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Revista Ideele N°217. Marzo 2012En el Perú no hay una izquierda sino muchas. Lo que las diferencia no es poca cosa. Pero en cuanto se avecina algún proceso electoral —y solo cuando eso ocurre— esas izquierdas tratan no solo de limar sus asperezas sino también de saltar los abismos que las separan. Esto ocurrió finalmente en 1980 cuando Alfonso Barrantes Lingán, representando a Izquierda Unida, ganó la Alcaldía de Lima. Su testimonio personal fue que esa izquierda unida no estaba unida, menos aún preparada para gobernar.
Del antiguo Partido Comunista Peruano de Jorge del Prado —y en parte, también, del APRA— se han desgranado desde entonces numerosos movimientos y partidos políticos de izquierda que no escogieron, como los españoles, el disfraz de la socialdemocracia sino que se radicalizaron hasta legitimar la lucha armada en la modalidad del terrorismo, como los etarras. Fue el caso del maoísta Sendero Luminoso o del castrista MRTA, de trágica recordación.
Pero todas esas izquierdas son hijas de una sola madre ideológica: la concepción historicista, de acumulación de capital y de clases de la sociedad, que caracteriza la teoría marxista y el aparato leninista-estalinista. Sin embargo hay quienes, aun leyendo ese mismo evangelio, llegan a conclusiones diametralmente distintas. La esposa de Mao ni siquiera leyó ese evangelio; y, por su parte, tanto Mao como Deng Xiao-ping lo leyeron, sí, pero al revés. Produjeron, por eso, dos Chinas diametralmente distintas. Se lee en La Primera, al margen de la paradoja viva que se llama Izquierda Unida, que en la izquierda peruana se contabilizaron una vez hasta 19 facciones maoístas (Rodrigo Montoya).
Es obvio entonces que en el Perú hay varias izquierdas que se dan de cabezazos entre sí. La izquierda culta, que llaman “caviar”, no parece preocuparse de estas cuestiones y cultiva, parece, un anticapitalismo rencoroso sin prestar atención al horizonte de libertad que permite el desarrollo de toda la sociedad.

Todas esas izquierdas son hijas de una sola madre ideológica: la concepción historicista, de acumulación de capital y de clases de la sociedad, que caracteriza la teoría marxista y el aparato leninista-estalinista. Sin embargo hay quienes, aun leyendo ese mismo evangelio, llegan a conclusiones diametralmente distintas
Hay dos momentos en que la izquierda europea —concretamente el SPD alemán— recupera el tino ante el éxito electoral de las recién nacidas democracias cristianas y la disciplina fiscal con que gobiernan.
Allá por los años cincuenta del siglo pasado, convocan a un congreso ideológico en Badgodesberg, distrito de Bonn. Ese congreso decide mandar al tacho el principio marxista de la lucha de clases, reconoce la propiedad privada y las leyes del mercado; da la bienvenida a la inversión extranjera, se penaliza y evita la inflación.
Felipe González, en España, recoge el guante y convierte al PSOE en el sustituto eficiente del Partido Comunista. El auge y prosperidad le permiten asumir “el estado de bienestar” como el derecho fundamental de todo ciudadano europeo. Pero como en arca abierta todos pecan, la farra les empieza a pedir cuentas en estos días, y ahí se tiene a España y a otros países europeos bailando al filo de la navaja de la quiebra de sus países.
El auge de los países “capitalistas” se acrecienta con la caída del Muro de Berlín y, como dice un filósofo marxista (Lyotard), “el partido puede ocupar el lugar de la universidad, el proletariado el del pueblo o la humanidad y el materialismo dialéctico el del idealismo especulativo”.
Los esfuerzos de los filósofos de la escuela de Frankfurt —Adorno, Horkheimer, Marcuse y Benjamin— por resucitar el marxismo no lograron ocultar el fracaso de la doctrina y encontraron en disidentes como Lyotard durísimas críticas.
Pero sobre ellos persiste aún, en su esplendor, la Acción Humana, el Socialismo, la Teoría del Dinero y el Crédito de Mises, la Miseria del Historicismo de Karl Popper, una refutación impresionante del materialismo histórico marxista y, desde luego, la sustentación de Hayek del mercado y la libertad de mercado.
¿Cuál es la razón de la sinrazón “caviar” en el Perú? En todo caso, se trata de una izquierda reflexiva que solo parece que se quiere a sí misma.
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