
La China nacionalista
Es importante anotar que la percepción del gobierno japonés, acerca de la influencia de Chiang Kaishek sobre la posición de Washington, no estaba alejada de la realidad. A partir de la intervención japonesa en Indochina, en junio de 1940, China se perfilaba como un aliado clave de las potencias occidentales en el Sudeste Asiático. Después del ataque a Pearl Harbor asumió cabalmente este papel.
Chiang fue invitado a la Conferencia de El Cairo de 1943, donde asistió, junto con Roosevelt y Churchill, para discutir las acciones a desarrollar contra Japón. La URSS no asistió por el Pacto de Neutralidad que tenía con Japón.
En El Cairo, Roosevelt manifestó su deseo de que China se sumara a EEUU, Gran Bretaña y la URSS para que las cuatro fueran las potencias vigilantes de la posguerra, encargadas de prevenir los conflictos internacionales.
La URSS y Gran Bretaña se opusieron inicialmente a la inclusión de China en el grupo. Gran Bretaña la consideraba una potencia de inferior nivel y, además, temía su posición antimperialista para el mundo de la posguerra. No obstante, fue eventualmente persuadida por Roosevelt[1]. Algo parecido sucedió con la URSS. El reconocimiento como gran potencia tuvo un gran significado estratégico y político para la China nacionalista.
En este punto es oportuno recordar que, a partir de la agresión japonesa a China, en la sociedad norteamericana se había desarrollado un movimiento pro-China, que abogaba por un fuerte apoyo y ayuda oficial al régimen nacionalista.
Entre los líderes de este movimiento estuvieron Henry Luce, fundador de las revistas Time y Life e impulsor de la potente idea del Siglo Americano, y Soon Mei-Ling, esposa del presidente Chiang Kai-shek, educada en EEUU y muy popular en ese país, adonde viajaba frecuentemente.
Con la capitulación de Japón, en agosto 1945, la reocupación china de territorios evacuados por las tropas japonesas y el reconocimiento de China como una de las cuatro potencias triunfadoras de la guerra, se produjo un (breve) momento de júbilo para el régimen nacionalista. Junto con Francia y los Tres Grandes, China fue elegida como uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Para esta inclusión pesaron decisivamente los padecimientos y la larga lucha de China contra la agresión de Japón. También fue importante la intención de Roosevelt de contrapesar, con la elevación de China, el poder de la URSS en el Pacífico.
Sin embargo, si podía haber habido alguna duda en 1943 acerca del status de China, al final de la guerra era innegable que la China nacionalista no era, a los ojos de Occidente, una gran potencia, dadas la evidente incompetencia y corrupción de su gobierno y el atraso de su economía.
Hasta el final de la guerra, las potencias occidentales, inclusive la URSS, mantenían relaciones solamente con el gobierno nacionalista, pese al considerable esfuerzo que efectuaban las fuerzas comunistas. Los nacionalistas controlaban la administración de las ciudades, recibían la ayuda externa y contaban con un ejército masivo provisto de armas convencionales. Los comunistas solo eran fuertes en el campo, contando con un campesinado organizado para la lucha.
El principal problema que enfrentaba el régimen nacionalista era la corrupción. Los gastos de la guerra y la baja de la producción causaron una enorme inflación que afectó a toda la población. Las burocracias estatales aumentaron la corrupción y esto incidió en el desprestigio y rechazo del régimen. Las fuerzas armadas estaban desmoralizadas por una larga guerra con pocas victorias y magras recompensas. En muchas ocasiones se dedicaron al despojo de la población en un cuadro de pobreza generalizada.
Los choques entre las fuerzas nacionalistas y comunistas comenzaron desde antes de la retirada de Japón. Hasta fines de 1946, Washington trató de evitar la guerra civil, buscando convencer a los nacionalistas de que establecieran un gobierno en el cual pudiera haber cabida para las fuerzas de oposición. No obstante, encontró una cerrada negativa de parte de Chiang Kaishek.
La lucha armada duró menos de dos años. Hubo casos de deserción masiva de tropas nacionalistas. En agosto 1949 el gobierno nacionalista comenzó a retirarse de China continental y a desplazarse a Taiwán, de la que habían salido los japoneses. Trasladaron a la isla más de 100 toneladas de oro que serían la base fiscal para crear una economía independiente.
En octubre 1949 los comunistas fundaron la República Popular China.
Inicialmente, Washington parecía no tener inconveniente en dejar que las tropas de la República Popular atravesaran el Estrecho y terminaran la guerra civil con la derrota de las fuerzas nacionalistas. Pero en 1950 cambió completamente el panorama: la Guerra de Corea y, en particular, la intervención china que doblegó a las fuerzas del General MacArthur cuando entraron a su territorio, extendieron la Guerra Fría al Asia. Así, en 1950 se suscribió la alianza entre la URSS y China que puso a esta en el bando rival de Estados Unidos.
Tras la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos había quedado con la única armada capaz de surcar los océanos del mundo. La Séptima Flota norteamericana se posicionó en el Estrecho de Taiwán para bloquear cualquier avance de las tropas comunistas a la isla.
En 1955 el Congreso norteamericano aprobó una resolución sobre Formosa que comprometió a EEUU a la defensa de Taiwán. Se congeló así la división de China y se consolidó una gran avanzada norteamericana a 160 kilómetros del litoral de la República Popular.
Perspectivas de la contienda
El Imperio Chino, como potencia terrestre, fue, desde el siglo II a.C., la entidad dominante en la Cuenca asiática del Pacífico, desde Manchuria al norte hasta Vietnam en el Sur.
En el siglo XVII, otra potencia terrestre, Rusia, se estableció al norte de Manchuria avanzando desde Siberia hasta el Pacífico. Rusia y China concluyeron un tratado de fronteras en 1689, que estabilizó sus relaciones.
A base de su poderío marítimo, en el siglo XIX, las potencias europeas aumentaron su influencia en toda la Cuenca asiática del Pacífico, especialmente en China, donde impusieron la concesión de puertos. Esta significó para China la pérdida de control de su litoral.
Gran Bretaña fue la potencia más beneficiada en China. Francia se apoderó de Vietnam (Indochina). Rusia, por su parte, siguió ganando territorios e influencia al norte, incluso en Manchuria y Corea.
En el último cuarto del siglo XIX, un Japón modernizado comenzó a extender sus intereses, especialmente en Corea. Pronto chocó con China desnudando la debilidad extrema de esta y convirtiéndose en la potencia regional.
Gran Bretaña concertó una alianza con Japón, a la vista del ascenso nipón y de la amenaza que percibía en un rival común, Rusia. El momento culminante de Japón en esta primera etapa, de competencia múltiple por el Asia Pacífico fue la sorpresiva derrota que infligió a Rusia, a comienzos del siglo XX.
EEUU, que también incursionaba en el Asia Pacífico, hizo de mediador para lograr la paz entre Japón y Rusia. Aprovechó para llegar a un acuerdo con Tokio sobre sus respectivos intereses coloniales en la región.
En esta primera etapa de la contienda, además de China —que estaba de salida—, Rusia y Japón fueron los principales contendores. La potencia hegemónica, Gran Bretaña, también se involucró, pese a que tenía las manos llenas con la India, una disputa con Rusia en el Asia Central (El Gran Juego) y una pugna por la hegemonía global con Alemania, centrada en Europa y el Medio Oriente. Londres optó por aliarse con uno de los dos principales rivales sin llegar a intervenir directamente.
Japón aprovechó de la Primera Guerra Mundial para distanciarse de sus competidores en Asia Pacífico. En la elaboración de los elementos de un nuevo orden internacional, en los años 1920, se manifestó una resistencia al avance nipón, sobre todo por obra de EEUU, la nueva potencia hegemónica.
Tokio tuvo que aceptar limitaciones en su capacidad naval, aunque no se vio obligado a limitar su actividad militar en el norte de Asia. En los años 1930 el rechazo a su anexión de Manchuria lo llevó a radicalizar su comportamiento, retirándose de la Sociedad de Naciones y desconociendo los acuerdos de limitación de armamento de la Conferencia de Washington.
Estados Unidos era el líder de las potencias occidentales, que lo respaldaban en su posición frente a las ambiciones de Japón. Pero desde 1919 hasta 1939, aparte de China, la URSS era la única potencia que, actuando por su cuenta, se enfrentaba militarmente a Japón.
En los años 1990 Beijing fue sumando peso político al peso económico que lograba. No obstante, entre 1996 y 1998, un intimidante despliegue de fuerzas navales que realizó EEUU en el Estrecho de Taiwán y el bombardeo accidental por la OTAN de la Embajada china en Belgrado, fueron señales que incentivaron a Beijing a aumentar su estatura militar. Dolorosamente descubrió que no despertaba gran respeto entre las potencias y que después de 150 años no había recuperado el control de su litoral.
En la década de 1930 los militares japoneses pensaban en dos guerras: una inmediata contra la URSS, a la que veían continuar la conducta expansionista de Rusia en el Asia y otra posterior y más importante, que sería contra EEUU, líder de Occidente y de un sistema capitalista del que Japón se proponía liberar al Asia.
En este contexto, China era una pieza clave para los planes de Japón, en cuanto sus recursos naturales le permitirían sostener la guerra inmediata con la Unión Soviética.
La agresión japonesa contra China en 1937 no suscitó mayores reacciones de las potencias europeas, que enfrentaban a la sazón las demandas de Alemania. EEUU, por su parte, solo reaccionó significativamente en 1940, cuando Japón amenazó las colonias europeas del Sudeste Asiático y suscribió el Pacto Tripartito con Alemania e Italia.
En cuanto a ideología y uso del poder blando, Tokio adoptó una ideología de defensa del Asia, de cara al imperialismo occidental, a la que añadió un gran proyecto de aprovechamiento de los recursos de Asia del Este con el objetivo convertirla en una zona de prosperidad bajo su control.
En este plano, Japón también halló y explotó internacionalmente ciertas coincidencias con Alemania e Italia, las grandes potencias descontentas con los resultados de la Gran Guerra: un reclamo por la desigualdad en la posesión de colonias con ambas y una común antipatía a la URSS y al comunismo en el caso de Alemania.
En realidad, el racialismo de Japón, así como sus objetivos coloniales, no mostraban significativas similitudes ni coincidencias con el fascismo ni el nazismo.
En este sentido, el Pacto Tripartito que Japón suscribió en 1940 con Alemania e Italia no revelaba mayor conexión con los designios básicos de las acciones japonesas. Retórica aparte, tenía el propósito fundamental de protegerlo de una posible agresión de EEUU por su intervención en Indochina. Era, sobre todo, un compromiso de colaboración frente a enemigos comunes.
El ataque a EEUU, en 1941, estimuló en la población japonesa un vibrante nacionalismo que se sumó a fuertes sentimientos de reivindicación racial. De manera análoga, la invasión japonesa de las colonias europeas en el Asia fue presentada por los japoneses y vista por gran parte de las poblaciones coloniales como una liberación del imperialismo occidental, dando una cuota de poder blando a Tokio
En esta perspectiva, la invocación a la justicia entre naciones y razas, asiáticas y occidentales dibujó, a los ojos de una parte de la humanidad, una aureola de legitimidad en torno a las acciones japonesas, a pesar de que estas se sustentaban en el uso de la fuerza y muchas veces incurrían en atrocidades con los vencidos.
Rusia se encuentra comprometida en la guerra con Ucrania secundada por la OTAN. Pese a esto, resulta difícil creer que no le quede poderío para movilizarse y honrar su entendimiento con China en caso de una conflagración con EEUU. Si el conflicto amenazara ampliarse, Rusia se emplazaría en resguardo de sus ricos territorios de Siberia y el Lejano Este.
El logro de la prosperidad de los pueblos fue, como hemos visto, una promesa de las acciones japonesas de subordinación. La brevedad del dominio japonés no dejó mucha oportunidad para intentar el objetivo, pero este estuvo lejos de plasmarse incluso en los casos de las más prolongadas anexiones de Corea y Manchuria.
El racismo, finalmente, era un rasgo conocido en las acciones del Japón de la entreguerra. Sin embargo, este también se hallaba subyacente en su principal rival, EEUU. El General MacArthur, quien dirigió la ocupación de Japón, en 1951, comparó al pueblo japonés con una persona de doce años que, a diferencia de la madura raza de los alemanes, estaba en una fase que requería tutela.
El resultado final de la Segunda Guerra Mundial y sus repercusiones inmediatas abrieron un nuevo capítulo y establecieron un escenario distinto para la contienda por el Asia Pacífico.
En el centro del Asia Pacífico, China comenzó a recuperar su vigor. Sin embargo, se mantenía dividida, con una diminuta fracción del país ocupada por los perdedores de la guerra civil, los cuales retenían la representación del Estado en la ONU.
Los comunistas no podían culminar la derrota de los nacionalistas y normalizar la situación del Estado, debido a la protección que EEUU daba a estos. Y es que Washington contaba con la armada más poderosa del mundo y legitimaba su intervención con las ideologías de la Guerra Fría y la Contención del comunismo.
El conflicto Estados Unidos-China en la evolución de la contienda: un rápido esbozo
De manera simplificada, puede interpretarse el período de la Guerra Fría (1945-1991) como un duelo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, donde tuvieron roles secundarios la Europa integrada, Japón y China.
El Lejano Oriente, con Japón en el centro, fue un importante teatro de competencia, así como el Medio Oriente en su función de gran productor de petróleo.
En el Lejano Oriente, como mencionamos al principio, hubo momentos intensos de la contienda que nos ocupa: en la península de Corea; Vietnam; y China, tanto en su conflicto por Taiwán como en su cambiante relación con la URSS.
EEUU prevaleció en el duelo con la Unión Soviética, pero para lograrlo abrió una ventana de oportunidad por la que China pudo dar un gran salto, dejando su incómoda posición de segundo violín en el mundo comunista.
Entre 1971 y 1978, Washington y Beijing mejoraron sus relaciones a raíz de una posibilidad de guerra entre China y la URSS. Se dio el reconocimiento por Washington del régimen de Beijing como representante de China y esta pudo pasar a ocupar el sillón correspondiente en el Consejo de Seguridad.
China, por un proceso de cambio interno, puso en marcha una serie de reformas económicas y empezó a exportar al mercado norteamericano y a aprovechar las oportunidades de la globalización. Inició así una senda de crecimiento espectacular.
En los años 1990 Beijing fue sumando peso político al peso económico que lograba. No obstante, entre 1996 y 1998, un intimidante despliegue de fuerzas navales que realizó EEUU en el Estrecho de Taiwán y el bombardeo accidental por la OTAN de la Embajada china en Belgrado, fueron señales que incentivaron a Beijing a aumentar su estatura militar. Dolorosamente descubrió que no despertaba gran respeto entre las potencias y que después de 150 años no había recuperado el control de su litoral.
En el siglo XXI China puso en marcha un plan de desarrollo naval; que en unos años alcanzó una capacidad suficiente para negar o contrarrestar la proyección del poderío militar de EEUU sobre su litoral.
Taiwán quedó como el obstáculo mayor para que China pudiera tener un irrestricto acceso al Pacífico y desplegar en él un poder acorde con su rango de superpotencia. EEUU, pese a haber retirado su reconocimiento como Estado a la isla en 1978, mantenía el compromiso de defenderla del uso de la fuerza por Beijing.
Se planteó así un claro conflicto. Como desenlace de este, una guerra centrada en el Estrecho de Taiwán —señalan los especialistas— sería muy disputada y no necesariamente favorecería a EEUU, tal como se asumía hasta hace poco tiempo.
Una primera etapa de la guerra podría acabar tal vez en una semana, con la ocupación de Taiwán, si no hubiera ayuda norteamericana. Pero ese no sería probablemente el fin.
Para EEUU algo distinto a una clara victoria le reportaría la pérdida de su prestigio en el Asia y el resquebrajamiento de una posición forjada desde hace más de un siglo que, además, fortalece la seguridad de su costa Pacífica.
Para China, así como resignarse al statu quo traería el descrédito interno del régimen, la guerra significaría la destrucción de zonas de su productivo y poblado litoral con el consiguiente costo económico, político y social.
La contienda por el Pacífico se plantea hoy entre la potencia hegemónica, EEUU, y su principal retador, China. Japón y Rusia han quedado un tanto rezagados, pero su rol como aliados, a la luz de sus antecedentes, puede ser importante. Más aún si se piensa que el conflicto EEUU-China podría desarrollarse en más de una guerra.
Rusia se encuentra comprometida en la guerra con Ucrania secundada por la OTAN. Pese a esto, resulta difícil creer que no le quede poderío para movilizarse y honrar su entendimiento con China en caso de una conflagración con EEUU. Si el conflicto amenazara ampliarse, Rusia se emplazaría en resguardo de sus ricos territorios de Siberia y el Lejano Este.
Japón, en cambio, podría ser inicialmente más cauto si hubiera una militarización del conflicto, pese a su actitud defensiva y a su alianza con EEUU. Esto por la cercanía de su territorio al poderío de China. En este sentido, es significativo que EEUU haya buscado estrechar lazos con Australia, un territorio menos expuesto, donde se puede instalar plataformas de misiles con alcance hasta China[2].
En el terreno de la ideología y el poder blando en la contienda EEUU-China, esta última se presenta como proveedora de capitales y ayuda a los países menos adelantados del Asia sin condicionantes ideológicos, y defensora de su soberanía y de la no interferencia por parte de los países ricos.
China representa un país que ha alcanzado recientemente atractivos niveles de modernidad y prosperidad sin practicar la explotación propia del imperialismo y el capitalismo. Asimismo, se muestra dispuesta a compartir sus experiencias y tecnologías con los países más pobres.
Sigue una línea similar a la que tuvo Japón, haciendo gala de un anti-occidentalismo y un anti-capitalismo, pero lo hace respaldada por logros materiales de gran impacto y ofreciendo una importante ayuda económica (préstamos de bajo costo).
El reciente alineamiento de fuerzas en el Asia Pacífico, por el lado norteamericano, podría aumentar la importancia de este aspecto ideológico de la contienda. El Aukus[3] es una asociación exclusivamente anglo-americana en la que participa una potencia ajena a la región (Gran Bretaña) pero no Japón ni India. Australia ha aumentado, como vemos, su compromiso con EEUU, de manera que estaría centralmente involucrada en una respuesta a la invasión de Taiwán.
Es comprensible que Washington se sienta más cómodo en alianza con países de la misma cultura, mas la actitud de otros países políticamente afines y la recepción en el Asia pueden ser negativas por la cercanía de esa cultura al imperialismo occidental.
Referencias
Alcalde, Esplendor y Humillación: China 1680-1945. IDEI, 2021
Buruma, Inventing Japan, 1853-1964. Modern Library, 2003.
Ebrey, The Cambridge illustrated history of China. Cambridge U.P., 1996
McClain, Japan: a modern history. Norton, 2002.
Paterson, Clifford y Hagan, American Foreign Relations. Houghton Mifflin,
2000
Reynolds, Navies in History. Naval Institute Press, 1998.
[1] También contribuyó al cambio británico el interés por incluir a China en la campaña para expulsar a Japón de la colonia británica de Burma.
[2] Australia y EEUU tienen una base conjunta cerca a Darwin.
[3] Australia, Reino Unido y Estados Unidos
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