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Revista Ideele N°217. Marzo 2012Falta de rumbo y perfil bajo. Son dos características saltantes, creo, que describen parte de un Gobierno que recién se estrena. Y que, la verdad, aunque ya empiece a ser aplaudido y vitoreado por la derecha empresarial, no sabemos cómo terminará.
No sé ustedes, pero para mí Humala sigue siendo un enigma. Ha cambiado. Y bastante. Y eso ha sido buenísimo. No es el mismo del 2006, por lo pronto. Bueno. No es exactamente el mismo, para ser exactos. Pero ahí está. Dando muestras, hasta el momento, de que tiene palabra. Que, efectivamente, la hoja de ruta es lo que quiere hacer prevalecer, y no su plan de gobierno original, que, salvo mejor parecer, parecía que fue escrito con un enema.
Su nacionalpopulismo, aquel que le inoculó su padre desde temprana edad, cuya tesis principal pretendía dividirnos en tutsis y hutus, y agrió a más de uno como una úlcera en el estómago, se ha disipado. O por lo menos eso aparenta. Al punto que algunos empiezan a pensar incluso que las hienas, si se lo proponen, pueden llegar a ser vegetarianas.
Como sea. Ya no le revienta cuetes ni a Velasco, ni a Chávez, ni a Fidel. No ha vuelto a repetir que “Hugo Chávez es un demócrata”. Ni le manda besitos volados a Evo. Ni le hace guiños a Correa. Ahora habla de convenios comerciales con los Estados Unidos y se retrata con Barak Obama. Y Nadine es la portada de Cosas y hace lo propio con Michelle Obama.
Su familia, que fue comparada con la de los Adams, los Simpson, los Monsters, y hasta la de Ozzie Osbourne, salvo algunas declaraciones chifladas disparadas en nuestras autopistas de la información, no ha sido un factor de distorsión. Por lo menos, todavía.
El patriarca aparece más en la tira de Juan Acevedo de Perú.21 que en la vida real. La madre parece estar de vacaciones por Fukushima. Antauro sigue donde debe estar. Preso y en Piedras Gordas. Ulises fue eyectado del sector público. Y el ruso, cuya mirada parece un pasaporte a la mentira, si acaso sigue haciendo negocios por ahí, esperemos que los haga bien lejos de Palacio. En Chernobyl, verbi gratie. Recordemos que cuando se mencionaba la palabra Humala uno pensaba que estaba hablando de un síndrome y no de un apellido. Y no exagero.
Bueno. La única que ha dado que hablar ha sido Nadine, la primera dama. Por metiche. Por mandoncita. Por controladora. O algo así. Pero si me preguntan, no me parece una mala influencia. Me puedo equivocar, claro. Pero, qué quieren que les diga, es mi percepción. Apenas un pálpito.
Lo que Humala no ha cambiado, pienso, es su habilidad para escoger mal a su entorno. Solamente de recordar ese don, se me erizan los vellos de los brazos, y hasta los de las orejas. Desde Torres Caro hasta Chehade, pasando por el Comeoro y la Robacable, hay, digamos, una continuidad, una consecuencia, produce retortijones. Y, ojo, que no sabemos todavía con qué otros personajes del elenco nos sorprenderá en el futuro el líder del nacionalismo. Pero que vendrán más, vendrán más. Sin ninguna duda. Porque así es la levadura de los humalistas. En fin. Ya la prensa los señalará. Como siempre.
Lo que sigo notando, ya que hablamos de la prensa, es que hay un tema inquietante en su forma de comunicarse. Evita a la prensa como antes le huía a los debates. Responde como un patán cuando le insisten con algún asunto incómodo. Le gusta irse por las ramas, como las ardillas. Tiende a la opacidad, y no a la transparencia. Y no por un problema de timidez, como ha soltado él mismo por ahí a ritmo de resbalosa, sino por una cuestión de cálculo político y de talante autoritario, que, si me apuran, son los elementos que terminan aflorando en su relación con la prensa.
Porque la prensa le cae cuáquer, vamos. Siempre fue así. Y que no se me malinterprete, por favor. Que la prensa le resulte antipática no necesariamente habla mal de él. Al contrario. El quid es que, siendo el Presidente de la República, debería cultivar como virtud el espíritu de la tolerancia, y allí es donde, adivino, tenemos un problemilla. Y no es que se me antoje caprichosamente esta idea. Recuerden si no los tiempos en que, en La Olla, una publicación antigua del partido de Humala, siempre se hacían referencias feas y hostiles contra la prensa local. “Los medios se han convertido en una traba para el desarrollo nacional.”
Pero en fin. Ya llegó la hora de auparse de este artículo. En resumen. Si algo no ha exhibido este Gobierno en sus inicios es definición de rumbo. O, si quieren, lo que ha predominado ha sido la ausencia de él. Lo que suele estar asociado a la falta de liderazgo, de decisión y a la impericia como timonel.
En consecuencia, a veces nos sentimos ante un gobierno desnortado, sin brújula. Que anda medio perdido, digamos.
Pese a ello, sus comienzos —al que no le han faltado pocos desaciertos— no han estado tan mal. Y eso en el Perú, asentirán todos conmigo, es un huevo. Es positivo, o sea.
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