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Revista Ideele N°213. Octubre 2011Escena uno: En El Macanudo número 1 hace su primera aparición Z-25, el robot con sentimientos. Tres sujetos se cruzan con él y le gritan “¡Ja! Miren ese cabeza de lata ¿A dónde vas, cabeza de lata? ¡Ja, ja!” El robot, resentido, se queda parado y llora “¿Cuándo aprenderemos?”, se pregunta.
Después aparecerá enamorándose de una máquina de gaseosas, llorando en el cine viendo El pibe, de Chaplin, o colocándose un reloj despertador en su interior para no perderse de los latidos del corazón que no tiene.
Escena dos: En El Macanudo número 2, Z-25 camina por una plaza buscando algo que lo conmueva, que lo emocione. Un pájaro se para en su cabeza y canta. Nada. Viene la sentencia: “La vida en la ciudad está endureciendo al robot sensible”. El peligro de ser humanos, digamos.
Liniers, dibujante e historietista argentino que le devolvió su valor a la palabra “macanudo” con cinco libros sobre lo divertido, tierno y absurdo de la realidad cotidiana, llegó a Lima este mes para realizar su “Macanudo Worl Tur”. Dictó un taller, presentó su libro Lo que hay antes de que haya algo, firmó libros y acompañó con sus dibujos al músico Kevin Johansen.
Antes que dibujante o historietista, Liniers es un tipo con ideas. Sin ideas no hay lo otro. Pero nada de complejidades; todo lo contrario: brotan de la sencillez cotidiana. Es más: no piensa mucho antes de contestar a una pregunta. Pareciera no necesitarlo. Total, su manera de ver las cosas es bastante personal porque se basa sobre todo en lo que siente respecto a las cosas antes que en conceptos teóricos. “No es filosofía; son cosas que por intuición creo también”, dice para evitar de alguna manera que sus respuestas sean etiquetadas. Pero es justamente esa fe en la intuición, esa relación directa y natural tan olvidada por los paradigmas, lo que lo hace “conectar” con todo aquel que esté vivo y se haya olvidado un poco de lo que eso significa.
Ante la ausencia de crítica de historietas están los paisanos. En los prólogos de sus libros, Maitena, historietista argentina conocida en el Perú por su sección de humor en la revista Somos, ha señalado: “Liniers dibuja un mundo duro con absoluta delicadeza. Una alegría melancólica en las antípodas de la felicidad idiota”. El músico Kevin Johansen, compañero de giras y para quien realizó la portada del disco Logo, ha escrito: “Ya lo dijo Mark Twain: ‘El problema con el humor es que nadie lo toma en serio’. Y el problema con El Macanudo es que justamente sabemos que va en serio”. Roberto el Negro Fontanarrosa, humorista gráfico creador del célebre personaje Inodoro Pereyra: “El estilo de Liniers es ingenuo. Pero ¡cuidado!, desprevenido viandante, es la primera ingenuidad del león que se morfa una gacela”. Andrés Calamaro, al que también le realizó una portada, la del disco Lengua popular, escribe: “Viñetas que serán un clásico de la historieta seria y cómica, reflexiva y tierna. Una ducha agridulce de risas contagiosas”.
La revista ideele conversó con él. Imágenes saltan constantemente a su cabeza. Pareciera que en realidad Enriqueta, el Gato Fellini, los pingüinos, el robot sensible, Olga y demás estuvieran dentro de su cabeza y él se subordinara a sus inquietudes. Dibuja cuando piensa, cuando habla, cuando lee. En noviembre del 2009, por ejemplo, a la mitad de la lectura de La velocidad de las cosas, le dedicó una viñeta al escritor Rodrigo Fresán. Por ahí comenzamos.

–Las escenas que generas o recoges son un claro ejemplo de ese don que Fresán señala en ese libro: “La facultad de ver la posibilidad cierta de una trama aun en los aparentemente nimios gestos de lo cotidiano”. Y si lo considera un don es porque el hombre habría dejado de sentir una experiencia con lo más cotidiano y simple. Tus trabajos justamente recuerdan —subrayo: recuerdan— el valor de la sensibilidad. ¿Lo ves así?
–Sí. A veces me da la sensación de que es como hacerte acordar que hay algo que uno viene viendo o haciendo todo el tiempo en la vida pero que olvidaste que es gracioso o interesante. Es solo subrayar algo que a todo el mundo le pasa, y veo que eso genera identificación y felicidad. El hecho de estar en una sala esperando entrar al dentista y que en el momento justo en el que hay más silencio tu panza decida hacer ese ruido, “¡ghhh!”, es algo que le pasa a todo el mundo, pero la gente se aflige o se mueve raro para que la panza deje de sonar. En el momento no se dan cuenta de que es eso lo que nos une a todos.
–¿Es una pérdida de sensibilidad por meros prejuicios?
–Sí. O por distracción. O sea, uno no trabaja en mirar esas cosas. Uno trabaja en un peaje, en un banco o haciendo cosas así. A la poca gente que tenemos la suerte de dedicarnos a prestar atención un poquitito a ver cómo es estar vivo; yo creo que nos agradecen eso. Le haces recordar un ratito de que tu vida no es el trabajo que tengas sino estar vivo.
–En el mismo libro Fresán escribe que son los escritores los que hacen sonar la alarma en el momento en que la sociedad está en peligro. En tus viñetas aparecen críticas diversas que van desde los prejuicios sociales hasta lo castrantes que pueden resultar las ciudades. ¿Cuál crees que es el peligro del que tratan de advertirnos tus viñetas?
–No sé. No es racional. Yo no detecto algo y digo: “Ah, bueno, voy a salvar al mundo con mis ideas!”. Lo que hago es tratar de sorprenderme a mí mismo, de divertirme y decirme cosas interesantes. Cuando consigo ese ruidito en la cabeza de algo que me tomó por sorpresa, entonces lo dibujo. Y cruzas un poco los dedos para que a algún otro que lo va a ver le pase lo mismo. Pero no es una actitud racional de decir qué es lo importante que tengo para decirle al mundo. Si así fuera, sería una persona muy insufrible.

Pero sí eres consciente, igual, de ese mensaje que, sutilmente o no, aparece en tus trabajos.
–Obviamente. A veces tienes ganas de decir cosas incluso de manera muy explícita, sobre todo si todos los días tienes diez centímetros en el diario. El año pasado, por ejemplo, con el tema de la votación del matrimonio igualitario en Argentina, lo tenía que poner en el diario de alguna manera. Estaba bueno el debate que se había abierto en la Argentina, y estaba bueno que todo el mundo dijera lo que pensaba. Así que ahí les dije que todos los duendes en mis historietas siempre fueron gays. Era algo que ya venía pensando hace mucho tiempo, pero fue un buen momento para sacarlos del clóset.
–Ésa es una particularidad de tus trabajos. Se recogen fórmulas claves para solucionar las cosas: ante la violencia, el cariño o el humor repentino; ante el miedo, el disfrute; ante la rutina, los espacios libres. En un mundo que aboga más por la represión, por las terapias médicas y el sacrificio de la libertad en nombre de la productividad. Un mundo que endurece hasta al robot sentimental. ¿Hasta qué punto ves posible insertar o reinsertar estos modos en la vida de las personas?
–Uno creció con lo que leyó. Nunca sabemos, a nivel existencial, en serio, qué es bueno y qué es malo del todo. Hoy sabemos qué es bueno y qué no porque en el fondo te lo dijeron o lo aprendiste con gente que admiraste. Yo solo trato de ser lo más honesto posible conmigo mismo. Yo sé que va a quedar impreso y tengo hijas. Algún día ellas van a leer esto, y si mañana me cae un piano en la cabeza, ¿qué es lo que querría que mis hijas piensen que yo les dejé como mensaje para que traten de ser felices?
Al final se trata un poco de eso. Lo que sea que a ti te tocó experimentar como vida —a todos nos toca un ratito de vida—, quieres que sea para ti y para la gente que quieres —y la que no quieres también—: que en ese rato que tienen sean felices. Ahí trato que esté mi filosofía de vida, que no es filosofía, sino cosas en las que creo por intuición.
A diferencia de un ensayo filosófico o un discurso político, que buscan argumentar posiciones, el arte, en este caso la historieta, tiene como herramienta del mensaje, más que el argumento, la sutileza.
–Si escondes una verdad en algo lindo, entonces la gente, por lo lindo, lo va a investigar. Después va a llegar a esa verdad. La va a entender de otra manera. Hay una frase de Bernard Shaw que me gusta mucho que dice que cuando hay algo gracioso préstale atención porque quiere decir que tiene una verdad oculta, como metida en la trama. Me da esa sensación.
La publicidad, o la política, o lo que sea, te tratan de tirar todo en la cara e intentan que compres lo que te están diciendo sin mirar al fondo. El arte es al revés. Te está tratando de esconder como verdades y cosas ocultas en un juego que, si aceptas, tu vida se vuelve más disfrutable. Si descubres cómo jugar a leer, cómo jugar a mirar ópera o ir al teatro, lo que sea; si descubres esos juegos se va el aburrimiento. Y después tienes la suerte de que cuando algo está muy bien hecho tiene ese extra que dices “esto es verdad”. Sea sobre relaciones humanas, sea sobre zombis. Hay como una verdad en algo que está bien hecho, una verdad escondida, y eso me divierte mucho.
–En el IV Congreso Iberoamericano de Cultura, que se realizó en Mar de Plata hace un mes, una de las principales apuestas que se trataron fue que, frente a la crisis política y económica actual, era el momento de que la cultura pase a formar parte clave de la idea del desarrollo de las naciones. ¿Cuál es tu opinión?
–La cultura tiene eso que tienen las otras cosas y que generalmente está basada en cosas que van mucho más allá de si se cae o no se cae Grecia. La cultura es lo que hace que el planeta Tierra sea interesante. Si te mueves mil kilómetros para cualquier lado aparecen nuevas maneras de mirar el mundo. Y está bueno eso. Eso es lo lindo del planeta.
Los temas políticos son para mí algo que me cuesta mucho entender. Esa psicología del político, esa especie muy dicotómica de querer ayudar, hacer algo por el país, y a la vez tratar de juntar poder. Esa obsesión por el poder no la entiendo, no conecto, de la misma manera que no entiendo un montón de cosas. La esquivo bastante. Incluso no hay mucha política en mis chistes. Y cuando lo hay es sobre los temas, no sobre los políticos.
–Ese no poder conectar pero aun así entrar en el juego o en el debate de ideas es parte clave.
–Claro, está buenísimo. La política es importante para eso. Volviendo a lo del matrimonio igualitario, es algo increíble. A mí me puso muy contento que Argentina lo adopte. No pensé que lo iban a hacer, creí que la sociedad no estaba lista, y, obviamente, hay un montón de gente que con toda razón, según sus propias creencias, estará en contra. Fue como un orgullo de algo que efectivamente es bueno. Más allá de la felicidad de ganar un Mundial de fútbol, esto es algo que mejoraba realmente la vida de un montón de gente. Por lo menos la sensación de ser todos el mismo tipo de ciudadano. Está bien que se den estos debates. Creo que a lo que hay que apuntar es a que la mayor cantidad de gente se lleve lo mejor posible. Básicamente es eso, aceptar la diferencia de los otros. Así creo que hay un montón de gente que siente que su sociedad no los tiene escondidos como —jeje— en un clóset.
–¿Consideras que la sociedad es de alguna manera hipócrita? Una hipocresía un poco inconsciente. En tus trabajos se ve mucho eso, el quitarle la careta a gestos cotidianos frente a los cuales reaccionamos de determinadas maneras por los simples prejuicios o miedos muy simples.
–Sí. Todo el mundo ha sido hipócrita en su vida; es muy difícil no serlo. Me parece muy peligroso que alguien no acepte sus propias flaquezas. Muchos de los momentos patéticos o ridículos del ser humano que están en mis chistes son sobre mí. Cuando alguien está tirado en la televisión viendo el peor programa de la basura más basura y lo ves y hago un chiste sobre eso, no es porque esté diciendo “ustedes que ven eso… yo solo veo ópera”. Soy yo que estoy un montón de veces viendo a esta gente horripilante y me digo ¡por qué me hago esto! No me gusta andar con el dedo señalando a la gente qué hacer.
–Siempre es un dedo que señala a un grupo al cual uno también pertenece.
–Sí. Me gusta cuando encuentro esas cosas muy absurdas que hacemos como seres humanos y descontextualizarlas para ver lo raro que es. Una vez hice un elefante marino que tenía la nariz así toda rara y el pingüino que le decía “bueno, si quieres operarte la nariz y eso te va a levantar la autoestima…”

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