Dina ya no va al paraíso

Escrito por Revista Ideele N°308. Enero – Febrero 2023

Escribo este artículo el 20 de febrero, al comenzar la semana 11 después de desatado el vendaval de la protesta popular peruana. Se inició el 9 de diciembre en Andahuaylas, Apurímac, dos días después del fallido golpe de Estado y destitución de Pedro Castillo. En las semanas siguientes la protesta ha sido incesante y su punto más alto fue el 19 de enero. Ese día hubo 145 puntos de bloqueo en las carreteras y acciones de protesta colectiva en 76 provincias, casi el 40 % del total en el país[1]. La principal de esas acciones fueron las marchas de la primera Toma de Lima. Miles de manifestantes llegados de las provincias a Lima se encontraron con otro tanto de sus compañeros limeños.

Las cosas no siempre son lo que parecen           

Hoy, las cifras son bastante menores. Solo 35 puntos de bloqueo y nada más que 9 provincias con otras acciones de protesta, la principal de las cuales ha sido en Puno, el bastión aparentemente incansable de esas acciones. Con todo, parece que la movilización general declina o se repliega y que Dina Boluarte, su gobierno, y el Congreso, comienzan a salvarse de sus dos principales demandas: la renuncia de la presidenta y la pronta convocatoria a elecciones generales.

Sin embargo, no siempre las cosas son lo que parecen. Mi impresión es que Dina ya fue derrotada y que ella y su gabinete se encuentran más cerca de lo que creen del retiro de sus cargos. Es decir, la gran protesta, pese a haber amainado, ya tiene, al menos en este punto, una victoria en la punta de los dedos.

Dina ya fue

Hay dos tipos de gobiernos que terminan cayendo antes de tiempo. Los primeros son los que tienen un nivel muy alto e irreversible de rechazo activo de los ciudadanos. Los segundos, los que incurren en actos escandalosos inaceptables[2]. La dictadura de Morales Bermúdez cayó por el rechazo expresado en el paro nacional del 77. La de Alberto Fujimori, quedó herida por la marcha de los cuatro suyos de julio del 2000, pero cayó por el escándalo de los vladivideos.

Boluarte y compañía está ahora peor que cada uno de esos dos, porque tienen ambas cosas: un rechazo enorme graficado en la extensión e intensidad de las protestas recientes y en lo que muestran las encuestas; y una complicidad efectivamente escandalosa con las masacres realizadas contra población civil desarmada.

Los únicos que protegen a Dina también la derriban

Abundan las evidencias, en audio y video, sobre la responsabilidad de Dina en cuanto a las masacres. También sobre la dimensión de las protestas, a las que Pierre Bourdieu denomina opinión pública viva. En las encuestas, la más reciente de IPSOS muestra que el 74 % de los peruanos adultos la desaprueba, que el 76 % pide su renuncia, y un 70% reclama elecciones para 2023. Además, un 10% de encuestados refiere haber participado en las protestas. Proyectado al total, se trata de más de 2 millones de personas.

En otra encuesta, la más reciente del IEP, muestra resultados similares pero más detallados. Sobre la renuncia de Boluarte, en particular, hay claras mayorías  a favor en cada nivel socioeconómico –incluido A/B-; en cada región –incluida Lima-; y en todos los tramos de edad.  Incluso entre quienes se identifican como de derecha hay una mayoría a favor de 57 %.

De modo que, tras 62 días de protesta – descontando la tregua de la última semana del año pasado- el soporte político de este gobierno se reduce exclusivamente al que le dan las fuerzas del orden, el segmento corporativo de los medios de comunicación y la mayoría del Congreso. Pero la efectividad de esos medios y de este Congreso en la arena política es muy reducido porque están prácticamente ahogados de desprestigio. El único soporte y escudo efectivo con el que cuentan es el de las fuerzas del orden, pero la efectividad de estas, en este momento, no consiste en persuadir, sino en matar. Y el uso de esta capacidad no solo no ha frenado del todo a la protesta sino ha debilitado aún más a Boluarte y compañía. Es decir que incluso las fuerzas del orden que la protegen, cuando lo hacen también la derriban un poco más. A tal punto que algunos se preguntan si esas masacres no buscaron, en realidad, serruchar el piso de Boluarte.

No la quieren ni aquí ni en el paraíso

Esta es una época en que la arena internacional también cuenta, y a veces mucho, para el destino de los actores políticos locales, incluidos presidentes y gobiernos. Recordemos las dos veces en que una instancia internacional dejó sin efecto a dos indultos de Alberto Fujimori. O la vez en que una misión de la OEA contribuyó a deslegitimar el triunfo fraudulento del mismo Fujimori en el 2000.

Bueno, en esa arena también le está yendo muy mal a la Sra Boluarte, y no por el rol de los presidentes de México, Colombia o Chile. Desde el comienzo de las masacres en Andahuaylas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos llamó la atención al gobierno de la señora. Tambien hicieron lo propio, después de la masacre en Puno -17 civiles asesinados en un solo día-, el propio Secretario General de la ONU, António Guterres, y la portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de ONU, Marta Hurtado.

Quince días después de la masacre en Puno, Boluarte tuvo que escuchar una voz aún más crítica respecto a lo que su gobierno hacía con la protesta. Esa voz representaba a todos los embajadores acreditados en Perú, por lo tanto, a sus gobiernos. Pero en particular representaba también al Vaticano, al Papa, porque era la voz del Nuncio Apostólico. Frente a frente a la presidenta, le dijo entre otras cosas: “Detrás del rechazo de ciertas formas visibles de violencia a menudo se esconde una violencia más insidiosa, que es la de quienes desprecian lo diferente, sobre todo cuando sus exigencias perjudican de algún modo intereses”. Mientras lo escuchaba, la muy creyente Dina debe haber pensado “ya no me iré al paraíso”.

La puntilla de amnistía

Otro golpe venido desde fuera ha sido el informe preliminar emitido por Amnistía Internacional después de haber investigado las masacres ocurridas en estos meses. Al presentar el informe, el equipo de AI encargado de la investigación señaló: “las autoridades peruanas han permitido que, durante más de dos meses, el uso excesivo y letal de la fuerza sea la única respuesta del gobierno ante el clamor social de miles de comunidades”. Además, con el apoyo de las cifras, se dijo “las autoridades habrían actuado con un marcado sesgo racista, ensañándose contra aquellas poblaciones históricamente discriminadas”.

Prácticamente toda la prensa internacional ha rebotado ampliamente el informe de AI. Eso tendrá consecuencias externas, alertando a los sistemas internacionales de justicia y derechos humanos, y también internas, erosionando lo poco de legitimidad marginal que aún le queda al gobierno y fortaleciendo a los movimientos que piden su renuncia.    

La fuerza de los cantos

Esos movimientos pueden haberse replegado pero no debe caber duda de que volverán a la carga. Hay una señal, adicional a otras ya mencionadas, de que estamos ante una protesta muy potente y por tanto con posibilidad de resistir, remontar e incidir en cambios importantes. Sus formas de expresión han desbordado los discursos convencionalmente políticos e ingresaron de lleno en el campo de lo cultural, como los cánticos de tono a veces satírico y a veces combativo, que han brotado en diferentes regiones.

La canción más cantada ha venido de Puno: “Esta democracia ya no es democracia, Dina asesina, el pueblo te repudia, sueldos millonarios para los corruptos, balas y fusiles para nuestro pueblo, cuántos muertos quieres para que renuncies”.

Otra más se escuchó en las comparsas del carnaval ayacuchano reciente. Era de la comparsa Las Arpías, de varones vestidos como mujeres cantando “Dina Boluarte jijuna ….., has matado inocentes; estos terrucos estás diciendo, ese terruco está bailando; congresistas jijunas …., son corruptos toda la vida; Dina, Congreso, fuera, fuera, m ….”.

Tambien circula el rap Dina Balearte, de Jah Man y Pau The Kid, entre lírico y urbano callejero como es su género “Dina, tu cultura es asesina tu no conoces ni la calle ni la vida … Dina, tu presidencia es suicida no conoces a la gente no respetas ni a la vida, te dicen la Balearte ….toda protesta trae piedras que querías mosca muerta si es la gente de los andes la que siempre muere de hambre”.

Donde más cánticos han salido ha sido en Puno, trayendo a las protestas algunos que ya existían y adaptando su letra a las circunstancias presentes. Uno de ellos, de los sikuris con sus típicas zampoñas, quenas y tambores parece como escrito para esta hora “Pueblo mío ya no llores, no llores ni tengas pena, tus hijos están ya luchando, los andes están remeciendo, ay pueblo mío los andes estás remeciendo”.

La marcha de los cuatro suyos, una vez que cesó, dejó al gobierno de Fujimori tan desflecado que cualquier asunto adverso que lo sorprendiera podría terminar de derribarlo. Y así pasó a pocos meses de jurar su tercera presidencia, pese a que tenía cerca del 50% de respaldo en las encuestas. Dina está ahora claramente peor de lo que estaba el dictador cuando le llegó la noche y aquí nada ha cesado. Su mala hora no demora en llegar y las manos que empuñan zampoñas pronto tocarán una victoria.  


[1] Cifras de la Defensoría del Pueblo.

[2] En Perú, también están expuestos a un uso exageradamente discrecional de la vacancia por incapacidad moral.

Sobre el autor o autora

Carlos Reyna Izaguirre
Sociólogo. Analista político.

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