El Colca del VRAE

La misteriosa desaparición del niño Marcelino Huamaní Tito, a quien nadie busca, revela prácticas infaustas en el Servicio Militar Voluntario de nuestro país

Escrito por Revista Ideele N°213. Octubre 2011

Dicen que a su hijo se lo tragaron las aguas del río Vizcatán, en las inmediaciones de una base contrasubversiva. Las circunstancias, sin embargo, son aún un misterio. Siguen multiplicándose las versiones de los hechos sobre el destino de este soldado reclutado, ilegalmente, cuando tenía apenas 16 años.

El Niñito
En enero del 2008, Marcelino Huamaní Tito se presentó de forma voluntaria a la oficina de reclutamiento del Ejército en Cañete. Ese mismo día fue destacado al Batallón de Infantería Motorizado n.º 43, cuya guarnición se encuentra en la Base Contrasubversiva de Pampa Cangallo, Ayacucho. Su madre logró verlo, por primera vez, un año más tarde.

“Llegué, después de un largo viaje, y pedí ver a mi hijo. Delante de mí, sus superiores lo mandaron a llamar. ‘Busquen al Tito, al niñito’, dijeron”, cuenta Valentina Tito, madre del soldado desaparecido.

¿Mejor apodo? Imposible: el Niñito, como le decían, fue reclutado apenas unas semanas después de cumplir sus 16 años. Ni siquiera había terminado la secundaria.

“Cuando me encontré con mi hijo, me puse a llorar. Le dije para regresarnos a casa, pero no quiso. Me dijo que no me preocupara, que iba a completar sus dos años de servicio voluntario y luego dejar el uniforme”, añade la madre. Pero su hijo no regresó más a casa. Desapareció sin dejar rastro alguno.

Silencios y medias verdades
Fue su padre quien lo vio por última vez, el 5 de agosto del 2009. Se pasearon por el pueblo de Pampa Cangallo, conversaron y compartieron unas gaseosas. “Después de pasar un buen rato juntos, nos despedimos. Se cambió, lo vi ponerse su uniforme…”, relata entre llantos el agricultor Valeriano Huamaní. “Ahora han pasado dos años y no sé si está vivo o si está muerto. Ni siquiera sabía que estaba en el VRAE”, añade.

Nadie, salvo un puñado de efectivos, sabía que Huamaní Tito, quien en ese entonces tenía ya 17 años, estaba patrullando en una zona tan peligrosa. Sus propios padres solo se enteraron cuando se les comunicó que había desaparecido. Pareciera que ni bien retornó a su base, después de encontrarse con su padre, fue trasladado a la selva montañosa de Pichari, sede del Comando Especial del Valle del Río Apurímac y Ene (VRAE).

“Pregunté por qué lo habían enviado allá. Me dijeron que fue por falta de personal, que mandaron a varios soldados para cubrir bases y que en este grupo estaba mi sobrino. Y que, lamentablemente, al abastecerse de agua para preparar sus alimentos, se cayó al río”, señala Juan Tito Cuevas.

Los familiares del joven soldado, quienes residen en Mala (Lima), viajaron a Ayacucho, también a la capital e incluso a Pichari, el último distrito cusqueño al margen del río Apurímac, para tratar de entender lo que ocurrió ese fatídico día. Pero no solo no hallaron respuestas; además, debieron enfrentar silencios y desconcertantes medias verdades.

Según la versión oficial del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (CC. FF. AA.), Huamaní Tito fue arrastrado por la corriente al momento de atravesar el río Vizcatán, junto con 18 efectivos. El capitán Rossi, quien los informó de la desaparición, reportó, por su lado, que éste se cayó al momento de sacar agua del río con un balde. Y el vocero oficial de la región militar del VRAE, el coronel Ángel Bellota, explicó que Huamaní Tito se estaba bañando cuando desapareció.

“El coronel Bellota nos trató muy mal. Gritó: ‘¡¿Para qué entra al río, pues, si no sabe nadar?! ¡Por eso lo ha arrastrado el río!’. Hablaba como si de un pedazo de madera se tratara. De cualquier cosa, salvo de un ser humano”, recuerda Tito Cuevas. “Existen tantas versiones, que ya ni sabemos qué creer ni qué pensar. Nos dijeron que fue a bañarse con otros militares, y después que se estaba bañado solo. También nos han dicho que estaba lavando ropa y que son dos los militares que se cayeron al río, pero que solo uno de ellos logró salvarse”, añade.

Los familiares de Huamaní Tito también acudieron a las autoridades civiles. Presentaron denuncias en la Defensoría del Pueblo y, el 24 de noviembre del 2009, en la Primera Fiscalía Provincial Mixta de Aynas-San Francisco. A raíz de ello, fueron citados para que dieran su testimonio los efectivos que patrullaban con el joven, así como los jefes del Comando Especial del VRAE. Han trascurrido dos años y ni uno se ha acercado para esclarecer las causas del accidente.

“Alguien tiene que haber visto algo. ¿Quiénes se estaban bañando con Marcelino? ¿Y quién supuestamente se salvó? Solo queremos conversar, comprender. No estamos acusando a nadie”, señala la madre del soldado, quien sigue esperando el milagro de volver a ver a su hijo.

¿Mejor apodo? Imposible: el Niñito, como le decían, fue reclutado apenas unas semanas después de cumplir sus 16 años. Ni siquiera había terminado la secundaria

Ábrete, Sésamo
Ante tanta confusión y “peloteo”, los familiares del desaparecido soldado decidieron, hace un par de semanas, optar por medidas un tanto más drásticas. Consiguieron soga para amarrarse a las rejas del Ministerio de Defensa y convocaron a varios medios de comunicación. Esta vez, las puertas sí se abrieron. Se reunieron, esa misma mañana, con el ministro de Defensa, Daniel Mora. Éste se comprometió a inquirir con los soldados y mandos que habrían visto al menor caer el río, así como a esclarecer las circunstancias de su desaparición.

En este momento, los familiares de Huamaní Tito se encuentran en Pichari, rumbo a Kimbiri. En ese lugar con el apoyo del Ejército, se tramitará la declaración de la presunta muerte del joven desaparecido.

“Queremos poder darle su cristiana sepultura. Queremos respuestas y queremos ayuda. Nos indigna que, después de dos años, no se haya hecho nada. Al muchacho que desapareció en el Colca, sí lo están buscando. Pero a mi sobrino, un militar que brindaba servicio al Estado, no”, señala Tito Cuevas. “Además, nunca debió estar en el VRAE. Ni siquiera en el Ejército. Era menor de edad; un muchacho. ¿Qué hacía en una zona de alto riesgo?”, añade.

Ejército de menores
La ley es más que clara: el servicio militar “es prestado por varones y mujeres […] a partir de los dieciocho años”. Y así cuenten con el permiso de sus padres o guardianes, no se les puede reclutar. Ni un mes, ni una semana, ni un solo día antes de soplar sus dieciocho velas. Nunca. O, mejor dicho, nunca on the record.

En el 2008, la Defensoría del Pueblo recibió 120 quejas provenientes, sobre todo, de zonas alejadas, rurales y urbano-marginales, por el reclutamiento arbitrario de adolescentes —muchos de ellos indígenas— entre los 14 y 17 años de edad, así como dos casos de menores de 13 años. En ciudades selváticas como Puerto Maldonado, Pucallpa y Tingo María el reclutamiento de menores suele realizarse en lugares públicos, como plazas. Fue así como el Ejército levó a Robinson Macedo Cima, un pucalpino de 17 años. Éste murió dinamitado durante una emboscada narcoterrorista en la zona de Sanabamba, Ayacucho, en abril del 2009.

Se dijo que su muerte fue la gota que hizo desbordar el vaso. Días después de hacerse pública, el CC. FF. AA., apurado por las críticas, informó que había dado de baja a cerca de mil menores de edad que se encontraban pres­tando Servicio Militar. Pero la historia se repitió y se repite. Meses después, Jordy Arévalo Picón, de 16 años, murió en el VRAE durante un entrenamiento con explosivos. Otro joven, Sylbert Seam Saldaña Salas, de 17 años, fue gravemente herido por la misma granada. Y en octubre desapareció Huamaní Tito. Además, se corroboró la presencia, a inicios de este año, de menores nativos en el fuerte Coloma Batallón de Infantería Motorizado n.º 23 de Tumbes.

“Es más que necesario desarrollar campañas informativas en regiones alejadas respecto del grado de exposición al peligro”, señala Ana María Tamayo, responsable del Área de Defensa y Reforma Militar del Instituto de Defensa Legal (IDL). “También es urgente que se apruebe el proyecto de ley que tipifica como delito el reclutamiento de menores por parte de las Fuerzas Armadas, las organizaciones armadas ilegales y las organizaciones privadas de seguridad”, añade.

Cierto. Porque los niños juegan con soldaditos. No lo son.

Extraña teoría
De acuerdo con un reporte de Inteligencia de la PNP, obtenido por La República, un grupo de senderistas habría hallado el cuerpo de Huamaní Tito en Chivani, una zona bajo el control de los ‘narcoterroristas’.
“Qué tal compasión la de los terroristas”, dijo con sarcasmo el tío del desaparecido, Juan Tito Cuevas.
“¿Por qué sepultar a un soldado? No es lo que suelen hacer, por decirlo así. ¿Y por qué estarían dispuestos a entregarnos el cadáver? No soy investigador, ni policía, pero esta información me parece bastante sospechosa”, añade.
Los padres de Huamaní Tito han pedido al Ejército que corrobore la información y que, de ser fidedigna, hagan lo necesario para recuperar los restos de Marcelino.

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